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La noble misión del médium espírita-cristiano
Parte 1 |
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La mediumnidad practicada a la luz del Espiritismo es
perenne fuente de bendiciones y armonía
“(...) Antes de ser médium de los fenómenos comunes, no
olvide que todo aquel que da de sí mismo la más sencilla
colaboración a la obra del bien es instrumento de Jesús,
en el perfeccionamiento del
mundo”. –
Agar1
La mediumnidad permite la comprobación de dos puntos
básicos del Espiritismo: La Comunicabilidad de los
Espíritus y la Inmortalidad del Alma. En ella está
arraigado el aspecto “Consolador” de la Doctrina
de los Espíritus, ya que no hay alegría mayor que pueda
recibir un corazón ulcerado por el dolor de la
separación, que la comprobación de la sobrevivencia, más
allá de la tumba, de un ser querido que dejara detrás de
sí el vacío incompleto de la presencia física.
Sin recelo de equívoco, podemos afirmar que la
mediumnidad es la madre de la Doctrina Espírita; y
también podemos concluir de la misma forma, que – hoy en
día – la hija (Doctrina Espírita), ya emancipada, debe
cuidar con mucho celo de su madre (la mediumnidad).
En unisono con el Maestro
de Lyon, aduce Alberto2: “(...)
la mediumnidad es bendición bajo cualquier aspecto
considerada, porque faculta la constatación de la
sobrevivencia del Espíritu a la disyunción molecular, lo
que es fundamental para un comportamiento compatible con
los factores que generan felicidad. Luego, enseña
oportunidades valiosas para el ejercicio de la
autoiluminación, por las instrucciones de que el médium
se haga portador, adoptándolas, de inicio, para sí mismo,
antes que para los otros. Por fin, pudiendo ejercer una
forma de caridad especial, que es la de auxiliar en el
esclarecimiento de aquellos que se demoran en la
ignorancia de su realidad después de la desencarnación,
granjeando amigos y hermanos excepcionales, que se le
incorporan a la afectividad. La mediumnidad, por tanto,
ejercida con la lógica aspiración en la Codificación
Kardecista, constituye valioso patrimonio para la
elevación y la paz. El médium, por eso mismo, es donador
transitorio de oportunidades impares para la plenitud,
no pudiéndose permitir la liviandad de utilizar ese
noble recurso de manera comprometedora, vulgar,
insensata...
Joanna de Ângelis3 viene a recordarnos lo
siguiente: “(...) con propiedad, aseveró el apóstol
Pablo que hay diversidad de dones, mas el espíritu es
el mismo (Cor. 15:4-10), gracias a los cuales
se manifestan los fenómenos que proceden de Dios, a
través de la palabra de
sabiduría, de
la escritura, de la profecía, de las lenguas, de las curas,
todo como manifestación del Espíritu. Posteriormente,
por ocasión de la Codificación del Espiritismo,
Allan Kardec, estudiando las facultades mediúmnicas,
demostró que ellas se presentan con variedad y
polimórfia.
Incluso cuando se trata de una expresión que la tipifica
en todos los individuos, he la que varia de cualidad
conforme el instrumento por el cual se manifesta.
(...) La mediumnidad es facultad neutra, presentándose
tanto a través de personas dignas como extravagantes.
Los fenómenos que produce resultan siempre de las
cualidades morales de sus portadores.
Es comprensible, por tanto, que el mandato mediúmnico se
revista de elevación y de entereza espiritual en todo
aquel que desea vivir con sabiduría, especialmente
cuando se encuentra comprometido con la actividad
espírita.
Nunca debe el médium permitirse la sistemática sintonía
con las Entidades de conducta vulgar, buscando distraer
y agradar al público, tan ocioso como irresponsable,
siempre dispuesto al campeonato de la frivolidad. Jamás
olvidarse de que la mediumnidad debe ser considerada
como un instrumento santo y que de manera santa y
religiosamente debe ser utilizada.
La mediumnidad es puente através de la cual los
inmortales retornan a la convivencia con las criaturas
reencarnadas, advirtiéndolas, confortándolas,
preparándolas para la sobrevivencia a la muerte.
Canalizarle las energías de manera sabia y elevada,
constituye deber impostergable de todo aquel que, médium
ostensivo o natural, sea portador de una o de varias
facetas mediúmnicas.
Se vuelve veraz, y los fenómenos por tu intermedio serán
auténticos. Te hace responsable y serio, y los hechos
mediúmnicos a que dieras origen merecerán credibilidad
y consideración. Vive conforme recomiendan los Espíritus
nobles, y aquellos que participan de tus experiencias
mediúmnicas se esforzarán para vivir dignamente.
Ejercita la caridad y la renuncia, ayudándote y a tu
prójimo, y los buenos Espíritus te elegirán para
instrumento de su ministerio de iluminación humana...
Jesús, en la condición de Médium de Dios, vivió
integralmente todo cuanto nos enseñó a fin de buscarnos
la gloria celestial”.
Léon Denis alecciona4: “nada verdaderamente
importante se adquire sin trabajo... Una lenta y
laboriosa iniciación se impone a los que buscan los
bienes superiores. Como todas las cosas, la formación y
el ejercicio de la mediumnidad encuentran dificultades,
bastantes veces ya señaladas; conviene insistir en eso,
a fin de prevenir a los médims contra las falsas
interpretaciones.
Causas de Error y Desánimo
Desde que, por un trabajo preparatorio, las facultades
del médium adquieren cierta flexibilidad, los resultados
que se comienzan a obtener son casi siempre debidos a
las relaciones establecidas con los elementos inferiores
del mundo invisible. Una multitud de Espíritus nos
cercan, siempre ávidos de comunicarse con los hombres.
Esa multitud es – sobre todo - compuesta de almas poco
adelantadas, de Espíritus livianos, algunas veces malos,
que la densidad de sus propios fluidos conserva presos a
la Tierra. Las inteligencias elevadas, animadas de
nobles aspiraciones, revestidas de fluidos sutiles, no
permanecen esclavizadas a nuestra atmósfera después de
la separación carnal: remontan más alto, a regiones que
su grado de adelantamiento les indica. De ahí bajan
muchas veces - es cierto - para velar por los seres que
les son queridos; se inmiscuyen con nosotros, más
únicamente para un fin útil y en casos importantes,
donde resulta que los principiantes casi nunca obtienen
sino comunicaciones sin valor, respuestas graciosas,
triviales, a veces inconvenientes, que los impacientan y
desaniman... Ya en otros casos el médium inexperto
recibe dictados subscritos por nombres celebres,
conteniendo revelaciones apócrifas que le captan la
confianza y lo llenan de entusiasmo. El inspirador
invisible, conociéndoles los lados vulnerables, le
lisonjea el amor propio y las opiniones, le superexcita
la vanidad, acumulándolo de elogios y prometiéndole
maravillas. Poco a poco lo va desviando de cualquier
otra influencia, de todo exame esclarecido y lo lleva a
insultarle en sus trabajos. Es el comienzo de una
obsesión, de un dominio exclusivista, que puede conducir
al médium a deplorables resultados.
Esos peligros fueron, desde los principios del
Espiritismo, señalados por Allan Kardec; todos los días,
estamos aun viendo médiums dejarse llevar por las
sugestiones de Espíritus embusteros y ser víctimas de
mistificaciones que los vuelven
ridículos.
Cuidados iniciales
Muchas decepciones y sinsabores serían evitados si se
comprendiese que la mediumnidad recorre fases sucesivas,
y que, en el periodo inicial de desenvolvimiento, el
médium es, sobre todo asistido por Espíritus de orden
inferior, cuyos fluidos, aun impregnados de materia, se
adaptan mejor a los suyos y son apropriados a ese
trabajo de bosquejo, más o menos prolongado, a que toda
facultad está sujeta.
Solo más tarde, cuando la facultad mediúmnica –
suficientemente desenvuelta – adquirió la necesaria
maleabilidad, y se hizo dúctil el instrumento, es que
los Espíritus elevados pueden intervenir y utilizarla
para un fin moral e intelectual.
El periodo de ejercicio, de trabajo preparatorio, tan
fértil muchas veces en manifestaciones groseras y
mistificaciones, es, pues, una fase normal de
desenvolvimiento de la mediumnidad: es una escuela en
que nuestra paciencia y discernimiento se ejercitan, en
que aprendemos a familiarizarnos con el modo de obrar de
los habitantes del Más Allá. En esa fase de prueba y de
estudio elemental, debe siempre el médium estar de
sobreaviso y nunca apartarse de una prudente reserva. Le
cumple evitar cuidadosamente las cuestiones ociosas o
interesadas, las bromas, todo en suma que reviste
carácter frívolo y atrae a los Espíritus livianos.
Es preciso no dejarse desanimar por la mediocridad de
los primeros resultados, por la abstención y aparente
indiferencia de nuestros Amigos del Espacio. Médiums
principiantes, quedad seguros de que alguien vela por
vosotros y de que vuestra perseverancia es puesta a
prueba. Cuando hubierais llegado al punto
requerido, influencias más altas llegarán a vosotros y
han de continuar vuestra educación psíquica.
Mediumnidad: Un Sagrado Don del Cielo
No procuréis en la mediumnidad un objetivo de mera
curiosidad o de simple diversión; considerarla de
preferencia un don del Cielo, una cosa sagrada, que
debéis utilizar con respeto, para el bien de vuestros
semejantes. Elevad el pensamiento a las Almas generosas
que trabajan en el progreso de la humanidad; ellas
vendrán a vosotros y os han de amparar y proteger.
Gracias a ellas, las dificultades del comienzo, las
inevitables decepciones que experimentareis no tendrán
desagradables consecuencias; servirán para esclareceros
la razón y desenvolveros las fuerzas fluidicas.
La buena mediumnidad se forma lentamente, en el estudio
calmado, silencioso, recogido, lejos de los placeres
mundanos y del tumulto de las pasiones. Después de un
periodo de preparación y expectativa, el médium coge el
fruto de sus perseverantes esfuerzos: Recibe de los
Espíritus elevados la consagración de sus facultades,
maduradas en el santuario de su alma, al abrigo de las
sugestiones del orgullo. Si guardas en su corazón la
pureza de acto y de intención, vendrá, con la asistencia
de sus guías, al volverse cooperador utilísimo en la
obra de regeneración que ellos vienen realizando.
Terminada la primera fase de desenvolvimiento de sus
facultades, lo importante para el médium es obtener la
protección de un Espíritu bueno, adelantado, que lo
guie, inspire y preserve de cualquier peligro.
En la mayor parte de las veces es un pariente, un amigo
desaparecido que desempeña al pie de él esas funciones.
Un padre, una madre, una esposa, un hijo, si adquirirán
la experiencia y el adelantamiento necesarios, nos
pueden dirigir en el delicado ejercicio de la
mediumnidad. Mas su poder es proporcionado al grado de
elevación a que llegarán, y no siempre su ternura y
solicitud bastan para defendernos de las envestidas de
los Espíritus inferiores.
Dignos de loor son los médiums que, por su desinterés y
fe profunda, han sabido atraer, como una especie de
aliados, a los Espíritus de alta elevación, y participar
de su misión. Para hacer bajar de las excelsas regiones
a esos Espíritus; para decidirlos a sumergirse en
nuestra espesa atmósfera, es preciso ofrecerles
aptitudes, notables cualidades. Su ardiente deseo de
trabajar en la regeneración del género humano torna,
entretanto, esa intervención mucho menos rara de lo que
se podría imaginar.
Fin de la primera parte – continua
en la próxima edición.