Tema: Juicio, cooperación
La tortuga amiga
Érase una vez un bosque muy bonito, donde vivían muchos
animales. La tortuga Tatá se había mudado allá
recientemente y quería hacerse amiga de los otros
animales.
Tatá era muy amable y le gustaba la compañía, pero,
desde que había llegado, no había podido acercarse a
nadie.
Los otros animales no estaban acostumbrados a convivir
con tortugas y les parecía extraña su manera de ser.
Tatá era lenta para andar y hablaba despacio. Por
eso, la conversación nunca llegaba lejos.
Los días pasaron y el verano llegó a su fin. Era hora de
que las crías volvieran a clases. Sin embargo, las
fuertes lluvias de la estación dejaron la escuela sucia
y necesitando algunos arreglos. El búho, director del
colegio, preguntó si los padres de los alumnos podrían
ayudar con esa tarea.
Por eso, el conejo buscó a la zorra y dijo:
- Doña zorra, necesitamos organizar cuándo haremos la
limpieza del colegio.
- ¡Vamos a llamar a los otros animales también! – dijo
la zorra animada. – Al parecer,
hay bastante trabajo por hacer. Pero
si todos ayudamos, no será demasiado para nadie.
Las dos se pusieron de acuerdo, entonces, en que la
limpieza de escuela se haría el siguiente domingo y
quedaron en encontrarse frente a la escuela a las nueve
de la mañana.
- Déjame que yo hable con la paca, el armadillo, la
ardilla y el tapir – dijo el conejo.
- Y yo voy a llamar a la pata, la gallina y a todos los
que viven cerca de la laguna – dijo la zorra.
- ¿Y la tortuga? – preguntó el conejo pensativo. -
¿Vamos a llamarla o no?
- Como sea – respondió la zorra riendo. – Con esa
lentitud, no ayudará en nada.
- ¡Es verdad! ¡Nunca vi tanta indisposición! Pero voy a
invitarla igual, solo para no decir que la estamos
dejando fuera.
En seguida se despidieron y se fueron. Como acordaron,
llamaran a los otros animales del bosque para participar
en la tarea.
En el día y la hora marcados, el conejo, la zorra y
varios animales se reunieron frente a la escuela. La
pata llegó corriendo, torpemente, justo a tiempo. El
armadillo perdió el tiempo y se retrasó, y envió un
mensaje diciendo que iría más tarde.
- Bueno, creo que quien tenía la intención de venir ya
está aquí. ¿Y la tortuga, ah? Estaba muy contenta cuando
la invité. ¡Ahora
no la veo! – dijo el conejo.
- Tal vez está viniendo, pero recién llegará mañana –
cacareó la gallina, riendo.
- O, entonces, dijo que ayudaría solo para agradar –
dijo la ardilla desconfiada.
– Ella debe saber que no va a poder ayudar en nada.
- Yo creo que no va a venir – dijo el tapir. – Ni
siquiera tiene crías. ¿Por
qué ayudaría a limpiar la escuela?
Después de esos comentarios descuidados, el grupo
finalmente entró en el colegio para comenzar la tarea.
Fue entonces que tuvieron una gran sorpresa.
La tortuga Tatá ya estaba ahí dentro trabajando. Ya
había organizado los materiales de limpieza disponibles,
llenado algunos baldes con agua y estaba terminando de
limpiar las ventanas.
Saludó a los vecinos con una gran sonrisa y explicó:
- ¡Buenos días... a todos! Llegué
antes... porque saben... como soy… Si comenzaba... a
trabajar junto... a ustedes... antes de que yo
comenzara… ¡ustedes
ya… habrían terminado! Ahora… por lo menos he logrado...
limpiar las ventanas.
Los animales se quedaron sin habla, se miraron entre
ellos y apenas le sonrieron a Tatá.
Se dieron cuenta de que la habían juzgado mal. Hicieron
comentarios crueles sobre ella sin siquiera conocerla
bien.
Ellos le agradecieron avergonzados, pero estaban
dispuestos a retractarse y empezaron a trabajar también.
Lavaron, barrieron, pasaron el trapo, limpiaron las
sillas y las mesas y arreglaron algunas cosas. Así,
trabajando juntos, en pocas horas terminaron y
regresaron a sus casas.
La escuela estaba lista para recibir a los alumnos
cuando las clases comenzaran.
Tatá no tenía hiitos, pero aun así la limpieza del
colegio fue muy importante para ella. Debido a que fue
mostrando buena voluntad y cooperación, se ganó el
respeto de sus vecinos.
Muchos de ellos pasaron a saludarla con cariño y a tener
paciencia para conversar lento, disfrutando de su dulce
manera de hablar. Ella
pasó a ser más conocida y querida.
Tatá vivió por mucho tiempo en el bosque, colaborando
con sus amigos siempre que podía y viviendo muy feliz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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