“No juzguéis y de modo alguno sereis juzgados; no
condeneis y de modo alguno sereis condenados. Absolver y
sereis absolvidos.” - Jesús
(Lucas 6:37)
Heredamos de nuestros antepasados los genes que nos
corresponden en la formación de nuestros cuerpos y
tendencias, teniendo nuestro periespíritu como molde
para tal. Para más allá del color de los ojos o de los
cabellos, de la textura de la piel o del formato de
nuestra boca, los genes también operan en los órganos
internos, más allá de contribuir para la eclosión de
determinadas enfermedades, cuando es necesario. De
carácter multifactorial, la diabetes
tipo 2, por ejemplo, nos pide una carga genética que es
pasada por nuestros parientes directos, para que pueda
surgir, geralmente en la media edad. Con la
esquizofrenia no es diferente: ella sólo ocurre cuando
existe información genética para tal, o sea, cuando
algún familiar (tio, tía, madre, padre etc.) sea
esquizofrénico.
Cuando hablamos de dolencias multifactoriales estamos
queriendo decir que no basta tan solamente la genética
para su surgimiento, más serán precisos otros factores,
sean ellos ambientales o emocionales.
Ya sabemos que los factores ambientales ejercen gran
influencia para el desenvolvimiento de la dolencia
genética heredada – dolencias comunes como obesidad,
diabetes e hipertensión, que tienen características
poligénicas (producidas por la combinación de diversos
factores ambientales, del estilo de vida y mutaciones en
varios genes, geralmente de diferentes cromosomas),
dependen fundamentalmente de la contribución del medio
ambiente para que sean desenvueltas. Así, el factor
hereditario puede ser neutralizado, desde que la persona
sea conocedora de los factores de riesgo que envuelven
su herencia genética y tenga hábitos saludables, así
como un campo emocional con cierto equilibrio.
No es común escuchar a personas diciendo: “Mi hijo
tiró al padre, vive murmurando por la casa...” Teniendo
en cuenta que el concepto “tiró al padre” dice respecto
a una posible herencia genética, cabe decir que eso no
procede. No “tiramos”, o mejor, no heredamos
geneticamente nuestros patrones de comportamiento, sin
embargo ellos nos son transmitidos a través de los
ejemplos y de las palabras. Esta verdad es demasiado
importante, ya que muchos de los posibles catalizadores
de dolencias (modo de sentir, pensar y obrar en el
mundo) son tan solamente pasados por nuestros
ancestrales a través de la convivencia y podrían ser
evitados, fuese el sistema saludable bajo el punto de
vista emocional/espiritual.
Por todo lo que fue detallado hasta aquí, ya se puede
deducir que no existe un sólo ser humano haciendo de el
mismo, sea por sus aspectos físicos, más también
psíquicos y comportamentales. Sólo somos en relación, lo
que quiere decir que tanto influenciamos como somos
influenciados, todo el tiempo.
Siendo así, la idea del “self-made-man” (tan difundida
en los EUA), o sea, aquel que consigue vencer solo, es
irreal.
Dentro de la Psicologia sistémica se sabe que no es
posible comprender el sujeto sin analizarlo dentro del
sistema en que esté incluido, primeramente sus lazos
familiares, más también e los otros ambientes en que
transita en el mundo.
Siendo así, una persona nacida en cuna espírita, clase
media, que cursó escuelas razonables, fue presentada a
la doctrina cristiana, tiene padres amorosos, relaciones
saludables, con colocación de límites de manera acertada
y que llegó a la fase adulta enfrentando desafios
comunes siempre con apoyo y fe robusta, tendrá grandes
oportunidades de volverse una persona con cierto
equilibrio emocional, ego fortalecido e comportamiento
equivalente al mundo íntimo. Será aquello que llamamos
“hombre de bien”, por el sentido comun.
Ya el niño que nació en la periferia, dentro de un grupo
marginado porque es pobre y de escasos recursos, cuyos
padres, también desequilibrados dentro de un sistema que
se anclan en comportamientos agresivos, no supieron
acoger, cuidar, darles afecto, que frecuentró escuelas
públicas de enseñanza deficiente, que asiste al crimen
con tanta frecuencia que este se torna algo banal, de
día a día, sin ninguna fe presentada, obviamente tendrá
poca o, dependiendo de su bagaje espiritual, ninguna
oportunidad de conseguir equilibrio, armonia íntima para
dejar buenas pisadas en el mundo. Su vulnerabilidad es
tanta que, delante de la acidez del mundo, el llamado
del mal, fruto de la ignorancia en que está sumergido,
es el único que le hace algún sentido.
En los presidios de nuestro país, la mayoría agotada de
los detidos es de origen humilde, con baja o ninguna
escolaridad, de piel negra o parda. ¿A qué se debe ese
“brote” del crimen solamente con personas de este
perfil? Sabemos que entre muchos ricos existen
chalanerías, desvios, “gestos” de burlar la ley Acontece
que tales leyes humanas son hechas, prioritariamente,
para encarcelarnos, en la mayor parte de las veces, las
personas que forman parte de esta capa social. Siendo
así, si con graduación, el ya tendrá derecho a una celda
especial, por ejemplo.
Podemos entonces preguntarnos por qué una persona que
nace en un hogar con recursos, sin embargo tal vez no
sea castigado por las leyes de los hombres, comete
crimen. Como casi todo en el mundo, se trata de una
cuestión multifactorial, así como buena parte de las
dolencias del campo físico. A veces en el hogar existe
dinero, más raras demostraciones de afecto. En otros
casos, violencia, drogadicción, o incluso corrupciones
de todo orden. Como ya decía el espíritu Albino
Teixeira, por intermedio de Francisco Cândido Xavier, “La
palabra inclina, pero el ejemplo arrastra”.
¿Y en los otros? Si estamos trillando una encarnación
con alguna “tranquilidad”, si ya conseguimos encontrar
el sentido de nuestras vidas, buscando realizar lo
mejor, dentro de nuestra posibilidades, ¿cómo debemos
encarar la cuestión de los crímenes, los criminales del
mundo?
Se pautados en nuestro juez interior, nuestro
yo-crítico, formado en nuestra infancia a través de los
fallos y acciones de los adultos más próximos y
significativos, iremos a juzgar, sin piedad ni ninguna
compasión, pues nos encontramos por encima, superiores,
mejores que esos otros.
Con una mirada rasa, en el estilo “causa única para tal
efecto”, diríamos que el sujeto es un bandido porque es
del mal o porque es un vagabundo, importunado. Y en eso
trataremos de encajar todos aquellos que se opone a lo
que creemos como parte de los buenos valores y
costumbres. Algunos juzgarán – también de manera dura -
los que ni criminales son, más apenas “diferentes”, en
algo que entienden como siendo correcto, tales como los
homosexuales, los negros, los pobres etc.
Vale recordar que el discurso “bandido bueno es bandido
muerto” es apoyado por el 50% de la población
brasileira, según datos de la pesquisa conducida por el
Instituto FechadeHoja. Buena parte cree que la solución
para la disminución de la criminalidad es obrar con
violencia y despeja un discurso bastante rabioso y de
odio.
Entonces, he ahí la pregunta: - Delante de este fenómeno
(del crimen), ¿cómo procederia Jesús?
No será difícil encontrar respuestas para tal
indagación. Basta analizar la vida y la obra del
Maestro:
• Cuando
es preciso escoger a los amigos que acompañaría su
misión, fue hasta los pobres, los simples y con ellos
convivió y enseñó;
• Durante
su trayectoria en la Tierra trató de responsabilizar,
denunciar y combatir a los religiosos hipócritas que
usaban su poder político e institucional
para enriquecerse, en cuanto juzgaban y apedreaban los
dichos “impuros” por la Ley;
• Acogió
mujeres, pobres, marginales, enfermos de todo orden,
defendiéndolos, sin descanso;
• Cuando
delante del juicio popular, indicó que tirase la primera
piedra aquel que estuviese sin pecados;
• Al
final, cuando es clavado en la cruz junto a dos
malhechores (criminales), uno de ellos implora: “Señor,
ten piedade de mí...” Y la respuesta de Jesús fue: “En
verdad te digo que aun hoy estarás junto a mí en el
Paraíso...”
Podríamos destacar muchos trechos de los evangelios
donde Jesús ejerció piedad para con los malhechores.
Dentro de este camino,
cierta vez habló Chico Xavier: “Emmanuel
acostumbra a decir que el criminal es siempre uno de
nosotros que fue descubierto”.
Eso es porque no existe aquel que es desprovisto de
sombras íntimas, de complicaciones internas. Bajo el
punto de vista de las Leyes de Dios no hay quien no sea
criminal.
• ¿Se
alimenta de manera poco saludable? ¿Consume alimentos
que son fruto de esclavitud, dolor y muerte?
• ¿Fuma?
¿Bebe?
· ¿Cuenta
alguna mentira?
• ¿Desea
alguien comprometido? ¿Como adulterio, incluso en
pensamiento?
• ¿Es
agresivo en el tránsito, en casa, en el trabajo?
• ¿Desea
el mal de alguien?
• ¿No
consigue perdonar alguna circunstancia o persona?
Como se puede percibir, bajo la mirada del amor divino,
no hay quien no sea deudor en la Tierra. Incluso que
estos crímenes no sean pasibles de alguna punición por
la ley de los hombres. Además, la lista de arriba podría
ser muy mayor, sabemos.
Interesante es que la paradoja está justamente en el
hecho de que, cuanto más evolucionada el alma, mayor su
compasión para con aquellos que aun no aprendieran a
amar.
Aqui tenemos, de manera clara, el concepto de
“proyección” propuesto por Freud: Cuanto mayor (es más
negada) la sombra, mayor el juicio y ataque a los
otros.
En el Libro de la Esperanza, cap. 33, nuevamente
es el Espíritu Emmanuel quien explica:
“Delante del compañero que te parece malhechor,
silencia y ampara siempre. (...) Muchos de aquellos que
cayeron en la indisciplina y en la violencia, acabando
segregados en las casas de tratamiento moral, guardan
consigo los braseros de la angustia
que les fueron impuestos, en dolorosos procesos
obsesivos, por las manos imponderables de los
adversarios desencarnados de otras existencias. Y casi
todos los que desanimados en el camino de las propias
obligaciones, se rendieron al asalto de la crueldad y de
la desesperación, sustentarán, por tiempo enorme, en la
intimidad del proprio ser, la agónica tensión de la
resistencia a las fuerzas del mal, sucumbiendo, muchas
vezes, a la escases de comprensión y de amor... Para
todos ellos, nuestros hermanos caídos en la delincuencia,
volvamos, así, pensamiento y acción tocados de empatia,
recordando Jesús, que no reflexiona de nuestras
imperfecciones para sustentarnos y ciertos de que
también nosotros, por la extensión de las propias
franquezas, no conseguimos, en verdad, saber en qué
obstáculos del camino nuestros pies tropezarán.”
Todos estamos dentro de la gran Ley, que nos impulsa a
la evolución. Todos un día ya caímos o aun cairemos, ya
que imperfectos, en este momento de la trayectoria. Y
todos un día seremos perfectos, como el propio
Maestro.
Sobre eso escribió Léon
Denis: “Todas
las almas son perfectibles y susceptibles de educación;
deben recorrer los mismos caminos y llegar de la vida
inferior a la plenitud del conocimiento, de la sabiduría
y de la virtud. No son todas igualmente adelantadas, más
todas han de subir, pronto o tarde, las árduas ascensos
que llevan las radiantes eminencias bañadas de la eterna
luz”.
Comprender, no juzgar y amparar a los caídos del camino,
constituye tarea inpostergable que incumbe a todos, en
todo momento, en cualquier lugar.
Somos capaces de hacer crecer la compasión en nuestros
corazones. Para eso es preciso retirar los velos de la
ignorancia, encarando, de manera consciente, los enredos
sociales, psíquicos y espirituales de la humanidad.
Hecho eso, rápidamente percibimos que existen muchos
factores en la génesis de los comportamientos
criminales.
Y, sin embargo a veces la persona no pueda beneficiar de
la libertad, por algún tiempo, por cuenta de los riesgos,
aun así debemos acoger, comprender y, si es posible,
resocializar... jamás juzgar y matar.
He ahí lo que Jesús nos enseñó.
Referências bibliográficas:
XAVIER, F; O Evangelho por Emmanuel –
comentários ao evangelho segundo Lucas; coordenação
de Saulo Cesar Ribeiro da Silva – 1 edição; Brasília:
FEB, 2015.
DENIS, Léon. Cristianismo e
Espiritismo: provas experimentais da sobrevivência.
Trad. de Leopoldo Cirne. 14. ed. Rio de Janeiro: FEB,
2005.
______. O problema do ser, do destino
e da dor: os testemunhos, os fatos, as leis. 28. ed.
Rio de Janeiro: FEB, 2005.
KARDEC, A; O Evangelho segundo o
Espiritismo - trad. de Guillon Ribeiro da 3. ed.
francesa rev., corrig. e modif. pelo autor em 1866. 124.
ed. Rio de Janeiro: FEB, 2004.