Interesante
observar es
existir aun
cierta sorpresa
con la atención
dedicada por el
Espiritismo al
tema reforma
íntima.
Para mejor
entender y
aceptar esta
renovadora
propuesta
espírita, basta
recordemos cual
es el destino
final de todos
los Espíritus -
alcanzar la
perfección
relativa -, para
convencernos de
que la temática
es materia
relevante y
fundamental. Sin
la
transformación
interior, que
conduce al
alcance del
último estado
evolutivo,
cuando nos
volveremos
Espíritus puros,
jamás
alcanzaremos la
meta definida
por Dios, lo que
no es permitido,
o sea, cuando Él
nos creó,
determinó este
propósito
divino, una de
las poquísimas
fatalidades en
el orden del
Creador.
Entre tanto, seguir al Cristo a través de sus valiosos e
inmortales ejemplos y lecciones, conducta que
materializa la reforma
íntima,
será siempre un inmenso desafío, en cuanto las
sociedades continuaran a organizarse basadas apenas en
la competición entre los individuos, de modo a manter
sus propuestas materialistas a cualquier coste. Siendo
así, ¿¡cómo hacer!?
Recordando el buen
combate tan
bien defendido por Pablo, que
viabiliza la construcción de la reforma
íntima,
deberá ser conducido con equilibrio y buen sentido,
considerando que, más allá de las sociedades viven, de
modo general, bajo principios fundamentados en llevar
ventaja sobre el prójimo, sea cual fuera el precio,
nosotros aun mantenemos también numerosas matrizes de
conductas no alineadas con las normas divinas, todas
edificadas en existencias pasadas – nuestra sombra.
Siendo así, el esfuerzo es doble: precisamos luchar
contra las consolidadas conductas egoístas diseminadas
en el medio en que estamos incluidos y, simultaneámente, combatir a
nosotros mismos, este último, tal vez sea el más difícil
obstáculo a ser superado: el hombre viejo. Por estas dos
razones es que la reforma
íntima no
se realiza sin muchas luchas: con victorias y, también,
con indeseados reveces.
Se puede sugerir una forma bien simple de abordar este
laborioso, sin embargo, superable desafio: escoger una
característica de personalidad reconocidamente no
conforme con los principios crísticos y
perfeccionándola, constantemente, a lo largo del tiempo,
sin tregua, observando los progresos y los fracasos, los
triunfos y las derrotas, siempre que el caminar de la
vida nos coloque en posición de, una vez más, obrar
según este fallo de conducta en nuestra individualidad.
Con el tiempo, vamos a conocernos mejor en relación a
este particular aspecto, mejorando la forma de cómo
actuar delante de las pruebas que la vida nos
proporciona, perfeccionando gradualmente nuestra actitud
en este específico punto y, si hubiera de hecho empeño y
sinceridad de nuestra parte, los éxitos van a aparecer
y, en consecuencia, más fuertes nos sentiremos para
atacar otras facetas discordantes en nuestro carácter
con relación a la moral y a la ética.
Dentro del escenario competitivo que nos cerca,
precisaremos hacer elecciones acertadas, pues la
sociedad incentiva que sus integrantes disputen entre sí,
infelizmente, desde la fase infantil. Al educar a
nuestros niños dentro de esta línea de acción
equivocada, hacemos que ellas, al alcanzar la fase
adulta, presenten dificultades en el relacionamiento
sano con sus iguales, y más, si el individuo no expresa
esta actitud competitiva, en algunos casos, hasta
predadora, es inmediatamente puesto al margen del grupo,
quedando muchas veces solo sin condiciones de vivir
dentro de los principios de sus ideales más nobles. No
hay duda, es una intensa lucha.
Entre tanto, cada cual deberá aprender como conducirse
en sociedad, dentro de los principios crísticos, sin
necesidad de dejar el mundo, aprendiendo a vivir en este
mismo planeta que, actualmente, exige, de modo general:
en el ambiente de trabajo, en la familia, en el medio
social, entre otros, actitudes incisivas, algunas veces
incluso agresivas, otras casi de desprecio a los menos
adaptados, definido todo dentro de la máxima de que los
débiles no tienen vez.
Otro campo de dificultad en la convivencia social es el
de la honestidad, de la ética, en la manuntención de
elevados patrones morales. Hoy, hay una inclinación
generalizada en el seno de la sociedad para obrar de
modo deshonesto, antiético, auto justificándose de que
los objetivos finales legitiman plenamente los medios,
así, obran de manera inpúdica, hacen intrigas, mienten,
crean noticias falsas, son livianos, todo en nombre de
la: sobrevivencia del negocio, lucratividad financiera
de la empresa, victoria del partido político, proyección
social en el medio en que vive, conquista de la persona
deseada, entre otras razones. Quieren salir vencedores a
cualquier coste, no importando los perjuicios y
agresiones provocadas a aquellos que están, por ventura,
obstruyendo sus caminos, o sea, son considerados
temporalmente sus enemigos.
La Doctrina espírita está enteramente a favor del
crecimiento material, además, la Ley del Progreso es uno
de los principios que rigen la vida, seguramente, una
directriz divina, siendo así, jamás podemos siquiera
imaginar que el Espiritismo sea contrario a evolucionar
en las relaciones de trabajo, o en cualquier otra área
de actuación. No, lo que se desea es que esta evolución,
este desenvolvimiento, o esta mejoría material no ocurra
por medio de actitudes inmorales o a través de conductas
indecorosas, con claro perjuicio al prójimo, o hasta a
sí mismo.
Solo hay un Espíritu que debemos siempre mantener
especial atención promoviendo una saludable competición:
en relación a nosotros mismos, observando nuestras malas
inclinaciones, para intentar superarlas lo más rápido
posible, así como, anotando las conductas positivas que
ya conseguimos realizar buscando fortalecerlas.
Tenemos que superarnos constantemente, mejorar nuestros
patrones morales, aumentar nuestro conocimiento, bien
usar el tiempo disponible, aprovechar las oportunidades
de evolución, esto es, realizar la reforma
íntima.
Este desafío no se prende solo a nuestras relaciones en
sociedad, se aplica igualmente a los espíritas actuando
en las instituciones en que militan.
Infelizmente, se observan conductas inadecuadas de
algunos espíritas, obrando en las asociaciones como si
las enseñanzas que reciben de la Doctrina fuesen, tal
vez, para el futuro y no para el presente concreto.
De esta forma, algunos espíritas se vuelven de su
modesto saber deseando, o casi exigiendo, incluso
considerando su gran conocimiento doctrinario, destaque
en el movimento, de preferencia coronado de aplausos y
homenajes y muchas fotos en los medios espíritas; forman
grupos dentro de la casa para defender políticamente sus
puntos de vista, incluso que estos sean distanciados de
la Doctrina; no se eximen en levantar falsedades contra
sus supuestos opositores para debilitarlos delante de
los otros; combinan previamente en quien irá a votar,
caso haya elección para elegir cargos en la casa en que
militan; boicotean actividades espíritas cuando estas
son desenvueltas por los supuestos adversarios; cuando
detentan el poder para tanto, escogen trabajadores para
ocupar cargos considerando apenas el grado de amistad,
incluso sabiendo de que estos no están cualificados para
bien desempeñar las tareas, obran así, de modo a
mantener el dominio en la dirección de ciertos sectores
de trabajo; o sea, proceden como si nada hubiesen
escuchado de nuevo a través del Espiritismo, volviendose
así candidatos naturales para el exilio compulsivo en
mundos inferiores, durante esta fase de Regeneración por
la que atraviesa la Tierra.
Un dato relevante a considerarse es que hoy, las
sociedades básicamente se pautan por las conductas
egoístas, con todo, como sabemos, en este proceso de
transición vivido por la Tierra, está ocurriendo una
renovación de los Espíritus actualmente vinculados al
orbe: muchos serán de aquí conducidos para mundos
material y moralmente aun más atrasados de lo que el
nuestro, teniedo en cuenta el estado evolutivo del
planeta, esto es, todos aquellos manteniéndose
firmemente contrarios al proceso de renovación
planetaria; por otro lado, muchos Espíritus más
moralizados están siendo traídos de otros
mundos-escuelas para ayudarnos en esta fase de mejoría
experimentada por la Tierra. Y más, este flujo de idas y
venidas de Espíritus, ya ocurre hace décadas.
Como resultado, se volverá cada vez más fácil reformarse,
una vez que, muchos de los nuevos Espíritus que ahora
aportan en la Tierra, traerán nobles y significativos
ejemplos de vida, facilitándonos sobre manera la propia reforma
íntima,
que exige esfuerzo y sacrificio, sin estos, no
ascenderemos a los planos más elevados.
No seamos complices del error y de la deshonestidad,
bajo el pretexto de desagradar a los otros. Resistamos
lo mucho que pudiéramos a las propuestas indecorosas, el
futuro mostrará que obramos bien en no pactar con las
falsedades y artimañas creadas por los insensatos.
Usemos la paciencia cuando tuvieramos nuestros nobles
anhelos desconsiderados. Más vale la conciencia
tranquila en el deber cumplido que la mente en brasas
por cuenta de los maleficios causados a otros. La
calumnia y venganza no deben influenciarnos jamás,
permanezcamos tranquilos sin desanimar, convencidos de
que el bien vencerá más pronto o más tarde.
Importante notar es también que, caso seamos observados
en nuestros esfuerzos en el sentido de obrar apenas en
el bien, otros pueden contagiarse con nuestra conducta
y, quien sabe, pasar a observarnos como modelos,
cambiando también, en consecuencia, el modo como viven:
esto es, podemos hacer
escuela.
Caso deseemos sinceramente cambiar para mejor, como
sugestión final para conciliar las diversas situaciones
conflictivas que aun iremos a enfrentar, debemos siempre
recordar de preguntar en momentos de duda e indecisión
en la forma de obrar, no importando en cuál sector de la
sociedad nos encontramos: ¿en esta hora, cómo obraría
Jesús en mi lugar? La respuesta debe surgir cristalina,
al final, Él es el modelo y guía de la Humanidad.