Tema: Parábola del Hijo Pródigo
El regreso del hijo
En un lugar muy lejano, en una bella hacienda, vivían
juntos el padre y sus dos hijos.
Un día, el más joven, pensando que estaba trabajando
mucho en la hacienda y deseando divertirse más, dijo:
- Papá, quiero la parte de la herencia que me
corresponde. Quiero gozar la vida mientras soy joven.
El padre, aunque molesto, hizo la voluntad del joven. Le
dio bastante dinero, con el que partió de la haciendo a
tierras lejanas.
Su bolsa llena de oro atrajo a muchas compañías
interesadas y falsos amigos para los cuales el joven
patrocinó banquetes, fiestas y regalos caros.
El dinero, que al principio era mucho, se fue
consumiendo rápidamente hasta acabarse. Y cuando eso
pasó también se fueron los “amigos”, las gentilezas y
las comodidades.
El joven fue sorprendido por una realidad que no
conocía. Comenzó
a experimentar necesidades de todo tipo, incluso hambre.
Dándose cuenta, entonces, de que la situación había
cambiado, el hijo del hacendado rico pasó a buscar
empleo o algún servicio que pudiera por lo menos
garantizarle un plato de comida.
Sin embargo, los tiempos eran difíciles y todo el pueblo
atravesaba un periodo de escasez. Por ello, el joven
decepcionado no consiguió mejor trabajo que ser cuidador
de cerdos.
Abatido y hambriento, cuando vio la comida de los cerdos
deseó comerla, pero ni esa comida, de mal aspecto, que
era dada a los animales, le fue ofrecida.
En la noche, aún con hambre, no pudo dormir. Muy triste,
recordaba a su padre y su casa y pensaba: “Mi padre
nunca dejó que sus empleados pasaran hambre. No soy más
digno de ser tratado como antes, pues fui desconsiderado
con la buena vida que tuve y además desperdicié el
dinero de mi padre. Pero le imploraré que me perdone y
me acepte como el más simple de sus empleados. Volveré
a la hacienda”.
Al día siguiente el joven hizo lo que había decidido.
Cuando estaba acercándose a la hacienda, su padre lo vio
a lo lejos.
Sin esperar que su hijo llegara, el padre fue por el
camino a su encuentro y se lanzó a sus brazos,
abrazándolo y besándolo muchas veces, con el corazón
lleno de alegría por volver a ver a su hijo querido.
Al notar el aspecto sucio y maltratado del joven, el
padre llamó inmediatamente a sus empleados, ordenando
que le trajeran ropas limpias y le dieran de comer.
Después hizo los arreglos para que se hiciera una gran
fiesta esa misma noche, para conmemorar el regreso del
joven.
El otro hijo, que estaba trabajando en los campos, al
darse cuenta de la agitación de las personas, yendo y
viniendo, quiso saber lo que estaba pasando y fue
informado por los empleados del regreso de su hermano y
de la fiesta que sucedería más tarde.
Sin entender la actitud de su padre, el hijo mayor fue a
buscarlo y le preguntó:
- Padre, para mí, que me quedé siempre a tu lado, nunca
me diste una fiesta. ¡Pero, para mi hermano, que hizo lo
que hizo, preparas una gran celebración! ¿Es que acaso,
padre mío, apruebas las actitudes que él tomó? ¿Debemos
festejar por él?
El padre, entonces, esclareció:
- Hijo mío, es verdad que siempre estuviste conmigo y
todo lo que es mío es tuyo. Siempre compartiste lo mejor
de mí y felizmente nunca pasaste por las necesidades que
tu hermano sufrió por las decisiones equivocadas que
tomó. No celebro lo que pasó antes. Festejaré por el
simple hecho de que mi hijo amado ha regresado y por
estar, de nuevo, junto a nosotros.
Escuchando las palabras del padre el hermano comprendió
sus razones y pudo alegrarse también por el regreso de
su hermano.
Esa la noche, hubo una gran fiesta y los tres volvieron
a ser unidos y felices.
Texto inspirado en la parábola del Hijo
Pródigo.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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