La reencarnación
es un fenómeno
de la ley de la
naturaleza y una
de sus
características
es el progreso
del espíritu.
Entre tanto,
cuanto más se
vive en una
reencarnación,
la tendencia es
que el espíritu
desobedece en
puntos que
precisaría
mejorar,
aplacar,
progresar, mas
que parecen más
fuertes de lo
que el esfuerzo
en perfeccionar,
de una vez por
todas, aquello
que lo prende al
pasado de
orgullo. Todos
estamos sujetos
a eso. Unos más
que otros.
¿Mas, qué importa eso? Esa es la cuestión: importa
apenas al individuo sus luchas, contiendas íntimas,
dificultades y sinsabores. A nadie más es dado el
derecho y mucho menos la libertad de condenar, o apuntar
“hechos” como si fuesen delegados, representantes de la
ley divina, autoridades filosóficas o doctrinarias para
decir que alguien, principalmente algún exponente,
presto de servicio al movimiento espírita. Cuando se
trata de una opinión personal, sería justo que quedase
claro, en un texto, sea cual texto fuera, que se trata
de una opinión personal y no una deducción insuficiente
y peligrosa al respecto del trabajo de alguien.
Los exponentes se notan, principalmente por los trabajos
desenvueltos en la asistencia espiritual y social,
dentro y fuera de la casa espírita, producción y
traducción de libros y, derivado de esto, en la
divulgación del Espiritismo. Hicieron lo que dieron
cuenta de hacer e hicieron muy bien. Sus obras no son
medidas por la extensión y sí por la calidad, si así no
fuese, escritores vulgares, travestidos de
intelectualidad, se levantarían como paladines de la
verdad, como la última galleta del paquete. Y no son.
Bezerra de Menezes es un exponente. Exponente no
significa perfecto, infalible, mas alguien cuya obra
mereció el concurso de los espíritus superiores para
llegar a los corazones más sufridos, de la forma como
conseguirían desenvolver. Fue rotulado, de forma
“definitiva”, como roustainguista. Numerosos textos,
exposiciones y hasta libros extensos, sinuosos, repiten
mensajes reforzando tratarse de un roustainguista.
Quien ya leyó algún artículo de “Max”, pseudónimo
utilizado por Adolfo Bezerra de Menezes Cavalcanti en el
periódico “El Paiz”, sabrá como él entendía el
Evangelio. ¿Fue roustanguista? No hay novedad alguna en
eso. Aunque sea un “hecho”, limitar la figura de Bezerra
de Menezes al roustainguismo es de una infantilidad
absurda, para no decir maldad. Hicieron lo mismo con
Eurípedes Barsanulfo, tratandolo como roustainguista,
aunque Herculano Pires haya dicho que él “despertó del
engaño”.
Sería lo mismo que tachar como roustainguista al Dr.
Carlos Imbassahy por la publicación del libro “Religión”
en 1942, periodo en que aun formaba parte de la FEB y
uno de los motivos de la ruptura con aquella
institución, de entre otros que fueron registrados por
el Profesor Carlos de Brito Imbassahy, su hijo.
Otro que siempre es recordado como roustainguista y como
responsable por praticar un Espiritismo que los
espíritas no dan cuenta de practica, es Chico Xavier. La
obra “Brasil corazón del mundo, patria del evangelio” es
un ejemplo clásico de intento de vincular a Chico Xavier
al roustainguismo. No satisfechos, aun publicaron
correspondencias entre Chico Xavier y uno de los
presidentes de la Federación, que fueron mezclados en la
obra “Testimonios de Chico Xavier”. Según Herculano
Pires, Chico nunca fue roustainguista, mas, como otros,
tuvo su obra desvirtuada.
Aunque el análisis de los hechos sea hecha con el
conocimiento y la tendencia intelectual de cada uno, es
estremecedor que principios tan básicos de fraternidad y
civismo hayan sido excluidos al rotular exponentes
espíritas de forma tan peyorativa y limitada. Lo curioso
es que ejemplos de civismo y fraternidad existen en el
movimiento espírita. Vamos a un ejemplo importante.
El escritor espírita más combativo, aquel que siempre
levantaba su pluma o dactilografiaba con la velocidad de
su pensamiento perspicaz, intelectual y filosófico, fue
el Profesor José Herculano Pires.
En sus más de 80 obras, algunas duras, con críticas
profundas, evidenciando la lucha de un pigmeo contra
gigantes, jamás se limitó o dedicó obra para criticar a
uno de los exponentes doctrinarios, sea en Brasil o
fuera, culpabilizándolos por los rumbos del movimiento
espírita. Sus críticas siempre fueron a la manera como
los espíritas estaban cediendo a los encantos de la
“sirena”, repitiendo errores del pasado (“Agonía de las
Religiones”, “Curso Dinámico de Espiritismo”,
“Mediumnidad”, “En la era del Espíritu”, “En la hora del
Testimonio”, “Centro Espírita”, de entre otros).
Escritor proficuo y traductor de obras espíritas, sobre
todo las obras de Allan Kardec, considerado en el
movimiento espírita “como el metro que mejor midió a
Kardec”, Herculano Pires puede ser criticado por todo,
menos por abusar de su lucidez doctrinaria, por faltar
con el respeto al esfuerzo de cualquier exponente
doctrinario. Sus críticas buscaban esclarecer
doctrinariamente a su lector en cuanto al contenido. Un
ejemplo es la obra “La Piedra y la Cizaña”. Herculano
Pires fue el único exponente en criticar la obra del Dr.
Hernani Guimarães Andrade. Criticó duramente la obra.
Es posible que se nos escape algún detalle, entre tanto
osamos preguntar si hay, por parte de Herculano Pires,
dedicación de páginas y más páginas de su siembra para
criticar a Antônio Luiz Sayão, ¿por exemplo? Al citar a
Sayão y otros roustainguistas, Herculano siempre miró el
trabajo desenvuelto por cada uno de ellos y no la figura
de ellos.
En “El Verbo y la Carne”, obra que hizo a Herculano
Pires entrar definitivamente para o “index librorum
prohibitorum” de la FEB, como obra “herética,
anticlerical o lasciva y prohibida (...)”, el Filósofo
Espírita presentó sus argumentos en cuanto a los
absurdos producidos por la obra del abogado francés,
autotitulada “revelación de la revelación”, abriendo los
ojos de los espíritas para las prácticas erróneas
adoptadas por la federación. En momento alguno imputó
responsabilidad a Bezerra de Menezes. Criticó la
institución.
Algunos maliciosos pueden decir que es cuestión de
interpretación, porque está sub-entendido. Ahora,
sub-entender la maldad solo tiene sentido para quien es
malicioso, limitando el movimiento del mundo a su
movimiento.
Si Bezerra de Menezes, Eurípedes Barsanulfo, el Dr.
Carlos Imbassahy y Chico Xavier erraron, ninguno de
ellos se volvió exponente por causa del pensamiento
roustainguista. ¿Sería justo difamar sus trabajos por
causa de eso? La obra de ellos nunca estuvo circunscrita
a ese pensamiento antidoctrinario.
Hasta la década de 1990, aun existían algunas brasas
roustainguistas encendidas. Se enfrió enseguida, para
despertar de forma retumbante como si conocer los
errores doctrinarios fuese más importante que conocer lo
que es el Espiritismo. Hay inversión de valores en
muchos libros y “lives” dichos espíritas, cuando abordan
esa cuestión. No perdamos tiempo con eso. Tenemos mucho
trabajo que hacer en nombre de la Doctrina Espírita, a
comenzar por estudiarla profundamente, sin depender de
liderazgos pseudo-intelectualizados y limitados, tan
falibles como cualquier otro.
Por fin, aunque algunos espíritas insistan en la tesis
de que el roustainguismo es el gran responsable por la
doctrina herética existente en el medio espírita,
pensamiento con que también simpatizamos, mientras
defendamos la idea de que esa doctrina es fruto mucho
más de la falta de conocimiento doctrinario que del
sincretismo, insistimos con la idea de que limitar el
trabajo de un exponente espírita al roustainguismo es
una forma de manchar su imagen y eso es una tremenda
falta de caridad. Ya basta de tantas palabras que
colocan en la boca de esos exponentes como hemos
observado por internet. Es un tal “fulano dice” o
“beltrano habló” que solo evidencia la pusilanimidad con
que conducen los estudios y pensamientos doctrinarios.
Por eso, repudiamos, publicamente, a aquellos que
responsabilizan a exponentes por los engaños del
movimiento espírita. Evidentemente no los endiosamos y
sabemos cuanto sus obras pueden contar contenidos
dudosos en determinado momento, sin con eso invalidar
todo el conjunto, pues, si hay incertidumbres, estas no
están en sus pilares, como bien orientó el fundador del
Espiritismo al analizar una idea.
La “caza a las brujas” fue un movimiento de persecución
religiosa iniciado en el siglo XV y que se estendió
hasta el siglo XVIII, con repuntes de crueldad. La
diferencia de aquel movimiento para el actual es que la
caza ocurría con el cazador mirando a los ojos de la
caza. Las religiones tradicionales están repletas de
pensamientos similares. La Doctrina Espírita no es así.