Especial

por Claudia Gelernter

En tiempo de crisis

“Pese al dolor y al llanto, no permitas

Que la fe sublime se degenere...

Abraza la lucha y sigue para el frente,

“Antes que sea tarde.”

Espíritu João Coutinho*


Es de notarse que, en todas las épocas de la historia, las grandes crisis sociales fueron seguidas de una era de progreso.” - Allan Kardec, 1868.

 

Los buenos Espíritus nos alertaron para el hecho de estar dejando para trás un periodo de pruebas y expiaciones para adentrarnos, dentro de algunos siglos, en un nuevo grado. El Planeta sigue su ritmo, convocándonos a cambios, cada vez más rápidos. Innegable la percepción de que todo se aceleró, lo cotidiano a veces se presenta en un ritmo frenético. Y, te entregas a una rutina sobre-humana, sin mucha reflexión al respecto, hemos enfermado.

El número de personas acometidas por problemas mentales es alarmante. ¡Mas, no solo! Nuestro planeta reclama sobre los desvarios humanos, con la extracción de los recursos naturales, de manera infinita, en un orbe finito. 

Justamente por estar en esta irregularidad entre lo que hemos hecho de nosotros y del mundo y lo que precisamos hacer (urgentemente), hemos presenciado crisis de todas las órdenes, del individuo a la sociedad y naturaleza. 

Primero, importante es que busquemos definir “crisis” en cuanto a su aspecto temporal (cantidad de tiempo) y de profundidad (cualidad e intensidad de las emociones mobilizadas, dentro de este espacio de tiempo).

Aquí la palabra crisis, diferente del concepto de la psicopatologia, donde es vista como algo de corta duración, aunque de fuerte intensidad (Dalgalarrondo, p. 297), es colocada como un fenómeno que puede englobar uno o diversos hechos, variadas emociones enganchadas al dolor, durante un largo espacio de tiempo. 

Cierto es que, en nuestro día a día, vivimos pequeños reveses, que pueden ir desde un dolor de diente, un neumático pinchado, hasta una respuesta desagradable dentro del supermercado. Todo eso puede traer malestar, sin embargo, momentáneo, pudiendo ser resuelto en poco tiempo. 

Ya, cuando hablamos de crisis, la situación tiene un carácter de mayor duración e intensidad. Son aquellos periodos en que nos vemos abatidos, sintiéndonos como que “sin rumbo en la vida”, muchas veces molestos con nosotros mismos, con Dios, con los otros, con la Vida, de forma general. 

Entonces, cuando hablamos de crisis estamos diciendo sobre un periodo de tiempo en la vida en que cosas difíciles ocurren (o la forma como las vemos es distorcida), trayendo dolores, angustias, miedos intensos. 

- ¡No hay caminos!

- ¡Parece que nunca más seré feliz!

- ¡¿Dios me olvidó?¡

- ¡No sé más qué hacer!

- Nada bueno debe ocurrir…

Son frases comunes en tiempos de crisis…

En el texto Luto y Melancolia, de 1915, Sigmund Freud comenta que la gran diferencia entre luto y depresión es que, en el luto existe la percepción de empobrecimiento del mundo (que pierde su brillo), atado al dolor. Ya en la depresión es la persona que pierde su valor, su brillo. Por tanto, en los lutos normales, vivimos el dolor profundo, constante, que depués se vuelve intermitente, hasta que de posible gestión, en cuanto que, en la depresión, el dolor, más allá de profundo trae el agravante de baja autoestima, poca valorización del yo en el mundo, minando fuerzas para la superación del proceso.

Por tanto, existen agravantes en el campo emocional, cuando hablamos de crisis. En cuanto es depresión, la persona tendrá mayores dificultades para superar el momento vivido, estando o no enlutada. Sobre eso podría escribir un artículo a parte, pero aun en este buscaré traer caminos, tanto para aquellos que perdieron esperanza en el mundo como para los que perdieron esperanzas en sí mismo.

En el Evangelio de Juan, en todo el capítulo 16, encontramos palabras de Jesús que traen un RX exacto de aquello que los discípulos tendrían que enfrentar. En ese capítulo, vemos al Maestro hablando abiertamente sobre los acontecimientos actuales y el porvenir. En verdad, en aquel momento las cosas iban de mal en peor – a pesar de todas las palabras benditas, de todas las curas y bendiciones distribuidas durante sus tres años de contacto con el pueblo, Jesús se sabia perseguido por los religiosos de la época; sus seguidores también eran amenazados y toda una obra parecía derribarse a los ojos de aquellos hombres simples - más no para el Rabi de Galilea, que, poseedor de una mirada espiritual de máxima amplitud, sabía de los desdoblamientos y de la necesidad de que tudo se hiciese exactamente como fue.

Entonces, anuncia que dejaría la esfera material, volviendo al plano Espiritual, en breve. Podemos imaginar como quedaban aquellos pobres hombres: dejaron sus familias, sus profesiones para seguir a Jesús. En un tiempo en que la espada era la ley, en que la religión se colocaba en la política, mezclándose totalmente. Proponer algo que estuviese fuera del status quo era considerado también un acto de demencia. ¿Cómo sería la vida de ellos, de ahí en adelante?

Y, la peor de las noticias, delante del escenario: “Yo salí del Padre y vine para el mundo; ahora dejo el mundo y voy para el Padre” (16:28). Persecución religiosa, pueblo dividido, dogmas antiguos que se enfrentaban con lo que acabaron de aprender… ¡Y aquel que cura, que calma, que esclarece, que ama, anuncia que está yéndose!

¿Cómo seguir sin la presencia física de Jesús? Podemos deducir la angustia presente en aquellos corazones de buena voluntad, mas de una fe no tan robusta…

Y Jesús, que los llamaba amigos, quien también trae el consuelo: “Digo que llorareis, mas vuestra tristeza se volverá alegría (16:20). Os veré nuevamente y vuestro corazón se alegrará y vuestra alegría nadie la quitará de vosotros” (16:22).

Y, delante del dolor y del espanto de todos, da el consejo, en pocas palabras: “En el mundo tendréis pruebas, mas animaros, yo vencí al mundo” (16:33).

Vencer al mundo tiene significado diferente de vencer en el mundo. El primer concepto dice respecto a estar por encima de las tendencias culturales que tienden a arrastrarnos a una vida antinatural, pautada en la ganancia, en el consumo, en el exhibicionismo. Jesús fue un revolucionario en su época: no se curvó a las imposiciones del fariseísmo, combatió la soberbia, luchó por los oprimidos, acogió a los marginados. Jamás estuvo en comunión con aquello que desaprobaba en sua cultura. 

Vencer al mundo es algo como “estar en paz a pesar de…” o sea, conseguir respetar las propias necesidades, preservándose de lo que hace mal. Ya vencer EN EL mundo dice respecto a alcanzar un lugar de status, de poder - lo que puede ser diametralmente opuesto a las necesidades del Espíritu. Cuando, delante de las vicisitudes, aquel que posee herramientas para vencer el mundo es el que presenta la fe firme, la acción positiva, la paciencia constante y el foco en el bien.

El benefactor espiritual Emmanuel, en la obra Palabras de Vida Eterna, psicografia de Francisco Cândido Xavier, capítulo 136 (En la Victoria Real), a partir de ese trecho del evangelio de Juan, comenta que Jesús “reconociase a pocos pasos de la muerte, a que se inclinaría, condenado sin culpa. Entretanto, él decía: “tened buen ánimo; yo vencí al mundo”. (P. 289). Depués termina: “Cuando te encuentres en crisis, acuérdate del Maestro”. (P. 289)

¿Qué podemos pensar sobre esa frase de Emmanuel?

¿Recordar a Jesús, en las crisis, será que significa orar a Él, pidiendo ayuda, como acostumbradamente hacemos? Sí, podemos orar, en la certeza de que las oraciones serán oídas. ¿Pero eso basta? Hemos visto que no. Recordar a Jesús es recurrir a Su historia de vida (Evangelios/ campo racional) y al propio corazón (buscar a Jesús en nuestra alma, en el campo de los sentimientos). 

Leyendo a los Evangelios podemos encontrar diversas lecciones, que van desde la paciencia hasta el perdón incondicional, pasando por la aceptación, mansedumbre y caridad. 

En nuestros corazones podemos encontrarnos con la energía del Amado Maestro, comprendiendo Su magnitud y Amor por las vías del sentimiento. Pensar En Él, Evocarlo y sentir Su presencia, Su paz, Su saber, sin nada razonar. 

Y, junto a tales orientaciones, sea por las vías de la razón o del corazón, podemos deducir que las crisis, sean ellas personales o sociales, nos convocan a:

  Percibir la cualidad de nuestra fe: ¿Ella está robusta? ¿Existe la certeza de la Guía Divina, del bien en toda situación, incluso en las más terribles? ¿Estamos seguros de que no existe injustica en lo que la vida nos propone, tampoco hecho no necesario? “Todo aquel, pues, que oye estas mis palabras y las pone en práctica, será comparado a un hombre prudente, que edificó la casa sobre la roca.” (Mateo, 7:24.)

  Ejercitar la paciencia: Revueltas, iras o quejas no resuelven, al contrario, nos debilita aun mas delante de los desafios. “Bien-aventurados los que son blandos, porque poseerán la Terra." (Mateo, 5:5.) "Bien-aventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.” (Mateo, 5:9.)

  Evitar la pasividad delante de la crisis: muchos apenas se lamentan y se encogen, como caracoles en sus cascaras. Importante es la visión amplificada, o test de realidad y el trabajo incesante en el bien. “¡Mí Padre trabaja hasta hoy y yo también!” (Juan 5:17.)

  Realizar oraciones: Innegable es la fuerza de la oración hecha a partir de las fibras del corazón, de nuestro campo emocional más refinado. Logicamente recibiremos lo necesario para sacar fuerzas, cuando no la percepción de nuevos caminos posibles o incluso la disolución del desafio. Todo dependiendo de lo que fuera mejor para nosotros. Jesús así aseveró: “Pedid y se os dará; buscad y encontrareis; tocad a la puerta y se os abrirá; por cuanto quien pide recibe y quien busca encuentra y, aquel que toque a la puerta, se abrirá” (Mateo, 7:7). 

  Destacar los puntos positivos en el aquí y en el ahora: Buscar en la mente lo que de bueno ocurre en nuestros día nos ayuda en la disminución de nuestras ansiedades, trayendo la posibilidad de ejercitar la gratitud. Mirar para las bendiciones de la Vida. "Mirad para las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni hacen acopio en los graneros; y, con todo, vuestro Padre celestial las sustenta." (Mateo, 19:21.)

  Revisar nuestro funcionamiento mental: Muchos se comportan como niños obstinados o miedosos delante de las crisis. Otros como jueces severos, sea contra Dios o contra la Vida, de manera general (personas, eventos etc.). Solamente nuestro ego adulto, menos emocional y más equilibrado puede conseguir resultados mejores. Calmarse para tener fuerzas en la jornada. “No juzguéis, pues, para no ser juzgados; porque con el juicio que juzgarais a los otros, seréis juzgados; y con la medida con que midierais, os medirán también a vosotros.” (Mate, 7: 1-2.)

  Revisar nuestra rutina: A veces queremos resultados diferentes haciendo las mismas cosas. La vida, cuando es necesario, nos pide fuerza para el cambio, tanto en los pensamientos y sentimientos como en las acciones. Iso a veces ocurre a través del dolor. Escoger la puerta errada, los caminos tortuosos, repetidamente, trae, obviamente, los mismos resultados. “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. ¡Qué estrecha es la puerta, y que apretado el camino que lleva para la vida, y cuan pocos son los que aciertan con ella!” (Mateo, 7: 13-14.)

  Aceptar la impermanencia de las cosas: Muchos quieren que lo bueno dure para siempre. No comprenden que es preciso realizar el desapego, la aceptación para que lo nuevo pueda venir. Piensan y ven las cosas apenas bajo el punto de vista material, olvidándose que somos almas en una jornada humana, que nuestra verdadera vida está en el mundo espiritual y que, a veces, abrir mano de elementos en el hoy es esencial para ganancias mayores. “¿Pues de qué aprovechará al hombre, si ganara el mundo entero y perdiera su alma?” (Juan, 12: 25.)

  Buscar la riqueza en el dolor: Importante es identificar lo que estamos aprendiendo o ya aprendemos con las crisis. Ellas siempre surgen para  impulsarnos a la evolución, jamás para aniquilarnos. Entendiendo la didáctica Divina, nos ajustamos mejor a la voluntad de la Vida (que es la voluntad de Dios) y dejemos las cosas fluir, sin tanta resistencia y sufrimiento. Entender lo que la Vida nos dice a través de los eventos es de suma importancia y denota sabiduría. E, incluso que no sepamos los porqués en los detalles, sabremos que, sea allá lo que fuera y como fuera, vienen para hacernos crecer. “Bien-aventurados los que lloran, porque serán consolados. Bien-aventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán hartos. Bien-aventurados los que padecen persecución por amor a la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” (Mateo, V: 5, 6 y 10.)

Allan Kardec, en la obra “La Génesis”, comentando sobre la nueva generación que debe sustituir la que forma el actual planeta de pruebas y expiaciones que habitamos, esclarece que “en ese tiempo no se tratará más de un cambio parcial, de una revolución limitada a una región, a un pueblo, a una raza; es un movimiento universal que se opera en el sentido del progreso moral” (Cap. XVIII, p. 355).

El codificador de la Doctrina de los Espíritus, después de levantar los datos enviados por los Benefactores de la Espiritualidad, concluyó que, para que ocurra la transformación planetaria (y que ciertamente ya está ocurriendo), preciso será que un nuevo orden de Espíritus surja en el escenario, o incluso, que los que aquí están maduren en el sentido moral. Por tanto, las crisis que nos parecen caóticas, son, en verdad, ventanas para nuevas perspectivas, tanto bajo el punto de vista del individuo como en las colectividades.

Crisis personales, familiares, globales están ocurriendo. Ahora es la hora de seguir firmes, apoyados en nuestra fe sólida, robusta, entendiendo que somos trabajadores de la última hora y que, siendo así, debemos colocarnos como obreros de la paz, en todo momento, siendo que la paz, efectivamente, comieza en cada cual. Pues, también, sobre eso nos habló Jesús: “¡El Reino está en vosotros!” (Lucas, 17: 21).

Cabe a cada uno encontrarlo, en la conquista imperecible del Espíritu inmortal. ¡Sigamos!


Referências Bibliográficas:

DALGALARRONDO, P. Psicopatologia e semiologia dos transtornos mentais. Editora Artes Médicas do Sul; Porto Alegre, 2000. 

FREUD, S. Luto e melancolia, 1917 [1915]. In: A história do movimento psicanalítico. Rio de Janeiro: Imago, 1996. p. 243-263. (Edição standard brasileira das obras psicológicas completas de Sigmund Freud, 14.)

KARDEC, A. O Evangelho segundo o Espiritismo. Trad. de Guillon Ribeiro da 3. ed. francesa rev., corrig. e modif. pelo autor em 1866. 124. ed. Rio de Janeiro: FEB, 2004.

______. O Livro dos Espíritos: princípios da Doutrina Espírita. Trad. de Guillon Ribeiro. 86. ed. Rio de Janeiro: FEB, 2005.

NOVO TESTAMENTO; tradutor Haroldo Dutra Dias; revisor Cleber Varandas de Lima; Brasília (DF); Conselho Espírita Internacional, 2010.

XAVIER, F. C. Palavras de Vida Eterna. Ditado pelo Espírito Emmanuel, 17ª. ed. Uberaba - MG - CEC. 1992. 

         
 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita