Tema: Lazos de familia, amistad
Pepe y Pipo
Un bello día, en una hacienda, nacieron dos lindos
pollitos. Mamá Gallina los llamó Pepe y Pipo. Pepe nació
de un huevo más grande, y por eso era un pollito
robusto, de patas largas y lleno de plumas. Pipo
era menor y más flaquito.
Conforme los dos hermanos crecían, Mamá Gallina se daba
cuenta de otras diferencias entre ellos. Pepe era más
orgulloso, andaba por la hacienda hinchando las plumas y
queriendo ser, cuando creciera, un gallo grande y bonito
como su padre. Pipo era curioso, le gustaba descubrir
cosas nuevas. Era simpático y siempre conversaba con los
otros animales de la hacienda.
Mamá les recomendaba a los dos que anduvieran siempre
juntos, que fueran amigos y compañeros.
- Son hermanos y pueden ser los mejores amigos uno del
otro – decía ella.
Pero Pepe le hacía poco caso a su hermano. A veces,
escarbando, encontraba granos de maíz por el suelo, y
Pepe, rápidamente, comía los granos, sin preocuparse en
dejar algunos para su hermano. Otras veces, Pepe se
subía a una gran piedra y saltaba de ahí batiendo las
alitas, solo para demostrar que era más ágil que Pipo.
Cuando Pipo se detenía a conversar con alguien, Pepe se
iba corriendo deprisa. El orgulloso pollito no tenía la
gentileza de saludar a nadie. Mientras Pipo se dedicaba
a descubrir más sobre la naturaleza y la vida de la
hacienda, Pepe andaba solo, únicamente pensando en sí
mismo.
Un día, sin embargo, cuando los dos pollitos estaban
escarbando en el patio, vieron un animal peludo, con un
largo hocico, un gran rabo y cuatro patas, que venía
acercándose, en dirección a ellos.
Pepe se llevó un susto muy grande. Ya había escuchado
sobre los peligrosos zorros, y sintió mucho miedo.
Corrió lo más rápido que pudo hasta un arbusto, donde se
escondió.
De repente, Pepe se dio cuenta de que Pipo no estaba con
él:
- ¡Ay no! ¿Y ahora? ¡Pipo se quedó atrás! ¡Mi pobre
hermano! Va a ser comido por el zorro – gritó el
pollito, que comenzó a llorar desesperado.
Pepe piaba tanto y tan alto que llamó la atención de
todos los que estaban cerca.
Pipo, al escuchar el griterío de su hermano, fue
corriendo, preocupado, a su encuentro, pensando que se
había lastimado.
Al ver a Pipo, Pepe se sorprendió y, aliviado por ver a
su hermano vivo, le dio el abrazo más fuerte que haya
tenido en su vida.
- ¡Gracias a Dios! ¿Cómo pudiste escapar del zorro,
Pipo? – preguntó Pepe.
- ¿Pero qué zorro? – dijo Pipo.
- El que estaba viniendo hacia nosotros, en el patio.
¡Escapé corriendo, pero pensé que te había comido,
porque tú no puedes correr tanto como yo! – dijo Pepe,
que, conmoviéndose de nuevo, volvió a abrazar a su
hermano.
Pipo, entonces, entendiendo la confusión, esclareció:
- ¡Qué zorro ni qué nada, Pepe! ¡Ese era Toto, el
cachorro de Doña Dalila, la perrita de la hacienda,
amiga de mamá y papá!
Pepe, avergonzado, no pudo decir nada y Pipo continuó:
- Conozco a Toto desde pequeño. Yo iba a su casita a
visitar a Toto y sus hermanos.
Ahora su mamá ya los deja pasear. Toto se puso contento
al verme y
vino a llamarme para jugar.
Ahora más calmado, Pepe entendió lo que había pasado y
pudo ver al cachorrito, que esperaba lejos.
Pipo, entonces, llamó a Toto y éste vino contento.
- Toto, este es Pepe, mi hermano – presentó el pollito.
- ¡Hola, Pepe! ¿Todo bien? ¡Qué bueno conocerte! ¡Pipo
es mi amigo y es muy buena gente! ¡Si eres su hermano,
entonces, ya eres mi amigo también! – dijo Toto,
moviendo la cola.
Pepe se dio cuenta de cuán querido era Pipo por ese
animal, que incluso era de otra especie, y cuya amistad
Pipo había podido conquistar con su forma amable
de ser. Se sintió orgulloso de su hermano. Comprendió
que Pipo no tenía
las mismas características físicas que él, pero tenía
otras cualidades, también valiosas, que él mismo, Pepe,
no tenía.
Descubrió incluso cuánto le agradaba su hermano y cuánto
sufriría si algo malo le pasara.
Pepe abrazó a Pipo con una de las alitas y dijo:
- ¡Es un placer conocerte también, Toto! ¡Y, siendo
amigo de mi hermano, eres mi amigo también! ¿Vamos
a jugar?
Desde ese día, Pepe empezó a respetar a Pipo. Empezó a
ayudarlo en vez de competir con él. Y fue así como ellos
se volvieron, además de hermanos, grandes amigos
también.
Texto de Lívia Prada Seneda.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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