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Distanciamiento social y autoconocimiento: la
historia se repite |
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Los “seres angélicos que administran nuestro destino”,
como a ellos se refirió el Espíritu Bezerra de Menezes,
en su “Mensaje en Tiempos de Coronavírus” (1),
recientemente traído por la psicofonia del médium
Divaldo P. Franco, nos aconseja la caridad en favor de
los hermanos que están prestos a retornar a la Patria
Espiritual, y que les ofrecemos condiciones
de una mayor facilidad en el intercambio mediúmnico, en
el cual ellos nos sustentarán durante este periodo de
distanciamiento social, conforme el trecho a seguir:
“No os preocupeis demasiado con la presencia de la
pandemia del vírus, cuyo momento será entendido en sus
razones, en sus orígenes y en el porqué de chegarnos
ahora, provocando pánico y dolor. Vosotros, que conocéis
a Jesús, mantened el respeto a las Leyes, buscando la
precaución recomendada por las autoridades sanitarias
(...) mas no negueis la palabra libertadora a los que se
preparan para enfrentar la Inmortalidad. (...) No
penséis que os encontráis solos. Los cielos envían a sus
embajadores para que el intercambio entre los encarnados
y los desencarnados se haga con mucha más facilidad.”
Es así, en el escenario de ese mismo intercambio, que
volvemos hasta el pasado, en el Antiguo Egipto, hace
cerca de mil trescientos años antes de la era cristiana,
para la ciudad en Pi-Ramessés, la nueva capital erguida
por el Faraón Ramsés I en el delta del río Nilo (2) con
la mano de obra esclava de los propios hebreos. Donde
iremos a encontrar a Moisés, listo a iniciar el épico
regreso de ese pueblo a la Tierra de Canaan, que les fue
prometida conforme los desígnios mediúmnicamente
intuídos a Abrahan, por los Espíritus que secundan a
Jesús en la armonización planetaria, en nombre de
nuestro Padre Eterno. El regreso a su patria original,
de donde los hebreos habían emigrado siglos atrás por su
sobrevivencia, en busca de los alimentos que habían en
abundancia en las márgenes fértiles de aquel mismo río,
debido a la larga estancia que asoló la hondonada del
Mar Mediterráneo. Sequia provocada por un cambio
climático ocurrido en aquella región, que enfrió las
aguas marítimas y disminuyó su evaporación, causando una
severa falta de lluvias a partir del 3000 AC, con gran
perjuicio a la producción de alimentos (2).
“No tengo más granos en mis tierras” habría escrito la
reina de los Hititas, refiriéndose a la situación de la
Anatólia, hoy correspondiente a las tierras de Turquia
asiática, en su mensaje enviado para Ramsés II, el
probable faraón del Éxodo” (3).
Los hebreos dejan Canaan, por tanto, en una condición de
inmigración forzada, para sobrevivir a los efectos de la
referida sequia. Llegaron a
Egipto en un grupo constituído por un sin número de
personas, liderados por el patriarca Jacob, hijo de
Abrahan, sus hijos, nietos y las varias esposas de cada
uno (3), teniendo en cuenta la condición de poligamia
difundida en aquella época entre los antiguos hebreos.
Costumbre que sería más tarde abolida por los
reglamentos divinos recibidos por el propio Moisés: “Tampoco
multiplicó esposas para sí mismo, para que su corazón no
se desviase.” (4).
La sequia ahora referida, más allá de los efectos
negativos para la producción de alimentos, causó un
empobrecimiento en la población y la reducción
generalizada de la actividad económica. Una de las
consecuencias de esa decaída social fue el crecimiento
de la piratería marítima, que saqueaba embarcaciones
repletas de granos provenientes de Egipto, en el ya
citado valle del Nilo, y de las planicies entre los ríos
Tigris y Eufrates, en Mesopotamia. Sobre todo, el
pillaje de los barcos cargados de estaño, metal entonces
explotado por los Micénicos en las minas del Peloponeso
griego, y por los Hititas en Turquia asiática (6) y que
era utilizado en la fabricación del bronce, la aleación
dominante en la producción de lanzas y demás armamentos
que sustentaban el poderio bélico de los ejercitos
locales, así como de herramientas agrícolas. Los saqueos
realizados por esos grupos armados, embarcados en el
Mediterráneo Oriental, y conocidos como “Pueblos del
Mar”, priorizaban la circulación de mercancias con
origen o destino en el lugar de la mayor concentración
de riqueza en aquella época: el antiguo Egipto (3).
Puede ser considerado que exista un consenso entre los
historiadores que, en ese periodo en que las fuerzas
militares egipcias se concentraron en combater la
pirataría, por los prejuicios que ella traía para el
Imperio, se creó una oportunidad ventajosa para que
pequeños grupos de ciudadanos esclavizados, ansiosos por
su liberación, intentasen escapar del cautiverio y
volver a su tierra natal, debido a la reducción de la
vigilancia sobre ellos. Providencia que fue intuida por
la Espiritualidad Superior a Moisés, habiendo sido por
él racionalmente acogida y realizada con éxito, bajo la
protección Divina. Según esos mismos historiadores,
debido al enfrentamiento del pillaje de los piratas, los
propios soldados egipcios estaban siendo muy manejados
para la defensa de sus ciudades litorales, y muchos
embarcaron en la policía marítima. Ese estado de cosas
acarreó que muchas de las fortificaciones instaladas en
las fronteras del imperio quedasen hasta incluso
desocupadas, en razón de la prioridad a la estrategia de
combate a los Pueblos del Mar. En ese sentido, con las
fronteras terrestres desguarnecidas, puede ser
considerado que otros grupos igualmente esclavizados en
Egipto, siguiesen el ejemplo de los hebreos, atraídos
por la amalgama de esperanza y de fe irradiadas por
Moisés junto a los suyos, y aprovechando la oportunidad
de incorporar al conjunto de esos retirasen, en su
condición de contentamiento de futuros liberados. Y así,
por consiguiente, decidiesen escoger ser igualmente
guiados para el aprendizaje de una nueva vida de
libertad, en el éxodo para una tierra que había sido
prometida a un patriarca ancestral, por un Ser Divino,
Superior, diferente de las imágenes antropomórficas
objeto de adoración, tan comunes en la antiguedad. Al
hacer tal escogida, algunos de esos fugitivos hasta
incluso podrían suponer que acabarían ganando la
“nacionalidad” hebraica, pasados algunos años después de
incorporarse a ese pueblo (3).
Guiados que fueron por Moisés, en el plano físico, los
Hebreos siguieron en su jornada, la cual podría haber
sido vencida en un trayecto de cerca de trescientos
kilómetros de extensión, caso siguiesen una ruta de
largos impulsos en línea recta, haya vista o relevo
favorable de aquellos paisajes semidesérticos próximos
al litoral mediterráneo. Un camino ya surtido de sitios
específicos propios para reposo de caravanas y
jornaleros usuales en esa travesía (7). Todavía, al
contrario de eso, los escritos bíblicos y judaicos
registran una trayectoria que duró cuatro décadas,
conforme consta en Hechos de los Apóstoles: “Él los sacó
de allá, haciendo maravillas en Egipto, en el mar Rojo y
en el desierto durante cuarenta años” (8). ¿Cuáles
habrían sido los motivos para explicar tamaña duración
en ese regreso, que resultó en un valor medio de
caminata de apenas siete kilómetros y medio durante un
año entero de caminata? (9)
En su marcha por el desierto del Sinaí, los hebreos
tuvieron la bendición del recibimiento por Moisés, en el
Monte Sinaí (o Horebe), localizado en el relieve
montañoso al sur de la península del mismo nombre (10),
de las tablas de piedra en que se encontraban esculpidas
las reglas de conducta, en número de diez, emanadas por
lo Más Alto con el propósito de guiarlos en su relación
con el Padre Creador y con el prójimo, y de promover su
desenvolvimiento espiritual en la Tierra que les fue
Prometida. Todavía, cumple recordar que la convivencia
de los hebreos con la cultura y la religiosidad
politeístas del pueblo egipcio, durante cerca de cuatro
siglos de convivencia, requirió un largo trabajo de
Moisés, durante aquella peregrinación en un lugar
inhóspito, e incluso durante su larga existencia, en el
sentido de orientarlos e instruirlos (11) en el
fortalecimiento de sus vínculos con la Divinidad, y
consolidar en el corazón de cada espíritu la relación
íntima del amor innato que nos une al Creador, en
nuestra condición de inmortalidad. Así como de hacer
perenne el acogimiento de los diez principios de
embellecimiento espiritual que les fueran entonces
revelados.
Trabajo que requirió, inclusive, la encarnación de una
nueva generación de espíritus, en el transcurso de la
larga duración de la marcha de retorno para Canaan,
seres previamente capacitados por la Espiritualidad
Superior en la erraticidad, bajo la orientación de
Jesús, para disponer de aptitudes específicas con vistas
a vitalizar el entendimiento monoteísta originalmente
presente en la “alianza” de Abrahan con el Creador,
guiada de la religiosidad del pueblo hebraico.
Cumple registrar, que la ruta más larga que foi intuida
a Moisés por los Buenos Espíritus, él la consideró la
existencia, en el seno de la comunidad hebraica, de una
cantitad de espíritus que ya se encontraban
acostumbrados a las convenciones sociales y al modo de
vida con que se habituaron a convivir en el territorio
egipcio. Tales espíritus aun no se encontraban
efectivamente resolutos y confiados en lo que concierne
a las condiciones en que encontrarían la patria original
de sus ancestrales, y sobre cómo serían efectivamente
recibidos en su llegada a Canaan. Por ese motivo, la
guía que les fue intuida en el trayecto de regreso,
consideró que no debería ser adoptada la ruta más corta
y racional, dotada de más recursos de agua y alimentos
(8), en un trayecto conocido como el “Camino de la
Tierra de los Filisteos”, teniendo en cuenta la
posibilidad de un eventual arrepentimiento por parte de
muchos hebreos, por la decisión comunitaria que había
sido tomada en favor de su retorno a Canaan.
Tal sentimiento, según la percepción de algunos
historiadores, podría haber sido despertado por los
propios rigores de un viaje de esa naturaleza, en un
cortejo acompañado por niños, ancianos e incluso por
rebaños y eventuales animales domésticos. Una ruta que
no envalentonase el surgimiento de una posible decisión
favorable de regreso a Egipto, por el propio camino
siendo cumplido en la vuelta a Canaan, dotado de más
facilidades y recursos. O entonces, el rechazo en
regresar motivado por el temor de un ataque repentino de
los propios filisteos durante esa marcha de retirada,
debido a la animosidad preexistente entre los dos
pueblos.
Por ese motivo, fue decidido un trayecto distante de los
caminos racionales más conocidos en el nordeste egipcio,
de modo a no dar al grupo de retirar ninguna idea sobre
su real localización, durante todo el trayecto a ser
cumplido, apartando de ese modo posibles pensamientos de
rechazo sobre el regreso a Canaan. Fue así que los
hebreos iniciaron su marcha de retirada de Egipto por la
dirección del este, en el sentido de alcanzar su Tierra
Prometida. Sin embargo, al cruzar la península del
Sinaí, en vez de tomar la ruta de Jerusalén por el
nordeste, ellos tomaron la dirección del sur y
penetraron en el “Desierto de Sinaí”, que domina la casi
totalidad del área de la península del mismo nome. A
partir de ahí realizaron un trayecto en el formato de un
gran círculo en el interior de esa península desértica,
aunque apartados tanto de su litoral oeste, en el Golfo
de Suez, fronterizo a Egipto continental, como del
litoral este, en el Golfo de Acaba, fronterizo con la
actual Arábia Saudita. Un desierto sin áreas habitadas,
sin ofrecer al grupo de retirar ninguna información
sobre su real paradero, en un camino ajustado con un
verdadero “aislamiento” social y superior, en términos
de segregación, a la actual condición de
“distanciamiento” social con que ahora convivimos.
Condición que mantuvo a los hebreos apartados de las
rutas conocidas de regreso a Egipto, justamente con el
propósito de debilitar posibles señales de desánimo y
propósitos de regreso al verde valle del Nilo, de donde
ya se habían despedido. Un trayecto desconectado
completamente de la racionalidad de las rutas
comerciales y militares conocidas entre Egipto y los
demás pueblos de la antiguedad, y que distanciaría
bastante a los hebreos para tan lejos de Egipto, del
punto de partida en ese su regreso. Y volvería inviable
cualquier pensamiento en desistir del papel que les
estaba destinado por la Providencia Divina, en el
contexto de la “Segunda Revelación”.
Al final de su épica aventura de fuga, habiendo llegado
a Canaan, probablemente los “ex-esclavos” hebreos
recordarían a sus descendientes las historias
sorprendentes sobre el día a día de su éxodo,
mencionando la bendición divina en proveerles el soporte
de alimentos, por medio del ofrecimiento del “maná”
disponibilizado por la Providencia Divina, en cantidades
y horarios ciertos y regulares, así como en el
afloramiento de manantiales de agua para saciarlos.
Ciertamente mencionarían los discursos de Moisés, para
la mejor comprensión de la Ley Divina inscrita en las
tablas de la ley, así como las enseñanzas sobre el
autoconocimiento y las normas de conducta que estarían
presentes en la convivencia social de los hebreos, en
dirección al futuro, después de ser reinstalados en el
valle del río Jordán. O entonces, conforme es sugerido
por otros historiadores, relatos sobre cómo habrían
atravesado a pie alguna región donde sabían que antes
había solo agua, eventualidad que podría ser utilizada
para fundamentar el episodio conocido como la travesía
prodigiosa del Mar Rojo.
La vivencia de “distanciamiento social” que ahora
recordarmos en la experiencia vivida por ese pueblo, fue
provechosa como un estado de conocimiento de la Ley
Divina, progresivamente siendo revelada a la humanidad,
y por la oportunidad de su larga convivencia con un
médium excepcional, Moisés, un espíritu bendecido por
Dios, enviado “en misión para volverlo conocido, no solo
de los hebreos, sino también de los pueblos paganos”.
Conforme el primer mensaje de las “instrucciones de los
Espíritus”, en el primer capítulo de El Evangelio
según el Espiritismo, escogida por Alan Kardec y
transmitida por “un Espíritu Israelita”. Médium poseedor
de la misión de ofrecer sus dones a Jesús, en su
contacto íntimo con los espíritus superiores designados
por el Maestro para apoyarlo y, en esa colaboración,
transmitir la primera revelación de la Verdad Divina
junto a la humanidad terrena.
Titular del mandato mediúmnico para revelar nuestro
vínculo de amor inmortal con Dios, conforme el
mandamiento mayor de la ley, y de cómo debemos amarLo:
“de todo tu corazón, de toda tu alma y de todo tu
espíritu”. Y que se complementa en este segundo
mandamiento: “amarás a tú prójimo, como a ti mismo”
(11), conforme la respuesta de Jesús a la cuestión que
le fue propuesta por un doctor de la Ley. Condiciones
que impulsan al Espírita en el imperativo del
autoconocimiento, traído por San Agustín a los
contenidos de la Revelação Espírita, en su evocación al
precepto que el filósofo griego Sócrates hizo inscribir
en la entrada del templo de la ciudad de Delfos:
“conócete a ti mismo”.
Son ejemplos que ahora traemos para reflexión, en
conformidad con la colaboración espiritual por el buen
uso de los talentos mediúmnicos, para que el intercambio
entre los encarnados y los desencarnados se haga con
mucha más facilidad. Nuestra contribución para que la
Tierra permanezca en su caminata evolutiva con vistas a
alcanzar, más adelante, el estadio evolutivo en que se
encontraba el planeta Saturno, conforme es relatado por
D. Maria João de Deus después de su visita a ese
planeta, ya desencarnada, en la primera mitad del siglo
pasado. Oportunidad en que ella nos exaltó con el relato
de la condición de la ”mediumnidad generalizada”, en el
día a día de los “graciosos monstruos alados” que
volaban en la humanidade de saturno (12), como una
consecuencia de la evolución espiritual conquistada por
los espíritus allí encarnados y que, ciertamente,
lograremos conquistar, al domar nuestras malas
inclinaciones y, al influjo de la caridad, esforzándonos
en permanecer, en Espíritu, todos más próximos de
nuestro Padre Celestial.
(1) Ocorrida
em 15.03.2020, na 21ͣ Conferência Estadual Espírita, da
Federação Espírita do Paraná.
(2) “Egito
Antigo”, Sophie Desplancques, Editora UFRN.
(3) “Superinteressante”,
public.18/10/2019, “a História Real por trás do Êxodo”,
Alexandre Versignassi.
(4) Deuteronômio
17:17.
(5) Êxodo
12:37.
(6) ”Os
Hititas - Povo dos 1000 deuses”, Editora Hemus, Johannes
Lehmann.
(7) “A
Rota do Êxodo”, Manu M.Hubner, Dissertação de Mestrado,
Universidade de São Paulo/2009.
(8) Atos
dos Apóstolos 7:36.
(9) 300
km: distância considerada entre Jerusalém e o delta do
rio Nilo.
(10) Wikipédia: 28°
32' 23" N; 33° 58' 24" E
(11) “Café
com Luz”,21/11/17, Maurício Curi convida Saulo César
Silva: ”Moisés, Jesus e Espiritismo”.
(12) “Cartas de uma Morta”, pg.58 – cap. “Os Monstros
Feios e Graciosos”.
Wilson Abreu es coordinador del
Departamento de Actividades Mediúmnicas del Gremio
Espírita Atualpa de Brasília (DF)