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Suicidio, una clamorosa ilusión |
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Sentimos necesidad de escribir estas líneas, después de
leer la noticia comunicada en el Correio
Braziliense on-line
(OLIVETO, 2018). El reportaje destaca el aumento
creciente de los suicidios en varios países, inclusive
en Brasil. La noticia, cuyo título es: “El
suicidio es responsable por 800 mil muertes anuales y
avanza por los países”,
afirma que a cada 40 segundos alguien en el mundo comete
suicidio.
Es de conocimiento general que vivimos en un mundo
materialista, que nos influencia para buscar
freneticamente el consumo, y en este afán desenfreado
olvidamos al ser inmortal. El foco en el tener, el
egocentrismo exacerbado y la competividad de la vida
moderna han generado diversos desequilibrios de orden
psicológico. ¿Cuántos hermanos se ven perdidos y se
juzgan sin fuerzas para buscar el reequilibrio de sus
vidas, pues no tienen ánimo para vencer el tabú social,
al ser diagnosticados con algún desequilibrio
psicológico? Las personas aun están presas a viejos
paradigmas, al perfil idealizado por
la sociedad sobre la necesidad de tener éxito, tener
dinero, tener simpatía, tener inteligencia por encima de
la media, tener una profesión de destaque, tener y
tener. Los individuos apartados del ser espiritual se
ven presos en esa trama sociomaterialista, lo que los
lleva inexorablemente al camino de la soledad, quedando
frustrados cuando no consiguen alcanzar el estado
deseable del mundo materialista. Se sienten entonces
ignorados por los otros miembros de la sociedad o por sí
mismos y se aislan por autojuzgarse fracasados en ese
intento. El hombre apartado de la espiritualidad no
consigue percibir el centro de la cuestión: no
estamos encarnados en la Tierra para amontonar lo
que las polillas pueden comer, los ladrones pueden robar
o lo que la herrumbre puede corroer. Y, mucho menos,
para sujetarnos a la satisfacción de los deseos ajenos.
El hombre, desequilibrado en sus bases divinas, procura
desesperadamente una solución rápida y definitiva para
sus anhelos, recorre imprevisiblemente al autocastigo,
cortando su vida, cerrando los ojos para la vida
inmortal.
Muchos de nosotros crecemos y fuimos educados para no
hablar sobre “religión”, “football”, “política”,
“sexualidad”, asuntos que no deberían ser discutidos en
la mesa. Entre tanto, con el pasar de los años, con la
madurez intelectual y espiritual, procuramos nuestras
propias respuestas para esas y otras indagaciones: ¿De
dónde vengo? ¿Para dónde voy? ¿Por qué sufro? ¿Por qué
no puedo escoger morir o vivir?
En esa búsqueda por respuestas o consuelo para nuestros
dolores, deparandonos con variadas teorías religiosas
que condenan “el matar a sí mismo”. Más es en la
doctrina espírita que encontramos respuestas
consoladoras y racionales del porqué no debemos escoger
el suicidio como solución a nuestros problemas. La doctrina
es el Consolador Prometido, que nos viene a explicar por
qué sentimos angustias existenciales. Que eso forma
parte de la vida, del proceso evolutivo. Sólo la fé
verdadera y racionada nos protege.
Cerca de 800 mil personas (Brasil) abandonan el palco de
la vida por los caminos del suicidio. El Estado, por
medio de sus políticas públicas, no consigue alcanzar
solos a esos hermanos enfermos de cuerpo y de mente. Es
preciso que haya la mobilización de toda la sociedad, la
familia y las diversas corrientes filosóficas y
religiosas, recordando al ser humano que somos seres
inmortales. Los espíritas, más que otras, son personas
esclarecidas sobre la fe razonada, sobre la importancia
de buscar conocerse a sí mismo para promover la
transformación en la propria casa mental. Los espíritas,
delante de los hermanos necesitados, deben esparcir
consuelo, comprensión y tolerancia. ¿Allan Kardec no nos
dice que “fuera de la caridad no hay salvación?”².
Entonces, mis hermanos, la caridad no está restringida a
la limosna al necesitado, ya que no siempre la necesidad
es material, pues hay aquellos que buscan consuelo y
respuestas para sus dolores morales y emocionales.
De acuerdo con las enseñanzas espíritas, morir es dejar
el cuerpo material, que retorna al polvo, ya que el
cuerpo es de composición orgánica. El ser inmortal, el
Espíritu, que habita el cuerpo material, retorna
entonces al plano espiritual. Reencarnar es
oportunidad de progreso y rescate. Todos nosotros ya
pasamos por ese divino mecanismo y continuaremos pasando
por el, hasta entender que no podemos transgredir
ninguna ley divina o herir nuestro prójimo sin responder
por eso. Al agredirnos el cuerpo que nos hospeda,
estamos anticipando la vuelta a la patria espiritual,
perdiendo las oportunidades que fueron programadas para
nuestro debido ajuste y progreso en la escuela de la
carne. Lo que pensamos ser una falta de opresión, apenas
es una partida anticipada, en verdad es un atraso en el
camino y tudo aquello que posponemos pasar ahora, enfrentaremos,
inevitablemente, mañana. Lo peor, mis hermanos, es que,
en la próxima existencia física, más allá de los
compromisos que no terminamos, habrá el agravante de la
situación, pues tendremos marcadas en nuestro cuerpo
espiritual las secuelas de la agresión que provocamos al
extinguir la vida del cuerpo por las puertas del
suicidio.
No reencarnamos solos, no estamos solos. Formamos un
núcleo familiar, sea el consanguíneo o no. Nuestra
trayectoria viene acompañada de otros hermanos nuestro
que vinieron a apoyarnos, expiar o probar con nosotros
su amor. ¿Por qué en los momentos de mayor angustia nos
apartamos de aquellos que mayores posibilidades poseen
para reerguirnos y con nosotros trazar toda una
trayectoria de vida? Lo que nos hace pensar que desistir
de la vida no afectará a las personas que mas amamos,
dejando en ellas inmenso dolor y vacio por vernos
partir.
Nuestra familia corporal o espiritual coincide con el
mensaje traído por la pregunta 980 del El
Libro de los Espíritus,
cuando se refiere a la felicidad que goza el hombre en
la Tierra al depararse con los afectos puros y sinceros,
con recíproca simpatía y que nos trae un manantial de
felicidad, por cuanto no hay falsos amigos, ni
hipócritas, pues encontraremos almas que vibran en la
misma sintonía con nosotros, que el egoísmo no volverá
frías.
Siendo así, debemos tener firmeza de propósito y encarar
los problemas que surgirán a lo largo de nuestras vidas,
tal como conceptua El
Libro de los Espíritus en
la pregunta número 943, que muestra cómo es importante
combatir la ociosidad, la ausencia de fe en el futuro,
evitando así los descontentamientos por la vida, sin
motivos plausibles4. ¡Que vivamos un día de
cada vez con coraje y entusiasmo!
La vida es un acto de la divina creación, no cabe al
hombre el derecho de cortarla con sus manos, pues
siempre es posible encontrar fuerzas para trasponer los
momentos difíciles, con la mirada complaciente del
Maestro de Nazarét: “Todos
los que andan en sufrimiento y os encontráis cargados,
yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontrareis descanso para vuestras almas. Porque mi
yugo es suave y mi fardo es ligero”. (Mateo,
XI, 28-30).
“La vida es hecha de momentos, momentos por los cuales
tenemos que pasar, siendo buenos o no, para nuestro
aprendizaje. Nada es por acaso. Precisamos hacer nuestra
parte, desempeñar nuestro papel en el palco de la vida,
recordando que la vida no siempre sigue nuestro querer,
más ella es perfecta en aquello que tiene que ser”
(Chico Xavier, 2011).