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Consecuencias del
pasado, alavanzas
del futuro |
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Cuando entramos en
contacto con la Doctrina de los Espíritus, buscamos casi
siempre soluciones inmediatistas para nuestros
problemas, sean ellos de orden moral o material.
Esperamos casi siempre que ella realice un milagro al
darnos la solución para nuestras aflicciones y
necesidades. Esperamos conseguir bienes materiales,
resolver problemas amorosos y conseguir paz sin que
precisemos esforzarnos para obtener todo eso. Ese es,
ciertamente, uno de los aspectos más curiosos de quien
busca el Espiritismo.
Entre tanto, otro también
existe y tan interesante como el primero, porque nos
muestra como aun estamos presos a misticismos y
adivinaciones de todos los tipos. Todas las veces que
pedimos o que el no tiene para darnos, corremos el
riesgo de envolvernos con charlatanes de todos los
matices y todos los calibres.
Por vía de regla, siempre
encontramos a alguien que conoce a alguien y que puede
decirnos de nuestro presente, de nuestro pasado y de
nuestro futuro. Generalmente cobrando alguna cosa, sea
de manera ostensiva o velada, sugiriendo que no es para
sí, más para alguna asistencia social que realiza.
Si paramos para analizar
esas tres posibilidades, verificaremos que en relación
al presente nadie precisa decirnos nada, pues estamos
viviendo ese momento ahora. Mas, a partir del momento en
que obramos por un acto, una palabra o pensamiento
estaremos viviendo otra realidad, pues las consecuencias
de nuestras actitudes ya estarán en acción, trayendo
para nosotros los débitos o los créditos de aquello que
escogemos hacer. Y lo que era algo distante – el futuro
–, y solo estaba en nuestra imaginación, pasa a ser
concreto, presente en nuestras vidas.
Vamos a ver entonces
nuestro futuro. Si el es el momento siguiente a todo lo
que hicimos, sea en actos, palabras o pensamientos,
entonces precisamos prestar más atención en nuestras
actitudes, pues estamos a cada momento determinando
nuestro futuro. En otras palabras, estamos plantando en
este exacto segundo – observe lo que cada uno está
pensando ahora – lo que vamos a coger enseguida, sea
ahora o más adelante. Todo va a depender de como estamos
viviendo el presente.
Dicen los estudiosos que
con eso creamos un cuadro de rescates que nosotros
mismos construímos, pues que estamos determinando cómo
va a ser nuestro futuro: futuro de buena cosecha o de
mala cosecha, de frutos dulces o amargos, de flores
perfumadas o de espinos, siembra que realizamos y
tendremos que recoger. Y no precisamos retroceder mucho
en nuestra edad para descubrir qué tipo de cultura
hicimos hace bien poco tiempo. Si gastamos mucho, hoy
ciertamente vivimos con dificultad; si no enseñamos a
nuestros hijos o aquellos seres que fueron colocados
bajo nuestro cuidado para evolucionar el valor de la
amistad, de la gratitud, de la fraternidad, y si no
arrancamos de ellos, como se arranca hierbas dañinas,
las primeras señales del orgullo, del egoísmo y de la
vanidad, por ejemplo, no nos podemos quejar si hoy nos
traen disgustos y soledad.
Hasta ahora, nos está
pareciendo que solamente nosotros somos encargados de
construir nuestro futuro. Así, no existe nada
determinando que somos obligados a sufrir para ser
criaturas mejores y más felices, a no ser nuestras
propias decisiones. El Padre Creador no nos creó para el
sufrimiento, más para la luz y la felicidad. Mas, como
cada uno quiere llegar de manera diferente a esas
conquistas, es natural que muchos se desvíen para
caminos menos seguros, sin embargo más tentadores. En la
mayoría de las veces, buscamos facilidades en la
resolución de nuestros deseos porque creemos que somos
más expertos que los otros, más inteligentes o tenemos
mayores recursos financieros y mayor prestigio social.
En fin, los motivos son variados, mas son plantaciones
que vamos realizando en nuestra caminata, esparciendo
muchas veces dolores y lágrimas por donde pasamos, lejos
de imaginar que seremos obligados a coger el producto de
ellas. ¿Será que con un cuadro así construído no es
fácil entender nuestras aflicciones actuales?
Ya hablamos sobre el
presente y sobre el futuro y nuestro tema es sobre las
consecuencias del pasado. Ese es otro aspecto bastante
interesante de aquellas personas que buscan el
Espiritismo para saber quién fueron en otras vidas, ya
que no están satisfechas con sus existencias actuales.
De esa manera, recurren a “entendidos” que puedan
decirles lo que gustarían de haber sido, más como una
manera de huir a la realidad de lo que voluntad de saber
para ser hoy mejores de lo que eran ayer. Lo que nos
llama la atención en esos casos es la constante
repetición de personajes, pues que encontramos
diferentes personas diciendo que fueron la misma reina,
o mismo rey, el mismo sabio y otros tantos destacados
históricos, sin que se den cuenta de que el Espíritu es
uno solo, modificándose apenas el cuerpo en el cual va
habitar. Un Espíritu para cada cuerpo. Esa es la ley.
Así, es difícil
comprender como varios de nosotros pudimos haber sido,
por ejemplo, la reina Cleopatra o el rey Luís XV, o un
pintor famoso etc., y casi nunca hemos sido homicidas,
suicidas, mendigos, asaltantes, personas simples del
pueblo, profesor desconocido, padres amorosos, padres
oscuros, para no decir de actividades moralmente
abominables. Precisamos ser siempre personas de
importancia. ¿Si no somos hoy, por que no en el pasado?
¡Y ahí está nuestro gran
engaño! Nadie precisa decirnos qué fuimos y no nos
interesa saber de eso, pues si volvimos a la carne es
porque aun tenemos mucho que aprender. Aun tenemos mucho
que modificar en nuestro interior, en nuestros
sentimientos, en nuestra manera de entender la vida como
fuente de crecimiento y no de sufrimientos; como forma
de conquistar la paz y el equilibrio y no como forma de
contiendas con nuestro prójimo, porque él es diferente
de nosotros, no solo como nosotros y no merece ser feliz
como nosotros merecemos.
Es imprescindible que
paremos para verificar cuales son nuestras tendencias,
nuestros gustos, nuestras dificultades. Es importante
examinar lo que nos molesta, verdaderamente, más sobre
todo con cuál sentimiento nuestro tendremos mayores
dificultades en trabajar: ¿es el orgullo, la vanidad, la
impaciencia, el preconcepto, la inconformación con los
problemas financieros, las dificultades de relaciones
afectivas de cualquier especie o es la cólera? Y cuando
estamos con alguien, ¿qué más nos incomoda en aquella
persona? Porque aquello que en el otro nos incomoda es,
ciertamente, lo que rechazamos en nosotros. Es en verdad
la paja en el ojo del otro que se transforma en viga en
el nuestro, la cual nos evadimos a entrever.
Es preciso que
respondamos a esas cuestiones a fin de que podamos mejor
prepararnos en la construcción de nuestro futuro. Si hoy
encontramos dificultades en nuestra existencia,
ciertamente no hicimos buenas elecciones en el passado.
Así, no es necesario buscar saber quien fuimos, más sí
descubrir cómo fuimos para que podamos ser mejores
mañana. Y solo sabremos cómo fuimos si examinamos
honestamente nuestras tendencias actuales, ya que poco
cambiamos, a pesar de ya haber cambiado bastante.
El pasado solo es
importante para entender cuánto aun nosotros precisamos
caminar, y de como aun estamos lejos de las enseñanzas
de Jesús a llamarnos para la práctica de las virtudes
que vino a enseñarnos.
El Espírito es inmortal y
para progresar precisa pasar por varias experiencias
materiales, físicas, para aprender y eso el solo
conseguirá si tuviese una manera de manifestarse. ¿Y
cual forma es esa? Es a través del cuerpo físico. Ese
cuerpo pasa a ser, por tanto, una urna sagrada para su
vivencia en la materia. Cuidar de ella es deber sagrado
de todo aquel que ya comprende la responsabilidad que
tiene sobre la salud y el equilibrio de esa urna que
carga bien tan precioso. Todo aquello que pudiera
llevarlo al desequilibrio, sea material o a través de
una mente enferma, causando perjuicios a ese instrumento
prestado a nosotros para que, como Espíritus que somos,
podamos crecer, responderá delante de las leyes divinas
y cogerá ciertamente todas las consecuencias derivadas
de ese mal uso.
Estamos colocando aquí
los desequilibrios causados por los diferentes vicios,
sea ellos por ingestión de alcohol, tabaco y otras
drogas; de alimentación exagerada que sobrecarga todos
los órganos; por el sexo desenfrenado; por las mentes en
desajustes que llevan desequilibrios al funcionamiento
del hígado, del estómago, del corazón, a los músculos de
todo el cuerpo cuando se abandonan a la cólera, al
rencor, a la ausencia de caridad, a la prepotencia o a
mentes que cultivan pensamientos infelices de suicidio o
que permanecen presas a venganza, al remordimiento sin
nada hacer para modificar esos cuadros. Hablamos de las
mentes que, pudiendo usar el arte en cualquiera de sus
manifestaciones y, pudiendo ayudar, acaban desviando a
otras criaturas del camino recto.
En cuanto nos preocupamos
en saber quién fuimos, estamos olvidándonos de verificar
cómo somos para que, a partir de nuestro presente,
podamos efectivamente iniciar las modificaciones tan
necesarias a un futuro de más paz y más felicidad.
Ciertamente, muchos dirán
que están felices con su vida de hoy y eso está
volviéndose, lentamente, una situación comun. Eso es muy
bueno, pues debemos verificar si ya estamos poniendo en
práctica las enseñanzas evangélicas. Estamos simplemente
mostrando a los otros que las palabras de Jesús solo se
cumplen cuando realizamos nuestra parte, como
cooperadores de Él, en la construcción de un mundo
mejor.
Cuando el Maestro de
Nazarét nos dice que bien-aventurados son los mansos y
pacificadores porque ellos heredarán la tierra, no
hablaba de otra tierra a no ser de nuestro planeta. Y
si hoy ya conseguimos aceptar con mayor resignación las
dificultades – y eso significa no rebelarnos con las
leyes divinas, ya que somos los mismos causantes de
nuestros sufrimientos – es porque ya estamos
usufructuando la promesa de Él de que heredaríamos la
Tierra, que estamos transformado en tierra de amor y de
fraternidad, donde el mal, poco a poco, va siendo
apartado, para que el Bien prevalezca, definitivamente,
en el corazón de todas las criaturas...
No vamos a dejar de hacer
lo que debe ser hecho porque en el pasado encontramos
dificultad, y porque tenemos miedo de fracasar en el
futuro. ¡Nuestro tiempo es hoy! Nuestro futuro es ahora
cuando en este momento estamos escogiendo ser personas
mejores.