Tema: Sembrar y cosechar
No quiero ir al infierno
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Rodrigo era
un niño muy travieso. Le gustaba el
alboroto, no respetaba a nadie.
Se peleaba por cualquier motivo. Sus
compañeros incluso evitaban estar cerca
de él, porque era fácil meterse en
problemas.
Un día,
Rodrigo se burló de Marina, una niña de su
clase. Ella
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quedó tan
enojada, que gritó: |
- ¡Rodrigo, maleducado!
Eres una pésima persona, ¿sabías? ¡Cuando mueras, de
seguro vas a ir directo al infierno!
El niño, burlándose, se
rio sin darle importancia.
Pero las palabras de
Marina se quedaron en su cabeza. En el fondo, sabía que
no tenía un buen comportamiento.
Ese pensamiento de ir al
infierno fue creciendo dentro de Rodrigo y lo incomodaba
tanto que empezó a sentir miedo. Comenzó a dormir mal, a
tener pesadillas y a levantarse en la noche, asustado.
Tenía miedo de morir, porque pensaba que lo que lo
esperaba no sería bueno.
Su mamá notó la situación
de su hijo y lo llamó para conversar.
Rodrigo terminó
contándole lo que había pasado y dijo llorando:
- ¡No quiero ir al
infierno, mamá!
La mamá, entonces, abrazó
a su hijo y con cariño le explicó:
- No estés así, querido. Te
voy a contar una cosa: no vas a ir al infierno. ¿Sabes
por qué? ¡Porque el infierno no existe!
- ¿Estás segura, mamá?
Todo el mundo ha escuchado hablar del infierno – dijo
Rodrigo, todavía inseguro.
- Hijo, es que algunas
religiones tienen la creencia de que seremos juzgados
después de esta vida: si fuimos malos, seremos
condenados e iremos al infierno, o tendremos la
salvación eterna e iremos al cielo si fuimos buenos.
Pero, en el entendimiento de nuestra religión espírita,
no es así. Es porque nosotros creemos que tenemos muchas
vidas aquí en la Tierra, a través de las
reencarnaciones. ¿Cómo podríamos tener una sentencia de
duración eterna, si después vamos a nacer de nuevo?
La mamá de Rodrigo le
contó también la Parábola de la Oveja Perdida, enseñada
por Jesús, en la cual una oveja se perdía del rebaño y
el pastor la buscó hasta encontrarla y traerla de
vuelta.
- Jesús dijo: “ninguna
oveja del rebaño que mi Padre me confió se perderá”. Con
la ayuda de Jesús, todos nosotros encontraremos la paz y
la felicidad un día, hijo. Eso es el paraíso para
nosotros y todos vamos a alcanzarlo un día.
- ¡Qué bueno, mamá! ¡Qué
alivio! – y, cambiando de triste a enojado, Rodrigo
continuó: - ¡Esa niña me las va a pagar! ¡Aprenderá
a no asustar a los demás!
- No hables así, Rodrigo
– reprendió la mamá. – Aunque no exista un lugar de
castigos eternos después de la muerte, todavía existe
sufrimiento para aquellos que actúen mal. El infierno es
el estado de perturbación en que las personas quedan,
cuando, por nuestro libre albedrío, tomamos decisiones
contrarias a las leyes de Dios. Si plantas espinas, te
lastimas y sufres cuando vas a cosecharlas. Mientras
elijas hacer cosas que sabes que no son correctas, lo
que obtendrás de la vida también serán cosas malas. ¡Piensa
en eso, hijo!
Después de la
conversación con su mamá, Rodrigo se dio cuenta de la
responsabilidad que tenía sobre sus actitudes y lo que
estaba atrayendo hacia sí mismo.
Al día siguiente, Rodrigo
fue al colegio. Estaba acostumbrado a tener mala
conducta, pero estaba dispuesto a cambiar y poco a poco
se fue transformando. Cuando encontró a Marina, apenas
le sonrió y le dijo “hola”.
Demoró un tiempo, pero
Rodrigo aprendió a respetar a las personas. En vez de
ser temido y mal visto por todos, logró hacer algunos
amigos y pasó a ser querido por muchas personas.
Su mamá quedó muy feliz
al verlo mejorando. ¿Y saben quién estaba más feliz? ¡El
mismo Rodrigo!
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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