Tema: Felicidad
La nube Esponjosita
Esponjosita era una pequeña nube blanca. Parecía un gran
pedazo de algodón, flotando en el aire.
Le gustaba tomar aventones en los vientos y pasear por
el cielo para allá y para acá, conociendo todo. Hacía
eso todos los días. Pero, hacía un tiempo, Esponjosita
empezaba a sentirse aburrida.
Pasear era agradable, pero siempre era la misma cosa.
Sentía la necesidad de algo diferente, sus días sin
rumbos empezaban a dejarla molesta.
Un día, Esponjosita encontró una gran nube, con quien
comenzó a conversar.
- Hola yo soy Esponjosita, ¿cómo te llamas?
- ¡Hola, querida mía! ¡Mucho gusto, yo soy Linda! Qué
bello día, ¿no? ¡Siento que este va a ser un día
maravilloso! – respondió la gran nube, con alegría.
- Qué bueno que pienses eso – dijo Esponjosita,
desanimada. -Porque yo siento que este va a ser un día
común, como han sido los otros, sin nada especial.
Linda, que era una nube más vieja y experimentada,
sonrió a Esponjosita, comprendiendo lo que pasaba, y
dijo con cariño:
- Querida mía, nosotras somos quienes hacemos nuestro
día. Si tú quieres ser feliz, distribuye alegría. Y
haciendo a los otros felices es que encontramos nuestra
propia felicidad.
Esponjosita nunca había pensado en eso. La
única alegría que ella conocía hasta ese momento era el
placer de pasear, la sensación de la frescura del
viento, el confort de flotar… Pero eso no era duradero.
Y no era una novedad más para ella. Por eso Esponjosita
pensó que valía la pena intentar lo que su nueva amiga
propuso. Pero, dándose cuenta de que no sabía cómo
hacerlo, preguntó:
- Pero Linda, ¿cómo hacer eso? ¿A quién puedo hacer
feliz?
- Eso no lo sé, exactamente. Cada uno tiene un talento,
una condición especial. Pero si rezas, pidiendo a Dios,
que es el creador de todo y de todos los que existen, él
va a ayudarte a darte cuenta. Cierra los ojos,
concéntrate y conversa con Él con el pensamiento. Él va
a escuchar tus palabras, sentir tu emoción y, si son
sinceras, va a ayudarte, con seguridad.
Linda le dio un abrazo muy agradable, de nube blanda, a
Esponjosita y se despidió.
Esponjosita, entonces, hijo lo que Linda sugirió: rezó.
Con mucho sentimiento, pidió que Dios la ayudara. Cuando
terminó la oración, abrió los ojos y vio que nada había
cambiado. Esperó algunos minutos y, sintiendo la
frescura del viento que pasaba, tomó un aventón, como
acostumbraba a hacer.
Pero, mientras se movía lentamente, miró hacia abajo y
vio niños que estaban tumbados en la hierba. Ellas
apuntaban hacia arriba, conversaban y reían.
Esponjosita se dio cuenta que ellos estaban hablando de
las nubes y de sus formas. Entrando en el juego,
Esponjosita tomó la forma de un perrito, lo que los
niños adoraron. Después, se volvió bien redonda, con un
hueco en medio, pareciendo una rosquilla. En seguida, se
estiró hasta parecer un castillo lleno de torres. A
veces, los niños adivinaban, a veces se equivocaban y
hablaban de formas en las cuales Esponjosita ni había
pensado. Ella reía con eso y trataba hacer más. Los
niños y Esponjosita se divirtieron un buen tiempo en ese
juego.
Cuando el viento ya había llevado a Esponjosita lejos,
ella vio una plantación. Algunos agricultores trabajaban
ahí. Estaban cansados y sudorosos debido al fuerte calor
del sol.
Esponjosita, entonces, tuvo una idea: decidió quedarse
ahí parada, en vez de continuar su pasea. Bloqueando el
sol, hizo sombra sobre esos hombres. Ellos miraban hacia
ella aliviados. Parecían agradecer que ella estuviera
ahí. Esponjosita se quedó ahí el tiempo que fue
necesario hasta que ellos terminaran sus tareas. Se
sintió importante. Estaba haciendo la diferencia para
esos trabajadores y eso la dejó feliz.
Cuando el día terminaba, Esponjosita vio un campo muy
hermoso, pero con una maceta llena de flores marchitas.
Estaban secas, sufriendo por el fuerte calor de ese día
de verano.
Esponjosita ya estaba convencida de que Linda tenía
razón. Había pasado el día alegrando y aliviando a las
personas y se sentía muy bien. Por eso, no lo pensó dos
veces. Se acercó cuando pudo a la maceta y se exprimió
hasta hacer caer una fina y deliciosa lluvia sobre las
delicadas flores.
En pocos minutos, la tierra quedó mojada y las flores,
recibiendo el agua fresca, volvieron a quedar bonitas y
saludables.
Esponjosita, observando el colorido de las lindas
flores, se sintió realizada.
La noche llegó. Todo quedó oscuro y quieto. Espojosita
estaba muy feliz. Se acordó de las palabras de Linda.
Ella tenía razón al decir que ese sería un día
maravilloso.
Con los ojos cerrados, la nubecita rezó, diciendo:
- Gracias, Dios mío, porque hoy he conocido a Linda, que
me enseñó cosas tan importantes. Gracias
al Señor por haberme ayudado a darme cuenta cómo puedo
ser útil a los demás. ¡Gracias por el día de hoy, Dios!
¡Muchas gracias!
Y así, terminando su día, Esponjosita durmió muy feliz…
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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