Tema: Auxilio, caridad, gratitud
La vecina enferma
El Dr. Evandro estaba en casa. Había trabajado mucho en
el hospital durante todo el día. Como acostumbraba a
hacer todas las noches, después de tomar un baño y
cenar, se sentó en su silla, colocó las piernas sobre la
banqueta y cogió un libro para leer.
Leyó por algunos minutos, pero no lograba concentrarse.
El día había sido muy desgastante, lleno de
acontecimientos, algunos desagradables. Comenzó a
recordar la discusión que tuvo con un colega, por haber
ocupado su consultorio sin coordinarlo.
Después, se acordó del motociclista que se chocó con su
carro y arañó la pintura, por haber forzado el paso
entre los carros detenidos en el semáforo.
Pensando en el carro, se acordó de la multa que había
recibido hacía algunos días. Y pensando en cosas
desagradables, su mente se fijó en todos los problemas
grandes y pequeños, en todas las personas difíciles de
convivir.
Así estaba cuando sonó el timbre. Dr. Evandro vivía
solo, entonces él mismo tuvo que levantarse y atender.
Al abrir la puerta, se encontró con una mujer afligida
que comenzó a hablar rápidamente:
- ¡Dr. Evandro! ¡Buenas noches! ¿Se acuerda de mí? Soy
Marita, vivo en esta calle, en la otra cuadra. Perdón
por incomodarlo, pero estoy muy preocupada por mi
hijita. Ella cayó enferma de repente y está muy mal. Mi
marido está de viaje. Estoy sola con los niños. ¡No sé
qué hacer! ¿Podría ayudarme, por amor a Dios? – dijo
ella, rompiendo en llanto.
El Dr. Evandro ya había atendido a muchas personas en el
hospital y en la noche estaba en su derecho a descansar.
Pensó en sugerirle que llamase un taxi o pidiera un
aventón a alguien para llevar a la niña a un hospital y
que sea atendida ahí. Pero también pensó que dar un poco
de atención a esa madre que sufría sería hacer lo
correcto. Entonces
preguntó:
|
- ¿Qué tiene?
- De un momento a otro se puso toda roja, con la
carita diferente. Está agitada, llorando mucho.
¡Está acostadita! – respondió Marita en llanto.
– Dejé a mi hijo mayor cuidando de ella y el
bebé, para venir aquí, pero necesito
|
volver pronto. |
El Dr. Evandro se dio cuenta de la dificultad de esa
madre. Con tres niños y esa aflicción en la que estaba,
realmente era difícil para Marita ir a cualquier lugar. Por
eso, sin encontrar otra solución, el Dr. Evandro dijo
que iría con ella a ver a la niña. Marita le agradeció
mucho y fueron, con prisa, hasta su casa.
Llegando, encontraron a los dos niños pequeños llorando
y al mayor asustado, balanceando el carrito del bebé,
intentando calmarlo.
Marita pasó la mano por la cabeza del niño, en un gesto
para tranquilizarlo y agradecer sus cuidados con los
hermanos. Cogió al bebé en brazos, le dio el chupón y,
mientras lo abrazaba y calmaba, condujo al médico hasta
la niñita enferma.
Ella tenía un poco más de dos años de edad y estaba
nerviosa. Al ver a la mamá, la niña se lanzó a sus
brazos llorando y Marita, tratando de sujetar a los dos
niños al mismo tiempo, conversaba con ella con voz
suave, intentando calmar a la niña.
- ¡Calma, Julia! Mamá trajo a una persona para
ayudarnos. El Dr. Evandro es nuestro vecino y nuestro
amigo. Él es una persona muy buena y un excelente
médico. Te va a cuidar para que te sanes, ¿está bien,
hijita?
- ¡Hola Julia! ¡Qué bonita eres! ¿Me dejas ver tu
carita? – dijo el doctor, comenzando a examinarla.
En pocos minutos, el Dr. Evandro ya sabía lo que estaba
pasando.
- Está teniendo una reacción alérgica – declaró. – Tiene
el rostro hinchado, por eso la vio diferente. Y está
agitada porque está muy incómoda por la comezón y por el
malestar. Voy a llamar a la farmacia de nuestro barrio y
pedir el remedio que debe tomar.
Después de la llamada telefónica, el Dr. Evandro
conversó con Marita, explicándole que la reacción
alérgica es muy peligrosa cuando la hinchazón en la
garganta perjudica la respiración. Pero ese no era el
caso de Julia, pues ella estaba respirando muy bien.
La farmacia no tardó en entregar la medicina y el Dr.
Evandro hizo que Julia recibiera la dosis necesaria.
- ¡Bien! Ahora va a sentir sueño, debido al efecto del
remedio. Mañana debe despertar mucho mejor. Le
recomiendo que consulte a un especialista en alergias
para hacer un seguimiento más cuidadoso, pero por ahora
el caso está resuelto – dijo el doctor, dirigiéndose a
la puerta.
Marita estaba tan aliviada y agradecida que no paraba de
repetir:
- ¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios!
Despidiéndose del doctor con un apretón de mano, ella
dijo:
- ¡Muchas gracias, Dr. Evandro! ¿Cuánto
es el costo de la consulta? No tengo dinero ahora, pero
puedo pagarle mañana.
- No se preocupe, Doña Marita. No estoy aquí para ser
remunerado. Solo estoy tratando de ser el vecino amigo
que usted le dijo a su hija que yo era. Me alegro de
haber podido ayudarla. ¡Tenga una buena noche! –
respondió él, con una sonrisa.
En ese momento, la gratitud que Marita sintió fue tan
grande, que de ella salió una especie de buena energía
que fue directa al Dr. Evandro, haciéndole un gran
bien. Ella
sonrió y dijo:
- Que Dios se lo pague, entonces. Gracias.
Buenas noches también.
Mientras caminaba de vuelta a su casa, el Dr. Evandro se
sentía muy feliz. Sobre
él caían del cielo luces espirituales. Ya no pensaba en
contrariedades. Su día había terminado muy bien.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
Material de apoio para evangelizadores:
Clique para baixar:
Atividades
marcelapradacontato@gmail.com