Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Amistad


Dos amigos


El reino estaba de fiesta. Había nacido el primer hijo del matrimonio real, el tan esperado príncipe.

Sus padres lo amaban mucho y prepararon todo para su llegada, decorando el cuarto del bebé con los mejores objetos y ropas. Era lindo, todo decorado y acogedor. También llamaron a las mejores niñeras del reino para garantizar que el príncipe estuviera siempre bien cuidado.

Las ropas del niño estaban hechas a la medida. Tenía la mejor comida, los aposentos siempre limpios y los juguetes más caros. Todo era lo mejor de lo mejor.

Y así el niño fue creciendo, en un ambiente perfecto, rodeado de cuidados y caprichos. Pero, a pesar de todo eso, después de algún tiempo algo parecía no estar bien.

El príncipe a veces parecía triste, a veces, irritado. Ya no se divertía ni con sus mejores juguetes.

El rey y la reina, entonces, deseando alegrar a su hijo, lo llevaron a un viaje largo y visitaron lugares encantadores. Al príncipe le gustó la novedad, pero, cuando volvieron a casa, los problemas regresaron.

Los padres, todavía empeñados en alegrar a su hijo, le compraron muchos regalos. Al príncipe le gustó, pero pronto los dejó de lado.

Algo faltaba, pero nadie sabía qué.

Un día, el príncipe, huyendo porque no quería tomar un baño, entró corriendo a la cocina del palacio. Él nunca iba allá, por eso pensó que sería un buen lugar para esconderse.

Los empleados de la cocina, muy ocupados, no notaron la presencia del príncipe. Pero él se dio cuenta de que ahí estaba otro niño, sentado debajo de una mesa, jugando con un trompo. Era el hijo de una de las cocineras.

El príncipe se sentó junto al niño, quien contento de verlo, lo invitó:

- ¿Vamos a jugar?

Los dos salieron al patio y ahí corrieron, saltaron, inventaron juegos, conversaron y se divirtieron juntos.

Los niños, criaturas aún pequeñas, no se daban cuenta de la enorme distancia social que había entre ellos. Jugaron como iguales y se volvieron amigos en ese mismo día.

Cuando los empleados del palacio finalmente encontraron al príncipe, no tuvieron el valor de interrumpir el juego, pues los niños reían juntos.

Las madres de los niños fueron comunicadas de lo que estaba pasando y la cocinera, avergonzada, pidió perdón a la reina por haber llevado a su hijo al palacio, explicando que no tenía con quién dejarlo.

- No se preocupe – dijo la reina. – Hace mucho tiempo que no veo a mi hijo tan feliz. ¡Puedes traerlo todos los días!

Y así sucedió. Los niños pasaron a encontrarse constantemente. Y fueron creciendo juntos. Cuando se volvieron un poco más grandes, comenzaron a darse cuenta de las diferencias que había entre sus familias, pero aún así continuaron siendo amigos. Cuando se volvieron jóvenes, andaban a caballo juntos, conversaban sobre cosas alegres y sobre las preocupaciones de cada uno.

El príncipe, a pesar de no tener problemas con las cosas materiales, tenía preocupaciones con sus responsabilidades en el reino y lo que las personas esperaban de él. Su amigo lo escuchaba y le aconsejaba. Ellos se conocían bien y se querían mucho, por eso se ayudaban.

Un día, el rey se sintió viejo y cansado y el príncipe fue nombrado el nuevo rey. En ese tiempo, su mejor amigo era jefe de la guardia del palacio y se volvió su consejero.

El nuevo rey era una persona importante, pero sabía que su amigo era importante para él también. Era quien lo conocía, en quien confiaba, quien lo protegía y lo quería mucho.

Y fue así como el príncipe y el hijo de la cocinera aprendieron con la vida que la riqueza y la posición social no son más importantes que la verdadera amistad entre dos personas.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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