Tema: Buen carácter
La carrera
A Carlos le
gustaba practicar deportes y estaba entrenando mucho
para participar en los juegos escolares que sucederían
pronto en su ciudad. Muchas escuelas, inclusive de otras
ciudades, participarían en el evento.
Carlos entrenaba
atletismo e iba a competir en la carrera de larga
distancia.
El profesor de educación
física, que era su entrenador, llevó a Carlos hasta el
lugar del evento unos días antes de la competencia. Ahí,
ellos entrenaron toda la carrera, desde la salida hasta
la llegada, repasando todo lo que Carlos debería hacer
para salir bien y conseguir una medalla.
El gran día finalmente
llegó. Carlos estaba ansioso, pero optimista. Él sabía
que era un buen corredor, pues era el mejor de su
colegio.
Varios atletas fueron
llamados, cada uno en su categoría. Las pruebas fueron
realizadas con mucha alegría por parte de los compañeros
y familiares presentes.
Cuando llegó el turno de
Carlos, varios niños fueron llamados también. Ellos se
posicionaron en la línea de partida, dieron la señal de
partida y comenzaron a correr.
Carlos sabía qué hacer.
Daba largas zancadas, controlaba la respiración y medía
el esfuerzo para que lo le faltara aire al final, ya que
era una carrera larga. Tras la partida, el niño ya se
distanciaba de la mayoría de los otros competidores,
corriendo delante de ellos.
Solo un participante
corría cerca de Carlos, y era un excelente corredor
también. Él vestía el uniforme de un colegio de otra
ciudad y Carlos pronto se dio cuenta de que no sería
fácil ganarle.
Los dos se distanciaban
cada vez más de los otros corredores. El chico se
adelantó y Carlos iba un poco atrás. La multitud gritaba
y aplaudía esa emocionante carrera.
Los muchachos, cansados,
forzaron sus zancadas un poco más al acercarse a la
meta, dando lo máximo que podían.
Carlos se dio cuenta de
que el niño iba a ganar, pero no dejó de esforzarse,
pues también quería llegar lo más rápido posible.
De repente, sucedió algo
inesperado. Había una línea blanca pintada en el suelo
unos metros antes de la línea de meta, que servía de
marcación para otra actividad que se realizaría en esa
pista. El chico de la otra escuela, pasando la línea
blanca, dejó de correr y levantó los brazos alegre,
pensando que había ganado la carrera.
Carlos, que estaba justo
detrás, notó la confusión que había hecho el competidor.
Él había entrenado en esa pista anteriormente, pero el
chico no.
Carlos, entonces, aún
corriendo, alcanzó al niño y le puso la mano en el
hombro. Jadeante, simplemente señaló con la otra mano la
línea de meta que tenía delante.
El chico entendió el
mensaje y corrió unos metros más, terminando la carrera.
Fue el primer puesto y Carlos ocupó el segundo lugar,
llegando poco después.
Solo entonces los dos se
detuvieron para descansar y recibir los saludos de la
multitud.
Después de recomponerse,
Carlos regresó junto a sus compañeros en la gradería y
uno de ellos preguntó:
- ¿Por qué hiciste eso,
Carlos?
- ¿Qué cosa? – preguntó
Carlos, sin entender lo que el otro quería decirle.
- ¡Dejaste que el chico
de la otra escuela ganara! Podrías haber aprovechado su
error y ganar al final.
- ¡No, no podría! –
respondió Carlos con firmeza. - ¡De hecho él ganó la
carrera! Hice lo mejor que pude y, sin embargo, él
estuvo delante de mí todo el tiempo. ¿Crees que sería
correcto que me llevara la medalla de oro sin merecerlo,
aprovechando que él es de otra ciudad y no entrenó en
pista como yo?
El compañero no dijo nada
más. Sabía que Carlos había actuado correctamente.
- ¡Felicitaciones,
Carlos! ¡Lo hiciste genial! ¡Hiciste tu mejor tiempo! -
dijo alegremente el entrenador, abrazando al niño.
Carlos se mostró feliz
con el elogio recibido. Había estado un poco triste por
haber quedado en segundo lugar, pero las palabras de su
profesor le recordaron que él había hecho todo lo
posible y por eso también era un ganador.
En el momento de la
premiación, el ganador del primer lugar, Carlos y el
niño que quedó en tercer lugar subieron al podio y
recibieron sus medallas.
El niño ganador,
entonces, tomó el brazo de Carlos y lo levantó en un
gesto de gratitud, demostrando que Carlos también era un
campeón.
La multitud emocionada
hizo mucho ruido, aplaudiendo, silbando y gritando el
nombre de Carlos, quien se sintió muy feliz.
Carlos regresó a casa
sintiendo su corazón sin preocupaciones. Incluso con la
medalla de plata, se sentía ganador. Había vencido en la
prueba de la vida, que es más importante y que nos
otorga méritos y triunfos verdaderos.
(Historia basada en hechos
reales.)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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