Tema: Egoísmo; amor por los animales
Davi y los pajaritos
Davi vivía en una ciudad pequeña del interior. Su casa
tenía un patio grane y en él el niño pasaba bastante
tiempo, cuidando de las gallinas, de los perros y de su
tortuga. Después de darles comida, Davi se sentaba a
observarlos. Sabía sobre el comportamiento y las
preferencias de cada uno.
El niño adoraba los animales. Hasta los pajaritos, que
vivían posándose aquí y allá, le encantaban. Conocía
cada especie, los colores, los cantos y quedaba contento
cuando avistaba alguna muy rara visitando su patio.
A Davi le gustaba tanto los pájaros, que comenzó a
querer tener uno, solo para él.
Un día, Davi estaba muy quieto. Su mamá no conseguía
verlo en el patio, por la ventana de la cocina, como
acostumbraba a hacer. Ella esperó unos minutos, pro,
como él no aparecía, decidió ir a buscarlo.
Doña Ana fue hacia el gallinero y Davi no estaba ahí.
Miró encima, en la copa del árbol en el que le gustaba
subir, pero tampoco lo encontró.
- ¡Davi! – gritó ella, preocupada, sin imaginar dónde
podría estar el niño.
- ¡Estoy aquí mamá! – respondió el niño, saliendo de
atrás de un arbusto, con una honda en la mano, mientras
varios pajaritos que estaban posados en el piso salieron
de repente, volando asustados.
La mamá se asombró y preguntó:
- ¿Qué es eso Davi? ¿Estabas escondido, con esa honda,
para dar una pedrada a un pajarito? ¡Pero hijo, te
gustan tanto! ¿Por qué estás haciendo eso?
- ¡Calma, mamá! Te voy a explicar – dijo el niño. – Yo
quiero coger un tordo para mí. El tordo es uno de los
pajaritos que más me gustan, porque es grande, bonito y
canta bonito. Entonces, voy a mirar para darle una
pedrada solo para rasparlo. Si se lastima un poco, yo
puedo cogerlo y después que yo lo cuide y le dé comida
va a ver que le agrado y va a querer ser mi amigo.
Doña Ana, comprendiendo que su hijo era pequeño y
necesitaba orientación, comenzó a explicar:
- Davi, entiendo que quieras la amistad de un tordo,
pero pienso que no creo que sepas cómo hacerlo. Si le
das una pedrada y se lastima, incluso si es leve, no
estarás actuando como un verdadero amigo. Además, hay
peligro de que te equivoques en atinar. Si se lleva una
pedrada fuerte puede lastimarse mucho, sufrir o incluso
morir. ¿Piensas que es justo colocar su vida en riesgo,
incluso más si te agradara?
El niño no había pensado de esa forma y se quedó muy
decepcionad al darse cuenta de que su madre estaba en lo
cierto y que su plan no era tan bueno. Con la cabeza
gacha, dijo casi llorando.
- Tienes razón, mamá. ¡Entonces no puedo tener un
amiguito tordo!
- No lo vas a conseguir si quieres conquistarlo con
pedradas – dijo doña Ana abrazando el hijo -pero
funcionará si lo tratas bien. ¡Nadie se resiste a ser
amado! Ni siquiera los animales.
Yo te voy a ayudar.
Ellos compartieron lo que iban a hacer y pusieron el
nuevo plan en acción.
Davi buscó sobre la alimentación de los tordos y
descubrió que le gustaban mucho las frutas y los
insectos. Doña Ana llevó al patio una mesita antigua
para colocar el alimento para pájaros.
Más tarde, fueron a una tienda de mascotas y compraron
un poco de ración propia para tordos y un recipiente de
barro para colocar agua.
Davi pasó a ofrecer los alimentos para los pájaros todos
los días. Varias especies de pajaritos aprovechaban lo
que Davi les ofrecía. Poco a poco el niño fue adaptando
sus cuidados a sus hábitos y las necesidades que
surgían.
Con el tiempo, el niño aprendió cuál era el mejor
horario para colocar los alimentos. Vio que necesitaba
cambiar siempre el agua pues a algunos les gustaba tomar
un baño dentro de la vasija. Se dio cuenta que tenía que
limpiar siempre la mesita para no se juntaran hormigas,
cáscaras de fruta y hasta suciedad de los pajaritos.
Pasó a colocar también semillas para agradar a otras
especies, además de los tordos.
De a pocos los pajaritos fueron volviéndose cada vez más
dóciles.
Davi silbaba cuando salía al patio para alimentaros y,
al escucharlo, muchos venían desde lejos.
La mesita quedaba llena de lindas y animadas avecillas.
De vez en cuando Davi buscaba en el patio una lombriz o
algún insecto para completar el refrigerio de los
pájaros.
Los tordos adoraban. Casi peleaban por los bichitos.
Un día, Davi quedó muy feliz y toda su dedicación fue
recompensada. El niño se acercó, abrió la mano y esperó.
Un tordo se posó en ella y se alimentó ahí mismo.
Muchas veces después, se repitió. El niño se había
ganado la confianza y la amistad no solo de uno, sino de
varios pajaritos.
Doña Ana, ahí en la ventana de la cocina, observaba
satisfecha la conquista de su hijo. Él había aprendido
que no por egoísmo, sino por cariño y dedicación, que so
hechas las buenas relaciones.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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