¿Cuántas personas en este
mundo disfrutan verdaderamente de paz interior?
Ciertamente no muchas. Al final de cuentas, una serie de
problemas y dificultades vuelven nuestra vida, de modo
general, complicada. Y no es posible desligarnos de
ellos, ya que atraviesan – nos guste o no - nuestra
existencia. Lo máximo que podemos hacer es adaptarnos a
las circunstancias y, dentro de lo posible, controlar
nuestras emociones para que no sean perjudiciales para
nosotros mismos. Más allá de eso, es preciso reconocer
que vivimos en una era de extremas perturbaciones –
algunos libres-pensadores usan, para mejor definirlo, el
acrónimo inglés VUCA, que traducido para nuestro idioma
significa volatilidad, inseguridad, complejidad y
ambiguedad - que vuelven nuestra vida cada vez más
intranquila. Conviene también recordar que la pandemia
generada por la Covid-19 solo aumentó ese estado de
inseguridad y malestar colectivo. Puesto esto, estamos
viviendo aquí por muchas razones y una de ellas es la
necesidad de elevar nuestra conciencia, ya que somos
Espíritus inmortales en momentánea jornada por la
dimensión material.
Hay, en fin, millones de
cosas que nos afectan – sobre todo de manera negativa,
se resalta - presentemente y sobre las cuales no tenemos
la menor influencia o control. A pesar de eso,
precisamos seguir adelante, independientemente de las
tempestades que puedan alcanzarnos en el camino
purificador. Más especificamente, precisamos construir
fuerzas, así como desenvolver nuevas capacitaciones y
habilidades para alcanzar los objetivos cuidadosamente
trazados por la espiritualidad en nuestro favor. Esa es
una lucha que perdurará por toda nuestra vida, tengamos
certeza de eso. Dentro de esa realidad puesta,
precisamos tener igualmente paz interior –
no obstante las vicisitudes y caídas. En ese sentido,
recordemos a Jesús que conservó la paz – fruto de su fe
pura e inquebrantable - en medio de la tempestad que
amenazaba volcar el barco. Por eso, es importante
entender que guardar la paz interior es ciertamente una
de las mayores adquisiciones espirituales que un
individuo puede desear. Tal vez no sea por otra razón
que el Espíritu Emmanuel afirmó: “Es natural. Nuestra
mente sufre sed de paz, como la tierra seca tiene
necesidad de agua fría”.[1]
No podemos imaginar, de
ese modo, que tal necesidad se circunscribe a unos o a
otros exclusivamente. En verdad, la “sed de paz” alcanza
a todos indistintamente. Ella va mucho más allá de las
eventuales carencias materiales al alcanzar lo intimo
del ser. Como sabemos, hay criaturas en este mundo
viviendo en palacios suntuosos, rodeadas de seguridad,
criados y objetos de altísimo valor monetario.
Absolutamente nada les falta del punto de vista del
bienestar material. No obstante, padecen de paz, pues
sus almas viven en estado tormentoso.
Alargando aun más la
discusión, el Espíritu Joanna de Ângelis considera que:
“El problema de la paz,
no obstante, recibe enfoques, casi siempre, de
resultados inmediatistas, confundiéndole la realidad
como el opio del reposo, el letargo de la ociosidad o el
dulce encantamiento de los fenómenos circunstanciales:
paisajes, posturas, músicas, conversaciones.
“Sin duda, esos factores
pueden propiciar estados de bienestar, de renovación de
fuerzas, de bienestar.
“Pasados no obstante, sus
efectos irrumpen los conflictos y tormentos, asoman las necesidades no
superadas, toman campo en la mente los desencantos en
relación a personas y tareas, que ahora parecen no
corresponder más a lo anhelado.” [2]
Allan Kardec consideró, a
su vez, que, después del desenvolvimiento de la
inteligencia, la criatura humana precisa elevar sus
sentimientos destruyendo, así, todos los resquicios de orgullo y egoísmo que
aun tenga dentro de sí. Dicho de otra forma, atendida a
las necesidades materiales y obteniendo el bienestar en
esa dimensión, conquista, además, normalmente realizada
por el desenvolvimiento del intelecto, necesario se hace
alcanzar el progreso moral. Para Kardec,
“Solamente el progreso moral puede asegurar a los
hombres la felicidad en la tierra, refrenando las
pasiones malas; solamente ese progreso puede hacer que
entre los hombres reinen la concordia, la paz, la
fraternidad”. [3]
Considerando los dramas
humanos, Kardec preconizó que:
“27. Para que en la
tierra sean felices los hombres, preciso es que
solamente la pueblen espíritus buenos, encarnados y
desencarnados, que solamente al bien se dediquen.
Habiendo llegado el tiempo, gran emigración se verifica
de los que la habitan: la de los que practican el mal
por el mal, aun no tocados por el sentimiento del
bien, los cuales, ya no siendo dignos del planeta
transformado, serán excluidos, porque, sino, le
ocasionarían de nuevo perturbación y confusión y
constituirían obstáculo al progreso. Irán a expiar el
endurecimiento de sus corazones, unos en mundos
inferiores, otros en razas terrestres aun atrasadas,
equivalentes a mundos de aquel orden, a los cuales
llevarán los conocimientos que hayan adquirido, teniendo
por misión hacerlas avanzar. Al sustituirlos espíritus
mejores, que harán reinen en su seno la justicia, la
paz y la fraternidad.” [4]
Infelizmente, aun se
encuentran en la Tierra individuos muy perturbados que
dedican todas sus fuerzas, energías e inteligencia a la
destrucción de la paz de sus semejantes. Muchos de
ellos, además, son dotados de enormes recursos
intelectuales, mas utilizan esa sagrada capacidad para
esparcir el desaliento y la infelicidad. Muestran,
obrando así, que no poseen credenciales morales que les
faculten a continuar viviendo en un mundo regenerado.
Como almas desvirtuadas necesitan de medicamentos
amargos con vistas al entendimiento de las finalidades
de la vida, así como a la conquista de su paz interior.
Más
aun, me quedo
imaginando, en ese sentido, ¿cuánto deben padecer
aquellos individuos que abusan de su poder temporal, de
la autoridad de sus cargos, del mal uso de su
inteligencia, de su belleza desvirtuada, de su riqueza
material obtenida a costa de la explotación de los
otros, de su habla sin los debidos contrapesos éticos o
de las actitudes saludables, cuando las fuerzas
adormecidas de la conciencia les despiertan? Se puede
afirmar que la perdida de la paz interior derivada del
mal causado a los otros les debe
doler amargamente. Muchos, infelizmente, necesitarán de
largo tiempo para recuperarla. Tal vez hasta incluso
numerosas encarnaciones sean imprescindibles para tal.
Por eso, obtener la paz,
a propósito, es conquista benefactora, serena y
poderosa, pues da al individuo pleno dominio sobre sí
mismo. En ese sentido, es conquista vital a las
criaturas que siguen para conseguir una perfecta
sintonía con lo más alto. No por acaso, el apóstol Pedro
nos recomendó que la buscásemos y la siguiésemos (I
Pedro, 3: 11). Avanzando sobre el tema, el Espíritu
Emmanuel esclarece que “Sin paz, dentro de nosotros,
jamás alcanzaremos los círculos de la paz verdadera”.[5] Se
trata, entonces, de condición sine qua non para
alcanzar las cimas de la espiritualidad.
Para Emmanuel aun,
“Paz no es indolencia
del cuerpo. Es salud y alegría
del Espíritu”. [6] En su
visión, el acto
de vivir es algo
ordinario
considerando que alcanza a
todos, mas conseguir vivir
en paz es gloria
de pocos. Puesto esto,
no hay otra
manera de conseguir vivir
en paz
sin tener la
conciencia
tranquila derivada de
la
práctica
constante de acciones y comportamientos
justos y honestos.
Por eso, la
paz interior es sustentada
por el
acierto
en nuestras
deliberaciones
e iniciativas. De ese
modo, quien usa la
palabra
para herir a otros o
para esparcir
falsedades,
quien deliberadamente falta
al respeto a sus hermanos
de jornada, quien vuelve
la espalda a la fraternidad y solidariedad,
quien se
empeña
en la
práctica
del mal,
en resumen,
ciertamente
está conspirando contra su propio
bienestar
espiritual.
En fin,
quien no
persigue la
brújula
del bien,
como arriba es destacado,
no obtiene paz.
Por más
que el individuo
venga a anestesiar
en su
tela mental las
consecuencias
infelices
de sus
desaciertos en la
vida, justificándolos
como “normales”,
tal intento no perdurará para siempre.
Todos nosotros prestaremos
cuentas
de nuestras
obras a
la espiritualidad
día más
día menos.
Si
obramos
motivados por lo
cierto y justo,
nada de mal alcanzará
nuestro
templo interno. De otro modo, si fuimos
motivados por razones
oscuras, probablemente la
hiel del remordimiento nos
corroerá destruyendo
nuestra
paz íntima. Por eso,
tengamos
en mente
que:
“Nuestra
vida no consiste en riqueza
numérica de cosas y gracias,
adquisiones
nominales y títulos
exteriores. Nuestra
paz y felicidad
dependen del uso
que hicimos, donde
nos encontramos hoy,
aquí
y ahora,
de
las
oportunidades y dones,
situaciones y favores,
recibidos
del Altísimo.”[7]
Siendo así, se
vuelve imperioso
estudiar
nuestra
personalidad, explorar meticulosamente
nuestros
pensamientos y auscultar
nuestra
conducta
a fin de
descubrir lo
que ellos,
de hecho,
expresan de nuestro
ser. Hay personas
que cargan un auténtico
volcán en su
intimidad listo a
irrumpir
a la menor
señal
de contrariedad. No es raro,
destilan
el veneno y
la
beligerancia
contra sus semejantes
por nada. Por otro lado, a literatura espírita ofrece
medios
seguros al autoconocimiento y autoayuda. El
abundante y bendecido material
publicado puede
auxiliar a todos
aquellos
que desean realmente
conocerse,
a identificar sus sombras y
las
causas de sus malignidades. Más
aun,
tal manantial
de conocimiento
legado por la
espiritualidad superior puede
ayudar al individuo
a recuperar su paz íntima, dotándolo
de instrumentos que le permitan
percibir
sus flaquezas
con claridad, y qué
hacer
para superarlas.
Siguiendo
esa línea
de pensamiento, el Espíritu Joanna
de Ângelis propone
que estudiemos las
lecciones
espíritas, de modo a liberarnos
de nuestra
ignorancia
espiritual. De hecho,
nuestra necesidad
de alfabetización espiritual
no se volvió aun
un tema
prioritario
para los
corazones
humanos. Además,
no es por
otra razón que
tantos menoscaban tan significativas
oportunidades de enriquecimiento
interior. Infelizmente, muchos deambulan por
este
mundo sin darse cuenta
de su
real origen
y lo
que los
aguarda más
allá de la tumba.
Sus mentes no divisan
la
probabilidad de
la
continuidad de
la
vida después de
la
muerte.
Para ellos, la
realidad espiritual es una
quimera. La muerte,
así, les
suena simplemente
como el término
de todo.
No obstante,
como observa el
investigador y escritor
Dr. Steve Taylor, la
fuerza
espiritual es un fenómeno
concreto, de cualidad
tangible y,
así,
posible
de ser percibido
por las
personas.[8] Percibirla,
por tanto, demanda apenas la
activación de nuestra
sensibilidad y siendo
de observación,
sin
hablar
del empleo
de
la
lógica en nuestras
reflexiones.
Comprender la cuestión espiritual y
su desdoblamiento es algo
que está al alcance
de cualquier
mente mínimamente
inquisidora.
Sea como fuera,
como acertadamente observa Joanna de Ângelis, “Cada
Espíritu
es lo
que aprendió, lo
que realizó, cuanto
conquistó.
No podrá ofrecer
recursos que no posee ni liberarse
de
los
dolores y pruebas
que a sí mismo
no se puede hurtar
[...]”.[9] Siendo
esa la
realidad implacable,
cabe, entonces,
a cada uno de
nosotros
velar
por la
adquisición del conocimiento
liberador. Siguiendo
ese raciocinio,
Emmanuel sabiamente recomienda:
“Cuando
sabemos conservar la unión con
la
Paz Divina, a pesar de todas las
perturbaciones
humanas, perdonando cuantas
veces
fueran necesarias
al compañero
que nos hiere; olvidando el mal
para construir el bien;
amparando con sinceridad
a los
que nos molestan;
cooperando espiritualmente, a través de
la
acción
y de
la
oración,
a beneficio
de
los
que nos persiguen
y calumnian;
olvidando nuestros
deseos particulares para servirnos
en favor
de todos; guardando la
fe
en el Supremo
Poder como luz inapagable en el corazón;
perseverando en la
bondad constructiva, aunque mil
golpes de
la
maldad nos asedien;
negándonos a
nosotros mismos
para que la
bendición divina
resplandezca
en torno
de nuestros
pasos; cargando nuestras
dificultades
como dádivas celestes; recibiendo
adversarios
por instructores;
bendiciendo las
luchas
que nos perfeccionan
el alma, al frente
de
la
Esfera Mayor;
convirtiendo la
experiencia
terrena en
graneros
de alegrías
para la
Eternidad; desvelando
ocasiones
de servir en todas partes;
comprendiendo y auxiliando
siempre,
sin
la
preocupación de
ser entendidos y ayudados;
amando a nuestros
semejantes cual hemos
sido amados por el
Señor,
sin expectativa
de recompensa; entonces,
conoceremos el espíritu de
la
verdad en nosotros,
iluminándonos el
camino para la
redención divina.”[10]
Por todo eso, la
obtención de
la
paz es conquista
altamente significativa. Esa paz, como elabora Joanna de
Ângelis, genera
una
gran felicidad a su portador, pues
“... posee
la
dinámica
de vencer los
obstáculos y promover el bien, en
una
batalla
consciente de
la
luz contra la
tiniebla y del amor
contra el mal”.[11] En efecto, la
felicidad no puede
ser obtenida
sin
el cimiento de
la
paz. Por tanto, sin
la
paz interior nos sobra el sufrimiento.
Además,
ella
tiene igualmente el
don,
conforme asevera la
noble
benefactora,
de generar
equilibrio y salud, ya que
faculta los
elementos esenciales
para que el individuo
pueda
enriquecer en el plano
interior, así como
desenvolver la
habilidad de ver la
vida bajo
un prisma
positivo.[12]
De modo general, la
paz trae al individuo
estados luminosos, mas también muchos
desafíos,
conforme se observa en los
mensajes
mediúmnicos
abajo:
“Así,
en
cualquier
circunstancia
de tiempo
o lugar, en claro
cielo o
sombrío
firmamento, en la
salud
o en la enfermedad, en la
realización o en la caída, en el poder
o en la
dependencia,
entre amigos o adversarios,
para tu plenitud y perfecta
paz, ama mucho
más y
extiende
siempre
más
amor porque solo
el amor
tiene
la
sustancia
esencial para traducir la
realidad del Padre en nuestras
vidas.” (Joanna de Ângelis) [13]
“Es indispensable,
por tanto, renovar la
concepción de
la
paz, en la
mente del hombre,
para ajustarlo a
la misión que
fue
llamado
a cumplir en la
obra divina, en favor
de sí mismo.
“Conservar la
paz, en Cristo,
no es detentar la
paz del mundo. Es encontrar el tesoro
eterno de bendiciones
en las
obligaciones
de cada día.
No es
huir
al servicio; es aceptarlo dónde,
cómo y
cuándo
determine la
voluntad
de aquel
que prosigue
en acción redentora,
junto a nosotros,
en toda la
Tierra.”
(Emmanuel)[14]
“Que
nuestra
actividad,
dentro de
la
vida, produzca
mucho
fruto de paz y sabiduría,
amor y esperanza,
fe
y alegría,
justicia
y misericordia,
en trabajo
personal
digno y constante,
por cuanto,
solamente
así
el Padre será
por nosotros glorificado y solo
en
esa condición seremos
discípulos del Maestro Crucificado y Renacido.”
(Emmanuel) [15]
“En
cualquier
proceso [concerniente a
la búsqueda de
la
autorrealización
y de
la
paz], todavía, el ser
desempeñará
siempre
un papel
fundamental para la
propia
recuperación, cual el de
la
autoconsciencia,
de
la
conquista del Sí, para
que la
salud
real y
la
paz legítima se le instalen
en los
paneles
existenciales,
facultándole la
alegría
plena de vivir.”
(Joanna de Ângelis) [16]
Sea como fuera, cuando
Jesús
– después
de los
tristes acontecimientos
del Gólgota
– apareció
en
medio
de sus
apóstoles y seguidores
saludándolos
fraternalmente con
la
paz de su
corazón,
cumplía
no solo
la
promesa de que no los
dejaría
desamparados. Mostraba,
además,
que la
paz interior faculta a su portador una
tranquilidad inamovible
en la
conciencia.
Si
las
ideas cristianas ya penetraron nuestra
alma, trabajemos
por conservar nuestra
paz interior obrando y
haciendo el bien hoy
y siempre.
No conozco
otro camino mejor
para la obtención de
la
felicidad.
Notas bibliográficas:
1. Xavier,
F.C. Caminho, Verdade e Vida. 7ª edição. (Pelo
Espírito Emmanuel). FEB: Rio de Janeiro, 1978, p. 351.
2. Franco,
D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). Luz da
esperança. 4ª edição. Rio de Janeiro: Associação
Editora Espírita F.V. Lorenz, 2012, p. 137.
3. Kardec,
A. A Gênese, os milagres e as predições segundo o
Espiritismo. 53ª edição (digital). [Tradução de
Guillon Ribeiro]. Brasília: FEB, 2013, p. 366.
4. Ibid.
p. 359.
5. Xavier,
F.C. (Pelo Espírito Emmanuel). Pão Nosso. 15ª
edição. FEB: Brasília-DF, 1992, p. 142.
6. Xavier, F.C.
(Pelo Espírito Emmanuel). Fonte Viva. 18ª edição.
FEB: Brasília-DF, 1992, p. 186.
7. Xavier,
F.C. Caminho, Verdade e Vida. 7ª edição. (Pelo
Espírito Emmanuel). FEB: Rio de Janeiro, 1978, p. 346.
8. Taylor,
S. Spiritual Science: Why Science Needs Spirituality
to Make Sense of the World. London: Watkins Media,
2018, p. 42.
9. Franco,
D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). Florações
Evangélicas. Belo Horizonte: Editora G. Holman,
1972, p. 30.
10. Xavier, F.C.
(Pelo Espírito Emmanuel). Fonte Viva. 18ª edição.
FEB: Brasília-DF, 1992, p. 231-232.
11. Franco,
D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). Otimismo. Salvador:
Leal, 1988, p. 86.
12. Ibid.
p. 133.
13. Franco,
D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). Florações
Evangélicas. Belo Horizonte: Editora G. Holman,
1972, p. 140.
14. Xavier,
F.C. (Pelo Espírito Emmanuel). Vinha de luz. 4ª
edição FEB: Rio de Janeiro, 1977, p. 326.
15. Xavier,
F.C. (Pelo Espírito Emmanuel). Fonte Viva. 18ª
edição. FEB: Brasília-DF, 1992, p. 106.
16. Franco
D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). O Despertar
do Espírito. 4ª edição. Salvador: Leal, 2000, p.
206.