Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Honestidad, buena conducta


La Mentira no llega lejos


Marcos era el mejor alumno de la clase, siempre organizado y estudioso. Élcio, por el contrario, no era un alumno aplicado y acababa de reprobar la prueba. Necesitaba una buena nota en la tarea complementaria.

Al llegar a clases y conversar con sus compañeros se dio cuenta de que no había hecho la tarea que debería ser entregada ese día. Sin pensarlo dos veces, Élcio buscó a Marcos y le propuso:

- ¡Compraré tu merienda en la cafetería por una semana si pones mi nombre en tu trabajo!

Marcos no acostumbraba a hacer cosas incorrectas. Pero en la cafetería vendían cosas muy deliciosas, y él solo podía comprar su merienda de vez en cuando. Por eso, aunque receloso, acabó aceptando el ofrecimiento.

Cuando la clase comenzó, la profesora pidió que todos entregaran sus trabajos. Dándose cuenta de que Élcio no lo había entregado, la profesora preguntó:

- ¿Por qué no entregaste el tuyo, Élcio? ¿No lo hiciste?

- ¡Sí lo hice, profesora! – dijo el niño, confiado. - Lo hice en pareja, con Marcos.

La profesora se extrañó, pues Marcos acostumbraba a hacer sus tareas solo y no era amigo de Élcio.

- ¿En serio? ¿Y qué parte del trabajo hiciste? – dijo ella.

Sin saber citar el contenido del trabajo, Élcio respondió simplemente:

- ¡Yo hice el comienzo y Marcos hizo el final!

La profesora, desconfiada, volteó hacia Marcos:

- ¿Realmente hicieron el trabajo juntos?

Marcos se puso rojo. Él no sabía mentir. Mucho menos a la profesora. Pero él había aceptado el acuerdo con Élcio. Entonces, mirando hacia abajo, respondió:

- Sí, es verdad. Élcio hizo la mitad del trabajo.

La profesora, entonces, junto todos los trabajos, las guardó en su fólder y comenzó la clase.

Marcos suspiro aliviado y pensó: “Pronto va a venir la mejor parte, la hora de la merienda”. Pero, lamentablemente, las cosas no sucedieron como él esperaba. Tan pronto la campana sonó, Marcos buscó a Élcio. Pero él se rio y le dijo que no tenía dinero ni para su propia merienda, mucho menos para pagar la de otros.

- ¡Te prometí eso solo para que me ayudaras! Pero no voy a pagarte ninguna merienda. ¡No me molestes! – dijo Élcio, con cara de enojo.

Al escuchar esas palabras, Marcos quedó devastado. Se sintió como un tonto por haber hecho ese acuerdo con Élcio. Se sintió mal por haber mentido a la profesora. Pensó en contarle todo y disculparse. Pero, si hacía eso, Élcio tendría una nota cero y tal vez vendría a pelear con él.

“Quise llevarme bien, pero de la manera equivocada. ¡Ahora me siento mal!”, pensó el niño, con tristeza.

El recreo terminó y los alumnos volvieron a clase. Marcos entró en el salón sin saber qué hacer. Al mirar a la profesora, sin embargo, no pensó en Élcio, quería disculparse por la mentira. Fue hacia ella y dijo:

- ¡Disculpe, profesora! Yo no quería haber…

- ¡Ahora no, Marcos! – interrumpió ella. – Estoy comenzando la clase, después conversamos.

Cuando la clase terminó, la profesora pidió a Marcos y Élcio que se quedaran y dejó que los otros alumnos se fueran.

- Marcos, durante el recreo miré tu trabajo y vi que todo el trabajo está escrito a tu manera y con tu letra. Por eso, llamé a sus madres. Tu mamá, Marcos, dijo que te vio haciendo el trabajo solo el sábado. Tu madre, Élcio, dijo que ustedes viajaron a casa de tu tía el fin de semana. No llevaste tus cuadernos, y dijiste que no tenías ninguna tarea del colegio para hacer.

La profesora concluyó:

- Por eso, Élcio, si no me explicas toda la parte que hiciste, no puedo creer que participaste en el trabajo de Marcos.

El niño no supo qué decir. No sabía ni siquiera el título del trabajo. Acabó confesando todo, incluso lo que le había prometido a Marcos.

La profesora llamó severamente la atención a Élcio y le orientó para que cambiara su conducta. Cuando él salió, ella se volteó hacia Marcos y dijo:

- Marcos, escucha bien. Tú eres un gran alumno. Hoy cometiste un error, pero sigues siendo un niño lleno de cualidades. Esta experiencia fue desagradable, pero puede ser útil si aprendes de ella.

La profesora, abriendo los brazos, continuó:

- ¡Ven acá! No estoy enojada contigo. Solo quiero que prometas que eso no va a volver a pasar nunca más. ¿Está bien?

El niño, conmovido por el cariño de la profesora, la abrazó agradecido.

- ¡Lo prometo! – dijo él.

Marcos se fue a casa aliviado. Al final, todo salió bien. Las malas experiencias también nos enseñan y por eso Dios las permite. Tanto Marcos como Élcio aprendieron cosas importantes ese día.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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