Reza la
mitología griega
que Narciso,
hijo del dios
Cefiso y de la
ninfa Liríope,
al identificar
la belleza de la
propia imagen a
través del
reflejo del agua
del lago, de tal
manera se
encantó con su
figura allí
reflejada, que
acabó
distrayéndose
viniendo a
perecer por el
ahogamiento. De
ese cuento
deriva la
expresión
narcisista o
narcisismo, que
equivale a
decir: morrir
por la
ilusión... Según
la leyenda,
Narciso era un
hombre dotado de
extraordinaria
apariencia, que
despertaba
inmensa atención
y admiración. No
obstante,
Narciso también
era arrogante,
orgulloso y
vanidoso, lo que
lo llevó al auge
de apasionarse
por sí mismo en
vez de otras por
personas que lo
amaban.
Sea como fuera, personas portadoras de personalidad
narcisista son generalmente inclinadas a la búsqueda por
la grandiosidad. Hay en ellas un deseo desenfrenado de
ser admiradas, así como exhibir acentuado desprecio y
falta de empatía por los semejantes. Si no bastase eso,
aun muestran otros graves desajustes tales como:
arrogancia, falsa superioridad y anhelo acentuado por el
poder. Puesto esto, es innegable que, a pesar de vivir
en un mundo real y tangible, no pocos padecen del
narcisismo en algún grado. Así siendo, individuos
narcisistas han sido asociados a características
altamente indeseadas, como, por ejemplo:
“1)– El liderazgo. Los narcisistas precisan ejercer
posiciones de dominio para alimentar sus egos. Aun así,
a la medida que “mandan” en los demás, ya que poseen
facilidad para tal, desdeñan las necesidades de sus
subordinados. Las conjunciones de esos ítems los vuelve
malos jefes, a pesar de encontrar lo contrario. Los
narcisistas no son buenos líderes y confunden liderazgo
con autoritarismo.
2)– Centro de las atenciones. Las personas narcisistas
son sociables y comunicativas y establecen sus
relaciones de forma a llamar mucho la atención de las
personas que están a su alrededor, gustan de tener los
focos volcados para sí. No siempre todos ven a esas
personas de una buena forma, ya que están siempre en
evidencia.
3)– Excentricidad. Los narcisistas dan atención excesiva
al estereótipo. En ese ámbito, se preocupan
excesivamente con ropas y accesorios, llegando muchas
veces a ser ostensivos. Son interpretados por los que
los ven como personas diferentes y osadas.
4)– Vanidad. Un excesivo culto al cuerpo existe por
parte de esas personas. Ese punto es valorado por ser
seductores naturales y tienden siempre a dirigirse para
eso. Es común ver narcisistas exagerar al hacer
actividades físicas en la búsqueda de una perfección,
que, muchas veces, nunca alcanzan, pues siempre quieren
más.
5)– Relaciones amorosas. Los narcisistas tratan a sus
parejas como grandes conquistas, exhibiéndolas como
trofeos para que el mundo pueda ver como son amados y
queridos. Esa necesidad de aparecer también es expresada
constantemente dentro de las propias relaciones, donde
poseen la necesidad constante de demonstrar siempre a
las parejas el interés existente de los otros por sí, y
que pueden en cualquier momento atraerlos.
6)– Autovalorización. Con frecuencia, en la búsqueda de
autovalorización hieren y distorcionan la imagen de los
que están a su alrededor en el intento de que su propia
imagen, en una comparativa, pueda quedar mejor. Cuando
están rodeados por personas más importantes, tienden a
desvalorizarlas, manchando sus imágenes, para que de una
forma, hasta incluso ilusoria, queden mejor frente a los
demás.”[1]
Más allá de eso, estudios sugieren que muchos
presidentes de empresas, celebridades y políticos
exhiben un comportamiento típicamente narcisista. Lo que
parece incontestable, no obstante, es que líderes
narcisistas observan el mundo exclusivamente por su
óptica.[2] Muy recientemente, además, asistimos a uno de
los más claros ejemplos de liderazgo narcisista en el
planeta bajo la administración de Donald Trump, en los
Estados Unidos. Tan desastrosa fue su gestación al
frente de la mayor nación del planeta, que la Covid-19
llegó a alcanzar un nível asustador de contaminación de
los ciudadanos de aquel país. Sus constantes embates con
buena parte de la prensa y autoridades sanitarias fueron
episodios bizarros en que la verdad de los hechos poco
importaba.
Durante todo el tiempo en que en el cargo estuvo,
exteriorizó un estilo errático y altamente confrontador
de “liderazgo”, y muchos de los aspectos arriba
enumerados fueron observados a la extenuación.
Comportandose como un auténtico emperador y “único dueño
de la verdad”, despidió a las multitudes capaces
auxiliares y asesores rectos que le cuestionaban las
decisiones incoherentes y, muchas veces, irracionales.
Más aun, propagó inconsistencias y falsedades casi que
diariamente, conforme apuntó el prestigioso periódico
Washington Post. Su personalidad transtornada aun llegó
al punto de romper con importantes y tradicionales
aliados de América (y que el gobierno actual se
esfuerza por reconstruir).
No contento con el resultado de las elecciones que le
fueron desfavorables, intentó de todas las formas
posibles descalificar el hasta entonces respetado e
inmaculado sistema de depuración electoral americano –
incluso sin presentar concretas evidencias de fraude o
error. Sus maneras narcisas y egocéntricas - típicas de
una persona que no admite contrariedades o reveses de
cualquier especie, y como si la vida fuese un proceso
bajo el cual prevaleciese apenas su vonluntad
individual – lo llevaron aun al desplante de estimular a
correligionarios a invadir el Congreso, que culminó con
la muerte de varias personas, y muchos de los
infractores siendo procesados. Por cuenta, en fin, de su
personalidad emocionalmente inestable, Washington, DC,
la capital americana, está bajo férreo regimen de
aislamiento.
A lo que todo indica, el líder americano es un Espíritu
que exorbitó en su papel de conductor de la nación, y
los efectos deletereos de su administración se harán
sentidos por mucho tiempo, ya que la gran nación está
hoy dividida políticamente. Tomé tal ejemplo extremo por
su carácter didáctico y para mostrar cuan peligroso
puede ser un individuo narciso para el tejido social y
hasta incluso espiritual. Dado el excesivo orgullo y
prepotencia de tales personas, buenas compañías
espirituales ciertamente no les acompañan.
Como dice la sabia máxima: “Dime con quien andas y te
diré quien eres”. En ese sentido, es cierto que
entidades infelices les inspiran ideas, medidas,
acciones y deliberaciones como mínimo chocantes. Como no
cultivan el hábito de escudarse por medio de la oración
sincera o de iniciativas de carácter autoiluminativo,
acaban bebiendo, por así decir, en fuentes envenenadas
por el pensamiento maléfico. Siendo así, lo que
realizan es generalmente dañino para el conjunto de la
sociedad.
El caso del ex-presidente americano es algo raro dado su
magnitud, así como por el poder por él disfrutado.
Científicos sociales dedicados al delicado campo de la
lideranza tienen en él harto material para análisis y
conjeturas. Él, sin duda, representa una situación
extrema de narcisismo y de sus consecuencias. Con todo,
el momento presente – harto de invitaciones a la
insensatez – también presenta situaciones de menor
impacto en esa esfera, mas no menos preocupantes. Llego
a meditar que hay en nuestro medio actualmente
considerable contingente de criaturas tocadas por el ego
profundamente exacerbado. Criaturas aun contrarias a la
realización de los ideales superiores en la dimensión
interior y a la temática eminentemente responsable del
Espíritu inmortal. Individuos que aun no se
concienciaron de que “Todos los seres humanos existen
para realizar el crecimiento interior, su
individualización”, conforme razona el Espíritu Joanna
de Ângelis.[3]
Como bien explica la referida benefactora:
“A lo largo de los milenios, al alcanzar el estado de
humanidad, la herencia acumulada en los millones de años
transcurridos en el proceso de continuas
transformaciones, desencadena la preponderancia del
egocentrismo, de inicio, siguiendo el camino del
egotismo exacerbado hasta el momento cuando ocurre el
cambio de nivel de conciencia adormecida para el
despertar, responsable por adquisiciones emocionales más
enriquecedoras”.[4]
Retomando el raciocinio de arriba, nos parece que los
tiempos presentes han sido favorables al surgimiento y
exaltación de individuos portadores de trastornos de esa
naturaleza. Refiriéndose a este momento en particular en
el cual la lógica y el buen sentido parecen ausentes,
Joanna de Ângelis pondera que:
“Se vive la época del tener y del poder, del exhibirse y
del disfrutar, sin la consecuencia de la armonia
interior y del enriquecimiento espiritual.
La apariencia substituye a la realidad, y lo importante
no es el ser interior, mientras el ego exaltado, que
provoca envidia y competición en el palco de la ilusión.
De cierto modo, fueron perdidos el sentido existencial,
el objetivo de la vida, el foco transcendente de la
autorrealización. En consecuencia, aumentan las
patologías del comportamiento, y el banquete de los
enmascarados toma aspecto sombrio ...”[5]
Vemos, así, personas de todas las fajas sociales,
profesiones y edades exhibiendo comportamientos
narcisistas, y ampliando, por extensión, la falta de paz
en el ambiente humano. Se ve, a propósito, criaturas
destilando en profusión actitudes patéticas de
autoadoración y exhibicionismo por todos los medios
posibles. No bastan las patologías mentales que cargan
en el interior del ser, sus conductas desequilibradas
traen, además, enorme perjuicios a la psicosfera
terrena. El comportamiento enfermo que de ellos exhala,
en nada ayuda a llenar el enorme vacio del alma de
muchos que les siguen ciegamente. En un mundo donde
campean los malos ejemplos, muchos se juzgan mayores
que Dios. Pocos se dan cuenta de los males que abrigan
dentro de sí por abrazar visiones y percepciones
distorcionadas sobre lo que realmente son en la
intimidad.
El Espíritu Emmanuel también se inclinó sobre el tema
llegando a afirmar que “[...] en la Superficie de la
Tierra, donde abrumadora mayoría de personas se
constituyen de almas paralíticas, en lo que se refiere a
la virtud, raros hombres conocen la desarmonía de salud
espiritual que les habla al respecto, conscientes de sus
necesidades incontestables”.[6] Consecuentemente, sin la
posesión de la salud en sus Espíritus, los más elevados
niveles de desenvolvimiento humano no son alcanzados.[7]
En ese punto, es importante acentuar que la ciencia
terrena se ha empeñado en entender el real significado e
impacto de la salud espiritual a las criaturas humanas.
Los científicos han propuesto que la salud espiritual
abarca un proceso universal dinámico, desenvuelto,
consciente y multidimensional, que induce a la obtención
de la conciencia espiritual, capacidad personal y
transcendental. Más allá de eso, a ellas están asociados
relevantes atributos tales como: la sensación de
completo, moderación, establecimiento de interconexión
armoniosa, propósito, significado de vida y fe. Como
resultante, se teoriza que la salud espiritual
produciría bienestar físico, psicosocial y espiritual,
más allá de desenvolvimiento moral.[8]
Siendo así, individuos portadores del narcisismo,
obviamente, necesitan de tratamiento para adquisición de
su salud espiritual. No será algo rápido y tan poco
fácil de conquistar, especialmente a quien devota
exagerada adoración por sí mismo y/o sus hechos.
Requiere esfuerzo considerable tener la exacta
comprensión de su subyacente patología, así como
reconocer la necesidad de caminar en la vía del
autodescubrimiento (despertar de la conciencia).
Además, la simple concienciación da anomalía generada
por el narcisismo, da a la criatura sincera por mejorar
elementos suficientes para inicio de su proceso de
autoperfeccionamiento. En ese sentido, se vuele vital
tener el coraje moral de examinar sus propios actos a la
luz de la moldura delineada por el Maestro de los
Maestros. A partir de ahí, como prescribe, por ejemplo,
el Espíritu Joanna de Ângelis: “[...] si te dedicaras a
la transformación íntima, que refleja en alteración de
otros comportamientos para mejor, lograrás alcanzar la
verdadera meta de la madurez psicológica”. Ella aun
añade que: “Con ese profundamiento en el yo espiritual,
la salud plena será una amiga en la gran propuesta que
te lleva en busca de realización personal y humana”.[9]
Además, el remedio más eficaz, así me parece, para el
ser narciso es la asimilación de la humildad como patrón
comportamental. Abrazar el comportamiento humilde –
antítesis del narcisismo - como terapia es algo
desafiante para el individuo inclinado al orgullo y
presunción. No obstante, la Doctrina Espírita tiene
vasta literatura para ofrecer a las personas interesadas
en adquirir esa sagrada virtud. Historias y relatos
abundan en las páginas de las obras espiritistas de
personajes – algunos históricos, como el caso de Pablo
de Tarso, María de Nazarét, María de Magdala, Joana de
Cusa, Francisco de Asís, sin hablar del inolvidable
médium Francisco Cândido Xavier - que se despojaron
completamente de los nocivos aguijones derivados del
narcisismo y del orgullo, al abrazar, de cuerpo y alma,
los ideales cristianos. La terapia derivada de la
lectura de ese abundante y rico material parece ser un
adecuado punto de partida, aliada, obviamente, al deseo
sincero del individuo en cambiar sus convicciones y
entendimientos. En resumen: ayúdate y el cielo te
ayudará.
Notas:
1. Instituto Brasileiro de Coaching. Sinais de
que é uma pessoa narcisista. Disponível em: LINK
1 (acessado em 12/março/2021).
2. Vera, D. and Rodriguez-Lopes, A. (2004). Humility
as a source of competitive advantage. Organizational
Dynamics, Vol. 33 No. 4, pp. 393–408.
3. Franco, D. P. (ditado pelo Espírito Joanna de
Ângelis). (2005). Conflitos existenciais.
Salvador, BA: LEAL, p. 20.
4. Ibid.
5. Franco, D. P. (ditado pelo Espírito Joanna de
Ângelis). (2020). Vidas vazias. Salvador, BA:
LEAL, p. 18.
6. Xavier, F. C. (ditado pelo Espírito Emmanuel).
(1978). Caminho, verdade e vida. 7ª edição. Rio
de Janeiro, RJ: FEB, p. 173.
7. Hawks, S. (1994). Spiritual health: Definition
and theory. Wellness Perspectives, Vol. 10 No. 4.
Disponível em: LINK
2 (acessado em 13/fevereiro/2014).
8. Jaberi, A., Momennasab, M., Yektatalab, S. et al.
(2019). Spiritual health: A concept analysis.
Journal of Religion and Health, Vol. 58 No. 5, p. 1551.
9. Franco, D. P. (ditado pelo Espírito Joanna de
Ângelis). (1998). Momentos de saúde. 3ª
edição. Salvador, BA: LEAL, p. 127.