|
Lo que el Espiritismo
es; lo que el Espiritismo no es –
Parte 1 |
Quien pretendiese hacer
milagros por el Espiritismo no pasaría de ignorante
"(...) Nunca exista entre
vosotros quien consulte adivinos, que observen sueños y
augurios, que usen el maleficios, sortilegios,
encantamientos, o consulten los que tienen Espíritu
pitónico y se dan a las prácticas de adivinación
interrogando a los muertos." - Deuteronomio, 18:10 y 12.
Algunas criaturas
fanáticas e ingenuas, penetrados de felicidad, utilizan
estas afirmaciones del Deuteronomio, pensando, por lo
tanto, lanzar la definitiva e indescriptible "pala de
cal" en el Espiritismo.
¿Cómo podría Moisés
prohibir algo que sólo nacería miles de años después de
su época? Si él arruíno la comunicación con los muertos
tenía allá sus razones que mostraremos más adelante. Por
otro lado, él mismo, el propio Moisés revocó, de manera
inarticulada, tal ley, al manifestándose a Jesús en Espíritu,
junto con Elías, en el Monte Tabor, teniendo tal hecho
como testigos a Pedro, Santiago y Juan.
Si el Espiritismo se
encuadrase en la prohibición de Moisés, ¿cuál sería el
significado y el valor de estas palabras del Evangelio
(Hechos, 2:17 y 18):
- "Dividiré mi Espíritu
por toda la carne: - vuestros hijos e hijas
profetizarán; los jóvenes tendrán visiones y los viejos
tendrán sueños. En esos días repartiré mi Espíritu por
todos mis servidores y servidoras, y ellos
profetizarán".
Si el Espiritismo tomara
la prohibición de Moisés, ¿por qué Juan, el Evangelista
recomendaría más tarde (?): "no creáis en todos los
Espíritus. Experimentad si los Espíritus son de Dios."
(Juan, Epístola 1ª, 4:1).
Es necesario no confundir
la ley civil y transitoria creada por Moisés, propia y
adecuada para gobernar los destinos de aquel pueblo
insumiso, con la Ley Divina y Eterna que gobierna de
forma inmutable el destino de la humanidad de todos los
tiempos.
Hoy, con las luces de la
Ciencia y con el esclarecimiento espírita, sabemos que
los Espíritus son las almas de los muertos y no los
evocamos sino para recibir consejos de los buenos,
moralizamos a los malos y nos relacionamos con los seres
amados.
Para abonar nuestro
razonamiento podemos recurrir a las enseñanzas de Allan
Kardec, incluida en el libro básico del Espiritismo
titulado "El Cielo y el Infierno", especialmente en los
capítulos X y XI de la primera parte, en los que, entre
otras colocaciones extremadamente esclarecedoras,
propone:
- (...) La más esencial
de todas las disposiciones para evocar es el
recogimiento, cuando queremos tratar con Espíritus
serios. Con la fe y el deseo del bien, más aptos nos
volvemos para evocar Espíritus Superiores. Elevando
nuestra alma por unos momentos de concentración en el
momento de evocarlos, nos identificamos con los buenos
Espíritus, predispuesto a su venida".[1]
- Ningún objeto, medalla
o talismán tiene la propiedad de atraer o repeler
Espíritus, pues la materia acción alguna ejerce sobre
ellos. Nunca un buen Espíritu aconseja tales absurdos.
La virtud de los talismanes sólo puede existir en la
imaginación de personas simples. (Ved:
El Evangelio según el Espiritismo "in fine".)
- No hay fórmulas
sacramentales para evocar Espíritus. Quien quiera que
pretendiese establecer una fórmula, podría ser tachado
de usar el charlatanismo, ya que para los Espíritus
puros la fórmula no vale nada. La evocación debe, sin
embargo, ser hechas siempre en el nombre de Dios. (Ved
"El Libro de los Médiums”, 2ª parte, cap. XVII.)
- Los Espíritus que
anteponen entrevistas en lugares lúgubres y a horas
indebidas, son los que se divierten a expensas de quien
los oyen. Es siempre inútil y a veces peligroso ceder a
tales sugerencias. Inútil porque no se gana nada más
allá de una mistificación, y peligrosa, no por el mal
que pueden hacer los Espíritus, sino por la influencia
que tales hechos pueden ejercer sobre cerebros débiles. (1)
- No hay días ni horas
más especialmente propicios a las evocaciones. Eso, como
todo lo que es material, es completamente indiferente a
los Espíritus, más allá de ser supersticiosa la creencia
en tales influencias. Los momentos más favorables son
aquellos en que el evocador puede abstraerse mejor de
sus preocupaciones habituales, y calmada de cuerpo y
Espíritu. (1)
Si aquellos que hablan de
Espiritismo, sin conocerlo, trataran de estudiarlo,
evitarían obras de imaginación y alegaciones que sólo
sirven para demostrar su ignorancia y mala voluntad.
Para conocimiento de las personas extrañas a la ciencia,
diremos que no hay horas más propicias, una que otras ya
que no hay días ni lugares, para comunicarse con los
Espíritus. Diremos más: que no hay fórmulas ni palabras
sacramentales o cabalísticas para evocarlos; que no hay
necesidad de preparación o iniciación; que es nulo el
empleo de cualquier signo u objeto materiales para
atraerlos o repelerlos, bastando simplemente para ambos
pensamientos; y finalmente que los médiums reciben de
ellos comunicaciones sin salir del estado normal, tan
simple y naturalmente como si tales comunicaciones
fueran dictadas por una persona viva. Sólo el
charlatanismo podría prestar las comunicaciones formas
excéntricas, injertándoles accesorios ridículos. (Ved "¿Qué
es el Espiritismo?", cap. II, nº 49.)
- El futuro es vedado al
hombre por principio, y sólo en casos muy raros y
excepcionales es que Dios proporciona su revelación. Si
el hombre conociera el futuro, seguramente descuidaría
el presente y no obraria com libertad. Absorbidos por la
idea de la fatalidad de un acontecimiento, o buscamos
conjurarlo o no nos preocupamos com el. Dios no permitió
que fuera así, a fin de que cada cual concurriese por la
realización de los acontecimientos mismos, que por
ventura desearía evitar. Él permite, sin embargo, la
revelación del futuro, cuando el conocimiento previo de
una cosa no estorba, más facilita la realización,
induciendo a procedimiento diverso de lo que habría sido
en tal circunstancia. (Véase "El Libro de los Espíritus",
parte 3ª, capítulo X.)
- Los Espíritus no pueden
guiar los descubrimientos ni las investigaciones
científicas. La Ciencia es obra de genio y sólo debe ser
adquirida por el trabajo, pues es por esto que el hombre
progresa. ¿Qué mérito tendríamos nosotros si, apenas
bastase interrogar a los Espíritus? Por ese precio,
todo imbécil podría llegar a ser sabio. Lo mismo se da
relativamente a los inventos y descubrimientos de la
industria. Cuando es hora de un descubrimiento, los
Espíritus a cargo de su marcha buscan al hombre capaz de
llevarla a buen término e inspirarle las ideas
necesarias, para no tomar su respectivo mérito, que está
en la elaboración y ejecución de estas ideas. Así han
sido con todos los grandes trabajo de inteligencia
humana. Los Espíritus dejan a cada individuo en su
esfera: del hombre apto para labrar la tierra no hacen
depositorio de los secretos de Dios, más saben cómo
arrancar de la oscuridad aquel que se muestra capaz de
secundarles los designios. No os dejéis, dominar por la
ambición y por la curiosidad, en terreno ajeno al
Espiritismo, que tales objecciones no tienen, pues con
ellos sólo conseguíreis las más ridículas
mistificaciones. (Ved "El Libro de los Médiums", 2ª
parte, cap. XXVI.)
- Los espíritus no pueden
concurrir para el descubrimiento de tesoros ocultos. Los
superiores no se ocupan de tales cosas y sólo los
burlones pueden entretenerse con ellas, ya indicando
tesoros que la más de las veces no existen, ya apuntando
sitios diametralmente opuestos a aquellos en los que
realmente existen. Esta circunstancia tiene, sin embargo
una utilidad, que es la de mostrar que la verdadera
fortuna reside en el trabajo. Cuando la Providencia ha
destinado a alguien cualquier riqueza oculta, ese
alguien naturalmente las encontrará; de lo contrario no,
nunca. (Véase "El Libro de los Médiums", 2ª parte, cap.
XXVI.)
- Esclareciéndonos sobre
las propiedades de los fluidos - agentes y medios de
acción del Mundo Invisible constituyendo una de las
fuerzas y potencias de la Naturaleza - El espiritismo
nos da la clave de innumerables hechos y cosas
inexplicables de outro modo, hechos y cosas que pasaron
por prodígios, en otras eras. Del mismo modo que el
magnetismo, el nos revela una ley, si no desconocida,
por lo menos incomprendida, o entonces, para mejor
decir, efectos de todos los tiempos conocidos, pues que
de todos los tiempos se produjeron, pero cuya ley se
ignoraba y de cuya ignorancia brotaba la superstición.
Conocida esa ley, lo maravilloso y los fenómenos entran
para el orden de las cosas naturales. Es por eso que los
Espíritus no producen milagros, haciendo girar las mesas
o escribir a los muertos, como milagro no hace que el
médico restituya la vida de los moribundos.
Quien quisiera hacer
milagros por el Espiritismo no pasaría de ignorante, o
entonces bien de un simple prestidigitador. "El (Libro
de los Médiums” 1ª, parte, cap. II.)
La gente ha hecho de las
evocaciones una idea muy falsa: incluso hay quien crea
que los muertos evocados se presentan con todo el
aparato lúgubre de la tumba. Tales suposiciones pueden
ser atribuídas a lo que vemos en el teatro o leer en
novelas y cuentos fantásticos, donde los muertos
aparecen sudario con el restrallar de los huesos. El
Espiritismo, que nunca hizo milagros, tampoco no hace
esto, porque nunca hizo revivir un cuerpo muerto. El
Espíritu fluídico inteligente, ese no baja a la tumba
con la carcasa con el grosero cuerpo, que allá queda
definitivamente. Se separa de el en el momento de la
muerte, y nada tienen más en común entre sí. "¿Qué es el
Espiritismo?", cap. II, nº. (48.)
Ampliamos esas citas para
mostrar que los principios del Espiritismo no tienen
relación alguna con los de la magia. Así, ninguno de los
Espíritus por orden de los hombres; ni medios de
restringirlos; ni señales o fórmulas cabalísticas; ni
descubrimientos de tesoros; ni procesos para enriquecer,
y tampoco milagros o prodígios, adivinaciones y
apariencias fantásticas: nada, por fin, de lo que
constituye el fin y los elementos esenciales de la
magia. El espiritismo no sólo desaprueba
tales cosas como demuestra la imposibilidad e ineficácia
de ellas. No hay, afirmándolo aun una vez más, una
analogía entre los procesos y los fines de la magia y
los del Espiritismo; sólo la ignorancia y la mala fe
podrán confundirlos... De esa forma, tal error no puede
prevalecer, ya que los principios espíritas no rehúyen
el examen, y ahí están formulados inequívocamente y
claramente para todos".
Sigamos el razonamiento
esclarecedor de Allan Kardec elaborado en el capítulo X
de la primera parte del libro "El Cielo y el Infierno":
"(...) El espiritismo no admite la manifestación de
ningún Espíritu, buenos o malos, sin el permiso de Dios.
Dice más: que mediante tal permiso y correspondiente al
apelo de los vivos, los Espíritus no se ponen a la
disposición de estos.
¿El espíritu evocado
viene voluntariamente, o está obligado a manifestarse?
Obedeciendo a la voluntad
de Dios, esto es, a la ley que rige el Universo, Él
juzga la utilidad o inutilidad de su manifestación, lo
que constituye una prerrogativa de su libre albedrío.
El Espíritu Superior no
deja de venir siempre que es evocado para un fin útil,
sólo se niega a responder cuando en reunión de personas
poco serias que toman la cosa en aire de la broma. [2].
- ¿Puede el Espíritu
evocado negarse a venir por la evocación que le hacen?
- Perfectamente, ya que
tiene su libre albedrío. ¿Puedes creer que todos los
seres del Universo esten a vuestra disposición? Y
ustedes mismos, ¿se juzgan obligados a responder a todos
los que pronuncian tu nombre? Pero cuando digo que el
Espíritu puede negarse, subordinada esa negativa al
pedido del evocador, por eso que un Espíritu inferior
puede ser limitado por un superior a manifestarse.
Tanto los Espíritas están
convencidos de que nada pueden sobre los Espíritus
directamente, sin el permiso de Dios, que dicen, cuando
evocan: rogamos
a Dios Todo-Poderoso para que permita que un buen
Espíritu se comunique con nosotros, así como con
nuestros ángeles guardianes para ayudarnos y apartar a
los malos Espíritus".
Y cuando se trata de la
evocación de un Espíritu determinado[3]: - "rogamos a
Dios Todo-Poderoso para permitir que ese Espíritu se
comunique con nosotros", etc...
Las acusaciones hechas
por la Iglesia y demás detractores contra las
evocaciones no alcanzan, por tanto, al Espiritismo, sin
embargo las prácticas de la magia, con la cual este nada
tiene de común. El espiritismo condena tanto como
aquellos las referidas prácticas, al mismo tiempo en que
no verifica a los Espíritus superiores un papel indigno
de ellos, ni algo pregunta o pretende obtener sin el
permiso de Dios.
Cierto, puede haber quien
abuse de las evocaciones o hagan un juego, o les
desnature el carácter providencial en beneficio de los
intereses personales, y aun puede haber quien por
ignorancia, livianda, orgullo o ambición se aparte de
los verdaderos principios de la Doctrina; verdadero
Espiritismo, el Espiritismo serio los condena también,
del mismo modo que la verdadera religión condena a los
creyentes hipócritas y a los fanáticos. Por tanto, no es
lógico ni razonable imputar al Espiritismo abusos que el
es el primero en no atribuirse, y los errores de
aquellos que no lo entienden. Antes de formular
cualquier acusación, vale la pena saber si es justo.
Diremos así: la censura de la Iglesia y otros
detractores del Espiritismo recae en los charlatanes,
especuladores, practicantes de magia y sortilegios, y
con razón. Cuando la crítica religiosa o escéptica,
disecando abusos, condena el charlatanismo, no hace más
que realzar la pureza de la sana doctrina, ayudándola en
la purga de malos elementos y facilitando la tarea. El
error de la crítica está en no confundir lo bueno y lo
malo, lo que a menudo sucede por la mala fe de algunos y
la ignorancia del mayor número".
Analicemos, ahora, con
Kardec las razones que llevaron a Moisés a prohibir la
comunicación con los "muertos": "(...) Quería que su
pueblo abandonase todas las costumbres adquiridas en
Egipto, donde las evocaciones estaban en uso y
facilitaban abusos, como se deduce de estas palabras de
Isaías[4]: "el Espíritu de
Egipto se aniquilará a sí mismo y yo precipitaré su
consejo; ellos consultarán a sus ídolos, a sus adivinos
y a sus magos". (Continúa
em la próxima edición.)
[1] -
KARDEC, Allan. O Livro dos Médiuns. 71.ed. Rio
[de Janeiro]: FEB, 2003, 2ª parte, cap. XXV.
[2] -
KARDEC, Allan. O Livro dos Médiuns. 71.ed. Rio
[de Janeiro]: FEB, 2003, 2ª. parte, cap. XXV.
[3] -
Idem, ibidem, 2ª parte, cap. XVII, 203.
[4] -
Isaías, 19:3.
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com
|