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La misión de Moisés, que personifica la primera
revelación de la Ley de Dios |
Emmanuel dice que la ley mosaica fue la precursora
directa del Evangelio de Jesús. El protegido de Termútis,
después de beneficiarse de la cultura que Egipto le
podía prodigalizar, fue inspirado a reunir todos los
elementos útiles de su grandiosa misión, popularinzando
el monoteísmo y establecer el Decálogo, bajo la
inspiración divina, cuyas determinaciones son hasta hoy
la edificación base de la Religión y del Derecho,
mientras que las antiguas doctrinas ya hubiesen
arraigado la creencia de Dios único.
La legislación de Moisés está impregnada de leyendas y
crueldades compatibles con su tiempo. Sin embargo,
limpia de todos los comentarios fabulosos a su respecto,
su figura es, de hecho, la de un hombre extraordinario,
revestido de los más altos poderes espirituales, porque
fue el primer hombre en hacer accesible a las masas
populares las enseñanzas conquistadas a expensas de la
iniciación larga y dolorosa, en la que se vislumbra la
síntesis luminosa de grandes verdades.
La vida y la misión de Moisés, lejos de ser fáciles,
estaban, por el contrario, llenas de tribulaciones,
traiciones y desconfianza.
Durante muchas y muchas veces, el pueblo israelita
demostró confianza en el poder del Salvador del Señor
Supremo, desobedeciendo los mandamientos y llegando a
rechazar al propio Moisés, que enfrentó problemas hasta
en su familia, como muestra la debilidad de Aarón, su
hermano, en el episodio del becerro de oro.
El Decálogo representa la base de toda la justicia del
mundo
Un líder auténtico y lúcido, Moisés se constituyó en
modelo de todos los verdaderos profetas que le
sucedieron, hasta la venida de quien fue el precursor.
Fue llamado por el Plano Superior no sólo para guiar al
pueblo de Israel hasta la Tierra Prometida, sino también
para dar a conocer la voluntad de nuestro Padre, lo que
Moisés hizo al otorgarnos los Diez Mandamientos.
En su calidad de mensajero del Divino Maestro, Moisés
trató de concentrar a su pueblo en el gran viaje en
busca de la Tierra de la Promisión. Médium
extraordinario, realizó grandes hechos ante sus hermanos
y compañeros maravillados, y posteriormente recibió de
los emisarios del Cristo, en el monte Sinaí, el
Decálogo, que hasta hoy representa la base de toda la
justicia del mundo.
Más tarde, antes de abandonar las luchas terrenales, en
la extática visión de la Tierra Prometida, legó a la
posteridad sus tradiciones en el Pentateuco, iniciando –
en el decir de Emmanuel – la construcción de la más
elevada ciencia religiosa de todos los tiempos.
Hay en la ley mosaica dos partes; una de ellas es de
origen divina
Como afirma Allan Kardec en su obra, hay en la ley
mosaica dos partes distintas: la ley de Dios, promulgada
en el monte Sinaí, y la ley civil o disciplinaria,
decretada por Moisés.
Una – La Ley de Dios – es invariable. La otra, apropiada
a las costumbres y el carácter del pueblo, se modifica
con el tiempo. Es por eso que se vuelve impensable, en
nuestros días, apedrear hasta la muerte a una mujer
cogida en adulterio. La circuncisión es otra práctica
que ni siquiera los defensores más fanáticos de la
Biblia adoptan.
La ley de Dios está formulada en los diez mandamientos
siguientes (Ex., 1-17.):
1o. Yo
soy el Señor tu Dios, que te tomó de la tierra de Egipto,
de la Casa de la servidumbre. No tendrás dioses
extranjeros delante de mí. No lo harás por ti imagen de
escultura, ni figura alguna de todo lo que está en el
cielo, y de lo que hay debajo de la tierra, ni de
cualquier cosa que haya en las aguas bajo la tierra. No
los adorarás, ni les darás culto: porque yo soy el Señor
tu Dios, el Dios fuerte y celoso, que venga la iniquidad
de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de aquellos que me molestaron. Y que usa de
misericordia hasta mil generaciones con aquellos que me
aman y guardan mis preceptos.
2o. No
tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque el
Señor no tendrá por inocente de a aquel que tome en vano
el nombre del Señor su Dios.
3o. Recuerda
santificar el día de sábado. Trabajarás seis días, y
harás en ellos que todo lo que tienes para hacer. El
séptimo día, sin embargo, es el sábado del Señor vuestro
Dios. No harás em esse día obra alguna.
4o. Honrarás
a tu padre y a tu madre, para tener una larga vida sobre
la tierra que el Señor tu Dios te há de dar.
5o. No
matarás.
6o. No
fornicarás.
7o. No
hurtarás.
8o. No
dirás falso testimonio contra tu prójimo.
9o. No
desearás la mujer de tu prójimo.
10o.
No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su burro, ni cosa alguna que le
pertenezca.
Hay en la religión judaica tres periodos o edades
distintas
Aun hoy, según Césare Cantu, los israelitas dividen sus
libros en Tora [de hebraica torah: la ley
mosaica; El libro que la cierra; o
Pentateuco] constituída de los primeros cinco libros
de la Biblia; en Nebum, que son los profetas, y en
Quetubim, o escrito en general, es decir, cualquier otro
libro.
El Talmud llama di brê caballah, es decir,
palabras de tradición, todo lo que no integra la Tora.
Los rabinos dicen que sólo Tora es que constituyó una
verdadera novedad
en Israel, porque los otros libros son sólo desarrollos
parciales del hieroglífico primitivo, en cubierto debajo
de aquel nombre.
En resumen, podemos decir que, según Césare Cantu, hay
en la religión judía tres períodos o edades que marcaron
la formación religiosa de los israelitas: la "edad de
oro", o la del puro hebraísmo bíblico, que comprendía
los libros santos, antes de la translación para
Babilonia; La "edad de plata", o la del hebraísmo
bíblico tardio, que comprendía los libros escritos
después a la emigración, y la "edad de bronce", o la del
hebraísmo tardio no bíblico.
Una pregunta que se impone siempre que se estudia el
Cristianismo se relaciona a los motivos que llevaron a
Jesús a elegir el árbol de David, para llevar a su
efecto su divinas lecciones a la Humanidad, un tema que
Emmanuel examina en el cap. VII de su libro A Camino
de la Luz.
Afirma entonces Emmanuel que de todos los pueblos de la
época, aunque Israel era el más creyente, "era también
el más necesitado, dada su vanidad exclusivista y
pretenciosa". "Mucho se pedirá de quien mucho haya
recibido, y los israelitas habían conquistado mucho,
desde lo alto, en materia de fe, siendo justos que se
les exigiese un grado correspondiente de comprensión, en
cuestión de humildad y de amor.