Especial

por Angélica Reis

La misión de Moisés, que personifica la primera revelación de la Ley de Dios

Emmanuel dice que la ley mosaica fue la precursora directa del Evangelio de Jesús. El protegido de Termútis, después de beneficiarse de la cultura que Egipto le podía prodigalizar, fue inspirado a reunir todos los elementos útiles de su grandiosa misión, popularinzando el monoteísmo y establecer el Decálogo, bajo la inspiración divina, cuyas determinaciones son hasta hoy la edificación base de la Religión y del Derecho, mientras que las antiguas doctrinas ya hubiesen arraigado la creencia de Dios único.

La legislación de Moisés está impregnada de leyendas y crueldades compatibles con su tiempo. Sin embargo, limpia de todos los comentarios fabulosos a su respecto, su figura es, de hecho, la de un hombre extraordinario, revestido de los más altos poderes espirituales, porque fue el primer hombre en hacer accesible a las masas populares las enseñanzas conquistadas a expensas de la iniciación larga y dolorosa, en la que se vislumbra la síntesis luminosa de grandes verdades.

La vida y la misión de Moisés, lejos de ser fáciles, estaban, por el contrario, llenas de tribulaciones, traiciones y desconfianza.

Durante muchas y muchas veces, el pueblo israelita demostró confianza en el poder del Salvador del Señor Supremo, desobedeciendo los mandamientos y llegando a rechazar al propio Moisés, que enfrentó problemas hasta en su familia, como muestra la debilidad de Aarón, su hermano, en el episodio del becerro de oro.

El Decálogo representa la base de toda la justicia del mundo

Un líder auténtico y lúcido, Moisés se constituyó en modelo de todos los verdaderos profetas que le sucedieron, hasta la venida de quien fue el precursor.

Fue llamado por el Plano Superior no sólo para guiar al pueblo de Israel hasta la Tierra Prometida, sino también para dar a conocer la voluntad de nuestro Padre, lo que Moisés hizo al otorgarnos los Diez Mandamientos.

En su calidad de mensajero del Divino Maestro, Moisés trató de concentrar a su pueblo en el gran viaje en busca de la Tierra de la Promisión. Médium extraordinario, realizó grandes hechos ante sus hermanos y compañeros maravillados, y posteriormente recibió de los emisarios del Cristo, en el monte Sinaí, el Decálogo, que hasta hoy representa la base de toda la justicia del mundo.

Más tarde, antes de abandonar las luchas terrenales, en la extática visión de la Tierra Prometida, legó a la posteridad sus tradiciones en el Pentateuco, iniciando – en el decir de Emmanuel – la construcción de la más elevada ciencia religiosa de todos los tiempos.

Hay en la ley mosaica dos partes; una de ellas es de origen divina

Como afirma Allan Kardec en su obra, hay en la ley mosaica dos partes distintas: la ley de Dios, promulgada en el monte Sinaí, y la ley civil o disciplinaria, decretada por Moisés.

Una – La Ley de Dios – es invariable. La otra, apropiada a las costumbres y el carácter del pueblo, se modifica con el tiempo. Es por eso que se vuelve impensable, en nuestros días, apedrear hasta la muerte a una mujer cogida en adulterio. La circuncisión es otra práctica que ni siquiera los defensores más fanáticos de la Biblia adoptan.

La ley de Dios está formulada en los diez mandamientos siguientes (Ex., 1-17.):

1o. Yo soy el Señor tu Dios, que te tomó de la tierra de Egipto, de la Casa de la servidumbre. No tendrás dioses extranjeros delante de mí. No lo harás por ti imagen de escultura, ni figura alguna de todo lo que está en el cielo, y de lo que hay debajo de la tierra, ni de cualquier cosa que haya en las aguas bajo la tierra. No los adorarás, ni les darás culto: porque yo soy el Señor tu Dios, el Dios fuerte y celoso, que venga la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me molestaron. Y que usa de misericordia hasta mil generaciones con aquellos que me aman y guardan mis preceptos.

2o. No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque el Señor no tendrá por inocente de a aquel que tome en vano el nombre del Señor su Dios.

3o. Recuerda santificar el día de sábado. Trabajarás seis días, y harás en ellos que todo  lo que tienes para hacer. El séptimo día, sin embargo, es el sábado del Señor vuestro Dios. No harás em esse día obra alguna.

4o. Honrarás a tu padre y a tu madre, para tener una larga vida sobre la tierra que el Señor tu Dios te há de dar.

5o.  No matarás.

6o.  No fornicarás.

7o.  No hurtarás.

8o.  No dirás falso testimonio contra tu prójimo.

9o.  No desearás la mujer de tu prójimo.

10o.  No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su burro, ni cosa alguna que le pertenezca.

Hay en la religión judaica tres periodos o edades distintas

Aun hoy, según Césare Cantu, los israelitas dividen sus libros en Tora [de hebraica torahla ley mosaicaEl libro que la cierrao Pentateuco] constituída de los primeros cinco libros de la Biblia; en Nebum, que son los profetas, y en Quetubim, o escrito en general, es decir, cualquier otro libro.

El Talmud llama di brê caballah, es decir, palabras de tradición, todo lo que no integra la Tora. Los rabinos dicen que sólo Tora es que constituyó una verdadera novedad en Israel, porque los otros libros son sólo desarrollos parciales del hieroglífico primitivo, en cubierto debajo de aquel nombre.

En resumen, podemos decir que, según Césare Cantu, hay en la religión judía tres períodos o edades que marcaron la formación religiosa de los israelitas: la "edad de oro", o la del puro hebraísmo bíblico, que comprendía los libros santos, antes de la translación para Babilonia; La "edad de plata", o la del hebraísmo bíblico  tardio, que comprendía los libros escritos después a la emigración, y la "edad de bronce", o la del hebraísmo tardio no bíblico.

Una pregunta que se impone siempre que se estudia el Cristianismo se relaciona a los motivos que llevaron a Jesús a elegir el árbol de David, para llevar a su efecto su divinas lecciones  a la Humanidad, un tema que Emmanuel examina en el cap.  VII de su libro A Camino de la Luz.

Afirma entonces Emmanuel que de todos los pueblos de la época, aunque Israel era el más creyente, "era también el más necesitado, dada su vanidad exclusivista y pretenciosa". "Mucho se pedirá de quien mucho haya recibido, y los israelitas habían conquistado mucho, desde lo alto, en materia de fe, siendo justos que se les exigiese un grado correspondiente de comprensión, en cuestión de humildad y de amor.
            
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita