Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Buena voluntad; optimismo


La Gruta de las Piedras de Colores


La madre de Julio estaba muy preocupada por su hijo. Conversando con el niño, se había dado cuenta de que le faltaba motivación. No quería ir al colegio, ni al entrenamiento de fútbol que tanto le gustaba. Además, la compañía de sus amigos que venían a buscarlo tampoco le agradaba más.

Conversó con su esposo, que tuvo una idea. Buscó a su hijo y le dijo:

- Julio, el próximo fin de semana quiero llevarte a un lugar muy bonito, donde nunca has estado. Es un poco lejos de aquí, pero vale la pena. ¡Creo que te va a gustar!

El papá de Julio acostumbraba a explorar la naturaleza. Conocía lugares especiales y varios caminos. En otras ocasiones en que Julio lo había acompañado, siempre le había gustado mucho.

Llegó el sábado. Julio y su padre cargaron sus mochilas con refrigerio, agua y sus equipos y fueron al lugar del paseo.

- ¿A dónde estamos yendo, papá? – preguntó el niño, curioso.

- Vamos a la Gruta de las Piedras de Colores. Es un lugar encantador, diferente a todo lo que hayas visto.

Estacionaron el carro en un lugar seguro y caminaron por un buen tiempo. El padre, entonces, le explicó a Julio que entrarían por una abertura, recorrerían el interior de la gruta y saldrían por otro lado.

Entonces, cuando entraron en la gruta, Julio reparó en la textura de las paredes, que daban al ambiente un aspecto muy bonito. El niño comenzó a caminar, acompañado por su padre, que le indicaba el camino.

Sucedía que, conforme se adentraban en la gruta, la luminosidad disminuía. El padre, que conocía bien el lugar, se movía con facilidad. Pero Julio se tropezó con una piedra y casi se golpeó la cabeza…

El padre, entoncesle informó:

- Esta parte de la gruta ya presenta las piedras de colores. Y en las paredes, las formaciones causadas por la humedad que filtra del techo son verdaderas esculturas naturales, que tomaron centenares de años para formarse.

Julio no lograba ver nada, mucho menos las bellezas que su padre decía que estaban ahí.

Los dos anduvieron algunos pasos más y la oscuridad tomó control de todo. El padre, entonces, se detuvo y sacó de su mochila dos linternas de cabeza, apropiadas para ese tipo de paseo. Ajustó una de ellas sobre sí mismo y la otra en la cabeza de su hijo.

- Listo, ahora enciende la tuya, apretando ese botón – le dijo a Julio.

El niño apretó el botón y una luz fuerte, que partía de su linterna, iluminó todo el ambiente, que quedó inmediatamente transformado.

Julio se sorprendió con esa visión repentina. A donde volteara la cabeza, la luz en su cabeza le permitía ver las piedras de colores incrustadas en las paredes. Tenían colores y formas variadas: blancas, amarillas, rojas, azules, verdes, lilas; mates, brillantes, pequeñas, redondas, puntiagudas, grandes…

Julio fue caminando lentamente, deslumbrado con lo que veía. Su padre encendió su linterna también y fue detrás de su hijo, que compartía con él cada descubrimiento.

Después de algunos metros, Julio avistó un pequeño lago. El agua era transparente y era posible ver el fondo, donde la arena hacía diseños. También había cristales, que brillaban de manera diferente por estar bajo el agua.

Julio halló todo eso increíble.

Pronto padre e hijo vieron la luminosidad de la salida. En el camino de regreso, Julio, contento, dijo a su padre:

- ¡Gracias, papá! Me encantó conocer la Gruta de las Piedras de Colores. ¡Es muy linda!

- Qué bueno que te gustó. Te traje aquí no solo por paseo. Me gustaría que también reflexiones sobre algo. ¿Cómo crees que habría sido el paseo si no hubiéramos encendido las linternas?

- ¡Oh, sería un horror! ¡En la oscuridad, no se vería ninguna belleza, y sería hasta peligroso! – respondió Julio, rápidamente. – ¿Pero me trajiste aquí solo para que aprendiera que no debo olvidar la linterna?

El padre se rio de la conclusión precipitada de su hijo y respondió sonriendo:

- ¡Eso también sería un aprendizaje útil! Pero yo quería hablarte sobre algo más importante, hijo. La vida es como esa Gruta de las Piedras de Colores. Si no iluminamos eso que está a nuestro alrededor, nada tiene gracia, ni valor. Pasamos por la vida sin ningún provecho. Es nuestro papel ver las cosas con buenos ojos y saber ver las bendiciones en las oportunidades que tenemos.

- ¿Cómo así? – preguntó Julio.

- Tienes muchas cosas buenas en tu vida y tal vez no te estés dando cuenta. El colegio, por ejemplo. Puede tener exigencias, ¿pero ya pensaste si no tuvieras la oportunidad de estudiar? El entrenamiento de fútbol puede ser extenuante, ¿pero ya pensaste qué genial sería participar en un campeonato? Todo tiene dos lados. Uno que puede ser “oscuro” y uno que “brilla”. ¡Para ver las cosas bonitas, tienes que encender la luz! ¿Entendiste?

- ¡Creo que sí! – respondió Julio, pensativo.

Llegando a casa Julio contó a su mamá, con entusiasmo, todo sobre la gruta. El padre miró a su esposa. Ambos sonrieron satisfechos por ver a su hijo feliz.

A la hora de dormir, Julio se acordó de las bellezas de la gruta y reflexionó sobre las enseñanzas que había tenido. Decidió que al día siguiente iría a “encender su luz” y buscar ver el lado bueno de las cosas.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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