Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: No juzgues


Juicio apresurado


En un campo verde, había un lago de aguas limpias, lleno de peces donde algunas garzas solían alimentarse.

Un día, dos garzas estaba pescando ahí, como acostumbraban hacer. Entraron con sus piernas largas en la orilla del agua y ahí paradas, en silencio, esperaron que algún pez distraído pasara, para ser atrapado en un golpe rápido.

Fue entonces que apareció volando en el cielo otra garza, que luego se posó cerca de las otras dos. Ella no era conocida. Era la primera vez que visitaba ese lago.

- ¡Hola, buenas tardes! – saludó ella. - ¿Puedo pescar aquí con ustedes? Me dejé llevar en el vuelo, en este día bonito que está haciendo hoy. Acabé llegando a parar aquí, lejos del lugar donde vivo. Ahora tengo hambre. Necesito alimentarme antes de regresar.

Las dos amigas, de manera antipática, respondieron:

- ¡Deberías haber prestado más atención!

- Ve a pescar más allá, sino nos vas a molestar.

- Sé que deben estar extrañadas con mi presencia – argumentó la desconocida. – En verdad quería ayudarlas a pescar, en agradecimiento por estar alimentándome aquí hoy.

- ¿Ayuda? Claro que no, cada una pesca lo suyo – respondió una de las dos garzas amigas.

- Está bien, entendí, lamento molestar – dijo la visitante, resignada, que fue alejándose lentamente, caminando por la orilla del lago.

Las dos garzas se quedaron observándola y pronto comenzaron a comentar:

- Mira cómo lo hace. ¡No se queda parada! ¿Cómo va a pescar así?

- Pienso que ella no quería ayudar, quería ser ayudada, ¡eso sí! ¡Probablemente es una holgazana que esperaba que nosotras pescáramos para ella! ¡Solo faltaba eso!

- ¡Exactamente! ¡Ella no debe saber pescar! Seguro estaba molestando a las garzas de su laguna de allá y por eso fue expulsada. ¡Pero si ella piensa que va a holgazanear aquí está muy equivocada!

Los comentarios continuaron:

- ¡Dios mío! Mira qué rara es. ¿No sabe que no es bueno acercarse a los seres humanos? Está yendo por el lado de esa familia que está tirando pan a los peces.

- ¡Ah, ya sé! Ya que ella no sabe pescar va a intentar comerse el pan. ¡Solo le falta ahogarse!

- ¡Exactamente! Eres muy inteligente, amiga. Mira ahí el pedazo de pan que ella acaba de coger. Y también tendrá que pensar que es bueno, ¡mejor que nada!

Las dos se divertían con el juicio que hacían de la nueva garza y se rieron bastante.

Mientras ellas hablaban, la otra actuaba. Se acercó, con cuidado, a los niños que tiraban pan al agua, cogió el pedazo más grande y se alejó llevándolo en el pico. Pero en vez de comérselo lo llevó hacia un lugar seguro, limpio y poco profundo, y lo soltó sobre el agua. Al poco tiempo un pez grande, viendo ese apetitoso bocado, se acercó y la garza, con bastante agilidad y rapidez, logró pescar su primer pez.

No pasó mucho tiempo para que otro pez quisiera también el delicioso pedazo, pero la garza, viendo ese pez muy pequeño, levantó el pan, ahuyentando al goloso. Lo colocó, después, de nuevo en el agua y pronto pescó otro pez grande. No pasó mucho tiempo, comió otro y no comió más solo porque tendría que volar bastante y no quería quedar pesada.

Así, en pocos minutos, comió y se fue.

Las dos garzas, que observaban todo, se quedaron sin palabras. Apenas se miraron, con los ojos muy abiertos, todavía asombradas con la astucia de esa garza y con la lección que habían recibido.

Habían aprendido una nueva forma más eficiente de pescar. Pero la lección más importante que tuvieron es que jamás debemos hacer juicios apresurados.

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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