Tema: Bondad
El príncipe escogido
Érase una vez una linda princesa. Además de bonita, era
delicada y gentil. Ya era una joven y tenía ganas de
casarse y tener hijos, y así formar su familia.
Su padre, el rey, la amaba mucho y deseaba que se casara
con alguien que la hiciera muy feliz. Por eso, envió un
mensajero a todos los reinos cercanos y distantes,
informando que concedería la mano de su hija en
matrimonio a aquel que trajera el mejor regalo para
ella.
En la fecha marcada, tres príncipes aparecieron en el
castillo.
El rey ordenó que fueran muy bien recibidos y hospedados
en el castillo.
Al día siguiente, el rey mandó llamar al primer
príncipe. El joven se presentó con ropas caras, elogió
los objetos preciosos del palacio y mostró confiado el
enorme baúl lleno de joyas y monedas de oro que traía
para ofrecer a la princesa.
En seguida, fue el turno del segundo príncipe. Vestía
traje de gala, como si fuera a una fiesta. Hablaba alto,
con elocuencia. Elogió la decoración del castillo y
mostró el regalo que había escogido para la princesa, un
enorme baúl con muchos vestidos, tiaras y zapatos
bonitos.
Por último, fue llamado el tercer príncipe, que se
presentó con ropa elegante, pero no extravagante. Saludó
al rey y la princesa y conversó con ellos con simpatía.
Elogió a la princesa, diciendo que sus virtudes eran
comentadas en todos los reinos, pero que ella era aún
más bonita y amable en persona.
Al rey y la princesa les agradó mucho, pero, cuando el
rey preguntó por el regalo para la princesa, el joven
respondió:
- Su Majestad, lamentablemente no tengo nada ahora
conmigo para ofrecer a la gentil princesa.
El rey, pensando que había desatendido a su hija,
preguntó contrariado:
- ¿Y por qué no tienes nada para ofrecer a mi hija?
¿Piensas que mereces casarte con ella, con este
desprecio?
El príncipe, entonces, respondió:
“Noble soberano, permítame explicar lo ocurrido. Pensé
mucho sobre lo que debería traer para presentar a su
hija. Conociendo las riquezas de su reino, no juzgué
cuánto más oro u objetos preciosos fueran necesarios
aquí. Al oír hablar del buen gusto y de la elegancia de
la princesa, consideré prescindible ofrecerle objetos de
uso personal.
Pensé en la expectativa que la princesa debe estar
viviendo, imaginando dónde va a vivir después de casada
y cómo debe ser el reino de su futuro esposo. Por eso,
decidí traer un baúl repleto de las frutas más sabrosas
de mi región, así como panes, quesos y dulces
deliciosos, característicos de nuestra gastronomía
local. Además, traje también algunos encajes y tejidos
bordados a mano por nuestras tejedoras, como forma de
mostrar a la princesa lo que ella encontraría en caso
nos casáramos.
Sin embargo, en mi viaje hasta aquí, yo y mi comitiva
encontramos en varios puntos del camino personas muy
necesitadas, andrajosos hambrientos, familias con niños
desnutridos y con frío, personas débiles, enfermas. Todo
tipo de necesitados. Y el único recurso con el cual pude
aliviar un poco de sus padecimientos fue darles los
alimentos y tejidos contenidos en el baúl.
Ya envié, incluso antes del final del viaje, a algunos
de mis sirvientes a buscar en mi reino los mismos mimos
que traía para presentar a la noble princesa. Les
recomendé que también trajeran suficientes suministros
para ayudar a los desafortunados del camino sin tener
que quitar contenido del baúl. Pienso que mañana deben
llegar y, entonces, podré tener el honor de entregar mi
humilde ofrenda a la princesa”.
Terminada la entrevista, el príncipe se retiró y el rey
preguntó a la princesa:
- Y entonces, hija mía, ¿te gustó alguno de ellos?
- ¡Sí papá! ¡El tercer príncipe! Él
se preocupó por mi bienestar, fue gentil y mostró tener
buen corazón ayudando a los necesitados.
- Qué bueno, hija, a mí también me agradó. Si se
preocupa más por las necesidades de los demás que por
las apariencias, riquezas o regalos, es porque tiene un
corazón virtuoso y va a hacerte feliz. Apruebo la unión
de ustedes, si ese es tu deseo.
Después de algunos meses de noviazgo, la linda princesa
y el príncipe se casaron. Ellos fueron a vivir al reino
del príncipe, pero iban con frecuencia a visitar al rey
para que él y la princesa no sintiera nostalgia uno del
otro. Cuando el príncipe se volvió rey, gobernó su reino
con mucha generosidad.
El príncipe escogido por la princesa no fue el más
codicioso ni el más vanidoso, pero sí el de buen
corazón. Y los dos fueron muy felices.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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