Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Prejuicio


El jardín de muchos colores


Juca era el jardinero que cuidaba del jardín de una plaza. En el momento de plantar las flores, él preparó la tierra, dividió los surcos y sembró las semillas.

Había muchos surcos y, en cada uno, Juca plantó una especie de flor. Cuando las semillas brotaron, cada surco tenía un color. Rojo de las rosas, blanco de las margaritas, amarillo de los girasoles, azul de las hortensias y morado de las petunias.

Todas las flores eran lindas, pero cada surco despreciaba al otro, simplemente por ser diferentes.

Las flores se miraban y frecuentemente comentaban con sus compañeras:

- ¡Qué falta de gracia!

- ¡No tiene perfume!

- ¡Demasiado pálida!

- ¡Extravagante y exhibicionista!

Cuando las flores estuvieron muy grandes y abiertas, los animalitos comenzaron a visitarlas, atraídos por los colores, por el perfume y por el polen que producían.

Muchas abejas, mariquitas, mariposas y picaflores posaban de flor en flor. Con eso, el polen fue llevado a todos lados. Y un día nació una petunia en el surco de las margaritas.

El morado de la nueva flor, entre el blanco de las otras, llamaba mucho la atención, y comenzó a ser maltratada por sus compañeras. En otro surco, las petunias se ponían tristes al ver a las margaritas actuar así.

Pero pronto nació también una margarita en la maceta de las petunias, y la situación se invirtió. Todo el surco de margaritas sentía pena al escuchar que la flor blanquita era maltratada por las flores moradas.

Con el tiempo, ocurrió lo mismo con los otros surcos. Nacieron rosas entre los girasoles, girasoles entre las hortensias y así sucesivamente. Los surcos pasaron a quedar todos mezclados, con todos los tipos de flores.

Cuando Juca vio lo que estaba pasando, pensó en replantar las flores, para que cada surco volviera a tener un solo color.

Pero después cambió de idea. Decidió dejar que crecieran mezcladas, pues, aunque separara las flores, el polen se esparciría de nuevo.

Juca se dio cuenta de que los surcos también estaban bonitos así, muy variados y coloridos.

Las flores se sorprendieron bastante al comienzo. Pero como no había otra manera, tuvieron que convivir cerca una de las otras.

Con el tiempo, comenzaron a ver que las diferencias no eran tan malas. Al contrario, viviendo juntas podían ver cuántas cosas nuevas e interesantes tenían las otras flores.

Aprendieron que había muchas maneras de ser bonitas. Había muchos tipos de perfumes, muchos colores y muchas oportunidades de hacer amigos y ser feliz.

Poco a poco, las flores fueron volviéndose amigas y pasaron a tratarse bien. Muchas veces se elogiaban así:

- ¡Qué lindo tu color, no me canso de admirarlo!

- ¡Gracias! ¡También eres linda, además de gentil! ¡Me gusta mucho vivir a tu lado!

- ¡Qué perfume tan delicioso! ¡Yo no tengo perfume, pero tengo suerte de estar a tu lado para sentirlo!

- ¡Y yo tengo la suerte de verte, así de maravillosa, muy cerca de mí!

Las diferencias de cada una pasaron a ser respetadas y hasta admiradas. Todos los animalitos que visitaban esa plaza veían que los surcos ahora tenían muchos colores y, lo que es lo principal, mucha felicidad.

 

Texto adaptado del libro “De Todos los Colores”, de Nye Ribeiro.
  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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