Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Juicio, cooperación


La tortuga amiga


Érase una vez un bosque muy bonito, donde vivían muchos animales. La tortuga Tatá se había mudado allá recientemente y quería hacerse amiga de los otros animales.

Tatá era muy amable y le gustaba la compañía, pero, desde que había llegado, no había podido acercarse a nadie.

Los otros animales no estaban acostumbrados a convivir con tortugas y les parecía extraña su manera de ser. Tatá era lenta para andar y hablaba despacio. Por eso, la conversación nunca llegaba lejos.

Los días pasaron y el verano llegó a su fin. Era hora de que las crías volvieran a clases. Sin embargo, las fuertes lluvias de la estación dejaron la escuela sucia y necesitando algunos arreglos. El búho, director del colegio, preguntó si los padres de los alumnos podrían ayudar con esa tarea.

Por eso, el conejo buscó a la zorra y dijo:

- Doña zorra, necesitamos organizar cuándo haremos la limpieza del colegio.

- ¡Vamos a llamar a los otros animales también! – dijo la zorra animada. – Al parecer, hay bastante trabajo por hacer. Pero si todos ayudamos, no será demasiado para nadie.

Las dos se pusieron de acuerdo, entonces, en que la limpieza de escuela se haría el siguiente domingo y quedaron en encontrarse frente a la escuela a las nueve de la mañana.

- Déjame que yo hable con la paca, el armadillo, la ardilla y el tapir – dijo el conejo.

- Y yo voy a llamar a la pata, la gallina y a todos los que viven cerca de la laguna – dijo la zorra.

- ¿Y la tortuga? – preguntó el conejo pensativo. - ¿Vamos a llamarla o no?

- Como sea – respondió la zorra riendo. – Con esa lentitud, no ayudará en nada.

- ¡Es verdad! ¡Nunca vi tanta indisposición! Pero voy a invitarla igual, solo para no decir que la estamos dejando fuera.

En seguida se despidieron y se fueron. Como acordaron, llamaran a los otros animales del bosque para participar en la tarea.

En el día y la hora marcados, el conejo, la zorra y varios animales se reunieron frente a la escuela. La pata llegó corriendo, torpemente, justo a tiempo. El armadillo perdió el tiempo y se retrasó, y envió un mensaje diciendo que iría más tarde.

- Bueno, creo que quien tenía la intención de venir ya está aquí. ¿Y la tortuga, ah? Estaba muy contenta cuando la invité. ¡Ahora no la veo! – dijo el conejo.

- Tal vez está viniendo, pero recién llegará mañana – cacareó la gallina, riendo.

- O, entonces, dijo que ayudaría solo para agradar – dijo la ardilla desconfiada.

– Ella debe saber que no va a poder ayudar en nada.

- Yo creo que no va a venir – dijo el tapir. – Ni siquiera tiene crías. ¿Por qué ayudaría a limpiar la escuela?

Después de esos comentarios descuidados, el grupo finalmente entró en el colegio para comenzar la tarea. Fue entonces que tuvieron una gran sorpresa.

La tortuga Tatá ya estaba ahí dentro trabajando. Ya había organizado los materiales de limpieza disponibles, llenado algunos baldes con agua y estaba terminando de limpiar las ventanas.

Saludó a los vecinos con una gran sonrisa y explicó:

- ¡Buenos días... a todos! Llegué antes... porque saben... como soy… Si comenzaba... a trabajar junto... a ustedes... antes de que yo comenzara… ¡ustedes ya… habrían terminado! Ahora… por lo menos he logrado... limpiar las ventanas.

Los animales se quedaron sin habla, se miraron entre ellos y apenas le sonrieron a Tatá.

Se dieron cuenta de que la habían juzgado mal. Hicieron comentarios crueles sobre ella sin siquiera conocerla bien.

Ellos le agradecieron avergonzados, pero estaban dispuestos a retractarse y empezaron a trabajar también.

Lavaron, barrieron, pasaron el trapo, limpiaron las sillas y las mesas y arreglaron algunas cosas. Así, trabajando juntos, en pocas horas terminaron y regresaron a sus casas.

La escuela estaba lista para recibir a los alumnos cuando las clases comenzaran.  

Tatá no tenía hiitos, pero aun así la limpieza del colegio fue muy importante para ella. Debido a que fue mostrando buena voluntad y cooperación, se ganó el respeto de sus vecinos.

Muchos de ellos pasaron a saludarla con cariño y a tener paciencia para conversar lento, disfrutando de su dulce manera de hablar. Ella pasó a ser más conocida y querida.

Tatá vivió por mucho tiempo en el bosque, colaborando con sus amigos siempre que podía y viviendo muy feliz.
 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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