Tema: Providencia Divina
La florcita insatisfecha
Érase una vez una linda flor que vivía en un jardín con
muchas otras flores.
A pesar de ser linda, ella no estaba satisfecha con su
apariencia. Sus pétalos eran grandes, pero no le gustaba
su color. Su amiga mariposa la visitaba con frecuencia y
siempre le decía:
- ¡Deja eso, florecita! ¡Eres muy bonita! ¿Qué tiene de
malo ser blanca? Dicen que es el color que representa la
paz. Deberías agradecer a Dios, que te hizo muy linda.
Solo que tú no lo ves.
- Dices eso porque eres colorida. Yo soy pálida y sin
gracia – decía la florcita casi marchitándose.
A veces, alguien pasaba por el jardín y elogiaba a la
florcita. Pero ni así creía que era bonita. Ya se había
acostumbrado a quejarse y sentirse infeliz. Pensaba que
Dios no había sido bueno con ella, por haberla hecho
así.
Un día, la mariposa tuvo una idea. Llamó a su amigo
escarabajo y le pidió ayuda. El escarabajo era pintor y,
gentilmente, aceptó pintar la florcita del color que
ella quisiera. El escarabajo llevó varias pinturas para
que la florcita escogiera a su voluntad.
¡Fue una alegría! La florcita no cabía en sí de
felicidad.
- ¡La roja, la roja! – dijo ella, emocionada.
No tardó mucho y la florcita estaba completamente roja.
Le sorprendió un poco la transformación radical, pero
estaba contenta. Hasta que miró hacia los costados y vio
flores rojas por todas partes.
“Casi todas las flores de aquí son rojas... Por eso
pensaba que era un color muy bonito. Pero ahora que soy
solo una más, va a ser difícil que me miren” – pensó la
florcita.
El escarabajo ya estaba guardando sus cosas cuando ella
dijo:
- Escarabajo, me equivoqué, el rojo no queda bien en mí.
¿Podrías pintarme de amarillo?
El escarabajo sabía cuánto le importaba el color a la
florcita. Por eso rehízo la pintura con buena voluntad,
dejándola amarilla.
Pero el nuevo color tampoco era el correcto. El centro
de la flor ya era amarillo y no resaltaba en lo
absoluto.
Nuevamente, la florcita pidió otro color y el escarabajo
obedeció. La pintó de verde. Pero su tallo y sus hojas
ya eran verdes, y sus pétalos se quedaban apagados.
La florcita insatisfecha quiso cambiar de color de
nuevo, y el escarabajo la coloreó de marrón. Terminado
su trabajo, ella reclamó de nuevo. “¡Estoy muy oscura!
Parece que cayó tierra encima de mí. Así no puedo
quedar.”
El escarabajo, ya impaciente, la dejó entonces de color
rosa, para que quede más clara. Pero a ella tampoco le
gustó. Lo halló un color débil, no quería sentirse
pálida como antes.
Por último, el escarabajo la pintó de azul. Ni preguntó
si le gustaba. Dijo que era el último color que tenía.
Juntó sus cosas y se fue.
La florecita, sin embargo, no estaba satisfecha. Aun
después de tantas tentativas, no se hallaba más bonita
que antes y pensaba: “El azul queda bien en el cielo.
Pocas flores son azules, ¡no es de extrañar! Dios sabe
lo que hace.”
Arrepentida, miraba sus pétalos y se acordaban de cuando
eran blancos, con aspecto delicado y destacaban entre
los otros del jardín.
Ahora, ya no había qué hacer. No tenía el coraje de
quejarse, pues fue ella misma quien había escogido esa
situación.
La florcita pasó tres días pensando en lo que pasó e
intentando acostumbrarse a ser azul. Al cuarto día, el
cielo amaneció oscuro, y no demoró en comenzar a llover
fuertemente.
Llovió todo el día. El viento soplaba fuerte. Las
plantas del jardín se balanceaban e intentaban resistir
las gotas que caían con fuerza sobre ellas.
Solo al final de la tarde, la lluvia paró. Las nubes
dieron lugar a los rayos del sol que ya estaban casi
poniéndose. Un lindo arcoíris apareció en el cielo.
La naturaleza se calmó y las flores volvieron a sonreír
en el jardín.
Fue entonces que la florcita reparó que estaba blanca de
nuevo. El agua de la lluvia había lavado toda la
pintura. La luz delicada del sol iluminó las gotitas de
agua que estaban en sus pétalos blancos, y el brillo de
ellos hizo que la florcita se viera linda como nunca.
- ¡Qué alivio! ¡Qué bueno que mi color blanco volvió!
¡Qué linda que estoy! – dijo ella.
Al día siguiente, la mariposa visitó el jardín. Encontró
a la florcita blanca con su apariencia de siempre, pero
ahora mucho más feliz y agradecida a Dios por haber
escogido desde siempre lo que era mejor para ella.
(Adaptado de texto La Florecita
Exigente, publicado en el blog Do conto ao
encanto.)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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