Cruzando
biografías y
textos bíblicos
con la obra de
Emmanuel
Algunos pasajes de Actos de los Apóstoles contradicen
a Pablo y Esteban, debiéndose parcialmente a eso
la opción de los directores de películas espíritas por
basarse en el libro bíblico del evangelista Lucas, en
perjuicio de la obra de Emmanuel. La principal
contradicción envuelve la relación entre Pablo de Tarso
y Esteban, aun encarnado. En Actos y en las
biografías del convertido de Damasco, se afirma que el
apedreamiento ocurrió
más allá de los muros, o sea, fuera de la ciudad de
Jerusalén, de modo coincidente, por tanto, con el hecho
de, supuestamente, no haber habido permiso de la
autoridad romana para la ejecución en la ciudad, tal
como es prescrito en la ley del Imperio (Wright, 2018,
p. 54) y también como ocurrió en relación a Jesús.
Cabe decir que Lucas escribió Actos en la
secuencia de su evangelio, algo que le había sido
sugerido por su gran amigo Pablo, como se puede deducir,
de modo racional, independentemente del relato al
respecto en la obra de Emmanuel.
En el libro psicografiado por Chico Xavier, cuando Pablo
está siendo llevado preso a Roma, muchos cristianos
vienen conmovidamente hasta él, en Éfeso, a despedirse
y Lucas entonces le dice de la intención de registrar el
hecho en sus futuros escritos bíblicos. El convertido de
Damasco, en el obstáculo, determinó que eso no fuese
hecho y que tampoco el evangelista escribiese sobre las
virtudes personales paulinas. Conforme resalta Hermínio
Miranda (2010, p. 71), Lucas siguió tal determinación.
Mas en contrapartida, él desobedeció a Pablo al relatar
parte de sus hechos virtuosos y, principalmente, al
permitírsele elaborar una versión en la criminalización
del apóstol, al menos en cuanto a deliberación y
coordinación del exterminio de Esteban. De mí parte,
permitiéndome decir que esta es una lógica
interpretación espírita del sentido de tal contradicción
entre los dos textos.
Hago tal interpretación basándome, al menos
parcialmente, en una sección del primer capítulo de la
obra del padre alemán, denominada: “Esteban y Saulo”.
Nela Holzner (2008, p. 33-34), relata algo que no consta
en el libro Actos, cual sea: el a propósito
debate ocurrido entre ambos:
Sería un error considerar la nueva Iglesia como una
entidad independiente y autónoma, con
organización propia y separada del judaísmo. Por ahora,
se presentaba únicamente bajo la forma bastante libre de
una sinagoga, aunque no contase con un edificio propio
para el culto. Se distinguía apenas por una creencia
impresionantemente fervorosa en el Mesías, por la
caridad fraterna que unía a sus adeptos, por las comidas
en común y por el culto místico y eucarístico a Jesús,
además envuelto en un cierto misterio (At 2, 42-46).
Esteban era uno de sus principales representantes, y
aparentemente fue él el primero en manifestar con
claridad el valor definitivo y universal de la Iglesia,
contraponiéndolo al significado preparatorio limitado de
la Ley mosaica. Saulo se encontraba, pues, delante de un
enemigo respetable. Nos dirigimos por un momento a una
sinagoga de Jerusalén. Sobre el pórtico de entrada, se
lee en arameo y griego; “Sinagoga de los Cilicios”.
Gente de todas las comunidades de la diáspora se
abuchean a la puerta, porque hoy es día de gran lucha.
La casa está repleta; terminaron ya la lectura de la
Escritura y el sermón, y comienza la controversia. Por
detrás de un pilar, Pedro y Juan observan la escena. En
el centro, sobre un estrado más alto, vemos a Esteban, y
a su frente se destaca una figura delgada, consumida por
un fuego interior: es un joven rabino de Tarso, que va a
cruzar la espada con uno de los mayores espíritus de la
joven iglesia (...) Comprendemos,
pues, con que violencia Esteban y Saulo, los defensores
de dos concepciones absolutamente opuestas acerca de la
venida del Mesías, tenían que enfrentarse (...) Saulo
era un contendiente de fuerte talento oratorio, mas
Esteban se le mostró ampliamente superior. Nadie podía
resistir “a la sabiduría y al Espíritu que lo inspiraba”
(At 6,10), al paso que el fariseo solo podía oponerle
las áridas palabras de la Ley: “Maldito todo lo que
pende del madero”.
Basandose en algunos trechos de Actos y en su
investigación personal, Josef Holzner relata
resumidamente lo que Emmanuel (2013, p. 80-89) insertó
en detalles en su libro sobre Pablo de Tarso, en cuanto
al embate entre ambos, ocurrido en la Casa del Camino,
llamada por el padre alemán “Sinagoga de los Cilicios”.
Nunca es demasiado decir al eventual lector no espírita
que Chico Xavier tenía enorme dificultad para acceder y
consultar, con un interprete, el libro publicado en
Alemania en 1937, apenas cuatro años antes de él
psicografiar la referida obra.
Hay también contradicciones entre Actos y algunas
epístolas de Pablo. Los tres pequeños trechos reunidos a
seguir, del libro de Holzner (2008, p. 60-62), tratan de
eso y también del periodo de tres años, intervalo
apuntado también por Wright (2018), de aislamiento
desértico del apóstol de los gentiles cuya gran
importancia en la comprobación de la historia de Pablo
y Esteban será abordada en el presente artículo más
adelante:
Sobre los acontecimientos de los años siguientes,
existen divergencias aparentes entre la narración de San
Lucas y las indicaciones ofrecidas por el Apóstol en la
carta a los Gálatas. Hay, evidentemente, una laguna en
los Actos. “Algunos días” (At 9, 20) no son suficientes
para preparar una actividad misionera duradera, y
tampoco no es probable que Pablo hubiese comenzando a
predicar después de su conversión: no combina con lo que
sabemos de las grandes algunas que transfiguraron el
mundo después de haberse convertido (...)“Partí
para Arabia”. El término “Arabia” era un concepto muy
amplio: se aplicaba a toda la península arábica hasta
Damasco e incluso hasta el Eufrates (...) Este
retiro de casi tres años fue el tiempo más contemplativo (...) Aquí
comenzó, bajo la dirección del Espíritu de Cristo, el
gran proceso de transformación interior a que él mismo
se refiere en la Epístola a los Filipenses (3, 7-11).
Entre las biografías es también la de Josef Holzner
(2008, p. 75; 79) la que interpreta de modo más racional
el periodo del apóstol de los gentiles en su ciudad
natal Tarso - apuntada en ellas como siendo de una
década - después de dejar Jerusalén ya como cristiano
convertido, habiendo notable similitud con la indicación
de apenas tres años, contenida en la historia narrada
por Emmanuel:
Nos parece más probable, sin embargo, que viviese en el
barrio de los judíos de Tarso, en la calle de los
tejedores, pues ya vimos que, como hijo de fariseos, se
ejercitó cuando joven en el trabajo de tejedor (...) Hay
una intrínseca probabilidad de que Saulo haya pasado los
tres o cuatro años siguientes en silencio, a la espera
de un nuevo llamamiento de Dios. A veces, Dios hace
esperar largamente a sus escogidos. Como el Maestro en
Nazarét, también Pablo debía estar preparado para el
momento en que fuese llamado.
Vale registrar, entre tanto, una notable semejanza
parcial con Pablo y Esteban también en la obra de
Wright (2018, p. 99), que, con base en la Carta a los
Romanos (9:1-5), hace mención a la decepción y tristeza
del apóstol en relación a sus parientes. El teólogo
inglés también piensa la posibilidad de él haber tenido
romance con una mujer, siendo en su entender, más
admisible que:
Pablo habría sido prometido a alguien desde pronto,
probablemente a la hija de algún amigo de familia, y
volvió para Tarso, ávido por verla otra vez, mas también
preocupado de cómo todo se desarrollaría y también
orando para que ella también viniese a conocer a
Jesús (...) Mas
ella, o los padres de ella, habían roto el noviazgo al
descubrir que el enérgico joven Saulo había vuelto con
su cabeza y su corazón repletos de la horrenda
insensatez sobre el Nazareno crucificado. ¿Habría Saulo
conseguido, como decimos, “olvidarla”? [subrayado
mío] Nadie sabe (Wright, 2018, p. 101).
Para finalizar ese cruzamiento entre la obra de Emmanuel, biografías
y textos bíblicos cabe decir que Holzner (2008, p. 75)
también subraya la autoría paulina de la Carta a los
Hebreos, cuya escritura fue hecha directamente por el
convertido de Damasco, sin ninguno de sus jóvenes
auxiliares escribiendo pergaminos y marcada por bastante
conmoción, como es registrado en el libro psicografiado
por Chico Xavier:
En la Epístola a los Hebreos, que fue escrita según
la mente del Apóstol y contiene buena parte del tesoro
de sus ideas [subrayado
mío], se alude
precisamente a la oración del Señor en su angustia
mortal: “El cual en los días de su carne, ofreció
oraciones y suplicas, con grandes gritos y con lágrimas,
a aquel que lo podía salvar de la muerte” (Hebr. 5, 7).
Otros indicios y un hecho
que denotan la veracidad de Pablo
y Esteban
Más allá de los indicios de veracidad histórica de Pablo
y Esteban arriba apuntados, cabe indicar aun tres
más, todos relacionados a la ciudad griega de Corinto,
donde nació el mártir y también su hermana Abigail, que
el libro apunta como novia del apóstol de los gentiles,
fallecida poco después de convertirse al cristianismo.
Ya fue dicho en el medio espírita, publicamente, por
Haroldo Dias que las calles de la capital de la antigua
provincia de Acaya - descritas por Emmanuel como
“suntuosas” - son de mármol, conforme los
descubrimientos arqueológicos hechos (Crook, 2018, p.
32-33). En un viaje a aquella ciudad, otros dos
militantes espíritas observaron aspectos coincidentes
con el libro psicografiado por Chico Xavier. Pareja de
Dias, el músico Júlio Adriano Corradi indica que el
tiempo de un mes, que era necesario para un navío
atravesar el antiguo camino de 6,4 km en el istmo
(estrecha faja de tierra) sobre ruedas de madera - pues
solo fue construido en 1893 un canal de agua allí -
correspondía al periodo que Jesiel (nombre hebreo y
anterior de Esteban) permaneció preso, con heridas
cicatrizando, hasta que él pudiese adentrar como esclavo
en una embarcación típica de la época, denominada
galera. Por fin, el literato Altino Mageste, que
organiza viajes para grupos espíritas, sin fines
lucrativos, a aquella y a otras ciudades constantes de
las obras históricas de Emmanuel, apunta que los mapas
de Corinto y la descripción detalladamente hecha en el
libro permiten localizar la prisión donde Esteban, su
hermana y su padre Jochebed fueron encarcelados.
Vistos todos estos indicios, llegamos, en fin, a un
hecho que evidencia la veracidad de la historia narrada
por Emmanuel. Para entenderlo, comencemos por lo que
dice Josef Holzner (2008, p. 63; 82) sobre Pablo de
Tarso:
Él mismo prefería llamarle “mi evangelio”, “que no
recibí ni aprendí de hombre, mas por revelación de
Jesucristo” (Gal. 1, 12; cv. Ef 3, 4-5), o
sea, su conocimiento del plano de salvación universal
anunciado por Dios.
(...) Nos cuesta evaluar como la permanencia en
Arabia y estos años pasados en Tarso fueron importantes
y decisivos para la evolución interior y la madurez de
la teología paulina. Cuando Pablo, en sus cartas, habla
tanto de ‘su Evangelio’, es en Tarso que debemos
procurar los principios de ese conocimiento maravilloso.
Y veamos también la reflexión al respecto de Nicholas
Thomas Wright (2018, p. 79; 84):
Aparentemente, él había sido acusado de extraer, de los
apóstoles de Jerusalén, un “evangelio” de segunda mano.
(...) Pablo, en otras palabras, no está apenas
dejando claro en Gálatas 1 - 2 que su “evangelio” le fue
dado directamente, y no adquirido, de segunda mano, por
medio de los líderes de Jerusalén, como tampoco está
esclareciendo que su llamado y comisionamiento lo
posicionaran en la antigua tradición profética, sea de
Isaías, Jeremías, sea del propio Elías.
Más allá de la Carta a los Gálatas y de la Carta a los
Efésios, tal referencia de Pablo a “su evangelio” está
presente aun en dos trechos de la Carta a los Romanos
(2:16 y 16:15) y en aquella que fue su última epístola,
la conmovedora Segunda Carta a Timoteo (2:18). Llama, de
hecho, atención ese extraño personalismo de Pablo al
utilizar la expresión “mí evangelio” para la buena nueva
que, en verdad, es de Jesús. Holzner, (2008, p. 63)
buscó así explicarlo:
Esto no quiere decir que poseyese un evangelio diferente
del de los otros Apóstoles; en ese caso, habría sido
expulsado de la Iglesia naciente. Mas lo anunciaba con
una energía, una coherencia y una fuerza de palabra sin
igual, y le imprimía un cuño tan personal e inigualable,
introduciendo en él el mundo del intelectual helénico,
que bien podía decir: “mí evangelio”.
Wright (2018, p. 80), a su vez, también procuro dar una
explicación al respecto:
Pablo está, por tanto, insistiendo que su mensaje partió
de él mismo: él lo había recibido del propio Jesús, no
de otros miembros del movimiento. El
vino, dice él “por medio de una revelación de Jesús, el
Mesías” (Gálatas 1:12).
Si la interpretación hecha por Holzner es racional y
verosímil, la de Wright da margen a pensar que Jesús
habría hecho revelaciones exclusivamente a Pablo de
Tarso, algo, no obstante que él mismo, en verdad, no
explicó en sus epístolas y tampoco en Actos,
escrito por Lucas. Considerándose que el diálogo con el
Mesías a las puertas de Damasco fue varias veces
mencionado, sería de esperar que lo mismo ocurriese en
cuanto a tales revelaciones, si ellas hubiesen.
Sin embargo la interpretación hecha por Josef Holzner no
es, con todo, satisfactoria. Pues si consideramos que el
periodo paulino en aislamiento de tres años, antes de él
dialogar por un periodo bastante corto (probablemente
algunas semanas) con los apóstoles en Jerusalén y
también el intervalo siguiente, nuevamente aislado por
tres años en Tarso, fueron muy importantes para su
reflexión sobre Jesús, una duda permanece. Cual sea:
¿solamente la reelectura minuciosa de los textos de la
ley mosaica y de los profetas, a la luz de los
acontecimientos, entonces recientes aun, habrían sido
suficientes para todo el discernimiento hecho por él? Si
añadimos a eso el hecho de la expresión “mí evangelio” -
o si quisiéramos: “mí buena nueva”, objetivamente, por
tanto: no la de Jesús - ser atribuída a alguién como él,
cuya trayectoria apostolar fue marcada por la
abnegación, la duda al respecto solo hace aumentar.
Pues es en la obra de Emmanuel que se encuentra, no
apenas la explicación más lógica del hecho, mas la
respuesta a ese verdadero enigma: Pablo de Tarso usó la
expresión “mí evangelio” porque él efectivamente poseía
y guardaba con bastante celo pergaminos conteniendo
anotaciones sobre las enseñanzas de Jesucristo, o sea,
una de las copias del evangelio escrito por Mateo,
también llamado Levi. Siendo este el único apóstol con
oficio típico de alguien letrado (cobrador de impuestos)
que permaneciera siguiendo al Mesías junto con humildes
pescadores, era natural que buscase hacer tal registro.
Conforme narra el libro psicografiado por Chico Xavier,
el “evangelio de Pablo”, había sido donado a él por su
ex-profesor de infancia y juventud, el también
convertido rabino Gamaliel, aun en el inicio del primer
periodo de aislamiento paulino. Este, a su vez,
recibiera el documento como regalo de las manos de Simón
Pedro, en retribución por una visita cordial hecha a la
Casa del Camino, antes aun del martírio de Esteban.
Relata Emmanuel que, durante el primer viaje misionero
de Pablo, hecho con su amigo Bernabé a la Isla de Chipre,
ambos sufrieron un asalto en cuanto estaban, por la
noche, en una caverna hablando de un “verdadero tesoro”:
el evangelio de Jesús en posesión de ellos. Uno de los
dos ladrones, dice haber oído y entonces exigió la
entrega de tal riqueza junto con otras pertenencias,
siendo eso hecho serenamente por el apóstol de los
gentiles. Vale reproducir el diálogo que Barnabé e Pablo
tuvieran a la mañana siguiente:
- Estoy resignado con la carencia absoluta de recursos
materiales, mas no puedo olvidar que nos sustrajeron
también las anotaciones evangélicas que poseíamos. ¿Cómo
recomenzar nuestra tarea? Si tenemos de corazón gran
parte de las enseñanzas, no podremos comparar todas las
expresiones...
Pablo, todavía, hizo un gesto significativo y,
desabotonando la túnica, cogió alguna cosa que guardaba junto
al corazón [subrayado
mío].
- Te engañaste, Bernabé - dice con una sonrisa optimista
-, tengo aquí el Evangelio que me recuerda la bondad de
Gamaliel. Fue un regalo de Simón Pedro a mi viejo
mentor, que, a su vez, me dio poco antes de morir. (Xavier;
Emmanuel, 2013 p. 312-313)
Como se puede ver, Pablo de Tarso no apenas poseía una
copia del primer escrito sobre la buena nueva de Jesús,
mas tenía en ella un gran valor simbólico-sentimental
dada la trayectoria que el documento tuvo hasta llegar a
sus manos, permaneciendo consigo después de aquel
asalto, algo que lo hizo permitirse llamar “mí
evangelio”. Con tal expresión el apóstol de los gentiles
también parece advertir con vehemencia las comunidades
cristianas formadas por él para no distorcionar el
evangelio, copiado igualmente por ellas. Esa racional
deducción solo refuerza la constatación de la existencia
de aquellas anotaciones. Contrariamente a lo que afirman
investigadores, inclusive espíritas, en vez de la
Primera Carta a los Tesalonicenses, por tanto, fue aquel
el primer documento del Nuevo Testamento. (Continúa
en la próxima edición.)
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