Tema: Orgullo y prejuicio
Los helados
Había una
heladería donde se vendían varios sabores de helado.
Todos eran deliciosos y apreciados por los clientes.
El dueño de la heladería
era muy caprichoso y fabricada sus productos con cariño
para que quedaran perfectos. Todos los helados eran
producidos de la misma manera y con los mismos
ingredientes. Tenían
las mismas características de consistencia, textura,
etc.
Solo al finalizar, los
helados se diferenciaban cuando eran separados en
diferentes porciones de masa y se les agregaba a cada
uno diversas esencias y colorantes. Así, se producían
helados de misma naturaleza, pero con colores y sabores
diferentes.
Aun siendo tan semejantes
en su inicio, dentro de la congeladora los helados se
sentían extraños entre sí.
Muy pegado a las
apariencias y con actitudes de arrogancia y orgullo, era
común que el helado de chocolate dijera:
- Yo soy el mejor helado
de la heladería. Debería estar en un lugar destacado, y
no aquí al lado del helado de fresa, que todo el mundo
sabe que es inferior.
Otras veces, incluso
decía:
- Qué feo es ese helado
de fresa… Pálido,
rosado, casi sin color. ¡Por
Dios! ¡Me alegro de no ser así!
El helado de fresa se
molestaba por ser tratado de esa manera. Él era muy
apreciado por varios clientes, incluso el preferido de
algunos. También era usado siempre en tazas con sabores
variados, haciendo una combinación deliciosa con otros
helados.
Pero eso no era
suficiente para consolarlo de las ofensas del helado de
chocolate. A veces se defendía, explicando sus
cualidades. Otras veces, se enojaba y devolvía las
ofensas del compañero. Pero de nada servía y, poco a
poco, el helado de chocolate iba convenciendo a todo el
mundo de que él era superior.
Una vez, un hecho
importante sucedió en la heladería. Uno de los
trabajadores, al hacer la limpieza del piso, se chocó con
el enchufe de
la congeladora y se desconectó del tomacorriente sin que
se diera cuenta.
La energía se interrumpió
y la congeladora se apagó inmediatamente.
Apenas unos minutos
después los helados comenzaron a sentirse mal. Como
la congeladora no estaba funcionando, la temperatura
comenzó a subir.
Ninguno de los helados
sabía lo que estaba pasando, pero todos empezaron a
reclamar. Incómodos e impacientes, decían:
- ¡Es difícil hoy aquí!
¿Alguien puede hacer algo?
- ¡Quédate quieto! ¡Solo
con aguantarte ya estoy haciendo mucho!
Pero el tiempo fue
pasando y la situación empeorando. Los helados se
sentían cansados, blandos, sin fuerzas para nada.
Comenzaron a darse cuenta de que la situación era grave.
Pasaron a estar callados y asustados. Uno de ellos
habló, casi llorando:
- ¡Dios mío! ¡Creo
que nos estamos echando a perder! ¡Mañana nos botarán a
todos a la basura! Por favor, helado de chocolate, ¡haz
algo! Eres el mejor de nosotros. ¡Te
necesitamos, más que nunca!
El helado de chocolate
miró hacia los lados y vio a sus compañeros sufriendo.
Tuvo pena de ellos, hasta del helado de fresa. Él se
daba cuenta de su malestar y sabía cómo era, pues él
también sentía lo mismo.
En ese momento, el helado
de chocolate se sintió igual a los demás. Las
apariencias de cada uno ya no importaban. En su
interior, se dio cuenta de que no era superior a nadie.
Se sentía incapaz de ayudarlos y estaba sufriendo
exactamente como ellos.
- Amigos míos,
discúlpenme, pero no sé qué hacer. No sé ni lo que está
pasando o qué será de nosotros – dijo el helado de
chocolate con humildad. – Soy solo un helado común, como
cada uno de ustedes.
- Vamos a estar unidos –
dijo el helado de crema. – Tengo la impresión de que,
uno cerca del otro, conseguiremos mantenernos congelados
por más tiempo.
Los helados, entonces, se
agruparon con sus vecinos. El helado de chocolate estaba
muy cerca del helado de fresa y sintió un poco de alivio
con el frío que venía de él.
El trabajador de la
heladería había terminado su tarea y se había ido.
Pero el dueño de la
heladería, cuidadoso como siempre, fue a verificar que
todo estuviera en orden antes de cerrar el local e ir a
casa. Fue entonces que se dio cuenta del enchufe
desconectado. Inmediatamente, lo conectó de nuevo y la
congeladora volvió a funcionar. En pocos minutos, los
helados sintieron un gran alivio y no demoraron mucho en
restablecerse completamente. Todos
estaban a salvo y felices.
Al día siguiente, la vida
continuó normalmente en la heladería. Pero algo había
cambiado. La arrogancia y el orgullo del helado de
chocolate había desaparecido para siempre. Pasó a
elogiar a los compañeros y a tratar con respeto al
helado de fresa. Ahora él sabía que todos eran
importantes en la heladería.
Con esa experiencia tan
importante, el helado de chocolate aprendió que, detrás
de las apariencias, todos eran iguales.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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