Tema: Envidia
El Picaflor y el Lagarto
|
Ya era tarde y
el lagarto se tendió al sol, a la orilla al
lago, como le gustaba hacer. Se quedó allí
echado,
|
muy quieto,
sintiendo el delicioso calor del sol en su
piel. |
Se quedó allí por casi
media hora cuando, de repente, vio al picaflor que de
vez en cuando pasaba por ahí.
En pocos segundos, el
picaflor llegó y visitó todas las flores alrededor del
lago. Después, voló un poco más a la redonda y se fue,
tan rápidamente como llegó.
El lagarto siempre lo
observaba y envidiaba su capacidad para volar. El
picaflor era muy ágil y preciso, batía las alas con
tanta rapidez que apenas podían ser vistas.
A veces, durante el
vuelo, el picaflor se detenía en el aire por algunos
instantes. Al lagarto eso le parecía increíble. Cómo le
gustaría volar, ver las cosas desde lo alto, conocer
lugares lejanos…
El lagarto consideraba al
picaflor un animal especial, privilegiado por la
naturaleza.
Un día, el picaflor, al
pasar por el lago, se posó en una rama cerca al lagarto
y dijo con educación:
- ¡Buenas tardes!
- Buenas tardes –
respondió el lagarto, sorprendido, sin creer que el
picaflor estaba hablando con él.
- ¿Estás esperando a
alguien? – preguntó el lagarto, sin entender por qué el
pajarito estaba allí.
- No, ¡solo estoy
descansando un poco! Hay pocas flores en esta época del
año y ya volé bastante buscando mi alimento en ellas.
El lagarto no entendió
muy bien, pues él vio algunas flores por ahí cerca y
pensó que ellas, aun siendo pocas, serían suficientes
para alimentar a un pajarito pequeño.
- ¿También estás
descansando? ¿Ya comiste bien? – quiso saber el
picaflor.
- Estoy tomando un poco
de sol. Ya sabes, es bueno para la salud.
- Pues sí, pero ya me
estoy yendo – dijo el picaflor, agitado. – Estoy
sintiendo hambre, necesito encontrar más flores. ¿Vas
a quedarte más?
- Sí, ya comí ayer, y hoy
el sol está perfecto.
El picaflor no entendió.
Pensó que el lagarto le había hecho una broma.
- ¿Te imaginaste qué
sería bueno? – dijo el picaflor, riendo. - ¡Comer un día
y descansar al otro! ¡Sería
como vivir en el paraíso!
El lagarto, entonces, se
dio cuenta de que ellos eran diferentes no solo en el
modo de moverse, y esclareció:
- Bueno, en verdad, si yo
comiera bien en un día, puedo estar hasta dos días sin
comer de nuevo.
- ¿Qué? – preguntó el
picaflor, admirado. - ¡No te creo! Entonces es por eso
que siempre te veo por aquí, descansando. Mira, amigo
mío, agradece a Dios la buena vida que tienes. ¡Yo
querría ser como tú!
El lagarto no tenía idea
de que el picaflor tenía que alimentarse varias veces
por hora, y que en un día el pajarito comía el
equivalente a más de seis veces su propio peso. La vida
del picaflor, todo el tiempo, era buscar alimento.
- ¡Pero tú vuelas como
nadie! – argumentó el lagarto.
- Claro, tengo que ir
lejos para conseguir mi sustento. Y ya que hablamos de
eso, tengo que irme. ¡Gusto
en conocerte, lagarto!
El picaflor voló y se
fue. Y el lagarto se quedó, como siempre. Solo que,
desde esa vez, más pensativo…
Muchas otras veces el
lagarto vio nuevamente el vuelo magnífico el picaflor y
nunca dejó de admirarlo. Pero nunca más sintió envidia.
Él se dio cuenta de que cada uno tiene sus facilidades y
también sus dificultades.
Dios, que es bueno y
justo, da a sus hijos exactamente lo que necesitan para
vivir las experiencias programadas para cada uno. Y el
lagarto aprendió esa lección.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
Material de apoio para evangelizadores:
Clique para baixar:
Atividades
marcelapradacontato@gmail.com