Tema: Obediencia a Dios
La oveja descarriada
Había un pastor que cuidaba de muchas ovejas y las amaba
mucho. Conocía perfectamente a cada una de ellas. Era un
pastor muy bueno, que le daba a las ovejas todo lo que
necesitaban y las protegía del mal.
Todos los días, el pastor llevaba a sus ovejas a pasear.
Andaban en grupo y él iba junto a ellas, atento a todo
lo que pasaba. Había lobos en la región, pero el pastor
era grande y fuerte. Los lobos respetaban su presencia y
no se atrevían a acercarse.
Cuando una oveja distraída se alejaba del grupo, el
cuidadoso pastor la llamaba para que vuelva, levantando
su cayado y guiándola hacia el rebaño nuevamente. Así,
los paseos eran siempre tranquilos.
Pero una oveja comenzó a pensar que no necesitaba vivir
así, siempre obedeciendo y haciendo lo mismo todos los
días. Comenzó a querer experimentar otros caminos y a
pensar que los lobos no eran tan peligrosos.
Un día, esa oveja cedió a esos pensamientos y se
descarrió del rebaño. El pastor, cuando vio que se
distanciaba, la llamó y apuntó con su cayado el camino
que debía seguir. Pero la oveja se desvió y continuó
distanciándose. El pastor se dio cuenta, entonces, que
no había sido un descuido sino una decisión que la oveja
había tomado.
Las otras ovejas pensaron que el pastor iría a traerla
de regreso a cualquier precio, pues sabían del amor que
él tenía por ellas y que quería mantenerlas protegidas.
Pero él no hizo eso. El pastor sabía que, si traía a su
oveja a la fuerza, la situación se volvería peor, pues
ella intentaría alejarse nuevamente en otras
oportunidades hasta que consiguiera tener la experiencia
que estaba buscando.
El pastor la dejó ir, aunque sintiéndose muy triste.
Al final del día, las ovejas fueron conducidas al redil
para que descansaran seguras y cómodas. Pero la oveja
descarriada todavía no había vuelto. Ella estaba con
frío y con miedo de la oscuridad, no conocía el lugar
donde estaba y ni siquiera sabía cómo volver.
De repente, la oveja vio a un lobo, que también la había
visto.
La oveja, con cautela, intentó acercarse y conversar con
él, pero pronto se dio cuenta de que eso no sería
posible. Aprendió en pocos segundos que los lobos eran
peligrosísimos, sí. Sintió un miedo enorme e, incluso
pensando que sería imposible salvarse, se dio vuelta por
instinto y comenzó a correr, gritando por la ayuda de su
pastor.
El pastor estaba por allí cerca, acompañando a su oveja
amada sin que lo supiera. Así que cuando ella quiso
volver y lo llamó, arrepentida, el pastor abrió los
brazos y levantó su cayado muy alto. El lobo ya había
comenzado a correr para atrapar a la oveja, pero se
detuvo apenas vio al pastor. Bajó la cabeza, intimidado,
y se escondió en la oscuridad.
El pastor, entonces, fue al encuentro de su oveja.
Notando que estaba exhausta, congelada y asustada, la
cogió en su regazo con inmenso cariño y con mucha
alegría la llevó de vuelta a casa.
Al otro día, la oveja ya estaba recuperada. Se sentía
feliz y agradecida. Salió al paseo junto a las otras
ovejas y nunca más se alejó de su pastor.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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