Tema: Amistad
Dos amigos
El reino estaba de fiesta. Había nacido el primer hijo
del matrimonio real, el tan esperado príncipe.
Sus padres lo amaban mucho y prepararon todo para su
llegada, decorando el cuarto del bebé con los mejores
objetos y ropas. Era lindo, todo decorado y acogedor.
También llamaron a las mejores niñeras del reino para
garantizar que el príncipe estuviera siempre bien
cuidado.
Las ropas del niño estaban hechas a la medida. Tenía la
mejor comida, los aposentos siempre limpios y los
juguetes más caros. Todo
era lo mejor de lo mejor.
Y así el niño fue creciendo, en un ambiente perfecto,
rodeado de cuidados y caprichos. Pero, a pesar de todo
eso, después de algún tiempo algo parecía no estar bien.
El príncipe a veces parecía triste, a veces, irritado.
Ya no se divertía ni con sus mejores juguetes.
El rey y la reina, entonces, deseando alegrar a su hijo,
lo llevaron a un viaje largo y visitaron lugares
encantadores. Al príncipe le gustó la novedad, pero,
cuando volvieron a casa, los problemas regresaron.
Los padres, todavía empeñados en alegrar a su hijo, le
compraron muchos regalos. Al
príncipe le gustó, pero pronto los dejó de lado.
Algo faltaba, pero nadie sabía qué.
Un día, el príncipe, huyendo porque no quería tomar un
baño, entró corriendo a la cocina del palacio. Él nunca
iba allá, por eso pensó que sería un buen lugar para
esconderse.
Los empleados de la cocina, muy ocupados, no notaron la
presencia del príncipe. Pero
él se dio cuenta de que ahí estaba otro niño, sentado
debajo de una mesa, jugando
con un trompo. Era
el hijo de una de las cocineras.
El príncipe se sentó junto al niño, quien contento de
verlo, lo invitó:
- ¿Vamos a jugar?
Los dos salieron al patio y ahí corrieron, saltaron,
inventaron juegos, conversaron y se divirtieron juntos.
Los niños, criaturas aún pequeñas, no se daban cuenta de
la enorme distancia social que había entre ellos. Jugaron
como iguales y se volvieron amigos en ese mismo día.
Cuando los empleados del palacio finalmente encontraron
al príncipe, no tuvieron el valor de interrumpir el
juego, pues los niños reían juntos.
Las madres de los niños fueron comunicadas de lo que
estaba pasando y la cocinera, avergonzada, pidió perdón
a la reina por haber llevado a su hijo al palacio,
explicando que no tenía con quién dejarlo.
- No se preocupe – dijo la reina. – Hace mucho tiempo
que no veo a mi hijo tan feliz. ¡Puedes traerlo todos
los días!
Y así sucedió. Los niños pasaron a encontrarse
constantemente. Y fueron creciendo juntos. Cuando se
volvieron un poco más grandes, comenzaron a darse cuenta
de las diferencias que había entre sus familias, pero
aún así continuaron siendo amigos. Cuando se volvieron
jóvenes, andaban a caballo juntos, conversaban sobre
cosas alegres y sobre las preocupaciones de cada uno.
El príncipe, a pesar de no tener problemas con las cosas
materiales, tenía preocupaciones con sus
responsabilidades en el reino y lo que las personas esperaban
de él. Su amigo lo escuchaba y le aconsejaba. Ellos se
conocían bien y
se querían mucho, por eso se ayudaban.
Un día, el rey se sintió viejo y cansado y el príncipe
fue nombrado el nuevo rey. En ese tiempo, su mejor amigo
era jefe de la guardia del palacio y se volvió su
consejero.
El nuevo rey era una persona importante, pero sabía que
su amigo era importante para él también. Era quien lo
conocía, en quien confiaba, quien lo protegía y lo
quería mucho.
Y fue así como el príncipe y el hijo de la cocinera
aprendieron con la vida que la riqueza y la posición
social no son más importantes que la verdadera amistad
entre dos personas.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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