Tema: Mentira, perdón
El cocodrilo y el mono
Había una vez un cocodrilo que, un día vio en los
árboles al borde del río un mono recogiendo manzanas.
El cocodrilo adoraba las manzanas. Pero solo podía
comerlas cuando, arrancadas por un viento fuerte, caían
en el agua del río. Los cocodrilos saben nadar bien,
pero como tienen piernas cortas y el cuerpo largo no
pueden subir a los árboles.
El cocodrilo quería mucho esas manzanas y, llamando al
mono, pidió algunas para él.
El mono era muy generoso y ciertamente le daría las
manzanas con buen gusto. Pero el cocodrilo, con miedo de
que se las negara, mintió, diciendo que él estaba
enfermo y que esas manzanas serían un verdadero remedio
para él.
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El mono gentil, pensando en la necesidad del cocodrilo,
no solo le ofreció las más grandes y bonitas, sino le
dijo que podría recoger más frutas para él en los
próximos días, para que el cocodrilo completara su
tratamiento y se curara. Y así, el mono pasó a recoger,
todos los días, deliciosas manzanas para el cocodrilo.
El cocodrilo estaba satisfecho. Además de saborear las
frutas, tenía también la sensación de que era muy
inteligente porque había engañado muy fácilmente al
mono.
Fingía que mejoraba, para mostrar que las manzanas
hacían efecto. Pero la mejoría era lenta, para no dejar
de recibir las manzanas.
Hasta que un día, el cocodrilo, sin poder fingir más que
seguía enfermo, inventó que estaba casado y tenía hijos
y que su familia había contraído su enfermedad y también
iba a necesitar manzanas.
El mono, pensando que era verdad, lo lamentó mucho y
dijo:
- ¡Qué pena! ¡Pero no te preocupes, amigo cocodrilo!
¡Voy a ayudarte con las manzanas y ellos también podrán
curarse, de seguro!
- Gracias, amigo mono. ¡Volveré mañana, a la misma hora,
entonces!
El cocodrilo se fue nadando lento, pensativo. Había
conseguido lo que quería: otro suministro de manzanas,
por muchos días. Pero, algo no iba bien, pues el
cocodrilo, en vez de sentirse feliz, comenzó a sentirse
muy mal.
Se acordaba de las conversaciones con el mono, que
además de entregarle las frutas era siempre muy
simpático. El cocodrilo se dio cuenta de que el mono era
muy bueno, pues se preocupaba por su salud y hasta lo
llamaba amigo.
El cocodrilo ya no se sentía ni un poco inteligente. Se
sentía en verdad un tonto, por haber mentido. Pensar en
el mono, que siempre lo trataba tan bien, lo
avergonzaba.
El cocodrilo se quedó tan apenado con la situación que
se quedó algunos días sin ir a buscar las manzanas. Ni
nadaba más por esa parte del río.
Pero eso no lo hacía mejorar. Todavía pensaba en el
mono. Imaginaba que ahora él debía estar preocupado,
pensando que el cocodrilo tenía problemas o enfermo de
nuevo.
El cocodrilo se sentía cada vez peor. Un día, su
conciencia lo perturbaba tanto que decidió buscar al
mono y contarle toda la verdad.
Así lo hizo. El mono se quedó muy decepcionado.
El cocodrilo estaba triste, pero se sintió también
aliviado porque, finalmente, estaba siendo sincero. Y
finalizó la conversación diciendo:
- Espero que puedas perdonarme, amigo mono. Estoy muy
arrepentido. Reconozco cuánto te preocupaste en
ayudarme. Nunca más voy a mentirte, ni a ti ni a nadie
más. Aprendí que tener la conciencia en paz es mejor
incluso que comer manzanas.
Al comienzo, el mono se sintió humillado por haber sido
engañado. Después, comprendió que quien se había
humillado era el cocodrilo mismo, por haber actuado mal.
Después de un tiempo, el mono acabó perdonando al
cocodrilo. Iba a darle otra oportunidad. El cocodrilo
quedó muy agradecido y ellos pasaron a ser grandes
amigos.
Continuaron encontrándose para conversar y reír juntos.
El cocodrilo no pedía, pero el mono, sabiendo cuánto le
gustaban las manzanas, a veces recogía algunas para él.
El cocodrilo encontró una forma de devolver la gentileza
de su amigo: le enseñó a nadar al mono. Y cuando él se
cansaba, lo cargaba en su espalda y los dos hacían
largos paseos juntos.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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