Jesús traía consigo el mensaje de la verdadera
fraternidad
“Cuál es el tipo más perfecto que Dios ha ofrecido al
hombre, para servirle de guía y modelo?” Respuesta: -
¡Jesus!
Nos cuenta
Emmanuel que,
según constan en las tradiciones del Mundo Espiritual, “existe
una Comunidad de Espíritus Puros y Electos por el
Supremo Señor del Universo, en cuyas manos se conservan
las riendas directoras de la vida de todas las
Colectividades Planetarias y, a lo que nos fue dado
saber, esa Comunidad de seres angélicos y perfectos, de
la cual Jesús es uno de los miembros divinos, apenas ya
se reunió, en las proximidades de la Tierra, para la
solución de problemas decisivos de la organización y de
la dirección de nuestro Planeta, por dos veces en el
curso de los milenios conocidos:
La primera se verificó cuando el Orbe terrestre se
desprendia de la nebulosa solar, a fin de que se
lanzasen, en el Tiempo y en el Espacio, las balizas de
nuestro sistema cosmogónico y los preambulos de la vida
en la materia en ignición del planeta. La segunda se
dio cuando se decidía la venida del Señor a la faz de la
Terra, trayendo a la familia humana la lección inmortal
de Su Evangelio de amor y redención”.
Enseña el Maestro lionés1: “para
el hombre, Jesús constituyó el tipo de la perfección
moral a que la Humanidad puede aspirar en la Tierra.
Dios nos Lo ofrece como el más perfecto modelo y la
Doctrina que enseñó es la expresión más pura de la Ley
del Señor, porque siendo Él más puro de cuantos han aparecido
en la Tierra, el Espíritu Divino Lo animaba.”
Con el
Espíritu André Luiz aprendemos: “antes
de Él, grandes comandantes de la idea habían pisado en
el suelo del mundo, influenciando multitudes: guerreros
y políticos, filósofos y profetas, se alineaban en la
memoria popular, recordados como disciplinadores y
héroes, más todos desfilaron con ejercitos y fórmulas,
enunciados y avisos, en que se mezclan rectitud y
parcialidad, sombra e luz.”
Discurriendo sobre el
advenimiento del Cristo, dice Emmanuel: “las
legiones angélicas, junto al pesebre, anunciando al Gran
Renovador, no presentaron cualquier palabra de
violencia, sino: gloria a Dios en el Universo; paz en la
Tierra; buena-voluntad para con los hombres.
El
Padre Supremo, legando la Nueva Era de seguridad y
tranquilidad al mundo, no declaraba al Embajador Celeste
investido de poderes para herir o destruir; ni castigo
al rico avariento; ni castigo al pobre desesperado; ni
despreció a los débiles; ni condenación a los pecadores;
ni hostilidad para con el fariseo orgulloso; ni anátema
contra el gentio inconsciente. Se derramaba el Tesoro
Divino por las manos de Jesús al servicio de la
buena-voluntad. La justicia del “ojo por ojo” y del
“diente por diente” encuentra, en fin, el Amor dispuesto
a la sublime renuncia hasta la Cruz. Y de aquel
inolvidable momento en adelante, la Tierra se
renovaría. El verdugo sería digno de piedad; el enemigo
se convertiría en hermano extraviado; el criminal
pasaría a la condición de enfermo. En Roma, el pueblo
gradualmente extinguiría la matanza en los circos. En
Sidón, los esclavos dejarían de tener los ojos vacios
por la crueldad de los señores. En Jerusalén, los
enfermos no serían más relegados al abandono en los
valles de la inmundicia.
Jesús traía consigo el mensaje de la verdadera
fraternidad y, revelándola, transitó victorioso, del
nacimiento de paja al madero sanguinolento”.
André Luiz, canta, también, las noticias del Sublime
Advenimiento3: “Él llega sin ningún prestigio
de autoridad humana, mas, con Su magnitud moral, imprime
nuevos rumbos a la vida, por Dirigirse, por encima de
todo, al Espíritu en todos los climas de la Tierra...
Transmitiendo las ondas mentales de las Esferas
Superiores de que procede, transita entre las criaturas,
despertándoles las energías para la vida mayor, como que
a alcanzarles las fibras recónditas, de manera a
armonizarlas con la sinfonía universal del bien eterno.
Para recibir el influjo mental de Jesús, el Evangelio
nos da noticias de una pequeña congregación de médiums,
a efecto de transformadores eléctricos conjugados, para
acogerle la fuerza y almacenarla, de principio, antes
que se le pudiese canalizar los recursos. Y lejos de
anotar ahí la presencia de cualquier instrumento
psíquico menos seguro del punto de vista moral,
encontramos importante núcleo de mediadores, iluminados
en la confianza y correctos en la directriz.
Informarnos, así, en las indicaciones de la Buena Nueva,
de que Zacarias e Isabel, los padres de Juan Bautista,
precursor del Médium Divino, “eran
ambos justos delante de Dios, andando sin reprensión en
todos los mandamientos y preceptos del Señor” ; que
María, la joven simple de Nazarét, que acogería al
Embajador Celeste en los brazos maternos, se hallaba “en
posición de loor delante del Eterno Padre”; que
José de Galilea, el varón que Lo tomaría bajo paternal
tutela, “era
justo”; que
Simón, el amigo abnegado que Lo aguardó en oración,
durante largo tiempo, “era
justo y obediente a Dios”; y
que Ana, la viuda que Lo esperó en oración, en el Templo
de Jerusalén, por varios lustros, vivía “sirviendo
a Dios” .
En ese grupo de médiums admirables, no solo por las
percepciones avanzadas que los situaban en contacto con
los Emisarios Celestes, mas también por la conducta
irreprensible de que ofrecían testimonio, sorprendemos
el circuito de fuerzas a que se ajustó la onda mental
del Cristo, para de ahí expandirse en la renovación del
mundo.”
Aduce la noble mentora
Joanna de Ângelis:
“(...) después del fracaso de las ruidosas fantasias y
de los turbulentos gozos, vibran en la Tierra las notas
de dulce canción de paz, penetrando y exaltando a las
criaturas ansiosas. Son las alegrias de la Navidad que
llegan, rehaciendo el espíritu humano, aturdido y
descoronado por la infatigable búsqueda de los valores
que, entonces, contacta muertos.
Invitación a la reflexión, la Navidad hace recordar al
Excelso Amigo, participando de las justas alegrías de
una boda y del grave dulce encuentro con la mujer
sorprendida en adulterio...
Evoca el Señor de las fuerzas vivas de la Natureza,
reprendiendo los vientos y el mar, e invitando a los
habladores niños al regazo, por pertenecerles, en la
Natureza de que se hacen símbolo el Reino de Dios...
Actualiza el diálogo, de alcance transcendente, con el
príncipe y doctor de la Ley sobre los renacimientos en
el cuerpo, y habla del erguimiento del hijo de la viuda
de Nain, del siervo del Centurión, y de Lázaro, del
sopor de la catalepsia y de la muerte para las
excelencias de la acción lúcida...
Faculta una visión nueva de la vida a la luz del Sermón
de la Montaña, exaltando, en estos días de truculencia,
la grandeza de la humildad, la fuerza de la fe y la
eficacia de la “no
violencia”...
La Navidad es oportunidad feliz para cada hombre
volverse para dentro de sí, hacer paz consigo mismo,
valorar la bendición de la vida física que se desvanece
acelerada, y amar...
Las alegrías de la Navidad proporcionan alargar para
cada uno felicitarse mediante las donaciones de amor que
se permita, renovando los paisajes íntimos y, dando un
paso más allá del “yo”, extender
la solidariedad con los que sufren, los que se estropean
en la lucha, los que se desesperan, los que se sienten a
solas, los pequeñitos y viejitos al abandono en las
calles y en los campos, dilatando hasta ellos la ternura
y facultándoles sonrisas, a través de la acción del bien,
que transforma al hombre en ángel de amor y hacerlo
repetir casi en silencio, nuevamente, la sonata
inolvidable de los Cielos dirigida a los oídos del mundo
atento: -
“¡gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra para
los hombres de buena-voluntad!...”
¡Navidad, para el espírita debe ser así como una
canción, que habla de amor, de paz, alegría y de un
mundo nuevo con Jesús!... Integrémonos en la Divina
Sinfonía en unisono con la pléyade de Espíritus más
directamente ligados a Jesús, para que podamos también
recibir-Le el influjo mental a fin de exparcirlo junto a
nuestros hermanos en humanidad, en especial con los “Hijos
del Calvario”.