Tema: Ley del Trabajo
La pereza
Cuando éramos pequeños, mi hermano y yo éramos muy
perezosos. Inventábamos pretextos para no hacer nuestras
tareas escolares ni colaborar en los servicios
domésticos. Las actividades físicas tampoco nos atraían.
No queríamos
ir al colegio. Desperdiciábamos
el tiempo, aburridos, indispuestos, sin hacer nada.
Nuestros padres evidentemente se resentían con eso y
esperaban el momento correcto para animarnos a
reformarnos.
Un día, después del almuerzo, cuando mi hermano y yo ya
íbamos a iniciar otro largo descanso, mi mamá nos llamó
para acompañarla a una pequeña caminata por nuestra
calle.
Nosotros no queríamos ir, pero ella no nos dio otra
opción y, a regañadientes, tuvimos que acompañarla.
Cuando pasamos frente a un terreno baldío, mi mamá pidió
a mi hermano que dijera lo que él veía ahí.
Mi hermano, aun sin entender la intención de mamá,
describió el terreno como un lugar feo, lleno de basura,
con mal olor, insectos, metales oxidados y trozos de
vidrio, sin nada que pudiera aprovecharse.
Continuamos la caminata y mamá pidió que yo observara si
algún otro terreno se encontraba como ese. Caminamos
un poco más y después volvimos a casa.
Cuando llegamos respondí que no. Solo el terreno baldío
estaba en malas condiciones. Todos los demás estaban
ocupados por casa, con jardines, garajes, patios… Uno de
ellos incluso tenía una huerta y un pomar.
Mamá, entonces, con la mirada seria, nos preguntó:
- ¿Por qué piensan que se acumularon tantas porquerías
en el terreno baldío?
- ¡Mira, mamá, porque está vacío! – respondimos casi al
mismo tiempo.
- ¡Pues sí! – dijo mamá – es fácil percibir lo que
sucede con un terreno que se queda vacío, sin ser
trabajado, sin ningún propósito. Lo que ustedes tal vez
no están percibiendo es que lo mismo sucede con la vida
de las personas. Quien no tiene un buen propósito, no
trabaja en alguna tarea útil, abre espacio para que se
instale en su mente y en sus días todo lo que es inútil
y perjudicial, como vicios, maldades, ignorancia y
malestar. Al contrario, el hombre que es trabajador
transforma, con el pasar del tiempo y con su esfuerzo,
su vida en un terreno lindo, bien aprovechado y feliz.
Mamá no necesitó decir nada más. Mi hermano y yo nos
miramos y entendimos bien lo que ella quería decirnos.
Después de eso, ya no rechazábamos las tareas que nos
tocaba realizar.
Muchas veces, en nuestras vidas, hemos tenido pereza,
pero el recuerdo de ese terreno baldío y de las
enseñanzas de nuestra mamá siempre nos incentivó a
llenar nuestros días con buenas acciones.
Adaptación del texto “La Ociosidad” del
libro “Y Para el resto de la vida…” de Wallace Leal V.
Rodrigues.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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