“Pese al dolor y al llanto, no permitas
Que la fe sublime se degenere...
Abraza la lucha y sigue para el frente,
“Antes que sea tarde.”
Espíritu João Coutinho*
“Es
de notarse que, en todas las épocas de la historia, las
grandes crisis sociales fueron seguidas de una era de
progreso.” -
Allan Kardec, 1868.
Los buenos Espíritus nos alertaron para el hecho de
estar dejando para trás un periodo de pruebas y
expiaciones para adentrarnos, dentro de algunos siglos,
en un nuevo grado. El Planeta sigue su ritmo,
convocándonos a cambios, cada vez más rápidos. Innegable
la percepción de que todo se aceleró, lo cotidiano a
veces se presenta en un ritmo frenético. Y, te entregas
a una rutina sobre-humana, sin mucha reflexión al
respecto, hemos enfermado.
El número de personas acometidas por problemas mentales
es alarmante. ¡Mas, no solo! Nuestro planeta reclama
sobre los desvarios humanos, con la extracción de los
recursos naturales, de manera infinita, en un orbe
finito.
Justamente por estar en esta irregularidad entre lo que
hemos hecho de nosotros y del mundo y lo que precisamos
hacer (urgentemente), hemos presenciado crisis de todas
las órdenes, del individuo a la sociedad y naturaleza.
Primero, importante es que busquemos definir “crisis” en
cuanto a su aspecto temporal (cantidad de tiempo) y de
profundidad (cualidad e intensidad de las emociones
mobilizadas, dentro de este espacio de tiempo).
Aquí la palabra crisis, diferente del concepto de la
psicopatologia, donde es vista como algo de corta
duración, aunque de fuerte intensidad (Dalgalarrondo, p.
297), es colocada como un fenómeno que puede englobar
uno o diversos hechos, variadas emociones enganchadas al
dolor, durante un largo espacio de tiempo.
Cierto es que, en nuestro día a día, vivimos pequeños
reveses, que pueden ir desde un dolor de diente, un
neumático pinchado, hasta una respuesta desagradable
dentro del supermercado. Todo eso puede traer malestar,
sin embargo, momentáneo, pudiendo ser resuelto en poco
tiempo.
Ya, cuando hablamos de crisis, la situación tiene un
carácter de mayor duración e intensidad. Son aquellos periodos en
que nos vemos abatidos, sintiéndonos como que “sin rumbo
en la vida”, muchas veces molestos con nosotros mismos,
con Dios, con los otros, con la Vida, de forma general.
Entonces, cuando hablamos de crisis estamos
diciendo sobre un periodo de tiempo en la vida en que
cosas difíciles ocurren (o la forma como las vemos es
distorcida), trayendo dolores, angustias, miedos
intensos.
- ¡No hay caminos!
- ¡Parece que nunca más seré feliz!
- ¡¿Dios me olvidó?¡
- ¡No sé más qué hacer!
- Nada bueno debe ocurrir…
Son frases comunes en tiempos de crisis…
En el texto Luto y Melancolia, de 1915, Sigmund
Freud comenta que la gran diferencia entre luto y
depresión es que, en el luto existe la percepción
de empobrecimiento del mundo (que pierde su brillo),
atado al dolor. Ya en la depresión es la persona que
pierde su valor, su brillo. Por tanto, en los lutos
normales, vivimos el dolor profundo, constante, que
depués se vuelve intermitente, hasta que de posible
gestión, en cuanto que, en la depresión, el dolor, más
allá de profundo trae el agravante de baja autoestima,
poca valorización del yo en el mundo, minando fuerzas
para la superación del proceso.
Por tanto, existen agravantes en el campo emocional,
cuando hablamos de crisis. En cuanto es depresión, la
persona tendrá mayores dificultades para superar el
momento vivido, estando o no enlutada. Sobre eso podría
escribir un artículo a parte, pero aun en este buscaré
traer caminos, tanto para aquellos que perdieron
esperanza en el mundo como para los que perdieron
esperanzas en sí mismo.
En el Evangelio de Juan, en todo el capítulo 16,
encontramos palabras de Jesús que traen un RX exacto de
aquello que los discípulos tendrían que enfrentar. En
ese capítulo, vemos al Maestro hablando abiertamente
sobre los acontecimientos actuales y el porvenir. En
verdad, en aquel momento las cosas iban de mal en peor –
a pesar de todas las palabras benditas, de todas las
curas y bendiciones distribuidas durante sus tres años
de contacto con el pueblo, Jesús se sabia perseguido por
los religiosos de la época; sus seguidores también eran
amenazados y toda una obra parecía derribarse a los ojos
de aquellos hombres simples - más no para el Rabi de
Galilea, que, poseedor de una mirada espiritual de
máxima amplitud, sabía de los desdoblamientos y de la
necesidad de que tudo se hiciese exactamente como fue.
Entonces, anuncia que dejaría la esfera material,
volviendo al plano Espiritual, en breve. Podemos
imaginar como quedaban aquellos pobres hombres: dejaron
sus familias, sus profesiones para seguir a Jesús. En un
tiempo en que la espada era la ley, en que la religión
se colocaba en la política, mezclándose totalmente.
Proponer algo que estuviese fuera del status quo era
considerado también un acto de demencia. ¿Cómo sería la
vida de ellos, de ahí en adelante?
Y, la peor de las noticias, delante del escenario: “Yo
salí del Padre y vine para el mundo; ahora dejo el mundo
y voy para el Padre” (16:28). Persecución religiosa,
pueblo dividido, dogmas antiguos que se enfrentaban con
lo que acabaron de aprender… ¡Y aquel que cura, que
calma, que esclarece, que ama, anuncia que está yéndose!
¿Cómo seguir sin la presencia física de Jesús? Podemos
deducir la angustia presente en aquellos corazones de
buena voluntad, mas de una fe no tan robusta…
Y Jesús, que los llamaba amigos, quien también trae el
consuelo: “Digo que llorareis, mas vuestra tristeza
se volverá alegría (16:20). Os veré nuevamente y
vuestro corazón se alegrará y vuestra alegría nadie la
quitará de vosotros” (16:22).
Y, delante del dolor y del espanto de todos, da el
consejo, en pocas palabras: “En el mundo tendréis
pruebas, mas animaros, yo vencí al mundo” (16:33).
Vencer al mundo tiene
significado diferente de vencer en el mundo. El
primer concepto dice respecto a estar por encima de las
tendencias culturales que tienden a arrastrarnos a una
vida antinatural, pautada en la ganancia, en el consumo,
en el exhibicionismo. Jesús fue un revolucionario en su
época: no se curvó a las imposiciones del fariseísmo,
combatió la soberbia, luchó por los oprimidos, acogió a
los marginados. Jamás estuvo en comunión con aquello que
desaprobaba en sua cultura.
Vencer al mundo es algo como “estar en paz a pesar
de…” o sea, conseguir respetar las propias
necesidades, preservándose de lo que hace mal. Ya vencer
EN EL mundo dice respecto a alcanzar un lugar de status,
de poder - lo que puede ser diametralmente opuesto a las
necesidades del Espíritu. Cuando, delante de las
vicisitudes, aquel que posee herramientas para vencer el
mundo es el que presenta la fe firme, la acción
positiva, la paciencia constante y el foco en el bien.
El benefactor espiritual Emmanuel, en la obra Palabras
de Vida Eterna, psicografia de Francisco Cândido Xavier,
capítulo 136 (En la Victoria Real), a partir de ese
trecho del evangelio de Juan, comenta que Jesús “reconociase
a pocos pasos de la muerte, a que se inclinaría,
condenado sin culpa. Entretanto, él decía: “tened buen
ánimo; yo vencí al mundo”. (P. 289). Depués
termina: “Cuando te encuentres en crisis, acuérdate
del Maestro”. (P. 289)
¿Qué podemos pensar sobre esa frase de Emmanuel?
¿Recordar a Jesús, en las crisis, será que significa
orar a Él, pidiendo ayuda, como acostumbradamente
hacemos? Sí, podemos orar, en la certeza de que las
oraciones serán oídas. ¿Pero eso basta? Hemos visto que
no. Recordar a Jesús es recurrir a Su historia de vida
(Evangelios/ campo racional) y al propio corazón (buscar
a Jesús en nuestra alma, en el campo de los
sentimientos).
Leyendo a los Evangelios podemos encontrar diversas
lecciones, que van desde la paciencia hasta el perdón
incondicional, pasando por la aceptación, mansedumbre y
caridad.
En nuestros corazones podemos encontrarnos con la
energía del Amado Maestro, comprendiendo Su magnitud y
Amor por las vías del sentimiento. Pensar En Él,
Evocarlo y sentir Su presencia, Su paz, Su saber,
sin nada razonar.
Y, junto a tales orientaciones, sea por las vías de la
razón o del corazón, podemos deducir que las crisis,
sean ellas personales o sociales, nos convocan a:
• Percibir
la cualidad de nuestra fe: ¿Ella
está robusta? ¿Existe la certeza de la Guía Divina, del
bien en toda situación, incluso en las más terribles?
¿Estamos seguros de que no existe injustica en lo que la
vida nos propone, tampoco hecho no necesario? “Todo
aquel, pues, que oye estas mis palabras y las pone en
práctica, será comparado a un hombre prudente, que
edificó la casa sobre la roca.” (Mateo, 7:24.)
• Ejercitar
la paciencia: Revueltas,
iras o quejas no resuelven, al contrario, nos debilita
aun mas delante de los desafios. “Bien-aventurados
los que son blandos, porque poseerán la Terra." (Mateo,
5:5.) "Bien-aventurados los pacíficos, porque serán
llamados hijos de Dios.” (Mateo, 5:9.)
• Evitar
la pasividad delante de la crisis: muchos
apenas se lamentan y se encogen, como caracoles en sus
cascaras. Importante es la visión amplificada, o test de
realidad y el trabajo incesante en el bien. “¡Mí
Padre trabaja hasta hoy y yo también!” (Juan 5:17.)
• Realizar
oraciones: Innegable
es la fuerza de la oración hecha a partir de las fibras
del corazón, de nuestro campo emocional más refinado.
Logicamente recibiremos lo necesario para sacar fuerzas,
cuando no la percepción de nuevos caminos posibles o
incluso la disolución del desafio. Todo dependiendo de
lo que fuera mejor para nosotros. Jesús así aseveró: “Pedid
y se os dará; buscad y encontrareis; tocad a la puerta y
se os abrirá; por cuanto quien pide recibe y quien busca
encuentra y, aquel que toque a la puerta, se abrirá” (Mateo,
7:7).
• Destacar
los puntos positivos en el aquí y en el ahora: Buscar
en la mente lo que de bueno ocurre en nuestros día nos
ayuda en la disminución de nuestras ansiedades, trayendo
la posibilidad de ejercitar la gratitud. Mirar para las
bendiciones de la Vida. "Mirad para las aves del
cielo, que no siembran, ni siegan, ni hacen acopio en
los graneros; y, con todo, vuestro Padre celestial las
sustenta." (Mateo, 19:21.)
• Revisar
nuestro funcionamiento mental: Muchos
se comportan como niños obstinados o miedosos delante de
las crisis. Otros como jueces severos, sea contra Dios o
contra la Vida, de manera general (personas, eventos
etc.). Solamente nuestro ego adulto, menos emocional y
más equilibrado puede conseguir resultados mejores.
Calmarse para tener fuerzas en la jornada. “No
juzguéis, pues, para no ser juzgados; porque con el
juicio que juzgarais a los otros, seréis juzgados; y con
la medida con que midierais, os medirán también a
vosotros.” (Mate, 7: 1-2.)
• Revisar
nuestra rutina: A
veces queremos resultados diferentes haciendo las mismas
cosas. La vida, cuando es necesario, nos pide fuerza
para el cambio, tanto en los pensamientos y sentimientos
como en las acciones. Iso a veces ocurre a través del
dolor. Escoger la puerta errada, los caminos tortuosos,
repetidamente, trae, obviamente, los mismos resultados. “Entrad
por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta, y
espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos
son los que entran por ella. ¡Qué estrecha es la puerta,
y que apretado el camino que lleva para la vida, y cuan
pocos son los que aciertan con ella!” (Mateo, 7:
13-14.)
• Aceptar
la impermanencia de las cosas: Muchos
quieren que lo bueno dure para siempre. No comprenden
que es preciso realizar el desapego, la
aceptación para que lo nuevo pueda venir. Piensan y ven
las cosas apenas bajo el punto de vista material,
olvidándose que somos almas en una jornada humana, que
nuestra verdadera vida está en el mundo espiritual y
que, a veces, abrir mano de elementos en el hoy es
esencial para ganancias mayores. “¿Pues de qué
aprovechará al hombre, si ganara el mundo entero y
perdiera su alma?” (Juan, 12: 25.)
• Buscar
la riqueza en el dolor: Importante
es identificar lo que estamos aprendiendo o ya
aprendemos con las crisis. Ellas siempre surgen para
impulsarnos a la evolución, jamás para aniquilarnos.
Entendiendo la didáctica Divina, nos ajustamos mejor a
la voluntad de la Vida (que es la voluntad de Dios) y
dejemos las cosas fluir, sin tanta resistencia y
sufrimiento. Entender lo que la Vida nos dice a través
de los eventos es de suma importancia y denota
sabiduría. E, incluso que no sepamos los porqués en los
detalles, sabremos que, sea allá lo que fuera y como
fuera, vienen para hacernos crecer. “Bien-aventurados
los que lloran, porque serán consolados.
Bien-aventurados los que tienen hambre y sed de
justicia, porque serán hartos. Bien-aventurados los que
padecen persecución por amor a la justicia, porque de
ellos es el Reino de los Cielos.” (Mateo, V: 5, 6 y
10.)
Allan Kardec, en la obra “La Génesis”, comentando sobre
la nueva generación que debe sustituir la que forma el
actual planeta de pruebas y expiaciones que habitamos,
esclarece que “en ese tiempo no se tratará más de un
cambio parcial, de una revolución limitada a una región,
a un pueblo, a una raza; es un movimiento universal que
se opera en el sentido del progreso moral” (Cap.
XVIII, p. 355).
El codificador de la Doctrina de los Espíritus, después
de levantar los datos enviados por los Benefactores de
la Espiritualidad, concluyó que, para que ocurra la
transformación planetaria (y que ciertamente ya está
ocurriendo), preciso será que un nuevo orden de
Espíritus surja en el escenario, o incluso, que los que
aquí están maduren en el sentido moral. Por tanto, las
crisis que nos parecen caóticas, son, en verdad,
ventanas para nuevas perspectivas, tanto bajo el punto
de vista del individuo como en las colectividades.
Crisis personales, familiares, globales están ocurriendo.
Ahora es la hora de seguir firmes, apoyados en nuestra
fe sólida, robusta, entendiendo que somos trabajadores
de la última hora y que, siendo así, debemos colocarnos
como obreros de la paz, en todo momento, siendo que la
paz, efectivamente, comieza en cada cual. Pues, también,
sobre eso nos habló Jesús: “¡El Reino está en
vosotros!” (Lucas, 17: 21).
Cabe a cada uno encontrarlo, en la conquista imperecible
del Espíritu inmortal. ¡Sigamos!
Referências Bibliográficas:
DALGALARRONDO, P. Psicopatologia e semiologia dos
transtornos mentais. Editora Artes Médicas do Sul;
Porto Alegre, 2000.
FREUD, S. Luto e melancolia, 1917 [1915]. In: A
história do movimento psicanalítico. Rio de Janeiro:
Imago, 1996. p. 243-263. (Edição standard brasileira das
obras psicológicas completas de Sigmund Freud, 14.)
KARDEC, A. O Evangelho segundo o Espiritismo. Trad.
de Guillon Ribeiro da 3. ed. francesa rev., corrig. e
modif. pelo autor em 1866. 124. ed. Rio de Janeiro: FEB,
2004.
______. O Livro dos Espíritos: princípios da Doutrina
Espírita. Trad. de Guillon Ribeiro. 86. ed. Rio de
Janeiro: FEB, 2005.
NOVO TESTAMENTO; tradutor Haroldo Dutra Dias; revisor
Cleber Varandas de Lima; Brasília (DF); Conselho
Espírita Internacional, 2010.
XAVIER, F. C. Palavras de Vida Eterna. Ditado
pelo Espírito Emmanuel, 17ª. ed. Uberaba - MG - CEC.
1992.