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Lo que el Espiritismo es;
lo que el Espiritismo no es –
Parte 2 y final |
Quien pretendiese hacer
milagros por el Espiritismo no pasaría de ignorante
"(...) Nunca exista entre
vosotros quien consulte adivinos, que observen sueños y
augurios, que usen el maleficios, sortilegios,
encantamientos, o consulten los que tienen Espíritu
pitónico y se dan a las prácticas de adivinación
interrogando a los muertos." - Deuteronomio, 18:10 y 12.
Los
israelitas no debían contratar alianzas con naciones
extranjeras, y se sabe que en esas naciones iban a
luchar, encontrarían las mismas prácticas. Por lo tanto,
Moisés debía, pues, inspirar políticamente a los hebreos
aversión a todas las costumbres que podrían tener
similitudes y puntos de contacto con el enemigo. Para
justificar esta aversión, necesitaba presentarse tales
prácticas como las desaprobadas por Dios mismo, y de ahí
estas palabras: - "El Señor abomina todas esas cosas
y destruirá, a vuestra llegada, las naciones que cometen
tales crímenes."
La
prohibición de Moisés era assaz justa, porque la
evocación de los muertos no se originó en los
sentimientos de respeto, afecto o piedad hacia ellos,
sino más bien un llamamiento a la adivinación, tal como
en los augurios y presagios explotados por el
charlatanismo y la superstición. Estas prácticas, al
parecer, también fueron objeto de comercio, y Moisés,
por más que lo hiciera, no consiguió desentrañarlas de
las costumbres populares.
Las
siguientes palabras del profeta justifican la
afirmación[5]: - "cuando te digan: consultad a los magos
y adivinos que balbucean encantamientos, responded: -
¿No consulta cada pueblo su Dios? Y a los muertos se
habla de lo que compete a los vivos? Sólo yo soy en
quien señala la falsedad de los prodígios mágicos;
quien enloquece a los que se proponen adivinar, quien
altera el espíritu de los sabios y confunde su vana
ciencia.” (64:25).
"Que esos
adivinos, que estudian el Cielo, contemplan las
estrellas y cuentan los meses para hacer predicciones,
diciendo que los revelan el futuro, vengan ahora a
salvaros. – Ellos se volvieron como paja, y el fuego
los devoró; no podrán librar sus almas del fuego
ardiente; no quedarán de las llamas que disparan, ni
brasas que puedan calentarse, ni fuego al que puedan
sentar. - Esto es lo que quedarán reducidas todas esas
cosas que de las cuales los tienen ocupado con tanto
ahínco: los traficantes que han traficado con vosotros
desde la infancia se han ido, cada uno por su lado, sin
que uno de ellos se encuentre que os quite vuestros
males." (67:13 a 15).
Inequívocamente, en aquellos tiempos, las evocaciones
tenían por fin la adivinación, mientras que constituían
el comercio asociado con las prácticas de la magia y el
sortilégio, acompañadas incluso de sacrificios humanos.
Por lo tanto, Moisés tenía razón, prohibiendo tales
cosas y diciendo que Dios las aborrecía.
Esas
prácticas supersticiosas se perpetuaron hasta la Edad
Media, pero hoy predomina la razón, mientras que en el
Espiritismo vino a mostrar el final exclusivamente
moral, reconfortante y religioso de las relaciones más
allá de la tumba.
Una vez,
sin embargo, que los espíritas no sacrifican a los niños
pequeños ni hacen libaciones para honrar dioses; ya que
no interrogan a los astros, muertos y augures para
adivinar la verdad sabiamente velada a los hombres; una
vez que repudian traficar con la facultad de comunicar
con los Espíritus; ya que no les mueve la curiosidad o
la ambición, sino un sentimiento de piedad, el deseo de
educarse y mejorarse, aliviando las almas que sufren;
una vez que así es, porque lo es - la prohibición de
Moisés no les puede ser extensiva.
Si los que
claman injustamente claman contra los espíritas
profundizaran más en el sentido de las palabras
bíblicas, reconocerían que no hay nada de analogía, en
los principios del Espiritismo, con lo que estaba
sucediendo entre los hebreos. La verdad es que el
Espiritismo condena todo lo que motivó la prohibición de
Moisés; pero sus oponentes, en el afán de encontrar
argumentos con los que rebatan las nuevas ideas, ni se
dan cuenta de que tales argumentos son negativos, porque
son completamente falsos.
El derecho
civil contemporáneo castiga todos los abusos que Moisés
tenía en cuenta reprimir. Sin embargo, si él pronunció
la última pena contra los delincuentes, es porque
carecía de medios más suaves para gobernar un pueblo tan
indisciplinado. Esta piedad, para los demás, estaba muy
prodigada en la legislación mosáica, pues no había mucho
donde escoger los medios de represión. Sin prisiones ni
casas de corrección en el desierto, Moisés no podía
graduar la pena como se hace en nuestros días, más allá
de que su pueblo no era de naturaleza para temerse a sí
mismos con sanciones puramente disciplinarias. Por lo
tanto, carecen de razón los que se apoyan en la gravedad
del castigo para probar el grado de culpabilidad de la
evocación de los muertos. ¿Debería por la consideración
a la ley de Moisés mantener la pena capital en todos los
casos en que la prescribía? ¿Por qué entonces revivir
con tanta insistencia este artículo, silenciando al
mismo tiempo el principio del capítulo que prohíbe a los
sacerdotes la posesión de bienes terrenales y
participar, porque el Señor es la propia herencia? [6]
Hay dos
partes distintas en la ley de Moisés: la Ley de Dios,
promulgada sobre el Sinaí, y la ley civil o
disciplinaria, apropiada a las costumbres y el carácter
del pueblo. Una de esas leyes es invariable, al paso
que la otra se modifica con el tiempo, y a nadie se le
ocurre que podemos ser gobernados por los mismo medios
por los que eran los judíos en el desierto.
(...) Todo
tenía su razón de ser en la legislación de Moisés, ya
que todo lo que prevé en sus más pequeños detalles, más
la forma, así como el fondo, se adaptaban a las
circunstancias ocasionales. Si Moisés volviera en
nuestros días para legislar sobre una nación civilizada,
ciertamente no le daría un código igual al de los
hebreos.
(...) ¿No
vino Jesús a modificar la ley mosáica, haciendo de Su
ley el código de los cristianos? No dijo: - "¿vosotros
sabéis lo que se dijo a los antiguos, tal y tal cosa, y
yo os digo algo más? Sin embargo Jesús no proscribió,
antes sancionó la Ley del Sinaí, de la cual toda Su
doctrina moral es un desdoblamiento... Ahora, Jesús
nunca ha aludido en ninguna parte a la prohibición de
evocar a los muertos, cuando este era un asunto bastante
grave para ser omitido en Sus predicaciones, habiendo Él
tratado de otros asuntos secundarios.
¿Serán los
detractores del Espiritismo más judíos que los
cristianos? Cabe señalar que, de todas las religiones,
precisamente la judía es que hace menos oposición al
Espiritismo, porque no invoca la ley de Moisés contraria
a las relaciones con los muertos, como hacen las sectas
cristianas.
Pero
tenemos aun otra contradicción: - si Moisés prohibió
evocar a los muertos, es que podían venir, pues de lo
contrario inútil fue la prohibición. Ahora, si los
muertos podían venir en esos tiempos, también pueden hoy;
y si son los Espíritus de los muertos los que vienen, no
son exclusivamente demonios. Además, Moisés “de modo
alguno habla en esos ultimos”.
En el
libro básico del Espiritismo titulado "El Cielo y el
Infierno", más precisamente en el capítulo XI de la
1ª parte, ítem 8 y siguientes, Allan Kardec enseña, con
su habitual argúcia intelectual y lógica: "(...) si
Moisés prohibió evocar a los muertos, es que ellos
podían venir, porque de lo contrario es inútil la
prohibición. Ahora, si los muertos podían venir en los
tiempos, también pueden hoy; y si son Espíritus de
los muertos los que vienen no son exclusivamente
demonios. Por demás, Moisés de ninguna manera habla de
esos últimos.
Es doble,
por tanto, el motivo por el cual no se puede aceptar
lógicamente la autoridad de Moisés en la especie, a
saber: - primero, porque su ley no rige el Cristianismo;
y en segundo lugar, porque es impropia a las costumbres
de nuestra época. Pero supongamos que esa ley tiene la
plenitud de la autoridad por algunos otorgadas, y sin
embargo ella no podrá, como vimos, aplicarse al
Espiritismo. Es cierto que la prohibición de Moisés
cubre la interrogación de los muertos, pero de una
manera secundaria, como auxiliar de las prácticas de
hechicería. La palabra interrogación, junto a los
de adivino y agorero, demuestra que entre los hebreos
las evocaciones eran un medio de adivinar; sin embargo,
los espíritas sólo evocan a los muertos para recibir los
consejos y obtener alivio en favor de los que sufren,
nunca para lograr revelaciones ilícitas. Cierto, si los
hebreos usaban de las comunicaciones como hacen los
espíritas, lejos de prohibirlas, Moisés las incitaría,
porque su pueblo sólo tendría que lucrarse.
Es cierto
que algunos críticos jorobados o mal intencionados han
descrito las reuniones espíritas como asambleas de
nigromantes o hechiceros, y como los médiums como
astrólogos y gitanos, porque tal vez cualquier charlatán
ha acariciado tales nombres a sus prácticas, que el
Espíritismo no puede, además, aprobar.
En
compensación, también hay muchas personas que hacen
justicia y son testigos de la naturaleza esencialmente
moral y sería de las reuniones serias. Además de eso,
la Doctrina, en los libros al alcance del mundo,
protesta bien alto contra los abusos, para que la
calúmnia recaiga sobre quien lo merece. (...) Que los
escépticos nieguen la manifestación de las almas vana,
ya que en ellas no creen; más lo que se vuelve extraño es
ver encarnizarse contra los medios de probar su
existencia, esforzándose por demonstrar la imposibilidad
de esos medios, ¡aquellos mismos cuyas creencias
reposan en la existencia y en el futuro de las
almas! Parece que sería más natural acoger como
benefícios de la Providencia los medios de confundir a
los escépticos con pruebas irrecusables, pues que
son los negadores de la propria religión. Los que
tienen interés en la existencia del alma deploran
constantemente la avalancha de la incredulidad que
invade, diezmando, el rebaño de fieles: entre tanto,
cuando se les presenta el medio más poderoso de
combatirla, rechazándolo con tanta o más obstinación
que los mismos incrédulos. Después, cuando las pruebas
abultan de modo a no dejar dudas, he que procuran como
recurso de supremo argumento la prohibición del
asunto, buscando, para justificarla, un artículo de la
ley mosaica de la cual nadie dudará, prestandole, a la
fuerza, un sentido y aplicación inexistentes. Y tan
felizes se juzgan con el descubrimiento, que no
perciben que ese artículo es aun una justificación
de la Doctrina Espírita.
Todas las
razones alegadas para condenar las relaciones con los
Espíritus no resisten a un exame serio. Por ardor con
que se combate en ese sentido es fácil deducir el gran
interés ligado al asunto. De ahí la insistencia...
Viendo esta cruzada de todos los cultos contra las
manifestaciones, se diría que de ellas se atemorizan.
El
verdadero motivo podría bien ser el recelo de que los
Espíritus muy esclarecidos viniesen a instruir a los
homens sobre los puntos que se pretende oscurecer,
dandoles conocimiento, al mismo tiempo, de la certeza de
otro mundo, a la par de las verdaderas condiciones para
en el ser felices o desgraciados. La razão debe ser la
misma porque se dice al niño: "No vayas allá, que
hay lobos." Al hombre dicen: "No llaméis a los
Espíritus: - Son el diablo."
No
importa, sin embargo. - Impiden los hombres de
evocarlos, más no podrán impedirlos de venir a los
hombres para levantar la lámpada de bajo del celemín.
El culto
que estuviera con la verdad absoluta nada tendrá que
temer a la luz, pues la luz hace brillar la verdad y el
demonio nada puede contra ella.
Repeler
las comunicaciones desde más allá de la tumba es
repudiar los medios más poderosos de instruirse a sí
mismo, ya iniciando el conocimiento de la Vida Futura,
ya por los ejemplos que tales comunicaciones
proporcionan. La experiencia nos enseña, más allá de
eso, el bien que podemos hacer, desviando del mal a los
Espíritus imperfectos, ayudando a los que sufren a
desprenderse de la materia y a perfeccionarse.
Prohibir las comunicaciones es, por tanto, privar a las
almas sufridoras de la asistencia que les podemos y
debemos dispensar.
Las
siguientes palabras de un Espíritu resumen
admirablemente las consecuencias de la evocación, cuando
son praticada con fin caritativo: "todo Espíritu
sufridor y desolado os contará la causa de su
caída, los desvarios que lo perdieron. Esperanzas,
combates, terrores, remordimientos, desesperación y
dolores, todo os dirá. ¡Al oírlo, dos sentimentos
os acometerán: el de la compasión y el del temor!
Compasión por el y temor por vosotros mismos.
Y si lo siguiéseis en sus quejas,
vereis entonces que Dios jamás lo
pierde de vista, esperando al pecador arrependido y
extendiéndole los brazos después que busque
regenerarse. Del culpable veréis, en fin, los progresos
benéficos para los cuales tendréis la felicidad y la
gloria de contribuir, con la solicitud y el cariño del
cirujano acompañando la cicatrización de la herida que
piensa diariamente”.
El
Espiritismo es, en verdad, el "Consolador Prometido"[7]
por Jesús "que el Padre enviaría más tarde en Su
nombre y nos enseñaría todas las cosas, haciéndonos
recordar todo lo que Él había dicho”.
Si, por
tanto, el Espíritu de Verdad tenía que venir más tarde a
enseñar todas las cosas, es que el Cristo no dijera
todo; si el viene a recordar lo que el Cristo dice,
es que lo que Este dice fue olvidado o mal
comprendido[8].
El
Espiritismo viene, en la época predicha, cumplir la
promesa del Cristo: preside
su advenimiento el Espíritu de Verdad. Él llama a
los hombres a la observancia de la ley: enseña todas las
cosas haciendo comprender lo que Jesús sólo dice por
parábolas.
Advirtió
el Cristo: "oigan los que tienen oídos para oír."
El Espiritismo viene a abrir los ojos y los oídos, por
cuanto habla sin figuras, ni alegorías; levanta el velo
intencionalmente lanzado sobre ciertos misterios.
Viene finalmente a traer el consuelo supremo a los
desheredados de la Tierra y a todos los que
sufren, atribuyendo la causa justa y fin útil a todos
los dolores. Dice el Cristo: "bien-aventurados los
afligidos, pues serán consolados."
Más, ¿cómo
ha alguien sentirse dichoso por sufrir, si no sabe por
qué sufre? El Espiritismo muestra la causa de los
sufrimientos en las existencias anteriores y en el
destino de la Tierra, donde el hombre expia su
pasado. Muestra el objetivo de los sufrimientos,
apuntándolos como crisis saludables que producen la
cura y como medio de depuración que garantice la
felicidad en las existencias futuras.
[5] -
Isaías, 8:19.
[6] - Deuteronômio,
27:1 e 2.
[7] - Jo.,
14:15 a 26.
[8] - KARDEC,
Allan. O Evangelho Seg. o Espiritismo. 129.ed.
Rio [de Janeiro]: FEB, 2009, cap. VI, item 4.
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com
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