Tema: Perdón
El Río Bello
Era un día soleado, y Martina y su familia estaban en
carro, paseando. Se dirigían hacia el Río Bello, que era
un río muy bonito, con agua limpia, cardúmenes de peces
y bastante vegetación alrededor.
La familia ya había estado ahí algún tiempo atrás y les
había gustado mucho.
Nadaron, caminaron entre los árboles a la orilla del
río, observaron a los animales y la belleza de la
naturaleza. Y esperaban repetir el agradable paseo ese
día.
Todos estaban emocionados, menos Martina. Ella estaba
molesta con un hecho sucedido en el colegio. Esa semana,
los alumnos habían tenido el “día especial”, el día en
que estaba permitido llevar una lonchera con golosinas y
juguetes o juegos para jugar con los compañeros durante
el recreo.
Martina llevó su muñeca favorita, y la dejó al lado de
su mochila. Era
una muñeca cara, que se movía y hablaba.
Cuando tocó la campana, a la hora de recreo, todos los
niños se levantaron de sus carpetas y corrieron,
alborotados, para comenzar pronto los juegos. Sin
querer, Sandra tropezó y pisó la muñeca de Martina,
rompiendo el delicado juguete. Sandra sabía lo mucho que
a Martina le gustaba la muñeca y le pidió sinceras
disculpas, pero Martina no se consoló y se quedó molesta
por varios días.
En el camino hacia Río Bello, su madre conversaba con
ella:
- Hija, intenta botar esa rabia de tu corazón. Sandra se
disculpó por el accidente, y todo ese sentimiento
negativo solo va a hacerte mal.
Llegando cerca al río, la familia se dio cuenta de que
el lugar no estaba como lo recordaban. Había
basura por todas partes, las plantas parecían tristes.
Después de estacionar el carro y caminar hasta la orilla
del río, otra decepción – el agua estaba muy sucia, con
mal olor. Ni había señal de los pececitos coloridos que
acostumbraban a nadar ahí.
- Todo está contaminado. ¡Ahora lo correcto será llamar
Río Feo al que fue Río Bello! ¡No tiene sentido
quedarnos aquí! – dijo el hermano de Martina, muy
triste.
- ¡Es verdad! Volvamos a casa... ¡Qué pena! – se lamentó
el papá – Las personas que tiran basura a la naturaleza
no tienen idea de lo que están haciendo – se lamentó el
papá.
- Es muy triste en verdad - estuvo de acuerdo la mamá. –
La basura acumulada mata la vida dentro del río y
alrededor de él. Son las personas sin conciencia las que
hacen esto.
- Pueden haber sido personas que quisieron malograr el
río a propósito. Hay personas que solo saben hacer
maldades – dijo Martina, amargada, completando – como
Sandra, por ejemplo.
La mamá, entonces, volteó hacia ella y habló con voz
seria:
- No hables así, Martina, Sandra ya se disculpó por tu
muñeca. ¿Estás viendo el malestar que causa la
contaminación? Si no logras superar lo que pasó, es como
si estuvieras guardando basura, que te va a hacerte daño
a ti y a las personas que te rodean. Si te apegas a esos
sentimientos negativos, estarás siempre amargada y
hablando cosas desagradables.
Martina se quedó muy impresionada con esas palabras de
su madre. De vuelta a casa, pasó la mayor parte del
tiempo callada, reflexionando sobre sus actos y el
estado del río. No quería ser como un río contaminado,
desagradable, que aleja a las personas buenas que no
aguantan quedarse a su lado.
El lunes, de vuelta al colegio, la profesora comenzó la
clase preguntando lo que los niños sabían sobre la
contaminación y los cuidados con la naturaleza.
Acordándose de la experiencia en el Río Bello, Martina
levantó pronto la mano para responder:
- La contaminación es la suciedad que las personas dejan
en los lugares. La contaminación estropea las cosas.
Deja todo feo, apestoso y sucio.
- Muy bien, Martina – dijo la profesora. – Por eso es
importante saber lo que podemos hacer para ayudar al
ambiente y evitar la contaminación. Reciclar, tirar la
basura en el lugar correcto, preservar los árboles…
Incluso si un ambiente está contaminado, es posible
recuperarlo, solo depende de nuestras acciones…
Durante la clase, Martina se acordó de las palabras de
su madre y de cómo estaba guardando un resentimiento
hacia Sandra por haber roto su muñeca. Eso era la
“basura” que ella quería sacar de su corazón.
Por eso, cuando tocó la campana, Martina buscó a Sandra
y le mostró la actividad que había hecho durante la
clase – el dibujo de un río muy azul, muchos árboles y
dos niñas:
- ¡Somo tú y yo, Sandra! – explicó Martina. – Discúlpame
por haberme enojado mucho contigo. ¿Somos
amigas de nuevo? – sonrió, y Sandra sonrió también.
Martina aprendió valiosas lecciones. El río, o cualquier
ambiente que haya sido contaminado, depende de las
acciones de las personas para recuperarse. Pero las
personas no dependen de nadie sino de sí mismas para
dejar el mal que les sucede, atrás, y seguir adelante,
en paz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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