Tema: Amor por el trabajo
Nicolasito y Nicolasón
Nicolasito era un niño muy delgado, pálido y desganado.
Solo quería estar echado o sino jugando con cosas que no
lo hicieran moverse mucho. Se levantaba tarde, no comía
casi nada y andaba siempre cansado.
Ahora, con una vida así, era natural que Nicolasito
fuera un niño delgado, pálido y desganado. Era natural
también que a los niños de la vecindad no les gustara
jugar con él. Si lo invitaban a salir a correr, les
decía:
- ¡No puedo!... ¡Estoy muy cansado!...
Si lo llamaban al fútbol, se disculpaba:
- ¡No puedo!... ¡Me duelen las piernas!...
Los padres, muy preocupados, llevaron a Nicolasito al
médico. Éste, después de examinarlo bien, lo miró muy
serio y habló:
- ¿Entonces no quieres hacer nada, ah?... Pues necesitas
moverte más, actuar, trabajar… Solo así estarás fuerte…
Y les dijo a sus padres:
- Necesita de un poco de ejercicios… Es necesario darle
algún trabajo…
Desde ese día, la mamá, siguiendo el consejo del médico,
continuamente llamaba a Nicolasito para que la ayudara
en las tareas domésticas. Pero fue inútil. Si lo mandaba
al supermercado, él alegaba:
- ¡No puedo!... ¡Estoy tan cansado!...
Si le pedía que barriera el patio, tenía esta respuesta:
- ¡Ahora no mamá!... Después...
Si, en la mañana, lo levantaba temprano para que fuera a
buscar la leche, exclamaba muy soñoliento:
- ¡Tengo mucho sueño!... Un momentito más, ¿sí?...
Así la pasaba Nicolasito. ¡Sin hacer nada! ¡Sin querer
hacer cosa alguna!
Cuando llegó el verano, y como el niño continuaba sin
mucho apetito, los padres decidieron llevarlo fuera de
la ciudad. Fueron a la sierra. Alquilaron una buena
casa, con un gran patio y ahí se instalaron.
Nicolasito estaba contento. Le gustaba mucho la sierra y
le gustaba mucho la casa. Su cuarto era espacioso,
aireado y con una ventana hacia el patio.
Durmió bien la primera noche que se quedó ahí. Durmió
bien, pero se levantó temprano, mucho más temprano. Y es
que la ventana se había quedado abierta y la claridad
del día, golpeándolo en el rostro, hicieron que se
despertara.
¡Nicolasito escuchó algo maravilloso! ¡El canto de los
pajaritos! ¡Qué lindo! Nunca había escuchado algo igual.
En eso, se dio cuenta de otro canto. Esa vez no eran los
pajaritos, y, sí, alguien que cantaba así:
Mi pequeña azadita
Trabaja bien.
Corta el pastito
En un vaivén.”
¿Quién estaría cantando a esa hora tan temprano?
Lleno de curiosidad, Nicolasito se levantó y espió por
la ventana. No había nadie en el patio. Solo los
pajaritos continuaban cantando, saltando en las ramas de
los árboles. Miró, entonces, al patio del vecino. Ahí
estaba un niño pelirrojo y fuerte, que, con una pequeña
azada, quitaba la maleza de un cantero. Y,
quitando la maleza, cantaba:
Mi pequeña azadita
Trabaja bien.
Corta el pastito
En un vaivén.”
Nicolasito miraba admirado al niño pelirrojo, cuando
este, deteniendo un poco su trabajo, miró hacia la
ventana.
- ¡Hola! – saludó con voz fuerte. ¿Eres tú mi nuevo
vecino?...
- ¡Sí! – dijo Nicolasito con voz débil. - ¡Llegué ayer
con papá y mamá!...
El niño fuerte de acercó a la cerca que separaba los dos
jardines y Nicolasito se dio cuenta de que su rostro era
colorado, con algunas pecas que lo hacían muy simpático.
- ¿Cuál es tu nombre? – preguntó, con una sonrisa que
mostraba los dientes grandes, medio separados.
- Nicolás... pero todos me llaman Nicolasito… ¿Y tú?
- ¡Qué gracioso! – dijo el otro. -Pues yo también soy
Nicolás, pero todos me llaman Nicolasón…
Los dos niños rieron juntos. ¡Era muy divertido!
Nicolasito y Nicolasón.
- ¡Hasta pronto! – respondió Nicolasito y volvió a la
cama.
Se acostó, pero ya no durmió. Se
quedó pensando, pensando… Pensaba que los canteros de su
patio estaban muy feos, con la maleza crecida, tan
crecida que escondía las plantas. Pensaba que los
canteros del vecino estaban muy bien tratados, con la
hierba recortada, pudiéndose ver de lejos los tallos del
tomatero, las lindas lechugas y otras verduras que ahí
había. ¡Nicolasón
realmente cuidaba muy bien sus canteros!
Nicolasito pensó, pensó y tomó una decisión: ¡le pediría
a su papá que le compre una pequeña azada e iría a
quitar la maleza del campo!... A la mañana siguiente,
muy temprano, Nicolasito volvió a escuchar el canto de
los pajaritos y el canto de Nicolasón:
Mi pequeña azadita
Trabaja bien.
Corta el pastito
En un vaivén.”
- ¡Ah! ¡También!... – murmuró medio aburrido. - ¡Ahí
está Nicolasón cantando!
Y se dio la vuelta con el fin de dormir un poco más. En
eso se acordó: su papá le había comprado una pequeña
azada, una bonita azadita para cortar la maleza.
Entonces saltó de la cama. Se cambió deprisa y corrió al
patio. Pero se detuvo, desanimado con esas malezas tan
grandes. ¿Cómo podría cortar todo eso?
- ¡Hola!... ¡Qué bonita azada tienes!... ¿Vas a
trabajar? – preguntó Nicolasón, desde la cerca.
- No sé – respondió Nicolasito medio tristón. - ¡La
maleza está muy grande!... Creo que no podré…
- ¡Oye, no te desanimes!... – dijo Nicolasón. – Espera
un poco que te voy a ayudar…
Y, saltando la cerca, ligero, se unió a Nicolasito.
Al principio, Nicolasito hacía todo mal, pero, instruido
por Nicolasón, poco a poco fue mejorando.
Cuando la mamá lo llamó para desayunar, tenía tanta
hambre, ¡que llegó a repetir! Después del desayuno,
volvió nuevamente a quitar la maleza. Nicolasón, con su
sonrisa simpática, ya estaba ahí, empuñando su pequeña
azada.
¡A la hora de almuerzo, Nicolasito sorprendió a sus
padres, de tanto que comió! Enseguida, se acostó un poco
para descansar. ¡Estaba cansado de verdad! Le dolían los
brazos, la espalda, pero, aun así, no se desanimó y,
después de la siesta, volvió a quitar la maleza con
Nicolasón.
Al día siguiente, apenas escuchó a los pajaritos cantar,
saltó de la cama. ¡Quería ganarle a Nicolasón, quería
ser el primero en llegar al patio! ¡E incluso le ganó!
Cuando el niño fuerte llegó, ahí estaba Nicolasito
quitando la maleza, trabajando y cantando también:
Mi pequeña azadita
Trabaja bien.
Corta el pastito
En un vaivén.”
- ¡Hola! – exclamó el pelirrojito pecoso, alegre. - ¿Me
ganaste, ah?...
¡Nicolasito estaba muy orgulloso! Y los dos, grandes
amigos comenzaron a trabajar.
Los días fueron pasando... El patio de la casa de
veraneo parecía otra. Los canteros, poco a poco, uno por
uno, iban quedaron con el pasto bien cortado y las
verduras iban creciendo. Nicolasito trabajaba, ahora,
solo, pues Nicolasón también tenía que cuidar de sus
canteros.
De un lado de la cerca, Nicolasón trabajaba y cantaba:
“Mi pequeña azada
Trabaja bien.”
Y, del otro lado, Nicolasito, muy contento, trabajando
siempre, respondía, también cantando:
“Corta el pastito
En un vaivén.”
Resultado: ¡Nicolasito, ahora, era tan fuerte, tan
colorado y tan animado como era el pelirrojito
Nicolasón!
Texto tomado del libro Cuenta Más –
Volumen I, de la editora Fergs.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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