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Las consecuencias y dificultades derivadas del
sentimiento de culpa |
El movimiento de la culpa es resultado del culto al
perfeccionismo; aquí hay un capcioso quiste psicológico.
Cuando cometemos errores, en lugar de asumir actitudes
restauradoras, adoramos la perfección imprácticable y
nos acusamos perentoriamente; por lo tanto, no aceptamos
el derecho a equivocarnos con la correspondiente
obligación de reparar.
Debemos permitirnos el derecho a equivocarnos. Hasta
porque fuimos creados simples e ignorantes. Además,
¿cómo es posible, en nuestra etapa evolutiva actual,
acertar siempre? ¡Es imposible! Así que razonando, es
fácil darse cuenta de que la culpa es intensamente
injusta con nosotros, porque ella no nos permite el
derecho a equivocarnos, de hecho el derecho que Dios nos
ha proporcionado. Como sabemos, fuimos creados simples e
ignorantes para que pudiéramos evolucionar poco a poco,
cometiendo errores y acertando hasta alcanzar la
perfección relativa, cuando alcanzamos el nivel del
"Guía y Modelo" de la humanidad. A partir de entonces,
no erraremos más.
Ni culpas, ni disculpas delante de los desaciertos
Es creencia vulgar y desacertada admitir la Justicia
Divina como condenable y punitiva. Las Leyes de Dios,
incrustadas en la conciencia humana, no son punitivas,
sino educativas (pruebas) y reeducativas (expiación).
Ahora, si no nos permitimos el derecho a equivocarnos y
el deber de hacerlo bien, permaneceremos en una actitud
perezosa pasiva y acomodada. Para evitar que esto
suceda, es urgente pasar activamente para la reparación
forzada ante conceptos erróneos deliberados.
La culpa es un anhelo de prepotencia y omnipotencia
porque codiciamos asumir los atributos de Dios al
diverger de la Ley de la misericordia y de la Ley de
amor, justicia y la Ley de amor, justicia y caridad.
Ahora, si Dios no nos castiga, entonces instituimos una
ley en particular y a través de un auto decreto
infligimos la ley de autocastigo.
La persona que cree que la perfección es el límite entra
en el proceso de autoflagelación, porque percibe como es
difícil e ilusoria cualquier aspiración liberadora. De
hecho, no es difícil, es fatigoso, porque hay que dejar
ir el amor para gobernar a todas las demás virtudes que
transmutarán el proceso de culpa. Porque la imprestable
culpa es un movimiento de autodesamor profundo, una
cruel represión del amor. El culpable quiere sufrir las
consecuencias mártires de los errores porque cree que
ese mecanismo es liberador. Pero sólo y unícamente el
amor libera la conciencia.
El autorechazo y el sentimiento de culpa
Frente a los delitos morales cometidos, hay personas que
introyectan el autorechazo, implantando en la conciencia
la llaga de la culpa. Debido a eso, se sienten
rechazados por todos, en lugar de trabajar para la
reparación del error. Porque si no lo hiciera de
inmediato, lanzarás para la encarnación siguiente los
conflictos de conciencia incrustados.
En la actual existencia existen diversos casos de
autorechazo de los transgresores de las leyes divinas de
la conciencia. Son aquellos que en su juventud, en la
"callada de la noche", han tenido abortos criminales y
temen que sean descubiertos. Hay quienes se han
comprometido con adulterios y buscan esconderse de los
demás y bajo el látigo de la culpa que temen ser
revelados en cualquier momento. Esos son casos poco
frecuentes, los menos raros son los culpables de
crímenes olvidados de reencarnaciones anteriores. De
aquellos que llevan la mancha ante la conciencia y como
no se han superado en vidas anteriores, permanecen hoy
alimentando culpas.
Las leyes divinas no son punitivas, son amorosas,
educativas (pruebas) y reeducativas (expiatórias).
Ciertamente violaciones a las leyes morales incidirán en
la economía espiritual, que necesita la reparación de
los agravios. No necesariamente en una reencarnación
inmediata, sobre todo porque hoy en día muchos pueden
estar reparando crímenes de diez encarnaciones
anteriores. ¿Además, será necesario el dolor para la
repararación de los errores? No lo creemos. El camino
seguro será el desarrollo de las virtudes del corazón,
actuando con autoamor y amor por al prójimo.
La autoconciencia y el autoperdón son mecanismos que
vuelven dispuestos a los infractores para la reparación
del delito. Dado que la evolución espiritual ocurre
tanto horizontalmente como verticalmente de la vida. El
dolor es el aguijón que impulsa la evolución
horizontalmente. El transgresor sufre hasta el límite
del cansancio y en el agotamiento observa que no hay
otra alternativa, sino hacer el BIEN, decidiendo de ahí
subiendo en la vertical de la vida.
La mejor terapia para la culpa es el ejercicio del
Evangelio como una invitación para alejarse del egoísmo
y centrarse en la esencia divina que es Él. Ese es el
camino para la liberación de los movimientos
egocêntricos y egóicos. La práctica de la lectura
edificante, los quehaceres de la caridad necesariamente
para consigo, y enseguida la caridad real con el prójimo
"sin asistencialismos inocuos", la participación de las
actividades del centro espírita, en general pueden
promover el espíritu inmortal y ayudar a todos los
involucrados.
Cuando decimos "sin asistencialismo inócuo" afirmamos
que la caridad mayor no es lo material, sino lo
espiritual que debe ser ejercida bajo el símbolo de la
benevolencia para con todos, la indulgencia hacia las
faltas de los demás y el perdón de las ofensa. Son
ejercicios prácticos para que las personas se deshagan
de la monoidea de la culpa. En ese movimiento de
ejercicios espíritas cristianos, la mente ya no permite
la introducción de las ideas de los obsesores y la
persona realiza las acciones prácticas, que son bastante
laboriosas, pero impulsan la evolución en la vertical,
es como ascender en una escalera aplomada y muy
empinada, pero pocos son aquellos que están dispuestos a
elevarse, la mayoría siguen murmurando para que la vida
sea "madrasta" sin hacer esfuerzos reales para la
ascensión.
El culpable rechaza a todos los que trabajan para la
auto-renovación. Porque estos están dando un ejemplo
para él. Identifica en otros un "espejo" que representa
el comportamiento que debería tener, pero que no se
dispone para tal. Frente a esto, rechaza y repudia el
"espejo", lanza piedra para fragmentarlo, para no ver la
imagen de la renovación que debe buscar. De esta manera,
sigue siendo perezoso y acobardado para la
auto-renovación moral. El "espejo" que sale de su vista
no quedará todo recomendando y cobrando lo que debe
hacer.
La culpa y la alerta de la conciencia
La conciencia es lo Divino en nuestra realidad
existencial; las Leyes del Creador están escritas en
ella. A su vez, la culpa es el resultado de la no
auscultación de la "alerta de la conciencia", por lo
tanto es patológica y genera un profundo shock
psicológico autopunitivo. Detalle: es imposible
inexistir la alerta de conciencia en la psique humana.
Podemos fingir no oír la "voz de la conciencia", y a
pesar de esto, siempre estará alerta, excepto en los
casos extremos de psicopatologías en que el enfermo
mental no sienten un mínimo de arrepentimiento y o
culpa.
La alerta de conciencia señala las transgresiones a la
Ley del amor, justicia y caridad. En vista de esto,
tomamos conciencia y nos arrepentimos del error,
tratando de repararlo. Por
otro lado, la culpa es un proceso patológico en el que
quedamos adorando el error bajo el movimiento
psicológico del autojuicio, la autocondenación y el
autocastigo.
La Ley de Causa y Efecto es uno de los principios
fundamentales preconizados por la Doctrina Espírita para
explicar las vicisitudes vinculadas a la vida humana.
Ante la Ley de causalidad, la cosecha deriva de la
siembra, sin ninguna castración o expresión fatalista
para reparación. La "alerta de conciencia", por ejemplo,
bien absorbida, se convierte en un componente
responsable. Pero si lo ignoramos, nos derrumbamos en el
disculpismo rechazamos la responsabilidad del error.
Frente a esto, el disculpismo es una postura
profundamente irresponsable delante de sí mismo.
El negligente (disculpista) pronuncia que "errar es
humano", pero es arriesgado razonar. Es un proceso
equivocado que ultraja la ley de Dios. En verdad no
necesitamos culparnos a nosotros mismos (exigencia)
cuando erramos, y mucho menos disculparnos (exigencia),
cuando erramos, es mucho menos disculparnos
(negligencia), sin embargo necesitamos escuchar la voz
de la conciencia y aprender de los errores a fin de
repararlos.
Sin embargo, en el M.E.B. - Movimiento Espiritista
Brasileño hay mucho de servicios de asistencia. El
psiquiatra espírita Alírio Cerqueira, coordinador del
Proyecto Espiritizar de la Federación Espírita de Mato
Grosso, discurre que muchos hacen ayudas a la atención
sin una conciencia de la necesidad social de los
desprovistos. En verdad, trabajan "caritativamente" bajo
las esposas de la conciencia culpable y corren el riesgo
de disfrazar para sí el automático ejercicio del
"altruismo". Obran subconscientemente como portadores de
herida muy dolorosa, y en lugar de tratarla para sanar,
pasan pomada anestésica en la herida (culpa) para
ablandar el dolor.
En el extremo, hay personas que alimentan tanta culpa
que se sienten indignas de hacer una oración o de hacer
el bien. Sin embargo, juzguemos lo siguiente: la oración
no es para los espíritus puros. Jesús orientó que no son
los sanos los que necesitan médicos, sino los enfermos.
Ahora, esperamos a que nuestra purificación para orar y
hacer el bien no tiene sentido, sobre todo porque poco a
poco nos perfeccionamos, orando inicialmente y de una
manera especial haciendo bien al límite de nuestras
fuerzas.
Derivaciones inescapable de la mente culpable
La culpa causa conmoción, trastornos autopunitivos y
contribuye para la ausencia de autoestima. Provoca
compulsión autoexterminadora, como resultado de los
movimientos de juzgamiento, autocondenación y de
autocastigo en los que el culpable arruina la
autoestima, haciendo imposible el autoacogimiento
amoroso.
En el origen de toda enfermedad siempre hay componentes
psíquicos o espirituales. Las enfermedades son herencias
derivadas de la ley divina de Causa y Efecto, y derivada
de esta o vidas pasadas. Son escombros que han fijaron
en los genes los factores rectores para la instalación
de disturbios patológicos.
Somos imagen y semejanza del Creador; somos de esencia
divina y fuimos creados para la felicidad y la armonía.
Cuando buscamos desarrollar el equilibrio existencial de
manera responsable, no seremos alcanzados por las
enfermedades genéticas, sobre todo porque no es la
composición biológica la que determina la salud o
enfermedad del espíritu, más es el espíritu que dirige
el cuerpo físico.
Hay quienes mantienen el mal humor casi
ininterrumpidamente. Son los que se despiertan
malhumorados, pasan el día malhumorados y se van a
dormir malhumorados, porque están todo el tiempo en un
proceso de culpa en autojuicio, autocondena y
autocastigo. Para salir de ese estado es imperativo
desarrollar los sentimientos básicos de autoestima,
autoaceptación, autoconfianza, autovalorización y
autorespeto.
Hay varias consecuencias de la culpa, a saber:
inseguridad, aislamiento, ausencia de sí mismo (a) y de
los otros. La persona entra en un estado de aislamiento
psíquico y amplia el sentido de abandono existencial. No
es posible que nadie así se sienta perteneciente al
universo, y es exactamente el sentimiento de pertenencia
al universo lo que genera en nosotros el existencialismo
y la alegría de vivir.
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com
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