Tema: Orgullo
La Hormiga orgullosa
Érase una vez una hormiga muy trabajadora y
disciplinada. Por tener esas virtudes y poder hacer
cosas buenas, se hallaba mejor que los demás y vivía
criticándolos.
“Dios mío, ¿cómo puede esa Cigarra vivir sin hacer nada
todo el día, solo cantando? ¿Será que no se avergüenza
de no trabajar, cuando me ve?”
“¡Mira allá al saltamontes! ¡Con
esas piernas enormes y raras! Solo sabe comer hojas todo
el día. Debería
construir una casa para él, ¡eso sí!”
Una vez, cavando la tierra para construir su hormiguero,
encontró una lombriz, que tampoco escapó a sus
comentarios maliciosos.
“¡Vaya, qué insecto más feo! ¡Sin piernas ni brazos, con
el cuerpo flácido! Debe ser por vergüenza que vive bajo
tierra. De seguro quiere evitar encontrarse con alguien
como yo, con piernas ágiles y fuertes. Pobrecita…”
La Hormiga era arrogante y convencida. Pensaba que su
manera de vivir era la única correcta y que los otros no
eran lo bastante buenos para ser sus amigos.
Un día, la Hormiga pasaba cerca de un árbol y la
Cigarra, que estaba en una de las ramas, la saludó:
- Hola, Hormiga, ¿todo bien?
Pero la Hormiga, como de costumbre, no respondió y
apresuró el paso.
- ¡Vaya, Hormiga! ¿No tienes educación? Nunca saludas a
tus vecinos – suspiró la Cigarra, enfadada.
- ¡No tengo tiempo, tengo mucho qué hacer! – respondió
la Hormiga, apresurada.
- Pues pienso que esa no es la cuestión. Deberías saber
que existe mucho más en las personas y en las cosas de
lo que ves. ¡El Búho, por ejemplo, es considerado el
animal más sabio que existe! ¡Y, aun así, es humilde y
trata a todo el mundo bien!
La Hormiga, que ya se alejaba del árbol, no respondió.
Pero se quedó curiosa. ¿Será que el Búho era en verdad
tan sabio? Tuvo ganas de conocerlo y, en un bello día,
buscó al Búho en su árbol.
- ¡Hola. Hormiga! ¡Qué placer recibirte! ¿Cómo estás? –
dijo el Búho, gentil.
- Hola... Entonces, ¿ya me conoces? – preguntó la
Hormiga.
- Sí, pero solo de vista. Observo tu admirable trabajo.
En mi modesta opinión, escogiste muy bien el lugar donde
construiste tu hormiguero. Ahí crecen lindas plantas,
debido al suelo fertilizado por las lombrices. También
viven buenos vecinos alrededor, como el saltamontes y
los otros que traen riquezas de vida a nuestra región.
Tú y tu casa están protegidas por la diversidad de la
fauna y de la flora. Pero… ¿Cuál es el motivo de tu
visita? ¿En
qué puedo ayudarte?
La Hormiga, escuchando los primeros comentarios del
Búho, se convenció de que en verdad él era muy sabio. Y
mirándolo con admiración, preguntó:
- Quería saber cómo puedes ser así. ¿Eres en realidad,
como dicen, el animal más sabio que existe?
El Búho, entonces, sonrió y respondió:
- Amiga mía, yo observo todo lo que está a mi alrededor.
Haciendo eso, aprendo mucho. ¿Pero quieres saber una
cosa?
La Hormiga dijo que sí con la cabeza y el Búho concluyó:
- Cuanto más aprendo, más me convenzo de una cosa: ¡solo
sé que nada sé!
- ¿Cómo así? – preguntó, admirada, la Hormiga.
- Yo sé muchas cosas, pero todavía me falta mucho más
por aprender. No miro solo
hacia abajo. Miro también hacia arriba y a lo lejos. Y
percibo que no sé
nada sobre el cielo, ni sobre el fondo del mar, ni del
desierto, o de las leyes de la naturaleza. Amiga mía,
todos nosotros formamos parte de un universo grande y
hermoso. Sé que soy solo una pequeña parte de él.
Nosotros somos muy especiales por haber sido creados por
Dios, ¡que es perfecto en todo lo que hace! Pero estamos
lejos de conocer todo y, sin duda, no somos mejores que
nadie.
La Hormiga no sabía qué decir. Ella, que se creía tan
superior, se dio cuenta cuán pequeña era ante el mundo.
Entonces, solo agradeció la atención del Búho, se
despidió y se fue a casa, pensativa.
Al día siguiente, la Hormiga estaba diferente. Salió de
casa y observó los grandes saltos del saltamontes, algo
que ella nunca lograría hacer. Conversó con la Cigarra y
le contó que había conocido al Búho. Observó el bello
lugar donde vivía y se acordó, con respeto, de las
lombrices.
Desde ese día, la Hormiga aprendió a no mirar solo hacia
sí misma y sentirse grande. Ella ya sabía mirar más
allá, y sabía que era grande, pero no por ser mejor que
los otros sino por formar parte de algo mucho mayor.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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