Tema: Buen comportamiento
Las manos
Juliano era un niño muy travieso. Le gustaba hacer
bromas, destruir el trabajo de los demás, tirar de los
pelos de las niñas y otras cosas así. Su mamá vivía
escuchando quejas de su actitud, tanto en el colegio
como de los amigos del barrio.
Un día, ella vio a Juliano tirando piedras y se dio
cuenta de que intentaba darle a los pajaritos que se
posaban en el patio.
Ella, entonces, llamó a su hijo para conversar:
- Juliano, estoy preocupada por ti.
- ¿Por qué, mamá? Estoy bien.
La mamá, entonces, le explicó:
- Hijo,
eres un niño fuerte y saludable, ¡gracias a Dios! Pero,
además de tener una buena salud, necesitas aprender
algunas cosas importantes para estar realmente bien.
¿Sabías que Dios actúa en el mundo a través de nosotros?
Muchas cosas que forman parte de la Providencia Divina
son realizadas por medio de las personas que se colocan
a disposición de Dios, como sus instrumentos para hacer
el bien aquí en la Tierra. Podemos usar nuestras manos
para hacer cosas buenas, o podemos usarlas para
contrariar la voluntad de Dios.
Piensa bien, hijo, existen manos que construyen cosas y
manos que destruyen. Manos que cuidan y manos que
lastiman, manos que donan o que roban, manos que limpian
o que ensucian, que protegen o que agreden.
Nunca podremos estar bien si actuamos contra las Leyes
Divinas. Por eso, quiero que pienses bien en cómo has
usado el cuerpo perfecto y saludable que Dios te dio. Y
quiero que te esfuerces en ser Su instrumento en todas
tus actitudes. De aquí en adelante voy a ayudarte
siempre a recordar esto, ¿está bien?
Juliano se dio cuenta de que su mamá hablaba con
seriedad e hizo que sí con la cabeza.
- Muy bien, - continuó ella – entonces, ¡vamos! Vamos a
coger unos pedacitos de pan para que los dejes en el
patio. Los pajaritos que vienen a nuestra casa están
buscando alimento y no pedradas. Puede ser que Dios
quiera alimentarlos y nosotros tenemos las condiciones
para hacer eso por nuestro Padre.
Al niño le extrañó un poco esa conversación. Nunca había
pensado de esa forma, pero obedeció. Tiró varios
pedacitos de pan por el piso y después se quedó observando
de lejos. Varios
pajaritos vinieron. Comieron y después volaron
satisfechos.
Otro día, cuando Juliano le jaló el cabello a su
hermana, la mamá hizo que se disculpara y le hiciera un
arreglo en el cabello. El
niño no quería, pero la mamá insistió.
- Muy bien, hijo – incentivó la mamá. – Tu hermana va a
ser tu compañera para toda la vida. Quiero que tus manos
sean de gentileza y cariño con ella, y nunca de
agresión.
En otra ocasión, el colegio pidió a las familias que
ayudaran en la limpieza para la reunión de fin de año.
Juliano y su madre ayudaron bastante, recogieron los
papeles del piso, barrieron, limpiaron las mesas y
recogieron las decoraciones.
Cuando terminaron, la mamá estaba un poco cansada, pero
Juliano, que tenía bastante energía, no. En
verdad, hasta se había divertido.
De regreso a casa, Juliano se sentía bien. Miró sus
manos y dijo a su mamá:
- Sí... ¡Si Dios quería el colegio limpio, usó mucho mis
manos hoy!
- ¡Exactamente querido, muy bien! – dijo la mamá
sonriendo.
Ella abrazó a su hijo, satisfecha. Él había entendido la
lección.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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