El Espiritismo apela al raciocinio y no a una creencia
ciega
"(...) Fuera demasiado presumir de la naturaleza humana
suponer que ella pueda transformarse de súbito, por
efecto de las ideas espíritas". (L. Conclusiones, VII,
3.)
Cuando la humanidad se encuentra suficientemente madura
para enseñorearse de las verdades eternas, Dios envía a
sus emisarios para arrojar luz en las tinieblas de la
ignorancia. Así, cuando llega el momento de efectuar una
nueva revelación, no surge de súbito, de la noche a la
mañana, pues una luz muy intensa ofusca en lugar de
iluminar. Primero surgen suaves destellos aquí y allá
que se van incorporando a lo largo del tiempo y
finalmente llega una criatura enviada por Dios para
reunir los elementos esparcidos y coserlos en un todo
lógico y homogéneo.
Fácil es comprender, por lo tanto, la rápida propagación
de las ideas espíritas, ya que en pocos años
conquistaron miles de adeptos en prácticamente todos los
niveles de las clases sociales en todo el mundo... Esto
se debió no sólo a una simpatía superficial, sino al
modo claro por el cual Kardec exponía su contenido
doctrinario todo basado en los más rigurosos preceptos
científicos, utilizando el método experimental. El
Maestro Lionés no se perdió en los laberintos de una
metafísica complicada y los textos quedaron sencillos,
permitiendo una lectura sin cansancio y con creciente
interés en todo desvelar.
Según los nobles Espíritus que trabajaron en la fe de la
Codificación Espírita "(...) diversos son los efectos
producidos en la mente de la criatura por las ideas
espíritas: que desarrollan el sentimiento religioso, de
la resignación en las vicisitudes de la vida y estimula
en el hombre la indulgencia hacia los defectos ajenos,
además de incentivar el acto de perdonar... "
Kardec afirma:1 "(...) Las ideas espiritistas
progresan... Se diría que están en el aire, y
ciertamente no es al bombo de la prensa periódica,
pequeña o grande, que ellas son deudoras. Si progresan a
pesar de todo, incluso de la mala voluntad que se
encuentra en ciertas regiones, es porque ellas poseen
bastante vitalidad para bastarse a sí mismas. Aquel que
se da el trabajo de profundizar esta cuestión del
Espiritismo, en el encuentra la satisfacción moral tan
grande, la solución de tantos problemas de los que en
vano pidió la explicación a las teorías vulgares; el
futuro se abre ante el de un modo tan claro, tan
preciso, tan LÓGICO, que se dice, en efecto, que es
imposible que las cosas no pasen así, y que admira no si
las han comprendido más pronto; que un sentimiento
íntimo le decía que debía estar ahí; la ciencia
Espírita, desarrollada, no hace otra cosa que formular,
sacar de la niebla las ideas ya existentes en su fuero
interior; desde entonces el futuro tiene, para él, un
objetivo claro, preciso, limpiamente definido; no camina
más en el vacío, ve su camino; no es más ese futuro de
felicidad o de infelicidad que la razón no podía
comprender, y que por eso mismo él repelía; es un futuro
racional, conforme a las propias leyes de la Naturaleza,
pudiendo soportar el examen más severo; por lo que es
feliz, y como aliviado de un peso inmenso: el de la
incertidumbre, porque la incertidumbre es un tormento.
El hombre, a pesar de sí, sondea las profundidades del
futuro, y no puede impedir verlo eterno, lo compara con
la brevedad y la fragilidad de la existencia terrestre.
Si el futuro no le ofrece ninguna certeza, se guarnece,
se curva sobre el presente, y para hacerlo más
soportable, nada le importa; será en vano que su
conciencia le hable del bien y del mal, se dice: el bien
es lo que me hace feliz. ¿Qué motivo tendría, en efecto,
en ver el bien en otras partes? ¿Por qué soportar
privaciones? Él quiere ser feliz, y para ser feliz,
quiere gozar; gozar de lo que los otros poseen; el oro,
mucho oro; él lo tiene como su vida, porque el oro es el
vehículo de todos los gozos materiales; ¡¿qué le importa
el bienestar de su semejante?! Si ante todo; él quiere
satisfacerse en el presente, no sabiendo si podrá más
tarde, en un futuro en que no cree; se vuelve, pues,
ávido, celoso, egoísta, y, con todos esos gozos, no es
feliz, porque el presente le parece muy corto.
Con la certeza del futuro, todo cambia de aspecto para
él; el presente no es sino efímero, él lo ve escaparse
sin pesar; es menos ávido de los gozos terrestres,
porque éstos no le dan sino una sensación pasajera,
fugitiva, que deja el vacío en su corazón; aspira a una
felicidad más durable y, en consecuencia, más real; ¿y
donde podrá encontrarla, si eso no está en el futuro? El
Espiritismo, mostrándole, probándole ese futuro,
librándolo de él. El suplicio de la incertidumbre, he
aquí porque se hace feliz; y, lo que trae felicidad,
encuentra siempre partidarios.
Los adversarios del Espiritismo atribuyen su rápida
propagación a una fiebre supersticiosa que se apodera de
la humanidad, el amor a lo maravilloso; pero es
necesario, ante todo, ser lógico; aceptaremos su
raciocinio, si se puede llamar a eso raciocinio, cuando
claramente explican por qué esa fiebre alcanza
precisamente las clases esclarecidas de la sociedad,
antes que las clases ignorantes. En cuanto a nosotros,
decimos que es porque el Espiritismo apela al raciocinio
y no a una creencia ciega, que las clases esclarecidas
examinan, reflejan y comprenden; las ideas
supersticiosas no soportan el examen.
Por lo demás, todos vosotros que combatís el
Espiritismo, ¿lo comprendéis? ¿Vosotros lo habéis
estudiado, lo examinasteis en sus detalles, pesando
maduramente todas sus consecuencias? ¡No, mil veces no!
Habláis de una cosa que no conocéis; todas vuestras
críticas, no hablo de las tontas, desagradables y
groseras diatribas, desprovistas de todo raciocinio y
que no tienen ningún valor, hablo de aquellas que tienen
por lo menos la apariencia de lo serio; todas vuestras
críticas, digo yo, acusan la más completa ignorancia de
la cosa.
Para criticar es necesario oponer un raciocinio a un
razonamiento, una prueba a una prueba; ¿es posible sin
conocimiento profundo del asunto del que se trata? Qué
pensarías de aquel que pretendiera criticar un cuadro
sin poseer, al menos en teoría, las reglas del dibujo y
de la pintura; ¿discutir el mérito de una ópera sin
saber absolutamente nada de música? ¿Sabéis cuál es la
consecuencia de una crítica ignorante? Es ser ridículo y
acusar una falta de juicio. Cuanto más la posición
crítica es elevada, más está en evidencia, tanto más su
interés le manda circunspección, para no exponerse a
recibir desmentidos, siempre fáciles a dar a quien hable
de lo que no conozca. Y por que los ataques contra el
Espiritismo tienen tan poca importancia, y favorecen su
desarrollo en lugar de detenerlo. Estos ataques son de
propaganda; provocando el examen, (y el examen no puede
sino sernos favorable), porque nos dirigimos a la razón.
No hay uno de los artículos publicados contra esta
Doctrina que no haya traído un aumento de abonados y que
no haya hecho vender obras. Pero volvamos a las cosas
menos materiales. Mientras no opusieran al Espiritismo
sino argumentos de esa naturaleza, no tendrá nada que
temer.
Repetimos que la fuente principal del progreso de las
ideas Espíritas está en la satisfacción que ella
proporciona a todos aquellos que las profundizan, y que
en ellas ven otra cosa no un fútil pasatiempo; como se
quiere ser feliz antes de
todo, no es de extrañar que se aferre a una idea que
haga feliz. Hemos dicho en alguna parte que, en el caso
del Espiritismo, el período de curiosidad ya pasó, y que
el del raciocinio y el de la filosofía le sucedieron. La
curiosidad no tiene sino un tiempo: una vez satisfecha,
se le cambia el objeto para pasar a otro; y no ocurre lo
mismo con aquel que se dirige al pensamiento serio y al
juicio. El Espiritismo ha, sobre todo progresado después
de que fue mejor comprendido en su esencia íntima,
después de que se vio su importancia, porque toca la
cuerda más sensible del hombre: la de su felicidad,
incluso en este mundo; es la causa de su propagación, el
secreto de la fuerza que lo hará triunfar. Vosotros que
lo atacáis, ¿queréis, pues, un medio seguro de
combatirlo con éxito? Le voy a indicar: sustituirlo por
una cosa mejor; encuentra una solución MÁS LÓGICA para
todas las preguntas que él resuelve; le da al hombre
OTRA CERTEZA que lo haga más feliz, y entienda bien la
importancia de esa palabra certeza, porque el hombre no
acepta como cierto lo que no le parezca lógico; no os
contestéis en no decir que eso no es. Lo que es muy
fácil; no por una negación, sino por hechos, que eso no
es, jamás fue y NO PUEDE SER; en el sentido de que las
consecuencias del Espiritismo no son las de hacer a los
hombres mejores por la práctica de la más pura moral
evangélica, moral que se alaba mucho, pero que se
practica tan poco. Cuando lo hayas hecho, seré el
primero en inclinarme ante vosotros. Hasta entonces,
permítanme considerar vuestras doctrinas, que son la
negación de todo futuro, como la fuente del egoísmo,
gusano roedor de la sociedad, y, por consiguiente, como
un verdadero flagelo.
Sí, el Espiritismo es fuerte, más fuerte que vosotros,
porque se apoya sobre las propias bases de la religión:
Dios, el alma, las penas y las recompensas futuras
basadas en el bien y en el mal que se ha hecho, os
apoyan sobre la incredulidad: invita a los hombres a la
felicidad, a la esperanza, a la verdadera fraternidad;
vosotros les ofrecían la NADA por perspectiva y el
EGOÍSMO por consuelo: él explica todo, vosotros no
explicáis nada; él prueba por los hechos, y vosotros no
probáis nada; ¡¿como queréis que se oscile entre las dos
doctrinas?!
En resumen, constatamos, y cada uno lo ve y lo siente
como nosotros, que el Espiritismo ha dado un paso
inmenso durante el año que acaba de pasar, y ese paso es
la garantía de lo que no puede dejar de hacer durante el
año que
comienza; no sólo el número de sus partidarios está
considerablemente aumentado, más ha operado un cambio
notable en la opinión general, incluso entre los
indiferentes; se dice que en el fondo de todo esto
podría bien haber alguna cosa; que no es necesario
apresurarse en juzgar; los que, a ese título, alzaban
los hombros, empiezan a temer el ridículo por sí mismos,
ligando su nombre a un juicio precipitado, que puede
recibir un desmentido; prefieren pues callarse y
esperar. Sin duda, habrá por mucho tiempo, personas que,
nada teniendo que perder en la opinión de la posteridad,
procurarán denigrarlo, pero eso no lo debilita de modo
ninguno, porque en el fondo de estos ataques se ve un
vacío absoluto de raciocinio. El arma del ridículo, esa
arma que se dice tan terrible, se debilita,
evidentemente, y cae de las manos de aquellos mismos que
la sostenían; ¿perdió, pues, ella su poder? No más con
la condición de no dar más sus golpes en falso. El
ridículo no perjudica sino el que es ridículo en sí y de
serio no tiene sino la apariencia, porque él fustiga al
hipócrita y arranca su máscara; pero el que es
verdaderamente serio no puede de él recibir sino golpes
pasajeros y sale siempre triunfante de la lucha. Ved si
una sola de las grandes ideas que fueron afectadas en su
origen por la turba ignorante y celosa cayó para no ¡más
levantarse! El Espiritismo es una de las mayores ideas,
porque Él toca la cuestión más vital: la de la felicidad
del hombre, y no se juega impunemente con semejante
cuestión; es fuerte, porque tiene sus raíces en las
propias leyes de la Naturaleza, y responde a sus
enemigos haciendo desde su inicio la vuelta al mundo.
Todavía hace algunos años sus detractores
imposibilitados de combatirlo por el raciocinio, se
encontrarán de tal modo desbordados por la opinión, de
tal modo aislados, que será forzoso para ellos o
callarse, o abrir los ojos a la luz”.
-
KARDEC, Allan. Revue Spirite. Janeiro de 1860.
Araras: IDE, 1993. p. 2 a 5.