Especial

por Orson Peter Carrara

Código Penal de la Vida Futura

El Código Penal de la Vida Futura, presentado por Allan Kardec en la obra El Cielo y el Infierno* (capítulo VII de la primera parte), es fuente de interesantes reflexiones en torno de la ley de acción y reacción que rige los caminos humanos.

Como pondera el propio Codificador, en el mismo capítulo y con el subtítulo Principios de la Doctrina Espírita sobre las penas futuras, “(...) en lo que respecta a las penas futuras, no se basa en una teoría preconcebida; no es un sistema sustituyendo otro sistema: en todo el se apoya en las observaciones, y son estas que le dan plena autoridad. Nadie jamás imaginó que las almas, después de la muerte, se encontrarían en tales o cuales condiciones; son ellas, esas mismas almas, partidas de la Tierra, que nos vienen hoy a iniciar en los misterios de la vida futura, nos describe su situación feliz o desgraciada, las impresiones, la transformación por la muerte del cuerpo, completando, así, en una palabra, las enseñanzas del Cristo sobre este punto. Preciso es afirmar que si no trata en este caso de las revelaciones de un solo Espíritu, el cual podría ver las cosas de su punto de vista, bajo un solo aspecto, aun dominado por terrenos perjudiciales, tampoco se trata de una revelación hecha exclusivamente a un individuo que pudiese dejarse llevar por las apariencias, o de una visión extática susceptible de ilusiones, y no pasando muchas veces de reflejo de una imaginación exaltada. Se trata, sí, de numerosos ejemplos ofrecidos por Espíritus de todas las categorías, desde los más elevados a los más inferiores de la escala, por intermedio de otros tantos auxiliares (médiums) diseminados por el mundo, de suerte que la revelación deja de ser privilegio de alguien, pues todos pueden probarla, observándola, sin obligarse a la creencia por la creencia de otro.”

Esta transcripción inicial es importante para situarnos en el universo de observaciones que se colocó el Codificador para elaboración de la teoría espírita, provenida toda de las revelaciones que los propios espíritus hicieron.

El propio El Libro de los Espíritus, obra lanzada el 18 de abril de 1857 con los fundamentos doctrinarios del Espiritismo y organizado en forma de preguntas y respuestas, tuvo su parte Cuarta, con dos capítulos y exactas cien preguntas con sus respectivas respuestas, totalmente dedicado al tema de las penas y gozos, terrenos y futuros.

En el citado Código, que citamos en el primer parráfo arriba, utilizaremos el 3º de los 33 ítems, para orientar el desenvolvimiento del tema. El texto original se presenta en los siguientes terminos: No hay una única imperfección del alma que no importe funestas e inevitables consecuencias, como no hay una sola cualidad que no sea fuente de un gozo.

Ahora, son las imperfecciones o las cualidades del alma humana que generan sus acciones felices o equivocadas. Y esas acciones están caracterizadas con el sello moral del estado en que se sitúa el ser. Por tanto, los pensamientos, los sentimientos, y las propias acciones ejecutadas en el transcurrir de una existencia generan reflejos en la propia existencia, en la vida espiritual o hasta incluso en la próxima o futuras existencias, a depender es claro de la extensión o gravedad de la acción promovida.

La ley de acción y reacción, o de a cada uno según sus propias obras, se basa en un perfecto mecanismo de justicia e igualdad absoluta para todos. No hay cualquier favoritismo para quien quiera que sea. Obrando bien, tenemos el mérito del bien. Obrando mal, tendremos las consecuencias. No se trata de castigo, en absoluto, mas de desdoblamientos naturales de cada acción.

Cualquier perjuicio que causáramos a nosotros mismos o a terceros, ocasionaran consecuencias inevitables en nuestra propia vida. Esto es de la Ley Divina. Y cualquier beneficio que distribuyamos generará méritos y beneficios correspondientes en nuestro propio camino, aunque haya ingratitud de los beneficiados.

Pasamos a entender, por tanto, que hacer el mal a quien quiera que sea nunca será compensador, pues siempre responderemos por el mal que causemos inclusive a nosotros mismos. Y, del mismo modo, toda felicidad o tranquilidad que proporcionáramos al prójimo redundará, inevitablemente, en bien para nosotros mismos.

No es por otra razón que Jesús enseñó a perdonar. El odio alimentado, la venganza ejecutada o la persecución contumaz a cualquier persona redundará en estados de sufrimiento y dolor a su propio autor. Perdonando nos liberaremos. También es por la misma razón que la recomendación siempre constante es para que promovamos el bien, aunque este no nos sea espontáneo (estamos aprendiendo a incorporarlo en nosotros mismos), pues todo bien genera el bien. El mal siempre generará consecuencias desagradables.

Fácil es percibir, por tanto, que muchos sufrimientos existentes hoy en la vida individual, social y colectiva, inclusive considerando el planeta, podrían ser evitados si hubiese el conocimiento de esa realidad de las consecuencias generadas por nuestros actos. Cuantos equívocos por el desconocimiento de esa ley que simplemente usa la justicia y la igualdad como parámetros...

No tenemos el derecho de herir, de denigrar, de calumniar, de espoliar... No tenemos igualmente el derecho de matar, de robar (bienes, dignidad, oportunidades, paz, etc.), de interferir en la vida ajena, de imponer ideas o patrones que juzguemos correctos. Entendamos que las criaturas son libres, desean ser respetadas, así como queremos ser...

Este es el detalle: los intentos de dominación, imposición, de restringir la libertad individual, siempre ocasionaron sufrimientos, pues todos somos seres pensantes, con voluntad propia, responsables por el propio camino.

Podremos está claro, sugerir, aconsejar (si fuimos solicitados u oídos), auxiliar en lo que fuera posible, mas jamás violentar las conciencias. Todas merecen respeto.

El tema suscita muchos debates, abre perspectivas inmensas de estudio. Se observa que las propias leyes humanas, reflexionando las imperfecciones del estado evolutivo del planeta, muchas veces son equivocadas, generando también consecuencias para el futuro. Lo que se observa actualmente es fruto de toda esa inconsciencia colectiva de los mecanismos que nos dirigen la vida.

Hay que pensar en lo que estamos haciendo. Ya no somos más seres tan ingenuos que desconocen las Leyes Morales. Estamos todos en un camino evolutivo, donde los derechos son iguales. Tales derechos, abarcadores, deben ser respetados por la igualdad y por la justicia.

Y es justamente por el desacato a tales principios de igualdad y justicia que se observan los efectos en la vida material y en la vida espiritual, con los informes que los propios espíritus traen del estado en que se encuentran, en virtud del patrón moral que adoptaron en la relaciones unos con los otros o consigo mismos.

El propio El Cielo y el Infierno trae informes, en su segunda parte, de diferentes espíritus que describen la situación en que se encontraran después de la muerte. Mas la cuestión no es apenas para después de la muerte. Hay que  considerarse la propia existencia física, actual o futura (s), donde los mismos reflejos se hacen sentir.

Será de mucha utilidad que podamos estudiar y debatir los ítems del Código Penal de la Vida Futura, constante del libro en referencia, para esparcir tales esclarecimientos. Incluso los informes constantes de la misma obra, son de gran utilidad para estudios y reflexiones.

Son principios desconocidos de la mayoría de los espíritus encarnados en el planeta, aunque la conciencia, donde está escrita la Ley de Dios (1), los avise de sus equívocos. Sofocados por las imperfecciones morales del orgullo, del egoísmo, de la vanidad, aun nos permitimos sofocar la propia conciencia y obramos en detrimento unos de los otros. De ahí las consecuencias inevitables y los sufrimientos... En todo, sin embargo, es preciso siempre considerar la misericordia de Dios, que nunca abandona a sus hijos y les abre sin cesar nuevas oportunidades de progreso. El tema es extenso, pues podremos adentrar los dominios del arrepentimiento, expiación y reparación, mas deseamos incluso es sugerir al lector la lectura atenta del Código constante en El Cielo y el Infierno. Los ítems enumerados, todos ellos, abren perspectivas inmensas de entendimiento y esclarecimiento, lo que sería imposible en un artículo de pocas líneas. Mejor incluso es buscar en la fuente original la lucidez y claridad de la propia Doctrina.

Para concluir, nos gustaría de ofrecer la reflexión del lector la frase de Joanna de Ângelis, en la psicografia de Divaldo Pereira Franco, constante del capítulo 38 – La gloria del trabajo –, del libro Lampadário Espírita (2): En lugar en que te encuentras, siempre podrás sembrar la luz de la esperanza y del amor. He que una programación de acción para modificar los panoramas de la vida humana. Basta situarnos en el esfuerzo del bien, para generar efectos saludables de felicidad y salud.

¡Si usamos esta ruta en las actitudes de cada día, listo! Estaremos sintonizados con el bien, generando efectos de amor y alegría. Simples consecuencia de la ley de acción y reacción.
 

(1) pregunta 621 del Libro de los espíritus, edición FEB.

(2) 3ª edición da Federação Espírita Brasileira, mayo de 1978.

* Utilizamos la 32ª edición de la FEB, de 09/84, com traducción de Manuel Quintão. 

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita