Tema: Caridad y desapego
Caridad
La mamá de Lucía estaba preparándose para una visita más
a las familias necesitadas de un barrio muy pobre de la
ciudad. Ella acostumbraba a hacer eso todos los fines de
semana. Llevaba alimentos y atención. Recolectaba
alimentos con amigos y, durante las visitas conversaba,
hablaba de las enseñanzas del Evangelio y muchas veces
también oraba con las familias, incentivando la fe en
los corazones sufrientes.
La mamá de Lucía la llamó diciendo:
- Hija, hoy voy a visitar a una familia que tiene una
niña un poco más joven que tú. Separé algunas ropas
tuyas que ya no te sirven para dársela. Me gustaría que
escogieras algunos juguetes con los que ya no juegas más
para dárselos también.
La mamá de Lucía habló con naturalidad, pensando que no
habría ningún problema para que su hija cumpliera su
pedido. Pero eso no fue lo que pasó. Lucía se había
apegado demasiado a sus pertenencias. Sus armarios de
ropa y juguetes estaban llenos. Casi no había lugar para
guardar las nuevas cosas que le regalaban, pero aun así
no quería deshacerse de nada. Por eso, al escuchar las
palabras de su mamá, respondió en voz alta, con
aspereza:
- ¿Qué? ¡No quiero dar nada! Yo juego con todos mis
juguetes. ¡Solo porque no juego con algunos hace tiempo,
no quiere decir que ya no voy a jugar más!
Nerviosa, sacó su ropa del saco, que la mamá había
separado, y decidió que tampoco daría ninguna.
- Pero esa ropa ya no te queda, Lucía. Y hay una niña
que lo necesita mucho.
- Lo sé, mamá, pero son bonitas, me gustan mucho y
quiero guardarlas como recuerdo. Mira: esta es mi blusa
preferida y me recuerda mis clases de ballet.
La blusa era blanca, estampada con un par de lindas
zapatillas de color rosa, adornadas con un lazo
satinado.
La mamá de Lucía se quedó muy decepcionada con la
reacción de la niña, pero, en vez de intentar
convencerla, apenas dijo:
- Está bien, hija, eres tú quien decide. ¿Pero
sabes una cosa? Pienso
que ya estás grande y puedes acompañarme. Hoy voy a
llevarte conmigo, vamos a salir juntas y después de la
visita podremos dar un paseo.
A Lucía le gustó la idea. Quería pasear con su mamá.
- ¡Sí! ¡Entonces, voy a cambiarme y ponerme mi vestido
nuevo!
- No, hija, es mejor que te pongas ropa muy sencilla.
Las personas que vamos a visitar pueden fastidiarse si
mostramos que tenemos ropa nueva y bonita y ellos no.
Ponte una ropa más vieja, muy cómoda y sin lujo que va a
ser mejor – enseñó la mamá.
Lucía se quedó un poco preocupada por cómo sería esa
visita, pero acató la recomendación de su mamá.
Cuando llegaron al lugar, Lucía se sorprendió, pues no
imaginaba que la casa fuera tan sencilla, con tantas
necesidades. La dueña de la casa las recibió con
alegría. Lucía ayudó a cargar una caja con paquetes de
comida y la dio a la señora, que agradeció mucho.
Después, ellas se sentaron y comenzaron a conversar. Los
ojos de Lucía observaban todo y comenzaba a darse cuenta
de que allí faltaban muchas cosas: espacio, comida,
muebles, confort y mucho más.
La dueña de la casa llamó entonces a su hija, que estaba
afuera. Ella tenía cabellos largos y enmarañados,
llevaba la ropa desabotonada y calzaba unas chancletas
más pequeñas que sus pies.
La niña miró a Lucía, le dio una sonrisa y habló:
- ¿Quieres jugar?
Lucía agradeció, pero dijo que no quería. Le dijo como
disculpa que estaba ayudando a su mamá. En verdad, ella
tenía pocas ganas. Era una novedad para ella conocer una
casa mucho más pobre que la suya.
La niña continuó ahí, sentada en el piso jugando con
unos palitos que había traído allá afuera.
Después de un tiempo, Lucía preguntó:
- ¿Cómo te llamas?
- Luiza – respondió la niña.
- Mi nombre también comienza con Lu. Yo
me llamo Lucía.
Al poco tiempo, Lucía comenzó a conversar con Luiza y,
cuando se fue con su mamá, se despidió de su nueva
amiguita con una sonrisa.
Esa visita hizo que Lucía cambiara. Conociendo las
dificultades materiales que la familia Luiza pasaba, se
dio cuenta de cuánto podría ayudar a su nueva amiga, sin
ningún perjuicio para sí misma, dando solo lo que ella
ya no usaba más.
La siguiente semana, era el turno de visitar otro hogar.
Pero Lucía pidió a su mamá que fueran nuevamente a la
casa de Luiza. Esta vez, ella llevó mucha ropa y
juguetes. Luiza quedó tan feliz que dio un grito de
alegría al ver que todo eso era para ella.
Lucía le mostro su blusa preferida y preguntó:
- ¿Será que te queda?
Luiza, viendo esa linda ropa, se vistió en ese momento y
comenzó a saltar, imitando, animada, los pasos de ballet
que Lucia le enseñaba.
Las dos niñas se quedaron por buen tiempo danzando
juntas. Luiza, feliz con la blusa nueva, y Lucia, más
feliz todavía, alegre con lo que ella proporcionaba a su
amiga.
La mamá de Lucía, viendo la escena con lágrimas en los
ojos, agradecía a Dios porque su hija había descubierto
lo que ella también ya había aprendido: ¡que hacer
caridad nos hace mucho bien al corazón!
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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