Tema: Evangelio en el Hogar; familia
Evangelio en el hogar
Simone estaba casada con Alberto y tenían dos hijos. La
rutina de la familia, todos los días, estaba siempre
llena de compromisos. Se levantaban temprano, se
arreglaban y salían. Los hijos iban al colegio y los
padres al trabajo.
Los niños incluso tenían, después de la clase, sus
deberes de casa y otras actividades deportivas y
culturales en las cuales estaban matriculados.
Alberto trabajaba bastante en su centro laboral. Simone
también, pues trabajaba fuera, por la mañana, y después
se dedicaba a las tareas de la casa y al cuidado de sus
hijos.
A todos les gustaba lo que hacían, pues tenían amigos y
buenas oportunidades de aprendizaje y realización. Pero
la rutina de muchos compromisos y responsabilidades
exigían de ellos disciplina y equilibrio. Necesitaban
estar atentos a los horarios, no dejar los deberes para
después, ser organizados con sus cosas para no perderlas
por la casa y así en adelante.
Sucede que eso no siempre pasaba. La mamá había notado
que muchas veces había peleas entre los hermanos y falta
de respeto a las reglas y a los familiares. E incluso
ella y su marido, varios días, se sentían cansados e
irritados por las pequeñas situaciones que se creaban.
Una tarde, a la hora de la merienda, Simone al entrar en
la cocina escuchó a su hija Carla gritándole a su
hermano:
- ¿Por qué te lo comiste todo, Daniel? ¡Por supuesto que
yo también quería! ¡Sabes muy bien que el pastel de
chocolate es mi favorito! Incluso era un pedazo muy
grande, podíamos haberlo dividido.
- ¡Yo llegué primero! ¡Si también querías, deberías ser
más inteligente! – respondió él nervioso, sin querer
admitir que había actuado mal.
- ¿Ah sí? Pero yo soy muy inteligente para darte una
lección. ¡Ya no seas tan egoísta! – gritó la niña
irritada, mientras le jalaba el cabello a su hermano.
Daniel reaccionó y una fea pelea iba a comenzar si no
hubiese sido por Simone que intervino y los separó.
Las agresiones fueron evitadas, pero el malestar no. Por
el resto de la tarde los hermanos no se hablaron más y
Simone se sentía enojada y pensativa.
El hogar debe ser no solamente el lugar de descanso
físico y mental, sino también de formación moral y
aprendizaje de valores éticos para que, además de
convivir bien entre sí, todos puedan llevar, fuera del
hogar, buenas actitudes. Si los familiares son las
personas más importantes, deberíamos cuidar más la
convivencia con ellos.
Pensando en eso, Simone se acordó, entonces, del culto
del Evangelio en el Hogar, del cual ella ya había
escuchado hablar en el centro espírita que frecuentaban.
Cuando Alberto llegó a casa, ella conversó con él
explicando bien la situación y cuánto podrían
beneficiarse haciendo el Evangelio en el Hogar.
Alberto estuvo de acuerdo y dijo:
- ¡Vamos a hacerlo! ¡Tenemos muchos otros compromisos,
pero sin duda el más importante es con Jesús!
Y así la pareja comunicó a los hijos que todos los días
a las 8 de la noche, ellos harían el culto en el hogar.
Ese mismo día comenzaron. Unos minutos antes del horario
programado Simone puso una linda música, preparando el
ambiente.
Los niños fueron llamados, pero no les gustaba la
novedad. Daniel tuvo que salir de Internet. Carla debió
interrumpir la llamada telefónica con su amiga.
Simone inició la reunión con una oración, agradeciendo a
Dios por el día y pidiendo inspiración a Jesús para un
momento provechoso con la familia.
En seguida, Simone pidió que Daniel abriera en cualquier
página el libro El Evangelio según el Espiritismo,
de Allan Kardec, que contieni las enseñanzas de Jesús y
de la Doctrina Espírita.
Daniel abrió y leyó la lección que decía “no hagas al
prójimo lo que no te gustaría que te hicieran”. Al final
de la lectura le dio una pequeña risa, avergonzado,
comprendiendo que esa enseñanza servía para lo ocurrido
durante la tarde.
Los padres completaron el estudio con breves comentarios
y Carla, en seguida, leyó una página de un libro de
mensajes, psicografiado por Chico Xavier. Alberto hizo
la oración de cierre y todos oraron juntos el “Padre
Nuestro”. Al final, tomaron el agua de la jarra que
había sido colocada por Simone en el centro de la mesa.
La música suave, las oraciones y los comentarios en
torno del bien colaboraron con el clima de armonía que
se había formado. Por aproximadamente media hora la
familia estuvo reunida y recibió muchos beneficios.
En los días que siguieron ellos necesitaron de
disciplina para cumplir con el compromiso firmado. La
misma disciplina que utilizaban para realizar sus otras
actividades. Algunas faltas sucedieron al inicio, pero
después de pocos meses la nueva práctica familiar estaba
bien incorporada a la rutina de la familia. Los hijos
pasaron a ir sin reclamar y muchas veces eran ellos
mismo quienes llamaban a los padres, cuando estaban en
la hora.
Las enseñanzas del Evangelio pasaron a estar siempre
presentes en las mentes de todos, ayudándolos a superar
las dificultades de convivencia, a estar sintonizados a
los buenos espíritus que los visitaban diariamente y a
acordarse siempre de la realidad y de los valores
espirituales, que son mucho más importantes que los
materiales.
Así, la práctica del culto del Evangelio en el Hogar
volvió a la familia de Simone y Alberto mucho más
armonizada y feliz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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