Tema: Amistad
La Balanza
Cuando era niño, vivía peleándome con mis compañeros de
juego. Y volvía a casa lamentándome y quejándome de
ellos. Eso sucedía la mayoría de las veces con Beto, mi
mejor amigo.
Un día, cuando corrí a casa y busqué a mamá para
quejarme de Beto, ella me escuchó y dijo lo siguiente:
- Ve a buscar tu balanza y los bloques.
- Pero ¿qué tiene que ver eso con Beto?
- Ya verás... Vamos a hacer un juego.
Obedecí y traje la balanza y los bloques. Entonces,
ella dijo:
- Primero vamos a colocar en este plato de la balanza un
bloque para representar cada defecto de Beto. Cuéntame
cuáles son.
Fui enunciándolos y cierto número de bloques fue apilado
en ese lado.
- ¿No tienes nada más que decir?
Yo no tenía y ella propuso:
- Entonces, ahora vas a enumerar sus cualidades. Cada
una de ellas será un bloque en el otro plato de la
balanza.
Yo dudé, pero ella me animó diciendo:
- ¿Él no te deja andar en su bicicleta? ¿No comparte su
postre contigo?
Estuve de acuerdo y empecé a mencionar lo que había de
bueno en el carácter de mi amiguito. Ella fue colocando
los bloques del otro lado. De repente me di cuenta de
que la balanza oscilaba. Pero vinieron otros y otros
bloques en favor de Beto. Me
reí y mi mamá observó:
- A ti te agrada Beto y estás feliz por comprobar que
sus buenas cualidades superan sus defectos. Eso siempre
pasa, conforme tú mismo lo vayas comprobando a lo largo
de tu vida.
Y en efecto. A través de los años ese pequeño incidente
de pesaje ha ejercido una importante influencia sobre
mis juicios. Antes de criticar a una persona me acuerdo
de esa balanza y comparo sus puntos buenos con los
malos. Y, felizmente, casi siempre hay una ventaja
compensadora, lo que fortalece mucho mi confianza en el
género humano.
Del libro “Y, para el resto de la
vida...”, de Wallace Leal V. Rodrigues.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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