Especial

por Anselmo Ferreira Vasconcelos

Conducta narcicista y los peligros para la salud espiritual

Reza la mitología griega que Narciso, hijo del dios Cefiso y de la ninfa Liríope, al identificar la belleza de la propia imagen a través del reflejo del agua del lago, de tal manera se encantó con su figura allí reflejada, que acabó distrayéndose viniendo a perecer por el ahogamiento. De ese cuento deriva la expresión narcisista o narcisismo, que equivale a decir: morrir por la ilusión... Según la leyenda,  Narciso era un hombre dotado de extraordinaria apariencia, que despertaba inmensa atención y admiración. No obstante, Narciso también era arrogante, orgulloso y vanidoso, lo que lo llevó al auge de apasionarse por sí mismo en vez de otras por personas que lo amaban.

Sea como fuera, personas portadoras de personalidad narcisista son generalmente inclinadas a la búsqueda por la grandiosidad. Hay en ellas un deseo desenfrenado de ser admiradas, así como exhibir acentuado desprecio y falta de empatía por los semejantes. Si no bastase eso, aun muestran otros graves desajustes tales como: arrogancia, falsa superioridad y anhelo acentuado por el poder. Puesto esto, es innegable que, a pesar de vivir en un mundo real y tangible, no pocos padecen del narcisismo en algún grado. Así siendo, individuos narcisistas han sido asociados a características altamente indeseadas, como, por ejemplo:

“1)– El liderazgo. Los narcisistas precisan ejercer posiciones de dominio para alimentar sus egos. Aun así, a la medida que “mandan” en los demás, ya que poseen facilidad para tal, desdeñan las necesidades de sus subordinados. Las conjunciones de esos ítems los vuelve malos jefes, a pesar de encontrar lo contrario. Los narcisistas no son buenos líderes y confunden liderazgo con autoritarismo.

2)– Centro de las atenciones. Las personas narcisistas son sociables y comunicativas y establecen sus relaciones de forma a llamar mucho la atención de las personas que están a su alrededor, gustan de tener los focos volcados para sí. No siempre todos ven a esas personas de una buena forma, ya que están siempre en evidencia.

3)– Excentricidad. Los narcisistas dan atención excesiva al estereótipo. En ese ámbito, se preocupan excesivamente con ropas y accesorios, llegando muchas veces a ser ostensivos. Son interpretados por los que los ven como personas diferentes y osadas.

4)– Vanidad. Un excesivo culto al cuerpo existe por parte de esas personas. Ese punto es valorado por ser seductores naturales y tienden siempre a  dirigirse para eso. Es  común ver narcisistas exagerar al hacer actividades físicas en la búsqueda de una perfección, que, muchas veces, nunca alcanzan, pues siempre quieren más.

5)– Relaciones amorosas. Los narcisistas tratan a sus parejas como grandes conquistas, exhibiéndolas como trofeos para que el mundo pueda ver como son amados y queridos. Esa necesidad de aparecer también es expresada constantemente dentro de las propias relaciones, donde poseen la necesidad constante de demonstrar siempre a las parejas el interés existente de los otros por sí, y que pueden en cualquier momento atraerlos.

6)– Autovalorización. Con frecuencia, en la búsqueda de autovalorización hieren y distorcionan la imagen de los que están a su alrededor en el intento de que su propia imagen, en una comparativa, pueda quedar mejor. Cuando están rodeados por personas más importantes, tienden a desvalorizarlas, manchando sus imágenes, para que de una forma, hasta incluso ilusoria, queden mejor frente a los demás.”[1]

Más allá de eso, estudios sugieren que muchos presidentes de empresas, celebridades y políticos exhiben un comportamiento típicamente narcisista. Lo que parece incontestable, no obstante, es que líderes narcisistas observan el mundo exclusivamente por su óptica.[2] Muy recientemente, además, asistimos a uno de los más claros ejemplos de liderazgo narcisista en el planeta bajo la administración de Donald Trump, en los Estados Unidos. Tan desastrosa fue su gestación al frente de la mayor nación del planeta, que la Covid-19 llegó a alcanzar un nível asustador de contaminación de los ciudadanos de aquel país. Sus constantes embates con buena parte de la prensa y autoridades sanitarias fueron episodios bizarros en que la verdad de los hechos poco importaba.

Durante todo el tiempo en que en el cargo estuvo, exteriorizó un estilo errático y altamente confrontador de “liderazgo”, y muchos de los aspectos arriba enumerados fueron observados a la extenuación. Comportandose como un auténtico emperador y “único dueño de la verdad”, despidió a las multitudes capaces auxiliares y asesores rectos que le cuestionaban las decisiones incoherentes y, muchas veces, irracionales. Más aun, propagó inconsistencias y falsedades casi que diariamente, conforme apuntó el prestigioso periódico Washington Post. Su personalidad transtornada aun llegó al punto de romper con importantes y tradicionales aliados de América (y que el gobierno actual  se esfuerza por reconstruir).

No contento con el resultado de las elecciones que le fueron desfavorables, intentó de todas las formas posibles descalificar el hasta entonces respetado e inmaculado sistema de depuración electoral americano – incluso sin presentar concretas evidencias de fraude o error. Sus maneras narcisas y egocéntricas - típicas de una persona que no admite contrariedades o reveses de cualquier especie, y como si la vida fuese un proceso bajo el cual prevaleciese apenas  su vonluntad individual – lo llevaron aun al desplante de estimular a correligionarios a invadir el Congreso, que culminó con la muerte de varias personas, y muchos de los infractores siendo procesados. Por cuenta, en fin, de su personalidad emocionalmente inestable, Washington, DC, la capital americana, está bajo férreo regimen de aislamiento.   

A lo que todo indica, el líder americano es un Espíritu que exorbitó en su papel de conductor de la nación, y los efectos deletereos de su administración se harán sentidos por mucho tiempo, ya que la gran nación está hoy dividida políticamente. Tomé tal ejemplo extremo por su carácter didáctico y para mostrar cuan peligroso puede ser un individuo narciso para el tejido social y hasta incluso espiritual. Dado el excesivo orgullo y prepotencia de tales personas, buenas compañías espirituales ciertamente no les acompañan.

Como dice la sabia máxima: “Dime con quien andas y te diré quien eres”. En ese sentido, es cierto que entidades infelices les inspiran ideas,  medidas, acciones y deliberaciones como mínimo chocantes. Como no cultivan el hábito de escudarse por medio de la oración sincera o de iniciativas de carácter autoiluminativo, acaban bebiendo, por así decir, en fuentes envenenadas por el pensamiento maléfico. Siendo así,  lo que realizan es generalmente dañino para el conjunto de la sociedad.   

El caso del ex-presidente americano es algo raro dado su magnitud, así como por el poder por él disfrutado. Científicos sociales dedicados al delicado campo de la lideranza tienen en él harto material para análisis y conjeturas. Él, sin duda, representa una situación extrema de narcisismo y de sus consecuencias. Con todo, el momento presente – harto de invitaciones a la insensatez – también presenta situaciones de menor impacto en esa esfera, mas no menos preocupantes. Llego a meditar que hay en nuestro medio actualmente considerable contingente de criaturas tocadas por el ego profundamente exacerbado. Criaturas aun contrarias a la realización de los ideales superiores en la dimensión interior y a la temática eminentemente responsable del Espíritu inmortal. Individuos que aun no se concienciaron de que “Todos los seres humanos existen para realizar el crecimiento interior, su individualización”, conforme razona el Espíritu Joanna de Ângelis.[3]

Como bien explica la referida benefactora:

“A lo largo de los milenios, al alcanzar el estado de humanidad, la herencia acumulada en los millones de años transcurridos en el proceso de continuas transformaciones, desencadena la preponderancia del egocentrismo, de inicio, siguiendo el camino del egotismo exacerbado hasta el momento cuando ocurre el cambio de nivel de conciencia adormecida para el despertar, responsable por adquisiciones emocionales más enriquecedoras”.[4]

Retomando el raciocinio de arriba, nos parece que los tiempos presentes han sido favorables al surgimiento y exaltación de individuos portadores de trastornos de esa naturaleza. Refiriéndose a este momento en particular en el cual la lógica y el buen sentido parecen ausentes, Joanna de Ângelis pondera que:

“Se vive la época del tener y del poder, del exhibirse y del disfrutar, sin la consecuencia de la armonia interior y del enriquecimiento espiritual.

La apariencia substituye a la realidad, y lo importante no es el ser interior, mientras el ego exaltado, que provoca envidia y competición en el palco de la ilusión.

De cierto modo, fueron perdidos el sentido existencial, el objetivo de la vida, el foco transcendente de la autorrealización. En consecuencia, aumentan las patologías del comportamiento, y el banquete de los enmascarados toma aspecto sombrio ...”[5]

Vemos, así, personas de todas las fajas sociales, profesiones y edades exhibiendo comportamientos narcisistas, y ampliando, por extensión, la falta de paz en el ambiente humano. Se ve, a propósito, criaturas destilando en profusión actitudes patéticas de autoadoración y exhibicionismo por todos los medios posibles. No bastan las patologías mentales que cargan en el interior del ser, sus conductas desequilibradas traen, además, enorme perjuicios a la psicosfera terrena. El comportamiento enfermo que de ellos exhala, en nada ayuda a llenar el enorme vacio del alma de muchos que les siguen ciegamente. En un mundo donde campean los malos ejemplos, muchos se juzgan mayores  que Dios. Pocos se dan cuenta de los males que abrigan dentro de sí por abrazar visiones y percepciones distorcionadas sobre lo que realmente son en la intimidad.

El Espíritu Emmanuel también se inclinó sobre el tema llegando a afirmar que “[...] en la Superficie de la Tierra, donde abrumadora mayoría de personas se constituyen de almas paralíticas, en lo que se refiere a la virtud, raros hombres conocen la desarmonía de salud espiritual que les habla al respecto, conscientes de sus necesidades incontestables”.[6] Consecuentemente, sin la posesión de la salud en sus Espíritus, los más elevados niveles de desenvolvimiento humano no son alcanzados.[7] En ese punto, es importante acentuar que la ciencia terrena se ha empeñado en entender el real significado e impacto de la salud espiritual a las criaturas humanas.

Los científicos han propuesto que la salud espiritual abarca un proceso universal dinámico, desenvuelto, consciente y multidimensional, que induce a la obtención de la conciencia espiritual, capacidad personal y transcendental. Más allá de eso, a ellas están asociados relevantes atributos tales como: la sensación de completo, moderación, establecimiento de interconexión armoniosa, propósito, significado de vida y fe. Como resultante, se teoriza que la salud espiritual produciría bienestar físico, psicosocial y espiritual, más allá de desenvolvimiento moral.[8]  

Siendo así, individuos portadores del narcisismo, obviamente, necesitan de tratamiento para adquisición de su salud espiritual. No será algo rápido y tan poco fácil de conquistar, especialmente a quien devota exagerada adoración por sí mismo y/o sus hechos. Requiere esfuerzo considerable tener la exacta comprensión de su subyacente patología, así como reconocer la necesidad de caminar en la vía del autodescubrimiento (despertar de la conciencia).

Además, la simple concienciación da anomalía generada por el narcisismo, da a la criatura sincera por mejorar elementos suficientes para inicio de su proceso de autoperfeccionamiento. En ese sentido, se vuele vital tener el coraje moral de examinar sus propios actos a la luz de la moldura delineada por el Maestro de los Maestros. A partir de ahí, como prescribe, por ejemplo, el Espíritu Joanna de Ângelis: “[...] si te dedicaras a la transformación íntima, que refleja en alteración de otros comportamientos para mejor, lograrás alcanzar la verdadera meta de la madurez psicológica”. Ella aun añade que: “Con ese profundamiento en el yo espiritual, la salud plena será una amiga en la gran propuesta que te lleva en busca de realización personal y humana”.[9]

Además, el remedio más eficaz, así me parece, para el ser narciso es la asimilación de la humildad como patrón comportamental. Abrazar el comportamiento humilde – antítesis del narcisismo - como terapia es algo desafiante para el individuo inclinado al orgullo y presunción. No obstante, la Doctrina Espírita tiene vasta literatura para ofrecer a las personas interesadas en adquirir esa sagrada virtud. Historias y relatos abundan en las páginas de las obras espiritistas de personajes – algunos históricos, como el caso de Pablo de Tarso, María de Nazarét, María de Magdala, Joana de Cusa, Francisco de Asís, sin hablar del inolvidable médium Francisco Cândido Xavier - que se despojaron completamente de los nocivos aguijones derivados del narcisismo y del orgullo, al abrazar, de cuerpo y alma, los ideales cristianos. La terapia derivada de la lectura de ese abundante y rico material parece ser un adecuado punto de partida, aliada, obviamente, al deseo sincero del individuo en cambiar  sus convicciones y entendimientos. En resumen: ayúdate y el cielo te ayudará. 

 

Notas:

1.     Instituto Brasileiro de Coaching. Sinais de que é uma pessoa narcisista. Disponível em: LINK 1  (acessado em 12/março/2021).

2.     Vera, D. and Rodriguez-Lopes, A. (2004). Humility as a source of competitive advantage. Organizational Dynamics, Vol. 33 No. 4, pp. 393–408.

3.     Franco, D. P. (ditado pelo Espírito Joanna de Ângelis).  (2005). Conflitos existenciais. Salvador, BA: LEAL,  p. 20.

4.     Ibid.

5.     Franco, D. P. (ditado pelo Espírito Joanna de Ângelis).  (2020). Vidas vazias. Salvador, BA: LEAL,  p. 18.

6.     Xavier, F. C. (ditado pelo Espírito Emmanuel). (1978). Caminho, verdade e vida. 7ª edição. Rio de Janeiro, RJ: FEB, p. 173.

7.     Hawks, S. (1994). Spiritual health: Definition and theory. Wellness Perspectives, Vol. 10 No. 4. Disponível em: LINK 2 (acessado em 13/fevereiro/2014).

8.     Jaberi, A., Momennasab, M., Yektatalab, S. et al. (2019). Spiritual health: A concept analysis. Journal of Religion and Health, Vol. 58 No. 5, p. 1551.

9.     Franco, D. P. (ditado pelo Espírito Joanna de Ângelis).  (1998). Momentos de saúde. 3ª edição. Salvador, BA: LEAL,  p. 127.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita