Tema: Providencia divina, oración
El retraso
Murilo se levantó temprano, como de costumbre. Él era un
buen hombre, trabajador, esforzado y religioso también.
Acostumbraba a hacer la oración del Padre Nuestro al
despertar y pedía protección para las actividades del
día. Después de orar, Murilo se vistió y fue a la cocina
para tomar el desayuno. Él no quería retrasarse, pues
tan pronto llegara a la empresa tendría una reunión con
su jefe.
Murilo comió un pan con mantequilla y lavó una manzana
para llevarla de merienda. Pero, cuando fue a tomar el
café, en un gesto descuidado, dejó caer la taza y
derramó la bebida en su camisa. Lo lamentó, pues quería
ir al trabajo con esa bonita camisa. Pero tuvo que
cambiarse. Con los ojos en el reloj, Murilo comenzó a
coger sus cosas para salir pronto. Cogió su maletín con
los papeles de la reunión, su celular, la billetera… Solo
faltaba la llave de la casa.
Buscó, buscó, pero no la encontró. No estaba en la
mesita cerca de la puerta, donde solía poner las llaves,
ni en ningún lugar. Murilo sabía que la llave estaba
perdida en la casa, pues la había usado el día
anterior.
- ¡Si la llave está aquí en casa voy a encontrarla! –
pensó.
Pero, después de algunos minutos buscando, Murilo se
acordó de la reunión. Preocupado por la hora, decidió
dejar de buscar. Como su esposa siempre llegaba a casa
después que él, Murilo decidió pedirle que ella dejara
su llave, o la suya misma, en caso consiguiera
encontrarla, en casa de la vecina, que era muy amiga de
ellos.
Y así Murilo salió finalmente de casa, con el paso
acelerado, para compensar lo minutos perdidos y llegar
al paradero del bus a tiempo. Sin embargo, Murilo se
encontró en el camino con un amigo muy simpático que no
veía hacía buen tiempo.
Murilo era educado, pero en esas condiciones pensó
incluso fingir que no había visto al amigo, pues estaba
muy preocupado por su retraso. De cualquier forma, el
amigo también lo había visto y, saludando alegremente,
se acercó para abrazarlo.
Conversaron un poco y Murilo, esclareciendo que tenía
prisa debido a un compromiso importante, prometió
buscarlo en breve, para una visita.
Se despidieron y Murilo continuó su trayecto. Sin
embargo, al mirar su reloj, se puso nervioso. Se
había retrasado. El bus probablemente ya habría pasado.
Casi corriendo por la vereda, cambió su camino y se
dirigió a otra ruta, para coger otra línea de bus.
Sin poder evitarlo, iba pensando:
- ¡Pero qué fastidio! Parece que todo está pasando para
retrasarme hoy. ¡Justo hoy que es el día de la reunión!
¡Eso es porque rezo! – y mirando arriba, como si hablara
con Dios, dijo, en tono de queja: - ¡Así no funciona!
Murilo cogió el otro bus, se bajó tan pronto como pudo,
corrió y aún así, llegó cinco minutos retrasado. Pero
quedó aliviado cuando se dio cuenta que su jefe no había
llegado todavía.
Cuando el jefe llegó, él se disculpó, explicando que se
había quedado atrapado en un embotellamiento que se
había formado, en la avenida cercana a la empresa,
debido a un grave accidente.
Solo más tarde, Murilo se enteró que uno de los
vehículos involucrados en el accidente era justamente
ese bus que él había perdido.
Asustado con la noticia, pensó en lo que le había
ocurrido en la mañana. Se acordó de las frases que había
pronunciado orando: “hágase tu voluntad, así en la
Tierra como en el Cielo” y “líbranos del mal”.
Ese fue un día de profundas reflexiones para Murilo
acerca de la Providencia Divina y el valor de la
oración.
En la noche, en casa, con su esposa, su oración fue de
profunda gratitud.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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