Tema: Orgullo
El patito orgulloso
Había un campo con una laguna muy grande. Alrededor de
esa laguna, vivían varias familias de animales.
Una de ellas era la familia de los patos, que era muy
numerosa y bonita. Mamá Pata había empollado muchos
huevos y de ellos nacieron lindos patitos, que más
parecían pompones amarillos.
Todos los días, Doña Pata llevaba a sus hijitos a nadar
al lago. Cuando pasaban, llamaban la atención de otros
animales, que los saludaban gentiles:
- Buenos días, Doña Pata; ¡buenos días, patitos!
Doña Pata siempre devolvía el saludo. Al llegar a la
laguna, era la primera en entrar al agua. Uno a uno, sus
hijitos iban también y la diversión comenzaba.
Con el pasar de los días, los patitos se acostumbraron a
esa rutina. Pero uno de los patitos, dándose cuenta de
que era admirado, empezó a sentirse muy especial.
Reparando en las diferencias entre él y los otros
patitos que también nadaban en la laguna, muchas veces
hacía comentarios desagradables y tenía actitudes
irrespetuosas con los otros.
- ¡Ahí viene ese pescuezudo! – decía, refiriéndose a la
cría de la garza. - ¡Además de feo, no sabe nadar, qué
horror! ¡No
sé cómo puede soportar ser así!
El patito llamaba “rara” a la familia de los búhos. El
tucán era “narigudo”. Casi todos los vecinos recibían un
apodo malvado de él.
Un día, vino nadando alegremente, desde el otro lado de
la laguna, una cría de cisne negro. Era la primera vez
que nadaba solo, y estaba contento por estar conociendo
cosas nuevas. Pero, al encontrarse con el patito
orgulloso, su alegría acabó.
El patito, mirando al visitante de arriba a abajo,
exclamó insensible:
- ¿Quién es ese, que nunca vi por aquí? ¡Parece un pato,
solo que muy feo! Grande, pescuezudo, y con ese plumaje
gris. Pareces sucio. ¿Por qué no das unas zambullidas
para limpiarte?
El pequeño cisne, asustado con esa agresión espontánea,
se sintió tan mal que sus ojos se llenaron de lágrimas.
Sin decir nada, solo se dio la vuelta y se fue, nadando
rápidamente.
Los hermanos del patito quedaron avergonzados del
comportamiento de su hermano, y se pelearon con él por
esa causa.
Mamá Pata, cuando supo lo ocurrido, también quedó muy
decepcionada y fue a conversar con su hijo:
- Hijo mío, esta no es la primera vez que te digo que
luches contra ese orgullo. Tienes tus cualidades, pero
tienes defectos también, como todo el mundo. ¡Tú solo
sabes ver lo bueno en ti y lo malo en otros! El orgullo
es uno de los mayores defectos morales que la gente
puede tener y es totalmente contrario a las Leyes de
Dios. ¿Sabes cuál es el resultado de nuestra falta de
respeto a las Leyes Divinas? ¡La
infelicidad!
Al día siguiente, el patito no podía ir a nadar. La mamá
se lo prohibió por no haberse comportado bien y para que
tenga tiempo para pensar en lo que ella le había
explicado. Pero, lamentablemente, no dio resultado. El
patito no prestó atención a
los consejos de su mamá.
El tiempo pasó y el patito creció. Su apariencia cambió
mucho. Su plumaje fofo y amarillo dio lugar a plumas
blancas, con manchitas marrones. Algunas crías, como las
de la Garza, eran mucho más grandes que él, que tenía
las piernas cortas y caminaba torpemente.
Él ya no nadaba a su gusto por la laguna, pues había
hecho muchas enemistades. Casi todos los vecinos no
sentían simpatía por él y algunos, que no pudieron
perdonarlo, eran verdaderos enemigos, con los cuales
hasta se había enfrentado algunas veces.
Un día, decidió nadar bastante y cruzar la laguna hacia
el otro lado. Cuando llegó hasta allá, vio al cisne
negro, también ya adulto. Él era lindo, con las plumas
muy negras, brillantes, enrolladas en las puntas. Tenía
el pico muy rojo, contrastando con el negro del cuerpo.
Era grande y su cuello curvado le daba un aire
importante.
El patito se detuvo y se quedó pensando por algunos
instantes. Se avergonzó de sus actitudes del pasado. Sus
ojos se llenaron de lágrimas de arrepentimiento al darse
cuenta de cuánto se había equivocado. Se dio la vuelta,
entonces, y nadó de regreso a casa.
En el camino, se acordó de los consejos de su madre y
reconoció que ella estaba en lo cierto. Algo, entonces,
cambió dentro de él. El patito, que antes le gustaba de
alabarse a sí mismo y disminuir a los demás, finalmente
comprendió que la humildad es el camino de la verdadera
felicidad.
Decidido a mejorar, salió de la laguna y sacudió el agua
de sus plumas. Miró a los búhos, que siempre estaban ahí
observando todo y dijo gentilmente:
- ¡Buenos días, búhos! Qué lindo está el día hoy, ¿no?
Los búhos se admiraron mucho, pues él nunca les había
saludado. Tras unos segundos, una de ellas respondió:
- ¡Buenos días para ti también, patito!
El patito se sintió feliz y animado. Sabía que le
llevaría un buen tiempo, pero estaba dispuesto a
disculparse con aquellos a quienes había tratado mal y
ser gentil con todos de ahí en adelante.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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