Tema: simplicidade y humildad
La llave valiosa
El niño, agitado, iba y venía por la casa. Buscaba por
todas partes algo muy importante para él.
Su madre, percibiendo su aflicción, fue a ayudarlo y
preguntó, interesada:
- Querido, ¿estás seguro de que no está en la cajita de
llaves?
- Seguro, mamá, debería estar ahí, fue el primer lugar
donde busqué, pero no la encontré – respondió él.
- Pero no cuesta mirar de nuevo.
El niño, entonces, abrió la caja donde estaban guardadas
las llaves de la familia. Las miró a todas con cuidado y
exclamó muy triste:
- ¡No, no está aquí mi llave más importante!
Cerró la caja y la colocó de nuevo en su lugar.
Ahí dentro, las llaves podían escuchar la agitación del
niño y acompañaban su diálogo con su madre. Percibiendo
que el asunto era sobre una de ellas, que había
desaparecido, comenzaron a conversar.
La llave de hierro, que trancaba la puerta del frente de
la casa y era la más grande de todas, habló:
- ¿Cómo puede esse niño no haberme visto aquí? Debe
tener problemas de visión. Él dice que buscaba la llave
más importante. ¡De seguro soy yo!
- Oye, no seas boba – retrucó la llave del garaje. – ¡No
eres la llave más importante, soy yo! Yo cuido la
entrada del garaje y los carros. Antes de que lleguen
hasta ustedes, tienen que pasar por mí.
-¿Y eso? – dijo una llave gruesa, pero pequeña y muy
bonita. – Yo cierro la caja de los cubiertos de plata.
Ustedes pueden ser cambiadas en cualquier momento. Yo,
en cambio, voy quedarme por aquí por muchos años. Por
el valor de los objetos que guardo, digamos la verdad:
¿quién es la más importante aquí?
- ¡Ja, ja, ja! – rió, irónicamente, la llave del cofre.
- ¡Cuánta pretensión!
Y continuó, dirigiéndose a la llave de los cubiertos:
- ¡Pues tienes que saber que yo guardo las joyas de la
familia, los dólares que sobraron del viaje que
hicieron, además de los objetos de oro! - Y, casi
gritando, concluyó: ¡Yo soy mucho más importante que
todas ustedes juntas!
La llave de los cubiertos, que se sintió humillada con
los comentarios de su colega, respondió áspera:
- Pues sí, pero parece que hay una llave más importante
que todas aquí. Sino
el chico ya la habría encontrado.
Las llaves estuvieron de acuerdo, pero no podían
imaginar cuál sería la llave más importante. Fue
entonces que la lalve del cajón del escritorio se
acordó:
- La única de nosotras que no está aquí es esa pequeña y
delgadita. ¿Será
que es ella? – dijo, tímida.
- ¿Quién? – preguntó la llave de hierro. - No me acuerdo
de ninguna llave así aquí en nuestra caja.
- Creo que hay una así – dijo la llave del candado. -
Pero claro que no puede ser ella. ¡Es
minúscula! ¡Insignificante!
Las llaves todavía estaban conversando cuando escucharon
al niño gritar feliz:
- ¡La encontré! ¡La encontré, mamá! Se había caído en la
alfombra, donde había movido por última vez mi pequeño
baúl.
El niño, muy feliz, abrió la caja de madera rústica. Ahí
guardaba sus objetos preferidos: la navaja que le regaló
su tío; su foto montando a caballo en la granja de su
abuela; una pluma colorida que había encontrado en el
paseo por el bosque, con su padre; la medalla que ganó
en la competencia de natación. Y otras pequeñas cosas
que eran muy importantes para él.
Para que no se perdiera nuevamente, la madre amarró la
valiosa llavecita en una linda cinta dorada, y ellos la
colgaron en un gancho en la pared, a la vista de todos.
Desde dentro de la caja, las llaves observaban todo en
silencio. Pensativas, ahora ninguna de ellas tenía ganas
de hablar nada más.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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