Especial

por Anselmo Ferreira Vasconcelos

“La paz sea con vosotros

¿Cuántas personas en este mundo disfrutan verdaderamente de paz interior? Ciertamente no muchas. Al final de cuentas, una serie de problemas y dificultades vuelven nuestra vida, de modo general, complicada. Y no es posible  desligarnos de ellos, ya que atraviesan – nos guste o no - nuestra existencia. Lo máximo que podemos hacer es adaptarnos a las circunstancias y, dentro de lo posible, controlar nuestras emociones para que no sean perjudiciales para nosotros mismos. Más allá de eso, es preciso reconocer que vivimos en una era de extremas perturbaciones – algunos libres-pensadores usan, para mejor definirlo, el acrónimo  inglés VUCA, que traducido para nuestro idioma significa volatilidad, inseguridad, complejidad y ambiguedad - que vuelven nuestra vida cada vez más intranquila. Conviene también recordar que la pandemia generada por la Covid-19 solo aumentó ese estado de inseguridad y malestar colectivo. Puesto esto, estamos viviendo aquí por muchas razones y una de ellas es la necesidad de elevar nuestra conciencia, ya que somos Espíritus inmortales en momentánea jornada por la dimensión material.

Hay, en fin, millones de cosas que nos afectan – sobre todo de manera negativa, se resalta - presentemente y sobre las cuales no tenemos la menor influencia o control. A pesar de eso, precisamos seguir adelante, independientemente de las tempestades que puedan alcanzarnos en el camino purificador. Más especificamente, precisamos construir fuerzas, así como desenvolver nuevas capacitaciones y habilidades para alcanzar los objetivos cuidadosamente trazados por la espiritualidad en nuestro favor. Esa es una lucha que perdurará por toda nuestra vida, tengamos certeza de eso. Dentro de esa realidad puesta, precisamos tener igualmente paz interior – no obstante las vicisitudes y caídas. En ese sentido, recordemos a Jesús que conservó la paz – fruto de su fe pura e inquebrantable - en medio de la tempestad que amenazaba volcar el barco. Por eso, es importante entender que guardar la paz interior es ciertamente una de las mayores adquisiciones espirituales que un individuo puede desear. Tal vez no sea por otra razón que el Espíritu Emmanuel afirmó: “Es natural. Nuestra mente sufre sed de paz, como la tierra seca tiene necesidad de agua fría”.[1]

No podemos imaginar, de ese modo, que tal necesidad se circunscribe a unos o a otros exclusivamente. En verdad, la “sed de paz” alcanza a todos indistintamente. Ella va mucho más allá de las eventuales carencias materiales al alcanzar lo intimo del ser. Como sabemos, hay criaturas en este mundo viviendo en palacios suntuosos, rodeadas de seguridad, criados y objetos de altísimo valor monetario. Absolutamente nada les falta del punto de vista del bienestar material. No obstante, padecen de paz, pues sus almas viven en estado tormentoso.

Alargando aun más la discusión, el Espíritu Joanna de Ângelis considera que:

“El problema de la paz, no obstante, recibe enfoques, casi siempre, de resultados inmediatistas, confundiéndole la realidad como el opio del reposo, el letargo de la ociosidad o el dulce encantamiento de los fenómenos circunstanciales: paisajes, posturas, músicas, conversaciones.

“Sin duda, esos factores pueden propiciar estados de bienestar, de renovación de fuerzas, de bienestar.

“Pasados no obstante, sus efectos irrumpen los conflictos y tormentos, asoman las necesidades no superadas, toman campo en la mente los desencantos en relación a personas y tareas, que ahora parecen no corresponder más a lo anhelado.” [2]

Allan Kardec consideró, a su vez, que, después del desenvolvimiento de la inteligencia, la criatura humana precisa elevar sus sentimientos destruyendo, así, todos los resquicios de orgullo y egoísmo que aun tenga dentro de sí. Dicho de otra forma, atendida a las necesidades materiales y obteniendo el bienestar en esa dimensión, conquista, además, normalmente realizada por el desenvolvimiento del intelecto, necesario se hace alcanzar el progreso moral. Para Kardec, “Solamente el progreso moral puede asegurar a los hombres la felicidad en la tierra, refrenando las pasiones malas; solamente ese progreso puede hacer que entre los hombres reinen la concordia, la paz, la fraternidad”. [3]

Considerando los dramas humanos, Kardec preconizó que:

“27. Para que en la tierra sean felices los hombres, preciso es que solamente la pueblen espíritus buenos, encarnados y desencarnados, que solamente al bien se dediquen. Habiendo llegado el tiempo, gran emigración se verifica de los que la habitan: la de los que practican el mal por el mal, aun no tocados por el sentimiento del bien, los cuales, ya no siendo dignos del planeta transformado, serán excluidos, porque, sino, le ocasionarían de nuevo perturbación y confusión y constituirían obstáculo al progreso. Irán a expiar el endurecimiento de sus corazones, unos en mundos inferiores, otros en razas terrestres aun atrasadas, equivalentes a mundos de aquel orden, a los cuales llevarán los conocimientos que hayan adquirido, teniendo por misión hacerlas avanzar. Al sustituirlos espíritus mejores, que harán reinen en su seno la justicia, la paz y la fraternidad.” [4]

Infelizmente, aun se encuentran en la Tierra individuos muy perturbados que dedican todas sus fuerzas, energías e inteligencia a la destrucción de la paz de sus semejantes. Muchos de ellos, además, son dotados de enormes recursos intelectuales, mas utilizan esa sagrada capacidad para esparcir el desaliento y la infelicidad. Muestran, obrando así, que no poseen credenciales morales que les faculten a continuar viviendo en un mundo regenerado. Como almas desvirtuadas necesitan de medicamentos amargos con vistas al entendimiento de las finalidades de la vida, así como a la conquista de su paz interior.

Más aun, me quedo imaginando, en ese sentido, ¿cuánto deben padecer aquellos individuos que abusan de su poder temporal, de la autoridad de sus cargos, del mal uso de su inteligencia, de su belleza desvirtuada, de su riqueza material obtenida a costa de la explotación de los otros, de su habla sin los debidos contrapesos éticos o de las actitudes saludables, cuando las fuerzas adormecidas de la conciencia les despiertan? Se puede afirmar que la perdida de la paz interior derivada del mal causado a los otros les debe doler amargamente. Muchos, infelizmente, necesitarán de largo tiempo para recuperarla. Tal vez hasta incluso numerosas encarnaciones sean imprescindibles para tal. 

Por eso, obtener la paz, a propósito, es conquista benefactora, serena y poderosa, pues da al individuo pleno dominio sobre sí mismo. En ese sentido, es conquista vital a las criaturas que siguen para conseguir una perfecta sintonía con lo más alto. No por acaso, el apóstol Pedro nos recomendó que la buscásemos y la siguiésemos (I Pedro, 3: 11). Avanzando sobre el tema, el Espíritu Emmanuel esclarece que “Sin paz, dentro de nosotros, jamás alcanzaremos los círculos de la paz verdadera”.[5] Se trata, entonces, de condición sine qua non para alcanzar las cimas de la espiritualidad.

Para Emmanuel aun, “Paz no es indolencia del cuerpo. Es saluy alegría del Espíritu”. [6] En su visión, el acto de vivies algo ordinario considerando que alcanza a todos, mas conseguir vivir en paz es gloria de pocos. Puesto esto, no hay otra manera de conseguir vivir en paz sin tenela conciencia tranquila derivada de la práctica constante de acciones y comportamientos justos y honestos. Por eso, la paz interior es sustentada por el acierto en nuestras deliberaciones e iniciativas. De ese modo, quien usa la palabra para herir otros o para esparcir falsedades, quien deliberadamente falta al respeto a sus hermanos de jornada, quien vuelve la espalda a la fraternidad y solidariedad, quiese empeña en la práctica del mal, en resumen, ciertamente está conspirando contra su propio bienestar espiritual.

En fin, quien no persigue la brújula del bien, como arribes destacado, no obtiene paz. Por más que el individuo venganestesiar en su tela mental las consecuencias infelices de sus desaciertos en la vida, justificándolos como “normales”, tal intento no perdurará para siempre. Todos nosotros prestaremos cuentas de nuestras obras a la espiritualidad dímás día menos.

Si obramos motivados por lo cierto y justo, nada de mal alcanzará nuestro templo interno. De otro modo, si fuimos motivados por razones oscuras, probablemente la hiel del remordimiento nos corroerá destruyendo nuestra paz íntima. Por eso, tengamos en mente que:

“Nuestra vida no consiste en riqueza numérica de cosas y gracias, adquisiones nominaley títulos exteriores.  Nuestra paz y felicidad dependen del uso que hicimos, donde nos encontramos hoy, aquí y ahora, de las oportunidades y dones, situaciones y favores, recibidos del Altísimo.”[7]

Siendo asíse vuelve imperioso estudiar nuestra personalidad, explorar meticulosamente nuestros pensamientos y auscultar nuestra conducta a fin de descubrir lo que ellos, de hecho, expresan de nuestro ser. Hay personas que cargan un auténtico volcán en su intimidad listo a irrumpir a la menor sal de contrariedad. No es raro, destilan el veneno y la beligerancia contra sus semejantes por nada. Por otro lado, a literatura espírita ofrece medios seguros al autoconocimiento y autoayuda. El abundante y bendecido material publicado puede auxiliar todos aquellos que desean realmente conocerse, a identificar sus sombras y las causas de sus malignidades. Más aun, tal manantial de conocimiento legado por la espiritualidad superior puede ayudar al individuo a recuperar su paz íntima, dotándolo de instrumentos que le permitan percibir  sus flaquezas con claridady qué hacer para superarlas.

Siguiendo esa línea de pensamiento, el Espíritu Joanna de Ângelis propone que estudiemos las lecciones espíritas, de modo a liberarnos de nuestra ignorancia espiritual. De hecho, nuestra necesidad de alfabetización espiritual no se volvió aun un tema prioritario para los corazones humanos. Además, no es por otra razón que tantos menoscaban tan significativas oportunidades de enriquecimiento interior. Infelizmente, muchos deambulan por este mundo sin darse cuenta de su real origen y lo que los aguarda más allá de la tumba. Sus mentes no divisan la probabilidad de la continuidad de la vida despuéde la muerte. Para ellos, la realidad espiritual es una quimera. La muerte, asíles suena simplemente como el término de todo.

No obstante, como observa el investigador y escritor Dr. Steve Taylor, la fuerza espiritual es un fenómeno concreto, de cualidad tangibly, así, posible de ser percibido por las personas.[8] Percibirla, por tanto, demanda apenas la activación de nuestra sensibilidad y siendo de observación, sin hablar del empleo de la lógica en nuestras reflexiones. Comprender lcuestión espiritual y  su desdoblamiento es algo que está al alcance de cualquier mente mínimamente inquisidora.

Sea como fuera, como acertadamente observa Joanna de Ângelis, “Cada Espíritu es lo que aprendlo que realizócuanto conquistó. No podrá ofrecer recursos que no posee ni liberarse de los dolores y pruebas que a sí mismo no se puede hurtar [...]”.[9] Siendo esa la realidad implacable, cabe, entonces, a cada uno de nosotros velar por la adquisición del conocimiento liberador. Siguiendo ese raciocinio, Emmanuel sabiamente recomienda:

Cuando sabemos conservar lunión con la Paz Divina, a pesar de todas las perturbaciones humanas, perdonando cuantas veces fueran necesarias al compañero que nos hiereolvidando el mal para construir el bien; amparando con sinceridad a los que nos molestan; cooperando espiritualmente, a través de la acción y de la oración, a beneficio de los que nos persiguen y calumnian; olvidando nuestros deseos particulares para servirnos en favor de todos; guardando la fe en el Supremo Poder como luz inapagablen el corazón; perseverando en la bondad constructiva, aunque mil golpes de la maldad nos asedien; negándonos a nosotros mismos para que la bendición divina resplandezca en torno de nuestros pasos; cargando nuestras dificultades como dádivas celestes; recibiendo adversarios por instructores; bendiciendo las luchas que nos perfeccionan el alma, al frente de la Esfera Mayor; convirtiendo la experiencia terrena en graneros de alegrías para la Eternidad; desvelando ocasiones de servir en todas partes; comprendiendo y auxiliando siempre, sin la preocupación de ser entendidos y ayudados; amando a nuestros semejantes cual hemos sido amados por el Señor, sin expectativa de recompensa; entonces, conoceremos el espíritu de la verdad en nosotros, iluminándonos el camino para la redención divina.”[10] 

Por todo eso, la obtención de la paz es conquista altamente significativa. Esa paz, como elabora Joanna de Ângelis, genera una gran felicidad a su portador, pues “... posee la dinámica de vencer los obstáculos y promover el bienen una batalla consciente de la luz contra la tiniebly del amor contra el mal”.[11] En efecto, la felicidad no puede ser obtenida sin el cimiento de la paz. Por tanto, sin la paz interior nos sobra el sufrimiento. Además, ella tiene igualmente el don, conforme asevera la noble benefactora, de generar equilibrio y salud, ya que faculta los elementos esenciales para que el individuo pueda enriquecer en el plano interior, así como desenvolver la habilidad de ver la vida bajo un prisma positivo.[12]

De modo general, la paz trae al individuo estados luminosos, mas también muchos desafíos, conforme se observa en los mensajes mediúmnicos abajo:

“Así, en cualquier circunstancia de tiempo o lugar, en claro cielo o sombrío firmamento, en la salud o en lenfermedaden la realización o en lcaídaen el poder o en la dependencia, entre amigos o adversarios, para tu plenitud y perfecta paz, ama mucho máy extiende siempre más amor porque solo el amor tiene la sustancia esencial para traducir la realidad del Padre en nuestras vidas.” (Joanna de Ângelis) [13]

Es indispensable, por tanto, renovar la concepción de la paz, en la mente del hombre, para ajustarlo a la misión que fue llamado a cumplir en la obra divina, en favor de sí mismo.

“Conservar la paz, en Cristo, no es detentala paz del mundo. Es encontrar el tesoro eterno de bendiciones en las obligaciones de cada día. No es huir al servicio; es aceptarlo nde, cómo y cuándo determine la voluntad daquel que prosigue en acción redentora, junto a nosotros, en toda la Tierra.” (Emmanuel)[14]

Que nuestra actividad, dentro de la vida, produzca mucho fruto de paz y sabiduría, amor y esperanza, fe y alegría, justicia y misericordia, en trabajo personal digno y constante, por cuanto, solamente así el Padre será por nosotros glorificado y solo en esa condición seremos discípulos del Maestro Crucificado y Renacido.” (Emmanuel) [15]

“En cualquier proceso [concerniente a la búsqueda de la autorrealización y de la paz], todavía, el ser desempeñará siempre un papel fundamental para la propia recuperacióncual el de la autoconsciencia, de la conquista del Sípara que la salud real y la paz legítima se le instalen en los paneles existenciales, facultándole la alegría plena de vivir.” (Joanna de Ângelis) [16]

Sea como fueracuando Jesús – después de los tristes acontecimientos del Gólgota – apareció en medio de sus apóstoley seguidores saludándolos fraternalmente con la paz de su corazón, cumpa no solo la promesa de que no los dejaría desamparados. Mostraba, además, que la paz interior faculta a su portador una tranquilidad inamovible en la conciencia. Si las ideas cristianaya penetraron nuestra alma, trabajemos por conservar nuestra paz interior obrando y haciendo el bien hoy y siempre. No conozco otro camino mejor para la obtención de la felicidad.


Notas bibliográficas:

1.  Xavier, F.C. Caminho, Verdade e Vida. 7ª edição. (Pelo Espírito Emmanuel). FEB: Rio de Janeiro, 1978, p. 351.

2.  Franco, D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). Luz da esperança. 4ª edição. Rio de Janeiro: Associação Editora Espírita F.V. Lorenz, 2012, p. 137.

3.  Kardec, A. A Gênese, os milagres e as predições segundo o Espiritismo. 53ª edição (digital). [Tradução de Guillon Ribeiro]. Brasília: FEB, 2013, p. 366.

4.   Ibid. p. 359.

5.   Xavier, F.C. (Pelo Espírito Emmanuel). Pão Nosso. 15ª edição. FEB: Brasília-DF, 1992, p. 142.

6.   Xavier, F.C. (Pelo Espírito Emmanuel). Fonte Viva. 18ª edição. FEB: Brasília-DF, 1992, p. 186.

7.   Xavier, F.C. Caminho, Verdade e Vida. 7ª edição. (Pelo Espírito Emmanuel). FEB: Rio de Janeiro, 1978, p. 346.

8.   Taylor, S. Spiritual Science: Why Science Needs Spirituality to Make Sense of the World. London: Watkins Media, 2018, p. 42.

9.   Franco, D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). Florações Evangélicas. Belo Horizonte: Editora G. Holman, 1972, p. 30.

10.  Xavier, F.C. (Pelo Espírito Emmanuel). Fonte Viva. 18ª edição. FEB: Brasília-DF, 1992, p. 231-232.

11. Franco, D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). Otimismo. Salvador: Leal, 1988, p. 86.

12. Ibid. p. 133.

13. Franco, D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). Florações Evangélicas. Belo Horizonte: Editora G. Holman, 1972, p. 140.

14. Xavier, F.C. (Pelo Espírito Emmanuel). Vinha de luz. 4ª edição FEB: Rio de Janeiro, 1977, p. 326.

15. Xavier, F.C. (Pelo Espírito Emmanuel). Fonte Viva. 18ª edição. FEB: Brasília-DF, 1992, p. 106.

16. Franco D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). O Despertar do Espírito. 4ª edição. Salvador: Leal, 2000, p. 206.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
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