Tema: Felicidad
La princesa triste
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Érase una vez, una princesa que vivía en un
gran castillo, en un reino muy rico y
festivo. Sin embargo, ella no era feliz. Era
una niña buena, pero tenía un problema: veía
las cosas que eran preciosas como si
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no tuvieran valor. |
La princesa tenía vestidos magníficos, de telas finas y
bordados a mano con piedras preciosas. Pero para ella,
su ropa no tenía nada especial. No le gustaba nada y
pensaba que estaba mal vestida y fea. De vez en cuando,
lloraba por eso, lo que dejaba a todos preocupados por
ella.
El rey, intentando alegrar a su hija, la llamó para ver
las riquezas del palacio y mostrarle como era
privilegiada.
Llevó a la princesa al salón del tesoro, que era un
lugar secreto, protegido por muchos guardias. Ahí,
estaban guardados varios baúles llenos de joyas, oro,
obras de arte de valor incalculable y mucho dinero.
El rey, sonriendo al ver su enorme riqueza, volteó hacia
su hija, esperando encontrar en ella admiración y
alegría. Sin embargo, la niña no mostraba ninguna
reacción positiva. Era como si ella viera una sala
vacía.
El rey, indignado, entonces habló:
- ¿Cómo no ves que somos muy ricos, que puedes tener las
mejores cosas del mundo? Solo
vives triste, pensando que no tienes lo suficiente.
- Discúlpame, papá, no quiero molestarte. Pero
estas cosas son lo que yo esperaba que ya tuviéramos. Por
eso no me sorprendí.
El padre llevó a su hija de vuelta y, decepcionado, le
contó a la reina lo que había pasado. Ella,
entonces, también quiso intentarlo.
- Tal vez nuestra hija no le importa los bienes
materiales. Voy a llevarla a conocer mejor nuestros
jardines – dijo ella.
Y así fue. Llevó a la princesa por senderos maravillosos
formados por vegetación. Juntas, fueron por jardines con
árboles frondosos donde vivían varios pajaritos. Había
también macetas de flores y una glorieta con una cascada
al frente.
- Mira, querida, qué agradable es el ruido del agua.
Muchas veces, vengo aquí a observar la naturaleza y
reponer mi energía. Si quieres, puedes venir siempre
conmigo, para aprovechar juntas de esta maravilla.
- Ah, no, gracias, mamá. Prefiero quedarme en mi cuarto.
La madre percibió que su hija tampoco valoraba los
encantadores jardines del palacio.
El tiempo pasaba, y la princesa continuaba siempre
triste, desmotivada, hallando que no tenía nada
especial.
Un día, un reino vecino atacó el reino de su padre. Hubo
mucha confusión tanto en las calles como en el palacio.
La familia real tuvo que huir, de prisa, para salvarse.
El rey, la reina y la princesa fueron a una casita
simple, en una montaña, para estar escondidos de los
enemigos.
La princesa, que antes tenía todo, de repente pasó a
tener una vida muy simple: sin vestidos, sin riquezas,
sin sirvientes para hacer los servicios. Ella pasó a
tener que ayudar en la limpieza de la casa y preparar la
comida.
Y también tenía que salir y recolectar frutos y
semillas, aunque con miedo de ser descubierta, para
ayudar en la supervivencia de la familia. Fueron tiempos
difíciles, no solo materialmente, sino emocionalmente
también, pues la incertidumbre de cómo sería el futuro
les causaba un gran sufrimiento.
Pero la familia se mantenía unida, dándose fuerza uno al
otro.
Un bello día, vieron caballeros acercándose a la
montaña, yendo en dirección a su casita. Se quedaron
asustados, pensando que habían sido descubiertos, pero
se dieron cuenta de que eran soldados de su propio reino
que llegaban con la gran noticia de que los invasores
habían sido vencidos.
Ahora, la familia real podría volver al palacio segura.
El rey y la reina se abrazaron conmovidos. La
princesa saltaba y gritaba de alegría.
En ese mismo día, volvieron al palacio. Muchas cosas
eran diferentes. Los jardines estaban descuidados, y los
objetos de valor habían sido saqueados. La princesa, sin
embargo, halló el palacio enorme y lindo. Se sintió
inmensamente feliz por ir por el camino del jardín hacia
el palacio. Casi lloró de la emoción al volver a ver su
cuarto, al hallar todo maravilloso.
Ella no lo notó en ese momento, pero estaba curada.
Desde ese día en adelante, pasó a valorar todo lo que
tenía, agradeciendo a sus padres y a Dios, y pasó a ser
muy feliz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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