Tema: Sintonía
En la entrada de la ciudad
Hace mucho tiempo atrás, en la entrada de una pequeña
ciudad, estaba un viejo sentado bajo un árbol. Era el
Sr. Jeremías, que acostumbraba a quedarse ahí observando
la naturaleza y las personas que pasaban de vez en
cuando, y junto a él su nieto Josías, que jugaba a su
alrededor.
El abuelo reparó que se acercaba un hombre cargando una
maleta y algunas otras pertenencias. Al llegar a la
entrada de la ciudad, el desconocido se sintió aliviado
al ver que su caminata llegaba a su fin. Buscando
información y también unos minutos de descanso, comenzó
a conversar:
|
- ¡Hola! Llego con la intención de vivir en
esta ciudad de aquí en adelante. Vengo de un
lugar muy malo, donde solo había gente mala,
mucho trabajo y pocas oportunidades de ocio.
¡No voy a extrañar nada ni a nadie de allá! |
El viejo Jeremías lo miró y respondió:
- ¡Sea bienvenido! Qué bueno que vengas a vivir entre
nosotros. Pero lamentablemente, debo decirle que,
probablemente, va a encontrar aquí lo mismo que en su
ciudad natal: insatisfacción y personas de convivencia
difícil. ¡Pero le deseo buena suerte y espero que eso no
suceda!
El hombre, después de intercambiar algunas palabras más,
cogió sus cosas y continuó su camino, pues todavía tenía
que conseguir un lugar para pasar la primera noche.
Jeremías y Josías continuaban ahí, aprovechando ese
lugar calmado y bonito donde les gustaba pasar las
tardes.
No pasó mucho tiempo y otra persona se acercó. Era otro
hombre, que llegaba también a la ciudad, en las mismas
condiciones que el primero. Viendo
al viejo, comenzó a conversar:
- ¡Hola! Soy nuevo en esta ciudad. Tengo la esperanza de
ser feliz aquí. Vengo de un lugar muy bonito, donde
tengo familiares y amigos queridos, a los cuales voy a
extrañar. Pero
necesito una nueva oportunidad de trabajo.
- ¡Sea bienvenido! – respondió Jeremías. - ¡Qué bueno
que vaya a vivir aquí entre nosotros! Nuestra
ciudad es muy bonita.
Probablemente hará buenos amigos aquí y encontrará mucha
satisfacción en su trabajo.
Los dos conversaron por algunos minutos más, después el
recién llegado agradeció y se fue.
Josías, que había escuchado las dos conversaciones del
abuelo, preguntó intrigado:
- Abuelo, estoy confundido. Nuestra ciudad, al final,
¿es buena o mala? ¿Aquí vive gente mala o amigable? ¿Las
personas son felices o tristes? ¿Por qué le mintió a uno
de los hombres, ya que les dijo cosas diferentes a los
dos?
- Nieto mío, te voy a explicar algo – dijo el viejo. –
En todo lugar, existen cosas buenas y malas. Existen
personas y oportunidades buenas y malas. Cada uno
encuentra aquello con lo que sintoniza, o sea, encuentra
cosas que se parecen a lo que piensa y el tipo de
sentimiento que cultivan. Para que una persona sea
feliz, es más importante su mundo interno que las
condiciones externas que va a encontrar. Por eso no le
mentí a ninguno de ellos. A menos que ellos cambien,
tendrán aquí la vida que ya tenían en sus ciudades. ¿Entendiste?
Josías pensó un poquito y después dijo que sí con la
cabeza. Jeremías sonrió. Ellos se abrazaron con cariño,
y volvieron a casa.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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