Especial

por Claudia Gelernter

¡Compasión, siempre!

“No juzguéis y de modo alguno sereis juzgados; no condeneis y de modo alguno sereis condenados. Absolver y sereis absolvidos.” - Jesús (Lucas 6:37)

 

Heredamos de nuestros antepasados los genes que nos corresponden en la formación de nuestros cuerpos y tendencias, teniendo nuestro periespíritu como molde para tal. Para más allá del color de los ojos o de los cabellos, de la textura de la piel o del formato de nuestra boca, los genes también operan en los órganos internos, más allá de contribuir para la eclosión de determinadas enfermedades, cuando es necesario. De carácter multifactorial, la diabetes tipo 2, por ejemplo, nos pide una carga genética que es pasada por nuestros parientes directos, para que pueda surgir, geralmente en la media edad. Con la esquizofrenia no es diferente: ella sólo ocurre cuando existe información genética para tal, o sea, cuando algún familiar (tio, tía, madre, padre etc.) sea esquizofrénico.

Cuando hablamos de dolencias multifactoriales estamos queriendo decir que no basta tan solamente la genética para su surgimiento, más serán precisos otros factores, sean ellos ambientales o emocionales. 

Ya sabemos que los factores ambientales ejercen gran influencia para el desenvolvimiento de la dolencia genética heredada – dolencias comunes como obesidad, diabetes e hipertensión, que tienen características poligénicas (producidas por la combinación de diversos factores ambientales, del estilo de vida y mutaciones en varios genes, geralmente de diferentes cromosomas), dependen fundamentalmente de la contribución del medio ambiente para que sean desenvueltas. Así, el factor hereditario puede ser neutralizado, desde que la persona sea conocedora de los factores de riesgo que envuelven su herencia genética y tenga hábitos saludables, así como un campo emocional con cierto equilibrio.

No es común escuchar a personas diciendo: “Mi hijo tiró al padre, vive murmurando por la casa...” Teniendo en cuenta que el concepto “tiró al padre” dice respecto a una posible herencia genética, cabe decir que eso no procede. No “tiramos”, o mejor, no heredamos geneticamente nuestros patrones de comportamiento, sin embargo ellos nos son transmitidos a través de los ejemplos y de las palabras. Esta verdad es demasiado importante, ya que muchos de los posibles catalizadores de dolencias (modo de sentir, pensar y obrar en el mundo) son tan solamente pasados por nuestros ancestrales a través de la convivencia y podrían ser evitados, fuese el sistema saludable bajo el punto de vista emocional/espiritual.

Por todo lo que fue detallado hasta aquí, ya se puede deducir que no existe un sólo ser humano haciendo de el mismo, sea por sus aspectos físicos, más también psíquicos y comportamentales. Sólo somos en relación, lo que quiere decir que tanto influenciamos como somos influenciados, todo el tiempo. 

Siendo así, la idea del “self-made-man” (tan difundida en los EUA), o sea, aquel que consigue vencer solo, es irreal. 

Dentro de la Psicologia sistémica se sabe que no es posible comprender el sujeto sin analizarlo dentro del sistema en que esté incluido, primeramente sus lazos familiares, más también e los otros ambientes en que transita en el mundo.  

Siendo así, una persona nacida en cuna espírita, clase media, que cursó escuelas razonables, fue presentada a la doctrina cristiana, tiene padres amorosos, relaciones saludables, con colocación de límites de manera acertada y que llegó a la fase adulta enfrentando desafios comunes siempre con apoyo y fe robusta, tendrá grandes oportunidades de volverse una persona con cierto equilibrio emocional, ego fortalecido e comportamiento equivalente al mundo íntimo. Será aquello que llamamos “hombre de bien”, por el sentido comun.

Ya el niño que nació en la periferia, dentro de un grupo marginado porque es pobre y de escasos recursos, cuyos padres, también desequilibrados dentro de un sistema que se anclan en comportamientos agresivos, no supieron acoger, cuidar, darles afecto, que frecuentró escuelas públicas de enseñanza deficiente, que asiste al crimen con tanta frecuencia que este se torna algo banal, de día a día, sin ninguna fe presentada, obviamente tendrá poca o, dependiendo de su bagaje espiritual, ninguna oportunidad de conseguir equilibrio, armonia íntima para dejar buenas pisadas en el mundo. Su vulnerabilidad es tanta que, delante de la acidez del mundo, el llamado del mal, fruto de la ignorancia en que está sumergido, es el único que le hace algún sentido. 

En los presidios de nuestro país, la mayoría agotada de los detidos es de origen humilde, con baja o ninguna escolaridad, de piel negra o parda. ¿A qué se debe ese “brote” del crimen solamente con personas de este perfil? Sabemos que entre muchos ricos existen chalanerías, desvios, “gestos” de burlar la ley Acontece que tales leyes humanas son hechas, prioritariamente, para encarcelarnos, en la mayor parte de las veces, las personas que forman parte de esta capa social. Siendo así, si con graduación, el ya tendrá derecho a una celda especial, por ejemplo.

Podemos entonces preguntarnos por qué una persona que nace en un hogar con recursos, sin embargo tal vez no sea castigado por las leyes de los hombres, comete crimen. Como casi todo en el mundo, se trata de una cuestión multifactorial, así como buena parte de las dolencias del campo físico. A veces en el hogar existe dinero, más raras demostraciones de afecto. En otros casos, violencia, drogadicción, o incluso corrupciones de todo orden. Como ya decía el espíritu Albino Teixeira, por intermedio de Francisco Cândido Xavier, “La palabra inclina, pero el ejemplo arrastra”.

¿Y en los otros? Si estamos trillando una encarnación con alguna “tranquilidad”, si ya conseguimos encontrar el sentido de nuestras vidas, buscando realizar lo mejor, dentro de nuestra posibilidades, ¿cómo debemos encarar la cuestión de los crímenes, los criminales del mundo?

Se pautados en nuestro juez interior, nuestro yo-crítico, formado en nuestra infancia a través de los fallos y acciones de los adultos más próximos y significativos, iremos a juzgar, sin piedad ni ninguna compasión, pues nos encontramos por encima, superiores, mejores que esos otros. 

Con una mirada rasa, en el estilo “causa única para tal efecto”, diríamos que el sujeto es un bandido porque es del mal o porque es un vagabundo, importunado. Y en eso trataremos de encajar todos aquellos que se opone a lo que creemos como parte de los buenos valores y costumbres. Algunos juzgarán – también de manera dura - los que ni criminales son, más apenas “diferentes”, en algo que entienden como siendo correcto, tales como los homosexuales, los negros, los pobres etc. 

Vale recordar que el discurso “bandido bueno es bandido muerto” es apoyado por el 50% de la población brasileira, según datos de la pesquisa conducida por el Instituto FechadeHoja. Buena parte cree que la solución para la disminución de la criminalidad es obrar con violencia y despeja un discurso bastante rabioso y de odio.

Entonces, he ahí la pregunta: - Delante de este fenómeno (del crimen), ¿cómo procederia Jesús?

No será difícil encontrar respuestas para tal indagación. Basta analizar la vida y la obra del Maestro:

             Cuando es preciso escoger a los amigos que acompañaría su misión, fue hasta los pobres, los simples y con ellos convivió y enseñó; 

             Durante su trayectoria en la Tierra trató de responsabilizar, denunciar y combatir a los religiosos hipócritas que usaban su poder político e institucional para enriquecerse, en cuanto juzgaban y apedreaban los dichos “impuros” por la Ley;

             Acogió mujeres, pobres, marginales, enfermos de todo orden, defendiéndolos, sin descanso;

             Cuando delante del juicio popular, indicó que tirase la primera piedra aquel que estuviese sin pecados;

             Al final, cuando es clavado en la cruz junto a dos malhechores (criminales), uno de ellos implora: “Señor, ten piedade de mí...” Y la respuesta de Jesús fue: “En verdad te digo que aun hoy estarás junto a mí en el Paraíso...” 

Podríamos destacar muchos trechos de los evangelios donde Jesús ejerció piedad para con los malhechores. 

Dentro de este camino, cierta vez habló Chico Xavier: “Emmanuel acostumbra a decir que el criminal es siempre uno de nosotros que fue descubierto”.

Eso es porque no existe aquel que es desprovisto de sombras íntimas, de complicaciones internas. Bajo el punto de vista de las Leyes de Dios no hay quien no sea criminal. 

             ¿Se alimenta de manera poco saludable? ¿Consume alimentos que son fruto de esclavitud, dolor y muerte?

             ¿Fuma? ¿Bebe? 

·              ¿Cuenta alguna mentira?

             ¿Desea alguien comprometido? ¿Como adulterio, incluso en pensamiento?

             ¿Es agresivo en el tránsito, en casa, en el trabajo?

             ¿Desea el mal de alguien?

             ¿No consigue perdonar alguna circunstancia o persona? 

Como se puede percibir, bajo la mirada del amor divino, no hay quien no sea deudor en la Tierra. Incluso que estos crímenes no sean pasibles de alguna punición por la ley de los hombres. Además, la lista de arriba podría ser muy mayor, sabemos.

Interesante es que la paradoja está justamente en el hecho de que, cuanto más evolucionada el alma, mayor su compasión para con aquellos que aun no aprendieran a amar.

Aqui tenemos, de manera clara, el concepto de “proyección” propuesto por Freud: Cuanto mayor (es más negada) la sombra, mayor el juicio y ataque a los otros. 

En el Libro de la Esperanza, cap. 33, nuevamente es el Espíritu Emmanuel quien explica:

Delante del compañero que te parece malhechor, silencia y ampara siempre. (...) Muchos de aquellos que cayeron en la indisciplina y en la violencia, acabando segregados en las casas de tratamiento moral, guardan consigo los braseros de la angustia que les fueron impuestos, en dolorosos procesos obsesivos, por las manos imponderables de los adversarios desencarnados de otras existencias. Y casi todos los que desanimados en el camino de las propias obligaciones, se rendieron al asalto de la crueldad y de la desesperación, sustentarán, por tiempo enorme, en la intimidad del proprio ser, la agónica tensión de la resistencia a las fuerzas del mal, sucumbiendo, muchas vezes, a la escases de comprensión y de amor... Para todos ellos, nuestros hermanos caídos en la delincuencia, volvamos, así, pensamiento y acción tocados de empatia, recordando Jesús, que no reflexiona de nuestras imperfecciones para sustentarnos y ciertos de que también nosotros, por la extensión de las propias franquezas, no conseguimos, en verdad, saber en qué obstáculos del camino  nuestros pies tropezarán.”

Todos estamos dentro de la gran Ley, que nos impulsa a la evolución. Todos un día ya caímos o aun cairemos, ya que imperfectos, en este momento de la trayectoria. Y todos un día seremos perfectos, como el propio Maestro.  

Sobre eso escribió Léon Denis: “Todas las almas son perfectibles y susceptibles de educación; deben recorrer los mismos caminos y llegar de la vida inferior a la plenitud del conocimiento, de la sabiduría y de la virtud. No son todas igualmente adelantadas, más todas han de subir, pronto o tarde, las árduas ascensos que llevan las radiantes eminencias bañadas de la eterna luz”.

Comprender, no juzgar y amparar a los caídos del camino, constituye tarea inpostergable que incumbe a todos, en todo momento, en cualquier lugar.

Somos capaces de hacer crecer la compasión en nuestros corazones. Para eso es preciso retirar los velos de la ignorancia, encarando, de manera consciente, los enredos sociales, psíquicos y espirituales de la humanidad. Hecho eso, rápidamente percibimos que existen muchos factores en la génesis de los comportamientos criminales.

Y, sin embargo a veces la persona no pueda beneficiar de la libertad, por algún tiempo, por cuenta de los riesgos, aun así debemos acoger, comprender y, si es posible, resocializar... jamás juzgar y matar.

He ahí lo que Jesús nos enseñó.


Referências bibliográficas:

XAVIER, F; O Evangelho por Emmanuel – comentários ao evangelho segundo Lucas; coordenação de Saulo Cesar Ribeiro da Silva – 1 edição; Brasília: FEB, 2015.

DENIS, Léon. Cristianismo e Espiritismo: provas experimentais da sobrevivência. Trad. de Leopoldo Cirne. 14. ed. Rio de Janeiro: FEB, 2005.

______. O problema do ser, do destino e da dor: os testemunhos, os fatos, as leis. 28. ed. Rio de Janeiro: FEB, 2005.

KARDEC, A; O Evangelho segundo o Espiritismo - trad. de Guillon Ribeiro da 3. ed. francesa rev., corrig. e modif. pelo autor em 1866. 124. ed. Rio de Janeiro: FEB, 2004.

            
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita